31 La culpa del cazador
Hola a todos, aquí Coco, quien ya quiere acabar sus tareas para dedicarse a esto, y espera ansiosa a que de inicio las vacaciones de invierno. Fue un poco difícil sacar nuevo cap estando en mi última semana de clases pero bueno, como siempre, aquí me tienen fiel y obsesiva a nuestra historia de hombres lobo favorita, fufufu *w* El juicio se acerca, Ellie acaba de pasar por una terrible experiencia, y ahora, sólo falta oír una versión más de la maldición. Creo que sabemos lo que sigue, ¿no? ^w^ Y por supuesto, ya saben qué hacer <3
***
Estaba nevando. Los copos de nieve, livianos como plumas, volaban a su alrededor envolviéndola de resplandor. La joven levantaba sus manos hacia ellos hipnotizada por su belleza y, al mover los dedos, se dio cuenta que los pequeños cristales obedecían a su voluntad. Se aglomeraban en sus yemas formando figuras fantásticas, y ella sonrió cuando, tras concentrarse un poco, logró crear la silueta de un ángel.
-¿Elizabeth? -Él había vuelto. Liberando la magia que había hecho danzar las motitas blancas, la joven se giró hacia su novio, quien traía una pequeña caja de primeros auxilios. Sus ojos se encontraron, verde primavera contra blanco invernal y, pese a que el cuerpo de ella aún estaba diferente, su amado sonrió en reconocimiento-. Ven, siéntate aquí para que te cure. -Obedeció en silencio, y se movió con tal gracilidad que pareció flotar.
Sus cabellos aún brillaban con luz propia, su piel resplandecía y sus ojos eran dos lunas. Pero Elizabeth descubrió que seguía siendo ella misma y, de no ser por la espantosa experiencia que acababa de vivir, le hubiera fascinado seguir jugando con sus poderes recién descubiertos. Se sentó en el tocón de un árbol talado, le recibió la caja a su chico, y dejó que este se arrodillara entre sus piernas. Quería decirle lo mucho que lo amaba, agradecerle lo que hacía, pero fue el primero en hablar, y su petición borró cualquier otro pensamiento de su mente.
-Descúbrete, por favor -De pronto lo gélido del aire se volvió más real. Lenta, muy lentamente, la albina se quitó la bufanda, revelando las terribles heridas alrededor de su cuello, donde habían quedado marcados los dedos de la persona que trató de matarla. Largas líneas moradas rodeadas de azul y rojo, los bordes aún sangrantes por el roce de sus garras. Meliodas se quedó sin aire al verlas, y tuvo que tragar varias veces para deshacer el nudo en su garganta-. Arderá un poco. -Ella simplemente asintió, y cerró los ojos para que él no viera en su expresión lo mucho que dolía.
El alcohol quemó su piel apenas pasó la compresa, y Elizabeth se sintió muy orgullosa cuando se dio cuenta de que había logrado no reaccionar. Una vez limpia, le puso una pomada y, para terminar, la cubrió cuidadosamente con una venda. Tomó un puñado de nieve acumulada y la envolvió en un trapo pero, justo cuando estaba por aplicarla sobre el vendaje para bajar la inflamación, tuvo que detenerse. Estaba temblando. Su mano temblaba con tanta fuerza que apenas podía sostener la bolsa con hielo. La joven abrió los ojos al percibir el movimiento y, nada más mirarlo, supo que aquello no se debía al frío.
-Perdóname... -susurró el rubio ya sin poder contener las lágrimas-. Perdóname, Ellie.
-Mel... -lloró también, y ninguno dijo nada mientras él apoyaba la cabeza en sus piernas y se entregaba al llanto. Ella se reclinó encima suyo, envolviéndolo con sus brazos y así, en ese gesto protector, se dedicaron a consolar al otro mientras eran cubiertos de blanco. La escena era tan desgarradoramente hermosa y triste que los jóvenes a unos pasos de ellos no podían ni hablar.
-Yo no creo que sea una bruja mala -Por fin se animó a decir el peliplateado con voz ronca y, cuando el menor lo miró, se dio cuenta de que sus ojos estaban cristalizados-. Es decir... mírala. Bien podría ser la Diosa luna. -Zeldris no podía menos que estar de acuerdo. Su cortina de pelo luminoso caía sobre Meliodas como un manto, su aura parecía envolverlo como una bendición. Cuando finalmente abrió sus ojos y le dedicó una sonrisa, no pudo seguir mirando.
Se apartó de ellos, dándoles la espalda y andando de vuelta al bosque a toda prisa. Siempre se había negado a aceptar esa relación, y había tenido serias dudas antes de emprender la custodia de Elizabeth. Ahora finalmente entendía el profundo amor entre ellos, y algo tan bello como doloroso estaba pasando en su corazón. Antes de darse cuenta o poder evitarlo, también la amaba. La amaba como hermana, como amiga, y la quería de verdad, lo suficiente como para intentar salvarla por él mismo, y no por orden de alguien más. Llenó sus pulmones de aire invernal, aulló, y su largo aullido fue secundado por otros dos.
*
-Quédate quieto, Zel.
-Ya te dije que no es necesario herma... Ellie -replicó el pelinegro ruborizándose mientras trataba de huir del algodón que ella quería poner sobre la cortada en su mejilla-. Ni me duele ni va a estar ahí mucho tiempo. Nosotros sanamos rápido, ¿recuerdas? Para mañana estaré... ¡aaaaaauch!
-Yo me encargo de éste, linda -rió la chica de trenza, que había agarrado desprevenido al lobo y presionaba con fuerza la compresa con alcohol en su cara-. Tú atiende al otro, que está peor.
-¡Gelda! -le reclamó el moreno, pero igual se dejó hacer, embargado por confusos sentimientos mientras veía cómo Elizabeth cuidaba de un Estarossa tan ruborizado como él-. Déjame en paz, sabes que no lo necesito.
-Lo sé -respondió mientras le ponía una bandita-. Pero ella sí, así que deja de estar de llorón y mejor disfruta los mimos, ¿te parece? -Una sonrisa, una mirada significativa a la albina, y el pelinegro entendió justo lo que la cazadora quería decir.
Después de ponerse el collar, la apariencia de Elizabeth había vuelto a la normalidad. Sin embargo, no su mirada. Aún se veía triste, y atendía la profunda mordida en el brazo de Ross con una expresión de culpa que le estrujó el corazón. Debía sentirse responsable. Suspirando con resignación, Zeldris asintió con la cabeza, se levantó la camisa, y dejó que la rubia le limpiara un zarpazo sangrante en el abdomen.
-Así está mejor. -rió burlona, y tal vez habría seguido haciendo mofa de él, de no ser por el inusual comentario que le hizo a continuación.
-Eres buena amiga, ¿no? -La joven levantó una ceja extrañada y, cuando terminó con la cinta médica, soltó un largo suspiro de algo que podía ser alivio.
-Pues sí. Es bueno ver que por fin te entró en la cabeza.
-Te juzgué mal desde el inicio.
-Yo... -Gelda estaba cada vez más confundida. Tras darle un vaso de agua y un analgésico, se sentó a su lado en el enorme sofá de cuero de su anfitrión-. No pasa nada. Es decir, no serías el único, así que...
-Te debo una disculpa. -Esto, más que otra cosa, dejó a la rubia perpleja. ¿Un Demon siendo amable con un Edimburgh? ¿Un lobo pidiendo perdón a un cazador? La sorpresa fue tal que dejó caer el alcohol y, tras soltar una palabrota, tuvo que agacharse a recogerlo. Sus dedos y los de Zeldris se encontraron al mismo tiempo sobre la botella, y fue su turno para ruborizarse, aunque sólo un par de segundos antes de que el dueño de la cabaña entrara a la habitación.
-A cenar -dijo el alto y fornido hombre de bigote-. Es asado de venado y sopa de cáscaras de patata.
-Muchas gracias, señor Escanor -lo interpeló Elizabeth siguiéndolo hasta el comedor y logrando que Zel y Gelda separaran las manos-. Le agradezco su generosidad.
-No hay de qué. Pero será mejor que coman deprisa, esto se enfría rápido, y tenemos que acabar cuanto antes para asignar las guardias.
-Yo haré la primera -Levantó la mano Gelda mudando su expresión de antes por una de total seriedad-. Soy la mejor equipada para soportar las horas más frías de la noche.
-Bien. Pero igual, necesito a alguien que te...
-Yo lo haré -Se apuntó Zeldris ante la mirada de sorpresa de Meliodas y desagrado de Ross-. Soy el que mejor olfato tiene de nosotros. Si algo aparece, lo sabré cuando esté a un kilómetro de distancia.
-De acuerdo. Entonces, tú y yo haremos la segunda ronda, muchacho -El albino alzó los ojos con fastidio y simplemente asintió acatando la orden del mayor-. En cuanto a ustedes...
-Podemos ayudarle con...
-No, ustedes no harán nada -dijo severo el ojiazul-. Ustedes se tomarán esto, se encerrarán en mi habitación, y tratarán de olvidar lo vivido para dormir toda la noche. Ya han pasado más que suficiente -Entonces le extendió a Elizabeth una caja que decía Lorazepam, y acto seguido ella se soltó a llorar mientras su mate la guiaba hasta la mesa-. Espero que entiendan lo importante que es esta noche, chicos -Se dirigió a los otros tres-. Debemos mantenernos despiertos, pues de lo contrario, estos dos podrían no llegar a mañana. Les daré mi reserva de café especial.
Pero no hacía falta. Cada uno de ellos se había tomado de manera personal y con feroz determinación la misión de protegerlos. Zeldris se quedó pasmado viendo cómo Meliodas trataba de hacer que Elizabeth comiera, y sólo volvió al presente al sentir cómo Gelda le metía una hogaza entera de pan a la boca.
-Atención, soldado -dijo dando ella misma una enorme mordida al corte de venado-. Te necesito entero si quiero sobrevivir. -Entonces le dedicó una resplandeciente sonrisa, y el moreno volvió a ruborizarse mientras los demás clavaban la vista en sus platos. Todos excepto Elizabeth, que por fin había logrado recuperar su habilidad para tragar, y miraba a su joven cuñado con un brillo en los ojos que poco tenía que ver con las lágrimas.
*
Hacía frío en verdad. La nevada ligera y constante no había parado, y ambos guardianes tenían los hombros cubiertos de blanco y las perneras ligeramente mojadas. Zeldris acababa de dar su última ronda al perímetro y, al ver la solitaria figura con rifle recortada contra la nieve, no pudo evitar sentir de nuevo aquella extraña opresión en el pecho que no comprendía. Aunque tal vez, sí que entendía un poco. De todas las emociones bullentes que no identificaba, la única completamente clara era la culpa.
Conocía a Gelda desde hacía mucho. Es decir, no verdaderamente, ya que jamás le había hablado ni interactuado con ella, pero sabía que formaba parte del clan de cazadores que habitaban la zona, y la había visto al menos una docena de veces. La recordaba de niña en brazos de su padre, la hija de Izraf, ese viejo siniestro de barba oscura que pertenecía al consejo de ancianos. Apenas había alcanzado la secundaria, desapareció como hacían todos los suyos, seguro para comenzar su entrenamiento, uno que la capacitaría para matar a criaturas como él. Jamás le había interesado realmente, y había asumido como natural desconfiar de ella y odiarla. Al parecer, eso había sido un terrible error.
Si lo pensaba, Gelda jamás había hecho nada contra él. Nada, excepto ser cazadora, y de eso ella no era responsable. En cambió, sí que había hecho muchas cosas por ayudarlo, y a Elizabeth. Un lobo que la había amenazado y una bruja a punto de ser enjuiciada, personas de las que no ganaba nada, más que problemas y constante peligro. Ya era suficiente. Las experiencias recientes le habían dejado claro que no se sacaba nada bueno prejuzgando. Era hora de corregir su error. Con pasos tan ligeros que apenas se oían, caminó hasta ponerse a su lado y mirar hacia el bosque ante ellos.
-Hey...
-Hey.
-¿Podemos hablar? -Una mirada por el rabillo del ojo, un suspiro, y tras acomodarse el arma en el brazo la joven asintió.
-Claro, ¿por qué no? ¿Qué necesitas, Zeldris?
-Ya sabes, lo de hace rato. Quiero pedirte una disculpa -Gelda lo miró con suspicacia, barriéndolo con los ojos para evaluarlo y, al sentirse tan intensamente observado, el moreno retrocedió y se cruzó de brazos mientras trataba de no abochornarse-. ¿Qué? ¿No me crees?
-No es eso, es que... Ellie me comentó algo extraño que ocurre cuando alguien de tu familia se disculpa. Al parecer ella cree que es de mala suerte, y no estoy segura de que sea buena idea decir algo así con tu hermano y su mate tan vulnerables. -Varios segundos de silencio, el lejano ulular de un búho, y el lobo tuvo que preguntar.
-Es broma, ¿no? -La risa contenida de ella fue suficiente respuesta.
-Sí, algo así. Creo que esa mala suerte sólo aplica a ella, pero quise ver tu reacción para divertirme.
-Tramposa.
-Hazte a la idea. Además, tampoco entiendo por qué me pides perdón. No has hecho nada malo, ¿o sí, lobo?
-No, sólo... es sobre cómo me comporté antes. Todo aquello de la amenaza de muerte.
-Ah, eso. La verdad ya lo había olvidado, no es como si no hubiera recibido una de esas antes.
-También he sido un patán contigo. Desconfiando de ti sin una razón justificable.
-No, sí la tienes. La forma en que entré en esto fue sospechosa, no te culpo por ello. Habría sido tonto no ser suspicaz con un asunto tan delicado, y yo habría echo lo mismo que tú. -No estaba logrando disculparse. Frustrado, miró nuevamente la peligrosa arma que ella cargaba con tanta destreza, y recordó un detalle tan importante que pudo retomar el vuelo en la conversación.
-Fuiste tú, ¿cierto? La persona que disparó a la Bestia la noche de Halloween. -Esta vez no hubo risa ni sarcasmos. Gelda se quedó mirando al frente mientras la nevada paraba, y el aroma de ansiedad en su cuerpo le delató a Zeldris que estaba en lo correcto.
-No sé de qué estás hablando. Es imposible que hubiera estado ahí. Me habrías olido, ¿no?
-Es verdad. Pero la munición de la escopeta que derribó al monstruo era de un tipo que no poseemos en la finca. Y seguro Elizabeth no es la única con una manera de ocultar su rastro -La rubia no respondió. Volvió a acomodar su rifle, se alejó unos pasos de él y, casi en el instante en que lo hizo, el moreno dio dos pasos hacia ella-. Tranquila, no se lo diré a nadie. Si quieres tanto a tu amiga como para haberte arriesgado a que te matara, lo mínimo que mereces es mi protección. Y mi gratitud.
-No te confíes -replicó en tono seco-. ¿Cómo sabes que no fue mi padre quién me envió a hacer todo eso?
-Sí, tal vez lo hizo. Igual que el mío, pero pienso que a estas alturas ambos hemos decidido ayudar a Ellie por más de una razón, ¿no es así? -Por primera vez en la conversación ella volteó a verlo, y el brillo en sus ojos destelló más que la nieve a su alrededor.
-Bueno, ¿quién no caería después de más de diez días de estar alimentándose en su cocina? La comida que hace Elizabeth es especial, puede transmitir sentimientos a través de ella. Un don de bruja, tal vez.
-Sí, tiene una sazón que hechiza. Y de alguna forma comer todos juntos nos ha vuelto más unidos. ¡Nosotros, que somos casi enemigos naturales!
-Así es. La verdad, desde que estamos cuidándola, he comenzado a cuestionarme si en verdad tiene que ser así. Me agradas, a pesar de todo. Y creo que a estas alturas definitivamente somos amigos. -El nuevo silencio que se asentó entre ellos era tan cálido que hasta olvidaron el frío y, súbitamente tentado por el tono familiar del último comentario, Zeldris se le acercó más con una inusual expresión de astucia.
-¿Ah, sí? ¿Y qué te agrada de mí exactamente?
-¿El ceño fruncido, tal vez? Tienes una frentesota adorable. Haces puchero cada dos por tres, aunque no necesariamente porque estés enojado. Eres tan pálido que hasta el más mínimo rubor se te nota y, aunque te haces el duro, eres transparente en cuanto a tus sentimientos. Se te nota demasiado si estás asustado, triste o feliz. -Apenas podía creerlo. La descripción que hizo de él fue tan puntual que lo hizo bajar la guardia.
-¿Sí? ¿Y qué más? No me dirás que te agrado sólo por mi atractivo físico.
-Calma, chico sexy, ya iba a ello -guardándose las mariposas en el estómago que sintió al oírle decir eso, el pelinegro se dejó sorprender por cada una de las declaraciones de su amiga-. Me agrada que seas serio, me hace sentir que puedo hablarte de cosas que valgan la pena. Respetas a los demás, y eres tolerante aunque no estés de acuerdo con sus ideas. Eres increíblemente leal. Por último, y pese a lo que se diga de la agresividad de los lobos, la verdad eres tan tranquilo que apenas puedo contener el impulso de provocarte.
-No soy tan tranquilo -dijo súbitamente con voz ronca-. Creo que te sorprendería lo feroz que puedo ser.
-¿En serio? -respondió abiertamente coqueta, y el silencio que siguió fue por completo diferente a los anteriores. Aquel calor habría sido digno de una fogata. Zeldris se quedó escuchando los latidos de su corazón al mismo tiempo que los de ella, y descubrió con sorpresa que estaban sincronizados. Ya se estaba planteando volver a hablar, cuando una voz a sus espaldas rompió su burbuja.
-Cambio de guardia. Vayan a descansar, chicos. -Dando un idéntico respingo de sorpresa, los nuevos amigos asintieron mientras se adentraban en la cabaña. A unos pasos de ellos, en la habitación más resguardada, otra pareja de humana y lobo a la que le había pasado algo similar dormía pacíficamente.
*
El otoño se había apiadado de ellos, y la helada había remitido para volver a traer un fresco aroma a tierra húmeda que los inundó de esperanza. Las seis personas reunidas a la mesa del cazador tomaban el desayuno mientras la joven que sin querer se había transformado en su líder terminaba de contarle todo lo investigado a su anfitrión. Probablemente ya no había nada por saber, y en sólo unas horas se celebraría el juicio, pero igual, la albina había decidido que aún había una persona de la cual quería oír su opinión.
-Esas son ambas versiones, señor -Escanor se mesó la barba, pensativo, y soltó un largo suspiro mientras veía a los ojos de la chica-. Pero como puede ver, soy incapaz de creer del todo a cualquiera de ellas. Se acusan mutuamente, y lo único cierto es que la Bestia parece ser el resultado del rencor de ambos. Por favor, ¿podría contarnos la opinión de los cazadores respecto a la maldición de Black Valley? -El hombre levantó una ceja, miró a la muchacha rubia a dos asientos de él y, cuando esta le devolvió la mirada, no necesitó hacer la pregunta para que ella entendiera.
-No me molesta -dijo Gelda poniendo un terrón extra de azúcar en su café-. En lo que a mí concierne, yo estaba distraída tomando mis alimentos cuando esta conversación se dio.
-Muy bien -Una suave brisa levantó las hojas que se habían acumulado en el pórtico, los ojos azules del cazador se perdieron en la distancia, y una risa seca salió de sus labios-. Es irónico. Los lobos y las brujas se echan la culpa entre ellos, pero lo cierto es que tal vez todo esto fue por culpa de un cazador.
-¡¿Cómo?! -Pero pese a lo fuerte del comentario, Escanor no dejó su sonrisa. En cambio, tomó una servilleta, mojó la punta del dedo con su café, y comenzó a dibujar mientras empezaba su narración.
-Como saben, este pueblo se fundó con la ayuda de tres grandes grupos de personas. Los lobos, las brujas, y nosotros, los cazadores. Sin embargo, lo que me interesa contarles es como se dio esa alianza, pues tal vez ahí es donde comienza todo este enredo. Nuestras formas de relacionarnos eran totalmente diferentes.
-¿Qué quiere decir? ¿Se refiere a que antes no eran enemigos? -Una sonrisa, una caricia a la cabeza de la chica, y Escanor marcó la primera curva de un trisquel en su dibujo.
-No, me refiero a cómo se formaron los grupos de cada uno. Para los lobos, el vínculo que los mantiene unidos es la familia. Sus lazos de sangre mantienen fuerte la lealtad que se profesan -Los hermanos se miraron mutuamente sin desmentirlo, y entonces el hombretón continuó-. Para las brujas, lo que las une es su sentido de comunidad. Aunque sus apellidos sean diferentes, su pasado colectivo como grupos perseguidos por sus creencias las unen y las hacen colaborar. He ahí el origen de sus "aquelarres".
-¿Y los cazadores? -Súbitamente la mirada de Escanor se ensombreció, y marcó con su dedo el tercer brazo del símbolo.
-Para nosotros, las cosas no son así. No hay lazos de sangre que nos unan, y de hecho, la familia muchas veces es vista como una unidad militar donde los hijos son soldados -Zeldris se le quedó viendo a Gelda tras estas palabras, y ella simplemente dio un sorbo más a su café-. Tampoco nos une la idea de comunidad. Muchos de nosotros tenemos naciones, lenguas y pasados diferentes, y no es raro que los grupos se separen para ir por diferentes presas.
-¿Y entonces? ¿Qué los mantiene juntos? -El hombre de bigote había dado una mordida al pan mientras masticaba su respuesta, y al final no tuvo que hacerlo, pues fue la rubia quien lo dijo, y en una voz tan solemne que les erizó a todos la piel.
-El credo.
-Así es -suspiró el mayor, y se le quedó viendo a todos con una expresión al mismo tiempo orgullosa e intimidante-. "Cazamos a quienes nos cazan", esa es nuestra ley. A lo largo de los siglos, hemos desarrollado un código de conducta que nos ha permitido sobrevivir y hacer nuestro trabajo. Así es como llegamos a Black Valley. Estábamos persiguiendo a nuestras presas -Un tremendo escalofrío recorrió a Elizabeth de cuerpo completo, y sólo se calmó cuando Meliodas colocó una mano sobre su espalda-. Les explicaré. En aquella época, los lobos no eran como son ahora.
-Oye, oye, cuidado con tus palabras -reclamó Estarossa súbitamente sensible al tema-. ¿Qué estás tratando de decir?
-Tú me ayudarás con mi explicación, joven lobo. ¿Cuál es la función de tu especie en la naturaleza? -Tomado por sorpresa ante estas palabras, el peliplateado se rascó la cabeza y soltó la lección que había aprendido desde niño.
-Pues... protegerla, ¿no? Es decir, nuestra presencia fortalece la tierra, la hace fértil. Somos guardianes de la fauna y la flora, como guardabosques, o algo así. También mantenemos a salvo el territorio de amenazas externas, ¿verdad? -preguntó a sus hermanos, que se rieron de él, al ver la reacción infantil que tuvo ante el examen sorpresa.
-Todo eso es verdad -remarcó el cazador satisfecho con lo dicho-. Sin embargo, eso sólo se aplica bajo una condición, y esa es, que el lobo pertenezca a una familia, o que cree una para sí mismo, y siga atado a un clan. Sin embargo, existe un lobo solitario, una especie de lobo que es apartada de otros por crimen o vergüenza.
-Omega...
-Sí -dijo el cazador mirando a Elizabeth-. El riesgo de convertirse en uno no radica sólo en ser abusado y desdeñado por la manada. Un omega puede volverse salvaje, y entonces sólo puede tener dos destinos: o abandona su identidad como lobo y se deja morir de hambre, o abandona su humanidad y se deja llevar por sus instintos de supervivencia, comenzando a atacar a presas que en su sano juicio no perseguiría. Un lobo salvaje es una verdadera amenaza, porque puede convertirse en un devorador de hombres. -El escalofrío que había recorrido a la albina se transmitió a todos los demás, y los hermanos hicieron al mismo tiempo un gesto extraño, como si trataran de alejar algún tipo de mal de ojo.
-Y es por eso que llegamos aquí -se rió Gelda de ellos tras dar un mordisco a su pan-. En aquella época el clan Demon era muy pequeño, no más de treinta o cuarenta personas, rodeados de otras manadas que también querían el territorio del valle, y con un alfa incapaz que precedió al famoso Regulus. Mordió a muchas personas tratando de añadir más lobos a su grupo, pero no todas sobrevivían, y se estaba convirtiendo en un verdadero incordio.
-Sí, treinta son pocos para un clan, pero son demasiados tratándose de una plaga de devoradores. Nos quedamos aquí para vigilarlos y, por suerte, la cosa mejoró. Muchos se emparentaron con gente no mágica del pueblo, fundaron la finca, y la familia creció. Supongo que de ahí viene la importancia vital que dan a los cachorros. Tener descendencia ayuda a prevenir que jamás haya necesidad de convertirse en monstruos.
Entonces la conversación fue interrumpida por un chillido de sorpresa de Elizabeth, que se vio sujetada de la barbilla por Meliodas, quien había decidido que ese era el momento ideal para besarla. Ella no pudo evitar corresponderle, y acarició su mejilla con ternura mientras sus dedos se entrelazaban. Cuando se separaron todos tenían expresiones entre la diversión y el fastidio, pero el rubio apenas se dió por enterado.
-Gracias por salvarme. -susurró, y su momentánea esfera de intimidad fue rota por un tosido de Escanor.
-Bueno. Ahora, respecto a las brujas, para nosotros representaban un peligro similar. Puede que hubiera pocas personas verdaderamente mágicas en el valle, aún menos que lobos. Pero podían ser mucho más peligrosas, y eso ameritaba vigilancia. Cuando la bruja y el lobo más fuerte se unieron en matrimonio, el clan de cazadores no lo tomó bien. Una criatura sobrenatural potenciando los poderes de otra, sin contar el peligroso híbrido que podía nacer de ambos... no, eso no podía ser. Las familias se reunieron para discutir si se debía darles caza o no, e incluso hubo un concilio, uno donde los linajes más importantes se reunieron.
-Es obvio que al final votaron porque no. -apuntó Estarossa.
-¿Y quién tomó la decisión final? -añadió Zeldris. Gelda fue levantando la mano lentamente, y la sorpresa hizo que el moreno dejara caer la fruta que había pinchado en su tenedor.
-¡¿Tú?!
-Más concretamente, un ancestro mío.
-Sí. La suya siempre ha sido la familia de cazadores más abundante de la zona, así que la mayoría de los votos terminó perteneciéndoles. Una parte esencial de nuestro código es no matar a menos de que se tenga pruebas de que nuestra presa ha matado previamente. Ni Rhiannon ni Regulus lo habían hecho, así que la matriarca de los Edimburgh determinó que se les daría el beneficio de la duda. Muchos estuvieron en desacuerdo, exigían a la líder que se hiciera una investigación sobre ambos para ver si su unión era legítima, pero ella se negó. En un principio pareció ser la decisión correcta ya que, juntos, la región alcanzó una prosperidad nunca antes vista. Sin embargo, en el apogeo de su poder, súbitamente las cosas comenzaron a ponerse muy mal.
-La Gran Helada... Señor, ¿de verdad cree que fue culpa de Rhiannon?
-No lo sé. Lo que sé es que incluso los cazadores nos beneficiamos de su generosidad, pues nos brindó comida y refugio cuando sobrevino la hambruna. Fue ahí cuando nuestra alianza se instauró. Debido a la emergencia, todos nos pusimos bajo su mando, y dejamos de pelearnos entre nosotros para unirnos ante la crisis.
-¿Se refiere a la hambruna y la epidemia?
-No sólo eso -Los ojos del hombretón estaban tan oscurecidos que empezó a dar miedo, y todos se le quedaron viendo a la espera de la revelación-. Con la manada tan debilitada y las brujas en plena cuarentena, otras criaturas trataron de tomar ventaja y entrar al territorio. Los lobos no son los únicos seres sobrenaturales que existen, y no son ni remotamente los más peligrosos. Hay monstruos, pesadillas infernales y aberraciones de todo tipo tratando de acabarnos, y los colmillos y ballestas en el pueblo apenas eran suficientes para mantenerlos a raya. Todo terminó cuando se instauró la maldición. Es verdad que habíamos perdido a la mejor bruja y mejor lobo de esa generación, pero las desgracias por fin habían cesado, y cada uno de los tres grupos tuvo tiempo de recuperarse. Es verdad que la Bestia comenzó a rondar por estos dominios, pero sus presas eran muy específicas y, además, su atroz presencia alejó a todos los demonios de menor envergadura. Por último, se formó el consejo de ancianos, el cuál ha perdurado desde entonces, uniéndonos por y pese a la maldición.
-No lo comprendo, señor. Entonces, ¿por qué dijo que la maldición fue culpa de un cazador?
-Porque elegimos no hacer nada -dijo Gelda con una voz súbitamente rasposa-. Sabíamos que esa unión era sospechosa, y no la investigamos. Sabíamos que debíamos mantenernos vigilantes, pero nos dejamos llevar por las comodidades y ventajas que nos reportaba dejarlos hacer lo que quisieran. Sabíamos que la Bestia se cobraría víctimas inocentes, pero igual no tratamos de acabarlo antes de que fuera demasiado tarde. Fallamos, y esa vergüenza sigue atándonos a este lugar. A Black Valley, donde dejamos que nuestros amigos se destruyeran, y donde aún ronda la presa que jamás hemos logrado cazar. -Un denso silencio se instauró tras este apasionado discurso, y sólo se volvieron a mover al escuchar unas camionetas a lo lejos.
-Parece que aquí acaba nuestra conversación. En resumen, pequeña -dijo dirigiéndose a Elizabeth una última vez-. Mi opinión es que ambas versiones de la historia tienen partes de verdad y de mentira. Solo tú puedes decidir qué tomar y que no, y no existe otra persona con más derecho a hacerlo. Igual, el error de todos siempre ha sido prejuzgar, y veo que estás haciendo tu mejor esfuerzo para que tú y tus amigos ya no lo cometan más -Todos los lobos se levantaron y la rodearon protectoramente al ver que los vehículos negros se estacionaban afuera. Gelda no pudo evitar la inercia de quitar el seguro a su revólver-. En cuanto a mi opinión como cazador, igual que Gelda, creo que aún tenemos deudas que saldar. Tal vez la maldición sea nuestra culpa, o no. Lo cierto es que todos pagamos por ese pecado de omisión, y no dejaremos de estar atados a este lugar hasta que se haga justicia. -Tres golpes en la puerta, tres gruñidos, y Escanor se levantó para abrir a la persona que llevaría a Elizabeth a juicio.
-¡Tía Merlín! -dijo la ojiazul arrojándose a sus brazos, y fue abrazada con cariño mientras sus amigos veían al séquito más allá del pórtico.
-Llegó el momento, cariño. Tranquila, todo saldrá bien. Acomódate junto a tu guardia en esa camioneta de allá. Tus amigas Diane y Elaine ya te están esperando, los llevarán a donde se hará el juicio.
-Es... está bien. -dijo temblorosa, y recibió un beso de la morena en la frente antes de salir rodeada por todos aquellos que querían protegerla. Merlín y Escanor se les quedaron viendo hasta que todos estuvieron fuera y, al ponerse en marcha, el segundo le preguntó a la primera.
-Entonces lo hiciste. Fuiste en persona a negociar con "el mediador" -La sonrisa de ella se disolvió como llevada por el viento, y él suspiró, mezcla de enojo y pesar-. No sé que te habrá ofrecido ese chupasangre, pero trabajar para él no te ayudará a conseguir lo que quieres.
-Métete en tus propios asuntos -dijo la bruja con voz cortante-. Ya está hecho. Y no me pienso retractar del camino que elegí. -Acto seguido salió casi corriendo en dirección a las camionetas, el cazador subió a otra, y todos juntos fueron hacia el lugar donde se reuniría el consejo de ancianos.
***
Chan chan chaaaaaan 0.0 Ha llegado la hora cocoamigos. Por fin se celebrará el juicio, al parecer ya se ha dicho todo lo que debía decirse, y ahora, sólo queda esperar que se de un veredicto que no termine matando a Ellie. Sin embargo, siguen habiendo muchas preguntas sin resolver. ¿Por qué la matriarca Edimburgh dejó las cosas así? ¿Quién es el misterioso "mediador"? ¿Habrá un poco más de Geldris en el futuro? Como siempre, esas respuestas están a la vuelta de la esquina, y ya casi comienza la temporada de invierno así que... bueno, prepárense para algunas sorpresas, fufufu.
Eso sería todo por ahora cocoamigos. Les mando un beso, un abrazo y, si las diosas lo quieren, nos veríamos la próxima semana para más <3
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