27 Cacería de Halloween
Hola a todos, aquí Coco, quien logró acabar en el último minuto su actualización de hoy 9u9 y que está sorprendida de lo macabra y aterradora que le salió. No soy ningún Allan Poe, pero definitivamente les voy a sacar más de un susto el día de hoy *w* ¡Feliz mitad de la spooky season! El Halloween se adelanta en nuestra amada historia de hombres lobo, pero tranquilos, que aún hay mucha magia y mucho melizabeth por acá antes de que acabe el mes de las brujas, fufufu <3 Y saben qué hacer °3^
Posdata: probablemente esta historia siga siendo actualizada hasta el mes de noviembre, y con suerte la finalice para antes de navidad. Personitas que siguen también mi historia de vampiros, ¿les gustaría que la siga actualizando aún pasando octubre? *w* Bueno, tal vez es demasiado pronto para saber. Por ahora relájense, disfruten, ¡y denme todos los dulces en forma de calabaza que tengan! ¡Boo! *0*
***
—¿Meliodas?
—¿Sí, cariño? —Los ojos de Elizabeth iban de un lado al otro de la magnífica decoración, desde los abundantes adornos de calabaza hasta las elegantes lámparas antiguas, y no podía cerrar la boca de asombro.
—Meliodas... —Él apenas podía mantener la fingida seriedad. Apretaba los labios, fruncía el ceño, y lanzaba discretas miradas a su mate tratando de no reír.
—¿Sí, querida? —Pero ella seguía encandilada. Telarañas en los lugares más insólitos, espantapájaros sonrientes, luces de colores, y monstruos a donde sea que mirase. Entonces, finalmente la albina reparó en un grupo de niñas disfrazadas de brujas, y fue cuando ninguno de los dos pudo más.
—¡Meliodas! —Las carcajadas del lobo se escucharon hasta la entrada de la casa grande. Emocionado y complacido por la reacción de su novia, el rubio se lanzó a tratar de besarla—. Ah no, no lo harás. ¡No podrás distraerme con eso! Primero explícame, ¿por qué la finca está como si se hubiera convertido en "Halloween Town"?
—Bueno, verás —comenzó a decir abrazando su cintura—. Ocurre que se te olvida que no siempre somos lobos. La mayor parte del tiempo somos solo personas normales. Y las personas normales aman Halloween.
—Bueno, sí, normalmente así es. Pero ustedes, es decir... —Tomando una actitud entre avergonzada y tímida, la albina se acercó para susurrarle al oído la razón de su estupefacción—, considerando la historia de la familia con las brujas, pensé que detestarían cualquier cosa relacionada a ellas, sobre todo en estas fechas.
—Para nada —exclamó una voz tras ellos. Acto seguido Diane se manifestó, disfrazada nada más y nada menos que como una sexy loba—. Vamos, sabemos diferenciar una bruja real de una de fantasía, así que no te de pena disfrutar de todo esto, ¡hoy es fiesta! ¡Sí! —Un giro de la castaña para modelar su disfraz peludo, una pose, y fue el turno de Elizabeth para soltarse a reír.
—¡Te ves estupenda! De haber sabido que no había problema con eso, me hubiera disfrazado de bruja.
—No cariño, en tu caso es mejor así. Además, te ves hermosa. Mucho mejor que cualquier chica con sombrero de punta. —Como si quisiera demostrar su punto, su novio le dedicó una mirada ardiente que logró hacer que se ruborizara incluso pese al maquillaje blanco.
—No lo sé —comentó la loba mirándola de cerca—. Es verdad que está muy bella pero... ¿De qué es tu disfraz, Ellie? ¿De vampiro?
—Fantasma —explicó la albina decepcionada, y se puso a mirar su reflejo en la ventana de una de las cabañas más cercanas. —. Tal vez hubiera sido mejor si me maquillaba las cuencas de los ojos de negro.
—Sí, pero eso también podría haber salido mal. Podrías haber terminado como un adorable panda —El par de amigas se echó a reír, hasta que súbitamente la loba paró para hacer un comentario que la dejó confundida—. Ellie está despampanante, ¿no lo crees, Ross? —Dándose la vuelta tan rápido que incluso se lastimó el cuello, Elizabeth vió cómo el hermano de Meliodas y su grupito de amigos se detenían a dedicarle una mirada apreciativa. Su conjunto era, desde los zapatos hasta los accesorios, blanco puro, y el grupo de adolescentes mostró su aprobación silbando y aullando. Todos, con excepción del propio Estarossa, que la miraba de arriba a abajo sin saber qué decir.
—Es la Diosa Luna —comentó de pronto, y su declaración dejó mudos a todos, incluso al propio peliplateado, que pareció sorprendido de haberlo dicho en voz alta—. Bueno... —tartamudeó ruborizándose y clavando la mirada en el piso—, le salió bien, más o menos. Si la idea era disfrazarse de ella, entonces tú...
—Gracias, Estarossa —interrumpió Meliodas en un tono de voz que era casi un gruñido—. Creo que ya entendimos que te gustó el disfraz de mi mate. Ahora, ¿por qué no se largan antes de que yo decida romperles la cara para hacerles un disfraz de zombies? —Los chicos prácticamente salieron corriendo, y Diane se echó a reír con más ganas, complacida de su pequeña travesura. Tratando de desviar el tema y la atención de su persona, Elizabeth cambió bruscamente la conversación.
—Mel, ¿por qué no todos están disfrazados? ¿Habremos exagerado al arreglarnos muy temprano?
—Para nada —dijo otra voz, y Zeldris hizo su aparición para unirse al grupo de amigos—. Sucede que sólo están disfrazados los que se quedarán en la finca. El resto saldrá de cacería en unas horas, así que no tendría caso hacer nada a nuestro aspecto, estando pendiente una verdadera transformación —La reacción de Meliodas ante su hermano fue voltear los ojos en una mueca de fastidio, gesto al que el pelinegro reaccionó con un puchero propio—. Vamos, no seas así. Hiciste un trato con nuestro padre, y además, tú dijiste que querías encontrar un regalo para Elizabeth entre las presas de hoy.
—¡Zel! —reclamó el rubio por la sorpresa arruinada, y Elizabeth se complació en ver cómo hacían luchitas cual niños pequeños.
—Bueno, ¿hay algo en lo que pueda ayudar mientras esperamos a los que salen de cacería?
—Ya que lo menciona, así es señorita —El último en acercarse a ellos fue el viejo Chandler, que hizo una reverencia ante todos y se acercó a la albina con actitud amable—. El joven amo comentó que deseaba que usted se quedara en la casa grande, pero me parece un desperdicio no salir para disfrutar de la decoración. Siendo así, ¿no le gustaría acompañar a los cachorros en su recorrido en busca de dulces? Sólo se tratará de acompañarlos de casa en casa dentro de este perímetro.
—¡Me encantaría! ¡Muchas gracias, señor! —Aquel parecía el plan perfecto, la mejor misión para Halloween que se le podía ocurrir. Sin embargo, no había terminado de pensar en ello cuando algo extraño pasó. Ambos hermanos Demon se quedaron viendo al anciano casi con odio, y el otro no pudo hacer otra cosa que toser incómodo. ¿Por qué sería? ¿Acaso había algo que estuvieran ocultando? No pudo seguir pensándolo, porque justo en ese momento algo que parecía una pila de tul se estrelló contra sus piernas—. ¡Derieri!
—¡Hermana bonita! —dijo la pequeña de mirada feroz en traje de princesa mientras se abrazaba a sus rodillas—. Hazme de comer. ¡Pollo! ¡Pollo rico como el que cocinaste el otro día!
—Era conejo, ya te lo dije —completó su inseparable compañero, y a continuación el niño de doce años se inclinó ante todos saludándo con formalidad—. Buenas noches.
—Buenas noches, querido.
—¡Monspeet! —llamó Meliodas al pequeño mientras el resto de cachorros hacía fila tras Elizabeth—. Ven aquí. Necesito pedirte algo.
—¡Sí alf...! Quiero decir, sí primo.
—Eso. Lo que te voy a encargar es de vital importancia, no puedo pedírselo a nadie más —El niño de ojos negros olvidó todo temor para mirarlo con expresión seria, y el rubio le hizo su solicitud directo en el oído—. Necesito que protejas a Elizabeth hasta que vuelva de cacería. No dejes que nada malo le pase. ¿Oíste? No permitas que nadie la toque. —El castaño miró de nuevo a la albina, sus ojos destellando mientras veía cómo cargaba a su mejor amiga, y de inmediato volteó para jurar con la misma solemnidad que un adulto.
—Sí señor. La protegeré con mi vida, no se preocupe. —Una extraña sensación de alivio inundó el cuerpo de Meliodas y, por un segundo, se sintió culpable de haber hecho lo que hizo.
Sus instintos se lo habían indicado hacía mucho pero, entre más tiempo pasaba, más convencido estaba de que Derieri debía ser la mate de Monspeet. Aún eran muy pequeños para que se supiera, y él apenas estaba por tener su primera transformación, pero si su corazonada era cierta y la niña seguía tan aferrada a Elizabeth como siempre, el pequeño lobo se vería impulsado a protegerlas a ambas con toda la ferocidad que tenía. Soltó un suspiro de resignación mientras miraba como Monspeet se unía al grupo de "Truco o trato", y se regañó a sí mismo pensando en lo exagerado que estaba siendo respecto a la seguridad de Elizabeth.
—No hay nada de qué preocuparse —Se regaño internamente— Hay guardianes en cada entrada, y las protecciones especiales que le pedimos a los sabios del bosque. Ella ni siquiera saldrá de la finca, y además, Zel me contó de unas precauciones especiales que había tomado para con ella. Esto sólo es una cacería más, otra fiesta de Halloween. Sin embargo...
—Elizabeth...
—¿Sí? —No le respondió. Simplemente abrazó a su mujer aún con la niña en brazos, y le plantó un breve pero intenso beso que dejó a todos mudos.
—Por favor, sé prudente. Y si necesitas cualquier cosa, avisa de inmediato a Diane o Chandler. —Ella correspondió a su gesto llena de ternura, y Derieri se abrazó a su cuello mientras se ponía roja.
—Tú también. Cuídate mucho, estaré esperando tu regreso con ansias. —Un beso más, y Meliodas por fin se alejó de ella para ir hacia el lugar de donde saldría la partida de caza. Zeldris miró todo esto con expresión ausente, e hizo el mismo repaso mental que había hecho su hermano mayor mientras lo seguía. No había nada que temer. Rogando internamente porque la amenaza de la cazadora no hubiera sido más que bravuconería, se preparó para su transformación mientras el alfa tomaba su puesto y le sonreía al grupo.
—La sangre es un lazo, la sangre es el camino —dijo Ban con una enorme sonrisa, y a continuación su piel y huesos se rompieron para revelar su auténtica forma, un colosal canino con el hocico y lomo blancos, cuerpo oscuro y ojos rojos—. ¡Vámonos! —gritó en el idioma de los lobos, y casi dos docenas de aullidos se dejaron oír al tiempo que unas lejanas campanas tañían en el pueblo. La cacería más sangrienta de todas estaba por comenzar. Y no sería ninguno de ellos quien iba a ejecutarla.
*
https://youtu.be/dqwC9oykRn4
[Aquí comienza el terror *_*]
—Sangre —Clamó la bestia. La hora había llegado, y la luna lo había despertado de su sueño para ejecutar la venganza por la que había sido creado. Abrió sus fauces hambrientas exhalando su aliento de muerte, arañó la tierra con garras hechas para asesinar, y levantó su nariz al frío aire de la noche en busca del aroma de su próxima víctima—. Sangre. Necesito sangre —Olfateó una vez más, ignorando los cientos de presencias que se movían por el bosque, y cerró los ojos concentrándose en buscar a la única que su oscuro ser anhelaba—. Déjame matarte. Déjame despedazarte. Déjame darme un banquete con tu carne —Ella estaba despierta, cada poro de su piel se lo gritaba. La infame bruja. La hermosa, la monstruosa, la dueña de todos sus deseos—. Matar... matar... —Entonces, la encontró. Su rastro lo llevaba hacia el corazón de la finca de los Demon y, riéndose de las precauciones que sus enemigos hubieran tomado para defenderla, aulló a la noche anunciando la matanza que estaba por comenzar—. ¡Mataaaaaaar!
*
La primera señal de que algo andaba mal fue el súbito silencio del bosque. Ban olisqueó el aire en busca de algo fuera de lo común y, al no hallarlo, se adelantó él sólo unos pasos directo hacia la oscuridad. El viento mecía las hojas de manera siniestra, los animales nocturnos lanzaban sus chillidos a los lejos, el río que fluía a las lindes del territorio sonaba con una especie de susurro. ¿Qué es lo que había cambiado en aquella noche maldita? Entonces lo supo y, tan súbitamente que aterrorizó a cada criatura oculta a su alrededor, lanzó un potente aullido que resonó por todo el bosque alertando a la manada de que su gran enemigo había regresado. Sangre. La luna llena tenía el color de la sangre, y la noche se enrojeció también mientras los lobos enloquecían de miedo y furia sin saber a dónde ir. Todos, excepto tres, que tenían a la misma persona en mente mientras corrían de regreso al centro de su territorio.
*
—Hermana, ¿qué está pasando? —Elizabeth no lo sabía, pero que súbitamente todas las luces de la finca se hubieran apagado no era buena señal. Los cachorros se agarraron a sus faldas gimiendo, pasos de adultos corriendo se escucharon a lo lejos. Entonces, el primer grito de terror desgarró la noche, y cada vello de su cuerpo se erizó mientras un terrible estruendo cimbraba la tierra. Algo que podía ser un trueno, o un descarrilamiento, o el choque de algo colosal contra una barrera se percibió con toda claridad, y cada instinto en su interior le indicó que corriera, a lo que se negó para enfocarse en proteger a los niños.
—Tenemos que llegar a la casa grande. Rápido, tómense de las manos y no se suelten —Obedeciendo tan rápido que fue como si ella se hubiera convertido en alfa, los pequeños formaron una cadena que corrió tras la mujer de blanco de regreso al corazón del territorio. El aire gélido golpeó sus rostros, un escalofrío colectivo les erizó la piel. Cuando finalmente tuvieron el edificio ancestral a la vista, Elizabeth ralentizó el paso para contar a sus lobos y asegurarse de que no le faltaba ninguno—. Ocho, nueve, diez. Listo, ya están... ¿Derieri? —La pequeña del vestido azul se había quedado quieta mirando a un punto entre los árboles, y Elizabeth se acercó a ella con la impresión de que la niña estaba en trance—. Derieri, tenemos que irnos.
—Hermana —respondió la pelinaranja en un susurro que apenas se escuchó—, quiere matarte. —La sangre en sus venas se heló tras esta declaración, y la albina tuvo que arrodillarse frente a la pelinaranja para obligarla a que la viera a los ojos.
—¿Quién, Eri? ¿Quién viene a matarme?
—El niño. El niño dice que quiere matarte.
—¿Qué...? —Entonces la pequeña levantó su mano apuntando hacia el frente, y el resto de los infantes cayó temblando al suelo, la vista fija en algo a espaldas de la albina. Lo sintió antes de verlo. La enorme sombra que las cubrió a las dos había venido sólo por ella y, abrazando a Derieri contra su pecho para que no mirara, le susurró al resto algo que entendieron como una orden—. Corran.
—¡Aaaaaaaaaaaah!
Girando tan rápido como pudo hasta ponerse de cara a la amenaza, finalmente contempló a la bestia que había visto sólo en sus pesadillas. No era un hombre. No era un lobo. Era un monstruo hecho con partes de ambos, un cuerpo poderoso con músculos palpitantes, huesos deformes, y pelo hirsuto ya manchado con la sangre de sus víctimas. Era completamente blanco, como ella, pero sus ojos eran tan negros que a través de ellos le pareció ver el abismo del infierno. Sus garras y colmillos destellaban apuntando hacia ella y, pese a los gritos de los niños, a Elizabeth le pareció que a su alrededor no se percibía ningún ruido.
—Tómame a mí —dijo con gentileza mientras trataba de ocultar a Derieri a sus espaldas—. Sólo a mí. Por favor. Ellos son inocentes.
La bestia sonrió. Y entonces Elizabeth supo que para aquella criatura no había inocentes.
—¡Raaaaaaaaaagh!
Sonido de disparos, gritos, rugidos. En el instante en que se lanzó contra ella, una guerra contra el clan entero se desató.
—¡Hermana, corre! —gritó Monspeet tratando de levantarla, mientras el resto de la manada intentaba hacerlo retroceder sin demasiado éxito.
La siniestra magia que lo protegía parecía tener un efecto debilitante en los lobos, que apenas se le ponían enfrente se retorcían de dolor, o parecían perdidos, o se quedaban quietos como si les hubieran dado con un dardo paralizante. La bestia tomó a uno que había dado un salto atrapándolo en el aire y, ante la horrorizada vista de todos, lo partió en dos, bañando con su sangre al resto de sus camaradas, que estaban enloquecidos de furia y de pavor. Aquellos con armas no tenían mucha más suerte, pues las balas apenas herían su duro cuerpo, y los cañones se doblaban como piezas de juguete ante sus potentes mordidas. Ni siquiera el ataque con lo que parecía ser una granada de wolfsbane le hizo efecto. Avanzó como un tanque atravesando la multitud hasta estar de nuevo sobre su presa, la única que de verdad deseaba el terrible asesino, y entonces, el más insólito de los héroes apareció.
—¡Monspeet, nooooo! —El niño se lanzó sobre él mientras la primera de sus transformaciones se manifestaba y, habiéndose convertido por completo en un lobo de pelaje rojizo, mordió a su atacante con todas sus fuerzas, haciendo que retrocediera aullando de dolor.
—¿Qué? —pensó la albina mientras veía al lobo-monstruo sangrar con el lobezno colgado del brazo—. ¿Por qué Monspeet sí pudo...? —Pero no llegó a averiguarlo. La Bestia logró atrapar al pequeño entre sus fauces, y mordió con tal fuerza que este lo soltó. El sonido de las costillas al romperse, el de su grito ahogado, el de la sangre al gotear. Elizabeth entendió lo que había pasado antes de que lo liberara. Para cuando su cuerpo tocó el piso, él ya estaba muerto, y el demonio blanco tuvo la crueldad de arrojar su cadáver a los pies de la persona que inútilmente había tratado de defender.
—¿Monspeet? —preguntó Derieri a la masa sanguinolenta ante ella, mirándolo con ojos vacíos y enormes. La peliplateada se sintió enloquecer de miedo e ira.
—¡Raaaaaaagh! —Fue el turno de ella para rugir y, como si respondieran a su llamado, tres lobos enormes se abalanzaron sobre el monstruo herido.
Uno dorado, uno gris y uno negro, los hermanos Demon se abatieron sobre él con tal violencia que no pudo menos que retroceder. La nota final de esta sinfonía del caos fue el sonido de una escopeta, la cual acertó con tal puntería al pecho de la Bestia que al, momento de caer al suelo, fue obvió para todos que había sido vencido. Huyó de regreso a las profundidades del bosque, y antes de desaparecer nuevamente en las tinieblas, soltó un largo aullido con una sola y clara amenaza. "Regresaré". Luego, todo fue silencio, con excepción del gimoteo de cierta pequeña, que mecía el cuerpo de su compañero como si de esa forma pudiera despertarlo.
—Monspeet... —lloraba quedamente—. Monspeet... —Pero ya no se movía, y el brillo en los ojos dorados de la cachorrita le revelaron a Elizabeth la gota que colmó el vaso de su desesperación. Era su mate.
—No —dijo una voz dentro de ella, tan potente que cualquier otro sonido se apagó—. No volverá a pasar, ¡no me quitarán a nadie más! —Fue el último pensamiento coherente que tuvo antes de perder la conciencia. Y entonces, su propia transformación comenzó.
—¿Elizabeth? —preguntó Meliodas aún en su forma lobuna.
Los ojos de su mujer estaban como ese día en la cabaña, un par de lunas blancas brillando en su pálido rostro. Su cuerpo se iluminó con luz propia, su silueta vibró cargada con un misterioso poder. Entonces, tomó al niño, y soltó un grito tan potente que todo el bosque se estremeció. Con la onda de sonido viajó también su estela, bañando en olas de luz a cada uno de sus habitantes, en una energía exactamente opuesta a la de la Bestia. Las heridas se cerraban, los huesos se unían, pero pese a las muchas personas beneficiándose de este milagro, ella sólo tenía ojos para el cachorro en sus brazos. Vertió cada gota de poder que tenía en aquel minúsculo cuerpo mientras su luz se apagaba y, cuando finalmente terminó, la finca volvió a quedar en silencio. Y el niño volvió a respirar.
—¡Monspeet! —gritó Derieri aferrándose a la forma humana de su amigo, que había dejado su apariencia de lobo tras despertar y tosía sin control. Elizabeth retrocedió unos pasos para contemplarlos al terminar su obra y, tras dedicar una breve sonrisa a su mate que también había retomado forma humana... se desvaneció, quedando grácilmente tendida en el piso.
—¡Elizabeth! —gritó Meliodas corriendo hacia ella y, tras sostenerla, el terror volvió a apoderarse de él. Estaba mortalmente pálida, sus ojos vidriosos mirando hacia el cielo sin mirar nada en verdad—. No... no por favor... —Sus brazos abiertos en cruz, su cuerpo laxo y sin movimiento. Y finalmente sus labios, aún con el fantasma de su última sonrisa y sin que ningún aliento saliera de ellos—. ¡Nooooo! ¡Elizabeeeeeth!
*
Sombras. Sangre. La luna llena flotando sobre ella, y Elizabeth supo que ya había visto todas aquellas cosas una vez. Un espejo de mano hecho de plata, un tocado de flores y velo blanco. ¿Por qué no había sido capaz de recordar aquello que una vez había vivido? Pero no. No era su vida, sino la de otra persona, alguien tan íntimamente ligado a su pasado que era como si la misma sangre corriera por sus venas. El bosque resplandeciente, un hombre parado en el altar, la pasión desatada que compartieron, y también sus terribles consecuencias.
—Dámelo, mi luna. ¡Dámelo todo! —La vieja mansión de piedra, las noches juntos, las estrellas brillando en el cielo. Pero su amor no había dado frutos, y eso fue el origen de su separación—. Me has traicionado.
—No, esposo. ¡Por favor! —La soledad de una cabaña en el bosque, el brillo de un caldero en el fogón, las viejas páginas de un libro. Y luego, la traición una vez más.
Él tenía a otra, y eso la enloqueció de rabia y de dolor. Un risco. Un río. Un árbol negro de raíces retorcidas. Y finalmente, la Bestia. Devoraba a lobos y brujas por igual, buscándola a ella... o tal vez, buscando algo más. Vio sus ojos de demonio furioso, sus ojos de niño, y la albina preguntó algo completamente extraño.
—¿Me amas? —Quería amarla. Quería matarla. Quería ser liberado de la inmunda prisión del cuerpo monstruoso en que estaba encerrado—. ¿Quién eres? Por favor, dime quién eres.
—¿Ellie? —Al abrir los ojos de nuevo se encontró en un espacio completamente blanco y allí, sonriendo frente a ella, se encontró a la muchacha de pelo rojo y sonrisa traviesa que ya la había salvado en otra ocasión—. ¿Qué haces aquí? ¿No crees que es demasiado pronto para mudarte conmigo?
—Ya sé quién eres —respondió ella, y unas lágrimas de felicidad corrieron por sus mejillas al darse cuenta de que por fin había recuperado sus memorias—. ¿Eres Lizzy? —La adolescente sonrió aún con más ganas al oír esto, y puso las manos en su cadera en una especie de pose victoriosa—. ¿Eres mi hermana mayor?
—Me alegra que al fin me recuerdes, pero creo que aún no es momento de darte la bienvenida a este lugar. Ellie, tienes que irte.
—Pero quiero estar contigo —dijo la ojiazul acercándose para tomar su mano, deseando abrazar a la chica con uniforme de beisbolista. Sin embargo, ella no se movió.
—Lo sé. Pero hermanita, Meliodas se quedaría sólo, ¿de verdad prefieres abandonarlo?
—Meliodas... —Reconoció el nombre, y sintió su corazón desgarrarse ante la noción de irse sin él.
—Puedes elegir, Elizabeth —le dijo comprensiva la pelirroja, finalmente correspondiendo a su gesto estrechándole la mano—. Puedes venir conmigo, o puedes volver para enfrentar la oscuridad con él. Si lo haces, lo más probable es que pases por mucho dolor y miedo, pero...
—Volveré —dijo sin dudar, y se soltó de su mano mientras sentía cómo caía de nuevo a un vacío de oscuridad—. Volveré, Lizzy. Por favor, sigue cuidando de mí.
—Lo haré. Adiós hermanita, y cuídate de ambos, ¡no dejes que te atrapen!
—¿Ambos? ¿Quiénes? —se preguntó. Pero tendría que resolver aquel misterio luego, pues estaba percibiendo claramente como su alma entraba a su cuerpo, lista para despertar en el mundo real.
Me duele. Me duele mucho, y lo primero que veo al abrir los ojos es un brillo de blanco cegador. En cuanto mis ojos se acostumbran a la luz, comprendo que estoy en una cama de hospital. Tengo una vía en el brazo, una máscara de oxígeno, y lo primero que escucho al tratar de moverme es la voz de la persona que más amo en el mundo.
—¡Ellie! —Mi Meliodas. Se ve destrozado. Está tan pálido que parece enfermo, la extraña mezcla de ropas que usa no es suya, y aún tiene algo de tierra y sangre en el rostro, señal de la última batalla que acaba de librar. Está guapísimo. Le sonrío tratando que no parezca que estoy a punto de llorar, y trato de sentarme hasta que él lo impide—. ¡No te levantes! Necesitamos un doctor, ¡médico!
—No grites —logro decir con voz rasposa—. Por favor cariño, me duele mucho la cabeza.
—Gracias. Madre Luna, gracias... —Y el que se pone a llorar es él.
Toma mi mano entre las suyas, la besa con desesperación, y en ese momento entra una doctora para atenderme. Pasan algunos minutos entre el chequeo y las preguntas, y cuando la señorita de bata blanca por fin nos deja solos con la condición de que mi mate no me inquiete, un extraño silencio se apodera de la habitación. Todo lo que Meliodas ha intentado ocultarme se cuela a pedazos a través de nuestro lazo, y yo lo uno con lo que sé ahora, formando un panorama para nada alentador.
—¿Meliodas?
—¿Sí?
—¿Por qué no me contaste lo que sabías de mi extraño comportamiento? —Él se queda paralizado, y va empalidecido mientras por alguna razón inexplicable mi ceño se frunce. ¿Por qué estoy tan enojada? No sé, pero lo estoy. Ahora sé que mis sueños extraños en realidad son visiones, y él tratando de ocultar lo que he hecho durante mi sonambulismo me hace sentir incomprensiblemente herida. Pero, ¿qué he hecho exactamente? Recuerdo sólo algunas partes, pero al final la conclusión de todo esto es clara para mí. Tiene relación con la maldición de la bruja y, al parecer, ya ninguno puede escapar.
—Ellie, por favor comprende —dice con un hilo de voz—. Estaba asustado. Tenía miedo de lo que todo esto podría hacerte. Hacernos. Por favor. Me aterraba la idea de que te convirtieras en una... en una...
—¿Una bruja? —Agacha la mirada, avergonzado, y por un segundo tengo el impulso de gritarle que salga de aquí. ¿Por qué me ha mentido? ¿Por qué me rechaza? ¿Acaso... me abandonará de la misma forma en que aquel hombre traicionó a la mujer del velo blanco?
—¡No! —grita, y me doy cuenta de que me ha oído, pues el vínculo entre nosotros sigue abierto—. ¡Yo jamás te abandonaría! ¡Jamás! Te amo Elizabeth. Por favor, créeme —Y me besa. Me besa con sus labios húmedos mientras toma mis manos sin dejar de llorar, y yo me derrito en su boca, llorando con él de tan aliviada que me siento—. Entiendo que estés enojada conmigo, tienes derecho a estarlo. Pero por favor, no me alejes. No dudes de lo que siento por tí. Sé que debe haber una forma de reparar todo, de salir de toda esta mierda. Sólo... dame tiempo. Necesito pensar, necesito...
—Meliodas...
—Prácticamente acaban de devolverte la vida. No quiero que te metan en esto, estás muy débil, necesitamos más tiempo para comprender lo que pasa.
—Meliodas.
—Aún no entiendo lo que hiciste, pero hacerlo casi te mata. Lo peor es, que ni siquiera sé si eso baste para que la manada deje de perseguirte. Debo ocultarte. Debo llevarte tan lejos como pueda, ahora que pode...
—¡Meliodas! —Esto ha sido demasiado. Tómo su rostro entre mis manos, lo llevo a mi boca, y vuelvo a besarlo con todas mis fuerzas. Lo hago hasta que él por fin deja de resistirse, y en cuanto nuestras lenguas se entrelazan, nuestras mentes por fin dejan de funcionar.
—Todo estará bien —Le digo a través de nuestro vínculo, y él suelta una mezcla de sollozo y gemido—. Estaremos bien. Estamos juntos ahora, y así será por siempre —gime más fuerte, cierra los ojos y se deja ir abrazándome por la cintura—. Yo también te amo. Y saldremos juntos de esto, pase lo que pase.
—Elizabeth...
—Eso es —digo separándome de él y secando sus lágrimas—. Tranquilízate. No iremos a ninguna parte. Tenemos que enfrentar nuestros problemas, y tratar de solucionar lo que sea que hayamos provocado.
—Bien dicho. —dice una voz en el umbral del cuarto, y mi mate se pone de pie tan rápido que me asusta. ¿Quién es ese hombre? Su rostro me es conocido, y tiene un porte distinguido que me hace pensar que debe ser su familiar. Los ojos verdes lo confirman, pero su aura es tan poderosa e intimidante que no puedo evitar encogerme mientras Meliodas me cubre con su cuerpo tratando de protegerme.
—Por favor, papá. ¡Por favor!
—¡¿Papá?! —pienso, y casi de inmediato me pongo a temblar también. Sé lo que esto significa. Estamos ante el antiguo alfa de la manada, y es muy probable que nuestro juicio esté a punto de empezar.
***
*_* [...] ¡Boo! *0* ¡Buajajajaja! Aterradora, sangrienta e infame fiesta de Halloween fue esa >:) Elizabeth por fin se ha enfrentado a su nemesis, y ahora, ella y Mel deberán enfrentarse juntos al oscuro entuerto llamado Maldición de la bruja, ¡más buajaja! *o* Ahora, un pequeño secreto de este capítulo: ¿sabían que originalmente había pensado que el pequeño Monspeet si muriera para hacer más trágica la historia? Es algo recurrente en mi: al conocer su triste destino con Derieri, siempre me veo tentada a repetirlo en mis obras. Al final simplemente no puedo, después de todo, ¡los fanfics también sirven para reparar injusticias! *w* En fin, pues que aquí nuestros pequeños están vivos, esperemos que nuestros protagonistas puedan mantenerse igual, fufufu.
Eso sería todo Cocoamigos. Sigan disfrutando de la spooky season, les mando un beso y, si las brujas lo quieren, nos vemos la próxima semana para más ^u^
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