23 Pesadilla
Hola a todos, aquí Coco, quien está inspirada con esta historia y, pese a la difícil semana, ha logrado traerles una nueva entrega. Me encanta la mezcla de tenebroso y sexy, fufufu *u* Eeeeen fin, que lo que les traigo hoy de seguro les va a gustar, y puede que incluso evoquen cierta obra mía en la que pasó algo similar por ahí. Pequeño spoiler que hace la diferencia: lo que hay aquí no es una diosa *_* Lo entenderán cuando lean. Ya saben qué hacer <3
***
Terror. Sangre. Gritos y garras que venían de todas partes. En el sueño, Elizabeth corría de algo que no sabía qué era, pero cuyo odio se podía palpar en el aire. Era una presa, y él, el cazador. La luna roja se alzaba sobre un cielo color tinta, ella huía a través del campo de lavandas, y cuando parecía que no había salida y que la muerte le respiraba en el cuello, escuchó una voz suave llamándola.
-Aquí mi niña, aquí... -Una bella mujer vestida de negro y con cabello plateado la llamaba hacia el bosque con una lámpara en la mano, y tan desesperada estaba ella por huir de su persecutor, que sin pensarlo se lanzó hacia sus brazos.
-¡Quiere devorarme! -le dijo a su salvadora-. Quiere comerme, y no sé por qué.
-Claro que quiere devorarte, pequeña. Igual que a todas nosotras. -Un escalofrío recorrió a Elizabeth al oír estas palabras, y cuando volteó de nuevo para ver a la mujer a los ojos, estos eran vortices completamente negros.
-¡Noooooooo!
-¡Elizabeth! -Fue como si cayera al vacío, y al estrellarse de nuevo en la realidad, descubrió que estaba a salvo, en casa, y que su novio la abrazaba rodeados de almohadas y cobijas-. Tranquila, todo está bien. Estabas soñando.
-Meliodas... -Temblando de alivio, la albina enterró la cara en el fuerte pecho del rubio y se puso a murmurar su gratitud-. Que espantoso.
-Solo fue una pesadilla. ¿Qué te asustó de esa manera? ¿Quieres contarme? -Aún sacudiéndose involuntariamente, la albina se separó unos segundos para poder contemplar sus ojos y llenarse de la calidez y fuerza que transmitían. Luego sonrió y se lanzó a él para abrazarlo aún con más fuerza.
-No. No vale la pena.
-¿Por qué dices eso?
-Porque tú estás aquí. -El rubio sonrió complacido ante esas palabras, y no necesitó más explicación, porque los sentimientos que compartían a través de su lazo le respondieron todo. Ella sabía que el momento en que más se encontraba a salvo era estando con él. Meliodas se inclinó sobre ella para besar sus labios y cuando se separó, sus pupilas resplandecían con una luz sobrenatural.
-Todo está bien. Te protegeré siempre -La pareja volvió a hacerse bolita en sus mantas y Elizabeth sonrió, feliz de poder estar así con su lobo sin los peligrosos efectos secundarios de la luna llena. Durante toda la semana ella había comenzado a beber diariamente el té que le enseñó su amiga Gelda en el club y, como consecuencia, ahora podía yacer con su mate sin la urgente necesidad de saltarle encima para copular. También había logrado ocultar sus pensamientos y, aunque sus emociones aún se filtraban a través del lazo, al menos él ya no podía leerle la mente tan fácilmente como antes. Lo que de hecho estaba tratando de hacer precisamente en ese momento. Meliodas suspiró, un poco frustrado por no poder entrar en su cabeza, y decidió preguntar su duda de la forma tradicional-. Eli, ¿crees que se deba a la ansiedad de la separación?
-Oh, es cierto. Hoy es la noche.
Elizabeth casi lo había olvidado. En unas horas, su novio tendría que unirse al resto de la manada para su primera cacería en meses. El equipo de atletismo lo había preparado por días, el cazador lo había entrenado con dureza por semanas. Ahora, por fin, era momento de cumplir su palabra con su padre y ser el lobo que de hecho era. La albina se estremeció al evocar fragmentos de su sueño, tan sangriento y violento, y apenas pudo tolerar la idea de que su novio fuera a verse envuelto en algo similar. Meliodas debió percibir su angustia, pues al momento siguiente lo tuvo de nuevo sobre ella, besándola con pasión mientras la estrechaba más contra él.
-Mel... -Su mate sabía exactamente qué hacer para consolarla. Comenzó a recorrerse hacia abajo entre las sábanas, acariciando suavemente cada curva de su cuerpo. Calentaba su piel como si aún estuvieran en el claro del bosque, como si estuvieran bajo el sol sin nada que temer. Cuando finalmente llegó a la altura de su pecho, le subió la blusa y comenzó a chupar su pezón con dulzura-. Aaaahhh...
-Relájate. Todo va a estar bien. No importa lo que pase, siempre volveré a ti. -Entonces sus ágiles dedos bajaron hasta cierto punto secreto entre sus piernas, y el calor que había sentido sobre ella comenzó a inundar también su interior. Sí, el té de Gelda era bueno, pero no era milagroso.
Se dejó hacer tratando de grabar en su mente la sensación de su mate tocándola, y cuando Meliodas finalmente entró en ella, cualquier otro pensamiento desapareció. Él comenzó a balancear las caderas hacia atrás y hacia adelante, y Elizabeth se alegró de que esa noche hubieran dormido en su ático, porque de otra forma su tía los hubiera escuchado. Eso estaba pasando cada vez con más frecuencia: aunque cada uno tuviera su habitación, en algún momento de la noche uno de los dos se escabullía para ir a dormir con el otro. A veces no hacían el amor en absoluto, y solo dormían pacíficamente como un par de cachorros. Pero en otras ocasiones, justo como aquella, se unían varias veces entre gemidos y jadeos de placer.
-Más... Meliodas... -Con un gruñido de satisfacción, él tomó una de sus piernas y se la enroscó a la cadera para mejorar su postura y llegar más profundamente. Frente a frente, aún abrazados y cubiertos por mantas de lana, llegaron a un orgasmo líquido que los dejó completamente relajados. Ambos se durmieron en el acto, y horas después, bajaron a desayunar y a la escuela como si nada hubiera pasado. Ni su encuentro, ni la pesadilla.
*
-Entonces, ¿de verdad no puedo hacer nada para convencerte? -Mi amiga me mira con una sonrisa divertida, da otra mordida a su sándwich, y ríe cuando le acerco las galletas intentando sobornarla para que se quede conmigo-. Por favor, Gelda. Hace mucho que no tengo una pijamada, ¡te aseguro que te vas a divertir! Pizza, Netflix, y esos pastelitos de chocolate que hice el otro día y que te encantaron. -Veo sus ojos como fresas destellar con anhelo, se ve que se muere por decirme que sí, pero justo cuando parece que gané y que por fin ha cedido, hace un puchero y devora lo que queda de su emparedado con rabia, como si el queso tuviera la culpa de la aburrida reunión de familia a la que tiene que ir.
-No puedo, Eli. ¡No puedo! No tienes idea de lo pesado que se pone mi padre si no cumplo con mis obligaciones. Además, tengo que complacerlo. No puedo arriesgarme a qué crea que soy una irresponsable y me pida regresar a vivir con él. No cuando al fin termine de desempacar todo en mi nuevo departamento. -No hay manera.
Pese a que he puesto todo mi esfuerzo en que mis amigas estén conmigo en esta noche difícil, al parecer, ninguna está disponible. Diane tuvo que irse desde temprano por asuntos de la manada, dejándome con un enorme bote de helado de chocolate para compensarlo, y la promesa de reunirnos el próximo fin de semana. Me apena pedírselo a las gemelas, siento que aún no tenemos suficiente confianza, y no parece buena idea, considerando que parece que Zaneri no se siente muy bien hoy. Y lo peor, ahora que creía tener la oportunidad perfecta de darle a Gelda una bienvenida como se debe a Black Valley, ahora que por fin podemos convivir fuera de la escuela, resulta que ni siquiera estará en el pueblo. Desquitó mi frustración imitando su gesto, y devoro mi panini culpando al salami por lo que parece que será una noche solitaria.
-Entiendo -digo con resignación, y acto seguido ambas suspiramos con una expresión de desaliento total. Ni planeándolo nos hubiera salido tan sincronizado. Esa agradable coincidencia alivia un poco el ambiente triste, y yo me decido a qué pasemos el resto del día de la mejor manera posible-. ¿Cuándo te vas? ¿Crees que al menos pueda invitarte algo cuando terminen las clases?
-¡Solo si dejas que invite yo! -El ánimo con que hace su oferta me deja en claro que de veras siente el no poder hacer la pijamada conmigo. Guardando esperanza de convertir esta pequeña decepción en la oportunidad de un maratón de Halloween la próxima semana, sonrió con más ganas y aceptó la propuesta.
-De acuerdo. ¿Helado doble de frambuesa con chispas de yogurt?
-Solo tú podrías comprender mi amor masoquista por comer helado pese al frío. Eli... gracias. -Entonces Gelda hace algo que me deja sorprendida y con la sensación de que ya no necesitamos ese maratón de películas. Me abraza. Me abraza fuerte, y ahora sé que no hace falta nada más para afianzar nuestra amistad.
-No hay de qué. Ojalá tu reunión familiar sea menos aburrida que mi tarde de adelantar tareas. -Ambas reímos un poco ante nuestras grises perspectivas, y ya estamos por entrar al edificio, cuando de pronto siento cómo se me eriza el vello de la nuca. Un escalofrío me recorre el cuerpo. Oh no. Siento como si alguien me observara, ¡es el mismo sentimiento que en mi pesadilla!
-¿Elizabeth? ¿Pasa algo?
-¿Eh? ¡No! No pasa nada, ya te alcanzo. -Giro la cabeza de un lado al otro para buscar a quien me ha dedicado esa horrorosa mirada, pero no hay nada, ni nadie. ¿Me lo habré imaginado? Con el corazón aún martilleándome el pecho, alcanzo a Gelda y ruego porque la sensación no vuelva a repetirse.
*
No fue así. Durante el resto del día, cada vez que salía al aire libre, Elizabeth tuvo la sensación de que alguien la estaba cazando. Ese sentimiento desaparecía en el momento en que volvía a estar bajo techo, pero aún así, le costó mucho trabajo evitar que Gelda lo notara, y aún más el evadir el tema con su mate. Meliodas trató de conectar mentalmente con ella varias veces para preguntarle si todo estaba bien, pero la albina sencillamente lo evadía y le deseaba buena suerte en sus entrenamientos. Cuando las amigas terminaron su copa de helado, ambas concordaron en que ya era hora y que lo mejor era salir hacia sus destinos cuanto antes.
-Bueno, adiós Eli. Nos vemos el lunes, y prometo pagarte la cancelación de nuestra pijamada.
-Ya nos desquitaremos. Adiós Gelda, saluda a tu familia de mi parte. -Auténticamente agradecida, la rubia abrazó a la ojiazul y siguió hasta la parada del autobús. En cuanto sus miradas dejaron de cruzarse, ambas señoritas llenaron sus pensamientos con imágenes de lobos y cacería.
-Tengo que calmarme -pensaba la albina-. Tengo que dormirme rápido y no dejar entrar las pesadillas.
-Hoy es noche de cacería para el clan Demon -recordó la cazadora-. Debo preparar mis armas y estar lista para vigilar que ninguno se salga de control.
En cuanto llegaron a sus casas, cada una hizo lo propio en su preparación. Gelda alistó su ballesta y un par de pistolas de bajo calibre, mientras Elizabeth preparaba leche caliente con miel y manzanilla. La rubia se puso un traje térmico de montaña y su equipo de rastreo, mientras la chica albina eligió su bata favorita y tomó la camiseta de Meliodas para abrazarla. Una a bordo de una camioneta blindada, otra sobre el sofá frente al televisor. Cuando el reloj marcó las diez, ambas estaban listas para entrar de lleno en el asunto. Una, a comenzar su cacería en el bosque, la otra, a guardarse bien en su cama. Ninguna sabía que volverían a encontrarse esa misma noche.
*
Tengo frío. Percibo la tierra húmeda bajo mis pies, y cuando abro los ojos, otra vez estoy dentro de mi sueño. Veo la luna roja, el cielo negro, y me echo a correr sintiendo que algo me persigue. Por favor. ¡Por favor! ¿Dónde estás? ¡Meliodas!
-Eli. -Me detengo cuando escucho esa voz llamándome, y temo que sea la mujer del vestido negro. Logro esconderme detrás de un enorme árbol, me asomo entre sus raíces, y cuando veo a la chica que está buscándome, de inmediato salgo a su encuentro.
-¡Eres tú! -La pelirroja voltea a verme, y me sonríe de tal forma que siento que voy a llorar. Yo la conozco. Trato de recordarla con todas mis fuerzas, pero antes de que su nombre por fin llegue a mis labios, ella se arrodilla y me abraza.
-Hermanita. Por fin te encontré.
-¿Eh? -No me había dado cuenta, ¿qué le pasó a mi cuerpo? Es pequeño, como si volviera a tener cinco años. Ella me carga en brazos y me aprieta contra su pecho.
-Todo estará bien. Rápido, debemos buscar a Meliodas. Si te llevo con él, tú estarás... -De pronto un espantoso aullido llena el bosque donde estamos, y la veo ponerse transparente del terror. Sale corriendo, conmigo aun cargada, y escucho las pesadas pisadas de la criatura que nos está cazando a las dos. Ahora estoy completamente segura de quién es ella, y siento como mis lágrimas caen mientras me aferro a su ropa como si en eso me fuera la vida.
-Hermana, tengo miedo.
-No llores, Eli. No te asustes, prometo salvarte. Prometo que no te comerá como a todas nosotras.
-¿A todas nosotras? ¿Quiénes...?
-¡Aaaaaaaah! -¡Oh no! Lizzy se cayó, las raíces en la tierra parecen cobrar vida propia y se enroscan alrededor de sus piernas hasta que ya no puede moverse. La bestia se acerca, ¡puedo sentirlo! Desesperada, mi hermana mayor hace lo único que puede hacer por mí en estás circunstancias. Grita con todas sus fuerzas-. ¡Corre Elizabeth! ¡Correeeeeeee!
*
Meliodas se paseaba intranquilo en medio del campo viendo cómo el último de los lobos jóvenes de la manada se unía y le lanzaba una fugaz mirada de desprecio. Claro, después de todo él seguía siendo el omega. El respeto que le tuvieran se lo ganaría completamente dependiendo de los resultados de esa cacería, y estos no parecían muy prometedores, considerando que lo único que en verdad deseaba era regresar a casa y meterse entre las sábanas con su luna.
-Calma, hermano -dijo el peliplateado poniéndole una mano en el hombro-. Lo harás bien. Por mucho que seas omega, yo te aseguro que ya no estás para avergonzar.
-No es eso lo que me preocupa, Ross. Es que... estoy angustiado por Elizabeth.
-¡Por favor! A tu mujer no le va a pasar nada por una noche que no estés en su cama. Será mejor que te olvides de eso y enfoques tu mente en el juego. -El juego. Una docena de adolescentes corriendo desnudos por el bosque para matar algo con sus dientes. El rubio tuvo que tragar con fuerza para evitar que el sabor de la sangre se colara a su paladar antes de tiempo y, en cuanto llegó Ban, supo que lo que iba a pasar sería inevitable.
-"La sangre es un lazo, la sangre es el camino" -anunció generándole un escalofrío a Meliodas-. ¡Buena caza, hermanos! -Esta exclamación fue respondida por un coro de aullidos, seguida del crujido de piel y huesos de todas sus transformaciones. Incluso Meliodas no pudo resistir el impulso de hacerlo. Cerró los ojos dejando que el placer de desplegar sus garras y colmillos lo inundara, y pensó en Elizabeth, acariciando el pelaje que ahora lo cubría y del cual volvía a sentirse orgulloso. Su corazón vibró de gozo, se estremeció de excitación, y sus latidos empezaron una marcha frenética que de inmediato fue igualada en velocidad por sus patas.
Los lobos salieron despedidos hacia la noche, y por primera vez en meses, el antiguo alfa corrió con la manada. Todos los que lo despreciaron se quedaron mudos. Él corría más rápido y con más vigor que ninguno de ellos, y para cuando la luna llegó a su apogeo, el lobo dorado ya había acorralado a su presa. Juntos derribaron un gran ciervo macho y, tras dar un par de bocados, Meliodas dejó que los más jóvenes se dieran un festín mientras él echaba a correr para buscar su siguiente objetivo.
-Una liebre -pensó mientras jadeaba en busca de un rastro-. A Elizabeth le gustó el sabor de la liebre. Voy a llevarle una.
Incluso en el frenesí de la sangre, incluso entregándose completamente a su lado depredador, lo único en lo que podía pensar era amarla. Esa certeza le daba un poder que nunca había conocido, una felicidad que parecía no tener fin. Ralentizó su carrera para dedicar cada uno de sus sentidos a cazar el regalo para su luna, e inhaló absorbiendo cada esencia nocturna del bosque. Entonces, la pesadilla comenzó.
-No puede ser. Ha vuelto.
El asesino de su primer amor, el cazador de brujas y lobos. Su lomo se erizó con horror, todos sus instintos se pusieron en alerta, y los aullidos desgarradores de la manada le confirmaron lo que su pánico no le permitía creer. La bestia había regresado, y ahora, los depredadores se habían vuelto presas. Corrió de regreso entre una niebla espectral, temblando tanto de miedo como de frío, y justo cuando creía que por fin había escapado, el sonido de unos pasos tras él le revelaron que ya estaba siendo perseguido. Corría en su dirección, y estaba por alcanzarlo.
-No -dijo, dejando que el miedo se convirtiera en furia-. Mi vida le pertenece solo a ella. ¡Tú no la tendrás!
Pese a que sabía que no podía ganar, pese a saber que se enfrentaba a una muerte casi segura, el hombre dentro del lobo se negó a rendirse sin luchar. Tan rápido como se lo permitía la situación, el rubio encontró un espacio entre los árboles desde donde podía esconderse y aún así ver a su perseguidor si este aparecía. Un pequeño claro. Rocas altas justo en frente. La criatura que lo seguía quedaría entre un muro y sus colmillos, y entonces, pasaría lo que tuviera que pasar.
-Muéstrate monstruo -pensó, listo para saltar sobre él-. Déjame matarte. Déjame despedazarte. ¡Déjame vengar a Liz! -La ira no le permitió entender que los pasos que oía no eran animales. Eran humanos. En cuanto apareció la persona que había estado corriendo tras él, Meliodas casi pierde su forma de lobo por la impresión-. ¡Elizabeth!
Descalza, con su bata hecha girones ondeando en el viento helado, y unos ojos espectrales brillando como un par de lunas llenas, estaba nada más y nada menos que su amada peliplateada. En cuanto ella lo vio, le dedicó una sonrisa escalofriante y extendió los brazos hacia él como pidiéndole que la cargara. No podía hacerlo, por supuesto, aún estaba en cuatro patas, así que ella rió traviesa y comenzó a hacer una extraña danza ante sus ojos. Giraba y giraba, su cabello le azotaba la cara en cada vuelta. Era tan hermosa como aterradora, y justo cuando Meliodas creía que se elevaría volando en el aire... cayó desplomada sobre una montaña de hojas.
-¡Elizabeth!
-Quieto -No había dado un paso cuando, del mismo punto de donde Elizabeth había venido, apareció una mujer con una ballesta en las manos-. No sé qué le hiciste a mi amiga, o cómo es posible que un lobo tenga ese tipo de poderes, pero más te vale que te alejes de ella. Eso, si no quieres que tu piel se convierta en mi nuevo abrigo.
Él gruñó furioso, ella le enseñó los dientes, y tal vez se hubieran lanzado contra el otro, de no ser porque en ese momento un largo y espantoso aullido retumbó en cada rincón del bosque. Un aullido que definitivamente no era de lobo. Gelda pareció entender la situación de inmediato y, tras lanzar una mirada furibunda al chico que acababa de recuperar su forma humana, se acercó para ayudarlo.
-Ocúltala. No dejes que los lobos la encuentren. Ten esto -De su cinturón de herramientas, la joven le arrojó un frasco que contenía polvo negro-. Es ceniza de cerval. Métete a una cueva y ponlo en la entrada, eso hará que ninguna criatura sobrenatural pueda entrar. Y por lo que más quieras, no la despiertes. Si Elizabeth tiene lo que creo... -Pero ella ya no dijo más. Salió corriendo en dirección opuesta, y en cuanto su trenza dorada se perdió de vista, Meliodas tomó a Elizabeth en brazos para correr en busca del lugar que la cazadora dijo. En cuanto lo encontró, rompió el frasco contra la entrada de piedra y percibió cómo se alzaba la barrera protectora.
-Ya está. Aquí estaremos a sal...
-Amor mío. -Un nuevo escalofrío lo recorrió de punta a punta mientras giraba para mirar el rostro de la joven.
-¿Elizabeth? -Tenía los ojos abiertos, enormes y brillantes de un amarillo sobrenatural, y su sonrisa era tan siniestra que él no estuvo seguro de si ella era la verdadera Elizabeth. Sus temores se acentuaron cuando aquella mujer comenzó a hablar en un extraño idioma de ultratumba-. ¿Qué?
-Que te transformes para mí -dijo de nuevo en lengua común-. Quiero que me tomes. Quiero que me devores. Aquí. Ahora. -Fue como arder en combustión espontánea.
Un tremendo dolor atravesó el cuerpo de Meliodas y, entre gritos y gemidos, la transformación comenzó a ocurrir contra su voluntad. Parte de su pelaje volvió, sus orejas también, garras y colmillos se desplegaron, y su olfato captó un aroma tan indescriptiblemente seductor que perdió el control. Olía a loba en celo. Una risa de bruja salió de la garganta de la albina, que de un solo tirón desgarró su propia ropa y se puso de espaldas a él. Desnuda, lista para ser penetrada, le dedicó más palabras en ese idioma desconocido hechizándolo para desatar tanto su pasión como su lujuria. No pudo resistirse. Entró en ella de una estocada y, aferrándose a sus caderas, comenzó a embestirla como un animal salvaje.
-No... no... mi Elizabeth... -Pero no podía detenerse. Su interior lo apretaba con fuerza sobrehumana, no lo dejaba ir, reía mientras copulaban con total desenfreno.
Cuando la liberación llegó, su grito de éxtasis fue seguido por un extraño silencio que se apoderó del bosque, y entonces, toda energía sobrenatural se apagó. El aroma de la bestia, la sensación de terror, aquella energía que había poseído a Elizabeth, todo se disolvió mientras el rubio deshacía su transformación y salía del cuerpo de su mate. Ella se acurrucó en una bolita, sonrosada y con cara de felicidad, y cuando él se acercó para abrazarla y revisar su rostro, había vuelto a ser la misma. Aún dormida, ella correspondió a su abrazo y se pegó su lobo mientras soltaba un suave ronquido. Meliodas no podía parar de temblar, pero no se debía al miedo o al frío. Lo que sentía era ira. No sabía quién, no sabía cómo, ni porqué, pero alguien acababa de utilizar el cuerpo de Elizabeth para sus planes. Alguien con magia. Su interior se revolvió con rabia, impotente ante un enemigo que no podía ver, y abrazó más fuerte a su mate mientras le hablaba al bosque.
-No dejaré que la lastimen. Es mía, ¡mía! ¡Y nada de lo que hagan va a poder apartarla de mí!
***
¡Boo! *0* Buajajaja, ¿los asusté? XD Perdonen la bromita, no pude resistirme dado el ambiente. Eso sería todo cocoamigos, ¿les intrigan las cosas que están sucediendo? ¿quién le habrá hecho eso a Elizabeth? ¿a alguien más también le gusta tenebroso y sexy? *u* Mientras los dejo con esos pensamientos color rojo, vamos con el secreto de este capítulo: ¿sabían que la estética general la saque de algunas de mis películas de terror favoritas? Ya sé que la mayor parte es de Teen Wolf, pero el ambiente y los escenarios visualmente son más como estás tres obras maravillosas: Sombras Tenebrosas (con Johny Depp), La Leyenda de Sleepy Hollow (también con él XD) y, créanlo o no, Abracadabra (la versión de Disney con Bett Miller). Tenía que rebajar el terror con algo dulce, no creen? ^3^ Bien, ahora si me despido mis amores. Muchas gracias por haber estado aquí esta noche y, si las diosas lo quieren, nos vemos la próxima semana para más.
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