17 La fiesta de cacería

Hola a todos, aquí Coco, en este bonito domingo de cuaresma, feliz de poder traerles un nuevo capítulo de su obra de lobos favorita UwU A partir de este punto las cosas se van poniendo más intensas y, ahora sí, el misterio y el sexyness van a estar bullendo como caldero de bruja, fufufu. Pero primero, vamos al gran evento de la manada *w* Ya saben qué hacer... 

***

Elizabeth se levantó muy temprano en la mañana después de una noche maravillosa. Soñó con el bosque, con un fuerte olor a pino, y con una carrera frenética salvando obstáculos y trampas. Luego todo fue silencio, y entonces ella entendió que lo que había visto fue a través de los ojos de Meliodas, que en algún momento de la noche cortó su comunicación para dejarla descansar. Aún así, ella podía sentir su presencia cerca, por lo que decidió vestirse lo más rápido que podía y salir al campo de flores para recibirlo apenas llegara. Aún estaba oscuro, pero los primeros colores del alba pintaban en el horizonte.

Caminó hasta la orilla del bosque, fijó la vista en un punto entre los árboles, y sonrió al ver que alguien venía hacia ella. Pero resultó que no era quien esperaba. Lo entendió demasiado tarde, y cuando vio la delgada silueta salir de las sombras, no supo como reaccionar: frente a ella, estaba King Fairy. La última vez que lo vio, fungía como juez y jurado durante la intervención que recibieron Meliodas y ella; verlo en ese momento fue igual o más perturbador. El castaño se veía muy extraño, estaba totalmente vestido de blanco, con los pies descalzos a pesar del frío, y la mirada perdida como si estuviera sonámbulo.

—Hola, ¿King verdad? ¿Puedo ayudarte en algo? —Él se le quedó viendo de forma misteriosa, con la mirada ausente y turbia, y ella habría jurado que sus ojos emitían un tenue brillo verde; de pronto caminó hacia ella a tal velocidad que pareció que flotaba, la tomó por los hombros, y la apretó con tanta fuerza que casi la lastimó. Pero eso no fue lo más aterrador. Lo peor fue que empezó a hablar en un idioma extraño y, cuando Elizabeth creyó que no podía estar más asustada, lo tradujo, pero su voz era la de una mujer espectral.

Pronto serás iniciada, pequeña. La sangre va a correr, la sangre es un lazo, la sangre es un camino... prepárate —Luego el chico por fin reaccionó, sus ojos volvieron a la normalidad, y aflojó el agarre que tenía sobre ella—. ¿Señorita Liones? —Ella no podía contestar, estaba temblando, y cuando intentó zafarse para salir corriendo, él la tomó de la muñeca.

—¡Espera! Quiero hablar contigo.

—No lo sé, yo...

—¡Por favor! ¡Hay tantas cosas que quiero decirte!

—¿Cómo qué? —El cambio en su actitud dejó a la albina extrañada por completo, y solo bajó la guardia al ver que la sonrisa de él se volvía cálida como el amanecer

—Como que siento mucho lo que te hice. Y también, que te pareces mucho a Lizzy... —Eso detuvo a la peliplateada y le devolvió un poco de confianza—. Además, tengo que explicarte lo que acaba de pasar, o bueno, al menos lo que recuerdo. Probablemente se trate de una visión de tu futuro. Y también necesito... Bueno, si no es mucha molestia, quiero preguntarte algunas cosas sobre la Fiesta de Cacería de los Demon. ¿Cómo está Diane? —Lo último lo dijo mientras se ruborizaba, y Elizabeth vio una chispa de luz tras esa actitud. ¿Acaso él sentía algo por su amiga? Valía la pena arriesgarse y averiguar.

—De acuerdo pero, ¿podemos platicar dentro de la cabaña?

—Será mejor que me expliques porqué tu interés por la fiesta de cacería, Fairy —Esa voz era inconfundible, y al reconocerla, la albina desplegó su sonrisa más luminosa. Meliodas venía saliendo del bosque en forma humana. Su piel estaba perlada de sudor, la transpiración hacía que saliera vapor de su cuerpo, y seguía gloriosamente desnudo—. Mientras estás en eso, suelta a mi mate, si no quieres que te arranque el brazo. —King soltó a Elizabeth como si se hubiera quemado y, en cuanto lo hizo, ella se arrojó felizmente a los brazos de su novio.

—¡Meliodas! —Él la levantó haciendo que enrollara las piernas alrededor de su cadera y, así cargada, le dirigió una mirada penetrante al de ojos ámbar.

—Vamos adentro. Si lo que vas a decirnos es algo bueno, puede que yo tenga algo bueno que decirte también.

*

Diane daba vueltas por el elegante comedor de la casa principal en su hermoso vestido negro de fiesta. Estaba preocupada por Meliodas y Ellie, que aún no habían llegado a pesar de que la reunión estaba a punto de empezar. Ella tenía miedo de que no fueran, aún había muchas cosas en riesgo, pero simplemente no podía hacer nada al respecto, así que siguió andando mientras esperaba. Justo cuando estaba considerando ir por un trago para calmarse, los vio entrar, y no pudo evitar alegrarse del buen trabajo que había hecho su amiga.

Elizabeth venía en el vestido rosa que compraron juntas, armada con unos tacones altos y joyería a juego con el collar que le había dado su mate. Se había ondulado el pelo con esmero, y era obvio que había aprendido bien las lecciones de maquillaje que le dió, porque estaba absolutamente despampanante. Él venía con un traje formal y corbata roja, tan guapo como siempre, y si no fuera porque ella sabía que iban en preparatoria, habría jurado que eran una pareja casada.

—Hola Diane.

—Estás... de... ¡infarto! —Las dos rieron y así, abrazadas, permitieron que la emoción las inundara sin fijarse en las miradas que el resto de los jóvenes de la manada tenían sobre ellas.

—¿Listas para divertirse, chicas?

—¡Claro que sí! —Y entonces, la fiesta comenzó.

Para la castaña, era hermoso ver cómo sus dos amigos estaban juntos. Los vio comer, charlar, reír, y Meliodas la presentó con cada miembro de la familia que se les acercaba. Incluso los vió bailar cuando pusieron música, esas baladas lentas que a ella le encantaban y que le parecían tan románticas. Diane sentía ganas de llorar. Nunca pensó volver a ver a Meliodas tan feliz y, mientras Elizabeth giraba en sus brazos, creyó de corazón que la diosa luna debía haberlo perdonado por lo que sea que hubiera hecho. Luego sintió un poco de envidia. Jamás tendría un amor así, su vida amorosa había terminado antes de empezar con la muerte de Howser, y ahora, solo le quedaba contemplar lo que no pudo ser. Intentó apartar esos pensamientos de su cabeza, pero justo cuando creía haberlo logrado, un sonido grave y profundo puso a todos en alerta: la llamada de un cuerno de caza.

—Amigos, familia, el evento principal está por comenzar. A todos los jóvenes, prepárense para salir. Y a las chicas que quieran ver, es el momento perfecto para tomar su lugar.

Todos salieron hacia lo que no era un jardín, sino una enorme extensión de tierra que se unía con el bosque, por lo que ellas se agarraron de las manos y siguieron al grupo dispuestas a esperar. No vieron la transformación, pero no lo necesitaron para saber quién era quién. Los lobos tomaron posición mientras Ban salía al campo con un silbato antiguo en la mano, y todos lo miraron con solemnidad. Entonces proclamó el lema del clan y las emociones de las amigas se catapultaron hacia diferentes lados. A Diane siempre le había encantado oírlo, representaba tanto a la familia como a la cacería. Sin embargo, al percibir que Elizabeth temblaba ante esas palabras, no pudo evitar preguntarse si significaban algo más.

—La sangre es el camino. Y para aquellos que creen merecer una pareja, es el mejor regalo que puedan darle. Ya saben las reglas: desde que la luna llega a su punto más alto y hasta que amanezca, irán al bosque en busca de la mejor presa que puedan cazar. Cuando vuelvan, se la entregaran a la dueña de su corazón en nombre de la Diosa Luna. Solo ella decidirá si tienen suerte en ser correspondidos. Comiencen ahora, ¡y buena caza! —El silbato, fuerte y claro como una campana de catedral, y en ese momento todos salieron corriendo hacia el bosque. Era cierto que a Diane no le gustaba esa fiesta, pero no podía evitar emocionarse ante la escena. Solo uno de los lobos miró atrás antes de entrar al bosque. La ojimorada vió a su amiga con lágrimas en los ojos y despidiéndose con la mano antes de que su amado desapareciera en la oscuridad.

—Diane...

—Sí linda, ¿qué necesitas?

—Acompáñame con el señor Chandler. Necesito pedirle un favor.

*

Las horas pasaron lentas para aquellas que esperaban, pero cuando los primeros rayos de luz comenzaron a asomarse, todo se puso en movimiento otra vez.

—A las señoritas que se sientan con suerte, pasen a la cabaña norte a cambiarse. Los cazadores están por volver. —Elizabeth no sabía ni a dónde acercarse hasta que la castaña la tomó de la mano, apretándola con cariño para darle fuerza.

—Yo te acompañaré. No dejaré que estas lobas te intimiden con sus transformaciones, tú tranquila.

—Te lo agradezco mucho pero... Diane, no me gustaría que fuera a ti a quien molestaran. Puedo tolerar que hablen mal de mi pero, no quiero que te digan nada porque a ti no...

—¿Porque ningún sarnoso me traerá una presa? ¿Qué más da? Esta es una excelente oportunidad para mostrar mi fantástico pelaje. Además, también traje algo para ayudarte a transformarte, así que ven aquí y demostremosles de qué estamos hechas. —Cuando todas las jóvenes de la familia estuvieron reunidas dentro de la espaciosa cabaña de madera, la albina vio asombrada cómo se quitaban sus lujosos vestidos para cambiar de forma, incluyendo a su amiga, que resultó tener un pelaje castaño oscuro, brillante como la madera fina.

—Tenías razón, Diane —dijo sonriendo y deslizando la mano sobre el lustroso animal—, tu piel es perfecta.

Gracias, Ellie —Ella estaba segura de que Diane no había hablado, pero cada vez le asustaba menos su capacidad para entender ese lenguaje no verbal. Sintiéndose más segura y agradecida de estar ahí, comenzó a desvestirse también, y cuando vio el traje que su amiga le había traído, no pudo evitar reír: era un hermoso vestido blanco de manga corta y cuello alto, hecho con lo que probablemente era lana de oveja. Le pareció gracioso e irónico.

Luego ambas marcharon hacia el punto donde habían salido los chicos, a la espera de que regresaran de su noche de correrías, y Elizabeth se sintió extraña, formada en una línea donde todas las demás estaban a cuatro patas. Recibió unas cuantas miradas de desprecio, otras de curiosidad, pero bastaba un gruñido de Diane para que se apartaran y la dejarán en paz. Cuando el sol finalmente fue visible en el horizonte, comenzaron a regresar los primeros lobos. Traían presas de todo tipo: aves, peces, y aquellos que venían en grupo llegaron con algunas piezas más grandes, como un jabalí, un venado joven, e incluso un extravagante y pequeño zorro rojo. Pero no había señales de Meliodas. Las miradas hacia ella comenzaron a volverse solo de dos tipos, o compasivas, o crueles, y Diane no podía menos que admirarse de su valor; Elizabeth mantenía la barbilla alta y la vista al frente, hacia el bosque, ignorando todos los juicios y simplemente esperando el regreso de su mate.

Y entonces, Meliodas llegó. Los ojos de la albina se iluminaron, por fin volvió a sonreír y, contrario a lo que habían hecho todas las demás, se lanzó hacia el frente corriendo al mismo tiempo que él, ansiosa por reencontrarse. Cuando llegaron a la mitad del campo, se detuvieron uno frente al otro, y el silencio solemne fue llenado con las miradas de toda la familia. Luego él le entregó su presa: un par de hermosas y enormes liebres doradas, las cuales yacieron a sus pies cual si estuvieran plácidamente dormidas. Meliodas agachó las orejas avergonzado, como disculpándose con ella por llevarle eso. Elizabeth, en cambio, sonrió con una expresión lobuna que nadie esperaba, y agarró ambos animales como si recibiera un ramo de flores. Luego se arrodilló ante él y comenzó a besar cada centímetro de su hocico, de la misma forma en que lo hacía como cuando tenía cara. Diane estaba muy orgullosa, y ahora que todos habían regresado, ese momento incómodo por fin había terminado. Se dió la vuelta, lista para regresar a la cabaña y cambiarse, cuando escuchó la voz de Elizabeth llamándola.

—¡Diane, mira! —Del bosque venía saliendo una silueta delgada y alta. Llevaba un arco con flechas colgando en su espalda, un traje especial para el frío y, en la mano, un hermoso ganso gris con el corazón atravesado. Dirigiéndose hacia ella, venía King Fairy, y sus ojos tenían un brillo salvaje que le erizó la piel e hizo saltar su corazón. La había reconocido en cuanto la vio así que, sin importarle las miradas de los lobos a su alrededor, atravesó el campo frente a todos y puso el ave a sus pies. El silencio que siguió a su acción pareció congelar el tiempo y, cuando él finalmente no pudo soportar su mirada, fue como si con su sonrisa saliera también el sol.

—Las reglas solo dicen que debes entregar la presa a la dueña de tu corazón. No dice que uno deba ser un lobo, ¿verdad? —Sus ojos no se separaban ni un segundo, el castaño estaba más rojo a cada momento, y había comenzado a balancear su peso de un pie a otro. King rió un poco con nerviosismo, y luego miró hacia atrás, buscando apoyo en sus amigos—. No dice que debamos ser lobos, ¿verdad Ellie? Después de todo, más bien se trata de... —No pudo terminar de hablar. Diane no había podido mantener el control de su transformación y, sin poder contenerse, se había lanzado desnuda sobre King besándolo con pasión. El silencio fue roto por un estruendoso aplauso de Ban, seguido por el de Elizabeth, y luego el de varios miembros de la familia.

—Y con esto concluye la fiesta de cacería. Ahora, ¡que comience el festín! —Tan rápido como pudo, Elizabeth tomó las presas que le trajo Meliodas y salió corriendo de regreso a la casa. Él no entendió por qué lo hizo, pero decidió que lo primero era cambiarse y después seguirla.

Varios debieron haber pensado lo mismo, porque más que algunas lobas dejaron su comida tras un par de bocados y siguieron a la albina con curiosidad. En cuanto Meliodas estuvo listo, siguió la aglomeración hasta la cocina y ahí presenció un espectáculo inolvidable: Elizabeth estaba cocinando, y lo hacía con tal maestría que tenía a todos sonriendo. Despellejo a los animales como toda una profesional, les saco las vísceras y dejó la piel intacta para que un curtidor la trabajará. Cortó la carne en pedazos, subió la intensidad del fuego y, teniendo todo listo previamente, se puso a guisar llenando la casa con un aroma delicioso. Estaba aplicando cada técnica que le había enseñado el cazador, y ahora, más de uno estaba salivando con su trabajo.

En poco más de media hora, tuvo un enorme y elegante plato de conejo a las hierbas finas. Tomó la elegante vajilla proveída por Chandler, decoró el guiso con una flor, y se acercó a Meliodas pestañeando coquetamente. Luego, en un acto de genialidad, se sentó sobre sus piernas y le ofreció un pedazo de conejo acercando el tenedor a sus labios. Probablemente esa era la primera vez que una hembra de la manada compartía de esa manera su presa con quién la cortejaba, y su lobo estaba fascinado por aquella forma tan maravillosa de romper las tradiciones.

—Eres mágica, Elizabeth —Meliodas se sentía completamente embrujado. Abrió la boca, masticó lento, y se deleitó con el exquisito sabor de la carne. Luego besó a su chica, y compartieron el sabor de la victoria mientras escuchaban los aplausos y murmuraciones de todos a su alrededor.

—¡Yo también quiero! —dijo la pequeña Derieri, que había logrado colarse al frente de la fila para ir a ver a su "hermana mayor".

―¡Sí, Ellie! Yo quiero que me ayudes a preparar así el ganso que me trajo King —Diane venía llegando con un abrigo de piel como única prenda y un castaño completamente ruborizado tomado del brazo. El resto del día fue sencillamente perfecto, y Elizabeth no pudo evitar pensar que tal vez, solo tal vez, podría terminar por encontrar un hogar para ella en esa casa.

***

Seeee >u< [Coco hace un puñito de victoria y un puchero] Por fin nuestro omega y su mate han puesto a los prejuiciosos en su lugar fufufu. ¿Qué opinan del pequeño pero hermoso momento Kiane que vimos hoy? ¿Ya quieren que se presente al Banlaine? ¡¿Ansían lemon melizabeth?! *w* Pues todo eso se viene y pronto, fufufu. Pero en el mientras, mejor vamos al secreto de este capítulo: ¿sabían que para esta obra el King en que había pensado es su versión poderosa? (ya saben, con sus alotas ^u^) Es curioso, porque cuando empecé a escribirla aquella apariencia era algo muy nuevo y, por lo general, cuando se trata de Kiane siempre me baso en su versión chiquita. Pero creo que está bien cambiar un poco, así se presta mejor a ciertas escenas sexys que quiero abordar después, fufufu *w*

Muchas gracias por haber estado hoy conmigo y, si las diosas lo quieren, nos vemos la próxima semana para más <3



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