Capítulo 11: La segunda carta

—Necesitamos encontrar todas las cartas sobrantes lo más pronto posible —dijo Claire al gerente mientras penetraban en el gran salón.

—Daré orden al... al personal para que no... no cesen la búsqueda hasta... revisar cada recoveco del... del hotel.

—¡Es un maldito! —gruñó Claire, arrebatándole la carta a Hasin Mhaiskar de las manos —. No se cansa de jugar con nosotros—gruñó —. Es hora de leer una nueva carta —dijo con voz alta para que todos los huéspedes se congregaran y la escucharan con atención —. La noche sigue avanzando y percibo que aún están muy lejos de obtener respuestas —leyó —. La perseverancia hace al maestro. No se rinda, doctora Davenport. Le proveeré un empujoncito más. El señor Quan Ming sabe mucho más de lo que estará dispuesto a decirle. Investigue su habitación, mantiene varios secretos muy ocultos ahí dentro.

—¡Este juego demoniaco es una locura! —exclamó el señor Ming —. Exijo se me entreviste ahora mismo para que después me pueda dirigir a mi habitación. No quiero pasar un minuto más rodeado de asesinos, fanáticos cristianos, una psiquiatra que se cree detective y un loco que escribe cartas culpándome cuando no tengo nada que ver con la muerte del señor Blackwood.

—Señor Ming, le pido mantenga la cordura —dijo Claire, en el tono más calmado que pudo, pero a punto de explotar.

—¡No me pida cordura cuando estoy rodeado de insanos!

—O se calma o se atiene a las consecuencias —advirtió Pietro, levantándose para apoyar a su esposa —. No puede venir aquí a imponer cosas. Todos decidimos ser entrevistados por Jill, así que si no acepta me encargaré de hacerlo pasar por el asesino en los juzgados.

—¿Le quedó claro, señor Ming? —preguntó Claire con una abundante sonrisa en su rostro. Estaba complacida con Pietro. Le gustaba verlo furioso, algo que no sucedía con mucha frecuencia.

—¿Cómo estás, amore mio? —se acercó su esposo para susurrarle al oído.

—Avanzo a paso de tortuga.

—Lo importante es que avanzas. ¿Algo en lo que te pueda ayudar?

—Sí hay algo, pero ya no sé si confiar en ti, Pietro. Con lo que he escuchado esta noche...

—Yo confié en ti, Jill, y no salió nada bien, sin embargo, me arriesgué...

—Hay que guardar la discusión para después, Pietro. No hay tiempo para esto. No ahora. Mientras entrevisto a los demás, piensa muy bien que me vas a decir cuando sea tu turno porque quiero toda la verdad —dijo, apartándose de su esposo para aproximarse al vestíbulo donde la esperaba el siguiente entrevistado —. Llegó su momento, señor Quan.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top