C A P I T U L O 34


Capítulo 34:

Según su abnegada mente, hablar sobre el chico mexicano, era lo último que quería, y menos si tendría que hablar de él con esos dos molestos chicos, sus caras, era una de las cinco cosas que no quería volver a ver en lo que le restaba de vida.

—Vos... —comenzó a decir con ironía —Venís hasta mi casa a hablarme sobre Simón, ¿después que lo vi besándose? —rio con sarcasmo mientras miraba hacia arriba, y se llenaba de paciencia para no darle una buena cachetada que, según ella, bien merecida se la tenía.

—Ámbar, escuchame —pidió la pelirroja, levantando las manos, en señal de paz.

—¡No! —gritó perdiendo la poca paciencia que tenía —¡No puedo escucharte, no quiero escucharte! —se acercó hacia ella de forma retadora —Es más, ya te he escuchado demasiado hasta ahora. Y te pediré de la forma más amable posible que te largués de mi casa ahora mismo, si no quierés que te saque del pelo, Jazmín —apuntaba al gran portón que había en la entrada de la mansión.

La chica pelirroja comenzaba a tener un poco de miedo, si antes había conocido a una Ámbar enojada, no conocía la faceta de la Ámbar de ahora, y le temía, porque reconocía que había cometido un gran error. Pero estaba dispuesta a enmendarlo, pese a las palabras de la rubia, o los posibles golpes que ella le podría proporcionar.

—Ámbar... —habló ahora el chico que acompañaba a la pelirroja —Escúchala, por favor... —pedía acercándose un poco a ella, para tratar de calmarla. Él también le tenía miedo en esos momentos.

—¡Vos no te metás! —advirtió mirándolo fijamente a los ojos.

—¡Yo lo hice! —gritó Jazmín al instante. Sus manos empezaban a sudar, y sus nervios crecieron —Yo... —comenzó a titubear —Simón no tuvo nada que ver —agachó la cabeza avergonzada —. Fui yo quien lo besó...

Ámbar abrió los ojos sorprendida, eso era algo que verdaderamente no se esperaba, y la había sacado de sus cabales, estaba dispuesta a halarla de los pelos si era necesario. No entendía por qué la chica había hecho tal cosa, se suponía que eran amigas, estaba más decepcionada que enojada. Por otra parte, se comenzaba a sentir culpable, la culpa se apoderaba de ella, porque recordó a Simón, ni siquiera se detuvo a escuchar la defensa del chico, e inmediatamente dudó de él, y no lo debió hacer, pues él le había demostrado que verdaderamente la amaba, y que estaría para ella cuando lo necesitase, y ahora ella, le pagaba de esa manera.

Se dejó caer de rodillas al suelo, las lágrimas se escaparon de sus ojos, la culpa se había apoderado de ella completamente, se sentía horrible, y lo primero que vino a su mente, fue la imagen de Simón, destrozado por cuan cruel había sido ella con el pobre chico.

—Simón... —susurró con su voz quebrada. Sentía un nudo en la garganta que le imposibilitaba hablar.

—Ámbar... —se arrodilló también la pelirroja —Lo siento. De verdad lo siento, estaba celosa, me gustaba Simón, y el que vos estuvieras con él, me ponía mal, no sabía lo que hacía, estaba cegada por el odio y el rencor que sentía hacia vos... —intentó poner su mano en el hombro de la rubia, pero esta la detuvo con su mirada. La miraba fijamente y de una manera fría, Jazmín no tuvo más opción que bajar su mano —Lo siento...

—Andate —le dijo con voz ronca —. Andate de mi casa, Jazmín... —Sebastián levantó a Jazmín de donde estaba y posicionó sus manos en los hombros de la menor, podía notar que en verdad estaba arrepentida de lo que había hecho, y él también lo estaba, pues había sido su cómplice, mas Ámbar no sabía que él estaba involucrado.

—Adiós, Ámbar... —susurraron ambos chicos para después irse.

Se fue corriendo hasta su habitación, sus lágrimas salían de sus ojos sin cesar, solo se imaginaba el rostro de Simón queriendo darle una explicación, pero ella por adelantada no lo dejó hablar, todo estaba mal. El sentimiento de la culpa se la estaba comiendo viva, no podía seguir así, tenía que solucionarlo.

—¿Qué le diré? —se habló a sí misma, su voz aún se podía notar ronca y entrecortada —¡Soy tan estúpida! —gritó tirando las almohadas al suelo, comenzó a desarreglar la cama, tirando todo lo que había sobre ella al suelo. Quizás, pensó ella, que lo que estaba sintiendo ella ahora, pudo haber sentido Simón anteriormente, y eso era exactamente lo que la tenía así, el pensar que ella había lastimado a la persona que amaba, y que posiblemente no se podía arreglar nada ahora.

No, tenía que arreglarse, tenía que hablar con él, tenía que aclarar las cosas.

Tres pequeños golpes se escucharon en la puerta, no tenía ni idea de quién podía ser, su madrina no estaba, prácticamente estaba sola, de no ser por el personal de servicio. Entonces supuso quien podía ser.

—¡Quiero estar sola! —gritó desde adentro. No quería hablar con nadie.

—Tenemos que hablar... —se escuchó la voz de la pequeña mexicana desde el otro lado.

—¿Estás sorda? —preguntó con enojo y con ironía —Dije que quiero estar sola.

—Aunque no quieras, lo tendrás que hacer, puedo pasar toda la noche tocando tu puerta hasta que me abras —se mantuvo firme con sus palabras.

Se resignó. Entonces pensó que tal vez la chiquita esa, podía traerle información sobre Simón, y sobre cómo estaba él. Se levantó rápidamente del suelo, su cama aún estaba hecha un desastre, justo como toda la habitación. Corrió hasta la puerta y abrió, no le importó que Luna la mirara así como estaba, con el pelo despeinado y con los ojos llorosos y su delineado de ojos, regado por toda la cara.

—¿Qué pasa? —cuestionó tratando de no parecer desesperada.

—Bueno pues... —comenzó a hablar la pequeña —Como dijo el dermatólogo: vamos al grano —trató de hacer una broma, pero al ver que la rubia solo rodaba los ojos, aclaró su garganta y continuó hablando: —. Simón está mal, y lamento decir que es por tu culpa, Ámbar —su mirada se puso seria, raras veces había visto seria a la chiquita aquella.

—¿Está bien? —preguntó alarmada —¿Cómo está él?

—Qué parte de "Simón está mal", ¿no entendiste? —preguntó con sarcasmo.

—Sabés a lo que me refiero... —dijo únicamente.

—Está destrozado, Ámbar. No sé si sabes, pero fue Jazmín quien lo besó, no él a ella, y si de verdad lo amas, no debiste dudar de él, y perdóname pero discúlpame, por lo que te estoy diciendo, pero es la verdad, él te ama como nunca amó a nadie, y nunca dudaría de ti, ni por un segundo. Y de verdad creo que no hiciste lo mejor en esa relación, pero imagino que aún hay tiempo para reparar su daño, y quieras o no, yo te voy a ayudar... —sacó su celular del bolsillo de su pantalón y marcó por unos segundos.

Una, dos, tres y después del cuarto timbre, la voz de Simón resonó del otro lado de la línea. Luna había puesto la llamada en voz alta, por lo tanto, Ámbar había escuchado la voz de su chico. Cuando la escuchó, sintió como si su corazón se detuviera por unos segundos, no sabía lo que haría la morena, pero estaba dudosa por las posibilidades que estaban llegando a su cabeza.

—Simón, soy Luna. Bueno, eso ya lo sabes —rio nerviosa —. Tenemos que hablar, ahora mismo, en el parque en cinco minutos —dijo en forma autoritaria.

—Luna, ya es muy tarde —su voz era calmada.

—¿Y a quién le importa? No veos allá, hasta luego —fue lo último que dijo.

—Voy para allá —colgó la llamada.

—Nos vamos, Ámbar —tomó el brazo de la rubia, casi arrastrándola para que fuera tras de ella, la mayor no tuvo otra opción que dejarse guiar por la alocada mexicana.

Continuará...

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top