C A P I T U L O 28

Capítulo 28:

Unos refinados tacones, hacían un tenue sonido mientras tocaban el flamante piso, al compás del vaivén de piernas que hacia una rubia demasiado refinada. Se sentó en aquel blanco sillón que ocupaba gran parte de la sala, luego de eso, torció los labios y dirigió su mirada a un hombre de traje negro que se encontraba cohibido frente a ella.

—Espero que hayas hecho bien tu trabajo, Rey —se llevo la copa que traía entre manos a los labios y bebió de aquel liquido que contenía esta.

—Justo al pie de la letra, señora Sharon —respondió con una leve sonrisa de lado que hizo que la señora aquella hiciera lo mismo, sólo que esta vez un poco mas sádica.

Sin embargo, en otra parte de la misma ciudad, dos personas se miraban con los ojos muy abiertos esperando una reacción del contrario para poder reaccionar.

—¿Qué te pasó? —mencionó uno de ellos saliendo del shock en el que se encontraba.

—Simón... —mencionó la rubia dejando caer cristalinas lágrimas de sus hermosos ojos.

El moreno no hizo más que acercarse a la muchacha y abrazarla como para nunca soltarla, le acariciaba el cabello mientras la chica sólo lloraba en su hombro, pues ella sabía que el muchacho mexicano era todo para ella, en la persona que ella podía confiar, a quien podría confiarle su propia vida, que el chico de hermosos ojos cafés que tenía por pareja, era el hombro que tenía para desahogarse en las buenas y en las malas, y eso hacía, después de todo lo que había pasado, algo dentro de ella le decía que él chico la buscaría, y la cuidaría como justo ahora lo estaba haciendo.

—Ámbar, mi amor, vámonos de aquí... —cogió su mano y la llevó hasta sus labios para después besar sus nudillos.

La ojiazul sólo pudo asentir aun con lágrimas en los ojos, acto seguido, el moreno limpiando a besos los húmedos rastros de las saladas lágrimas, luego de eso besó sus labios de manera suave, pero con amor, con cariño.

—Vamos... —empezaron a caminar tomados de las manos, mientras que quien guiaba era el chico mexicano.

Aunque su rostro dijera lo contrario, al menos a ojos de la triste rubia, por dentro estaba más que preocupado, muchas preguntas rodeaban su mente, y todas y cada una de ellas tenían que ver con su novia, pues ella había pasado por muchas cosas horribles últimamente, y curiosamente en todas ellas no había estado presente, era como si hubiese una conspiración en contra de su amada. Y a su mente solo le venía la imagen de una sola persona, Sharon Vieja Amargada Benson. Justamente ese debería ser su nombre real.

—Simón... —escuchó el dulce llamado de la rubia, quien apretó más su mano y volvió su mirada al rostro preocupado del chico.

—¿Mmmm? —fue lo único que dijo el moreno mirando con una media sonrisa a su chica.

—¿A dónde vamos? —preguntó con un deje de voz, en el cual se podía notar su duda.

—Iremos a, mi apartamento —dijo mirándola un poco serio, pero ella estaba consiente que no era con ella.

—¿Dónde Pedro y Nico? —preguntó nuevamente.

—No, mi amor... —se acercó y depositó un suave beso en sus labios —Ahora vivo solo.

La chica solo asintió ante la respuesta del mexicano y siguieron caminado. Luego de un rato de camino, entraron a un edificio que estaba cerca de allí y entraron, todo mundo quedaba con la boca abierta al ver a la chica con la ropa desgarrada y sucia, murmullos era lo que salían de sus bocas.

—¡Qué vergüenza...! —dijo la rubia agachando la cabeza con unas ganas horribles de comenzar a llorar, ya que, en ese momento regresaron a ella las aterradoras imágenes de aquel hombre que la había violado de manera tan brutal.

El moreno apretó más la mano de la rubia y siguieron caminado en dirección, a lo que parecía, ser el departamento del chico. Llegaron y el moreno abrió la puerta, dejando ver un espacioso lugar, mucho más amplio de lo que ella se esperaba.

—Yo... —inició Simón algo nervioso —No tienes ropa aquí, así que... Te tendrás que poner algo mío —su novia asintió con la cabeza y le dedico una sonrisa leve.

El mexicano le llevo un short y una de sus playeras, las que más pequeñas le quedaban, pero igual le quedaron grandes a la de ojos claros, luego de que ya estuviese lista, Simón entró a la habitación, donde se encontraba una Ámbar con el cabello mojado, y con una mirada perdida, cosa que preocupó aún más al chico aquel.

—¿Me contarás lo que pasó? —su voz se escucho seria, se aproximó a Ámbar y tomo su mano, mientras que la rubia empezaba a llorar desconsoladamente.

Continuará...

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