C A P I T U L O 24

Capítulo 24:

Se levantó del sillón en el que estaba y se aproximó a paso lento y gravemente aterrador. La rubia siempre supo que aquella señora tenía su lado malo, siniestro, quizás. Pero lo que cursaba por su mente en estos instantes era algo que probablemente no se esperaba.

—Siempre he dicho que una chica o una mujer, se ve mejor delgada —comenzó a decir, mientras rodeaba a Ámbar —. Y definitivamente es tu caso, Ámbar.

—¿Qué querés decir, madrina? —la miró interrogante.

—¿Qué pensás que quiero decir? —contestó con otra pregunta.

—Siempre me enseñaste a que sólo las personas estúpidas, responden con otra pregunta ¿no es verdad? —la encaró.

—Indirectamente lo acabás de hacer, ahijada —sonrió satisfecha y victoriosa, raramente sonreía así cuando hablaba con ella.

—No me importa —echó un mechón de su cabello hacia atrás —. Pero no has respondido a mi pregunta: ¿Qué querés decir cuando dices que definitivamente es mi caso?

—¿Qué acaso no es obvio? —se acercó abruptamente a su cara —¿Pensás que soy estúpida, Ámbar? —la tomó del antebrazo con fuerza —¿Cuánto tiempo pensabas ocultar que estabas embarazada?

La rubia menor se le fue el alma a demonio, su cuerpo entero se heló por completo, si hubiese estado embarazada, aún, seguramente su feto en crecimiento hubiese dado un salto.

—Yo... —comenzó a titubear —¿Cómo lo sabés? —cuestionó frunciendo el entrecejo.

—¿Qué tan estúpida crees que soy? —volvió la cabeza negando —. Si no me hubiese encargado personalmente de tu pequeño problema, no sé que hubiese sido de mi familia —volvió su mirada hacia la adolescente —Imagino todo un desastre como cabecera en el periódico nacional: Ahijada de Sharon Benson, embarazada de quien sabe quien. No podía dejar que eso sucediera.

—¡Eres una asesina! —gritó eufórica, sin importar quien de todos los empleados la escucharan —¿Cómo pudiste? ¡Eres una enferma! —sus ojos se llenaban de lágrimas mientras se tomaba de sus rubios cabellos

—¿Enferma? —su entrecejo se frunció aún más de lo normal —Deberías darme las gracias —se volvió a sentar —. ¿Acaso querías ser el hasme reír de toda la ciudad?

—¿Y piensas en eso? —hizo una expresión de enfado —Te odio... —mencionó con un deje de voz —¡Te odio, madrina! —gritó por último mientras se iba a su cuarto.

Apenas llegó a su cuarto se tumbó a llorar, sabía que su madrina era exigente, y muy estricta, pero según ella no era una asesina, no lo era hasta que lo supo de su propia voz, si alguien más se lo hubiese dicho no lo hubiese creído, pero se lo dijo ella, esa bruja.

Al terminar de llorar, pero no de calmarse, llamó como pudo a Simón, le contó con voz quebrada lo que había pasado esa tarde.

—¿¡Qué!? —gritó el moreno desde el otro lado del teléfono —Yo la mato —mencionó exaltado.

—No, Simón... —le dijo con su tono de voz igual que antes —Será mejor que lo dejemos así...

Continuará...

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