C A P I T U L O 16
Capítulo 16:
—¿Ah, sí? —mencionó la rubia con una hermosa sonrisa.
—Sí... —le besó la comisura de los labios —ven... —jaló delicadamente de su mano para que ella lo siguiera.
Unos minutos caminaron más allá del jardín, donde una vez se ospedó el moreno.
—¿Y qué hacemos aquí? —cuestionó la de cabellos dorados.
—¿Te acuerdas de este lugar? —contestó con otra pregunta.
—Sí. Vos te quedaste aquí por un tiempo —rió.
—Así es —Afirmó —. Y tú me delataste.
—¡Perdón...! —dijo avergonzada.
—Eso ya no importa... —se acercó.
—Tenés razón —lo besó.
Ámbar posó sus brazos por encima de la nuca del moreno, mientras él, despacio y de manera delicada, posaba sus manos en la cintura de ella.
Retrocedieron despacio y sin dejar de besarse. Simón, recostó despacio a la rubia en el sofá que había en aquel lugar, el mismo sillón donde él mismo durmió en las frías noches anteriormente.
—¡Simón...! —mencionó con dejadez, Ámbar.
—¡Ámbar...! —la imitó.
La cumpleañera, como podía –ya que estaba bajo del cuerpo de Simón –, le iba quitando despacio la apretada camisa que el moreno llevaba, si bien, el mexicano hacía lo mismo con el precioso vestido que llevaba puesto ella.
Simón, sin camisa. Ámbar, con el vestido hasta la cintura, todo el ambiente del pequeño espacio en el que estaban era muy caliente para ambos adolescentes enamorados.
Se detuvo el morocho para observar la divinidad de lo que estaba debajo de su cuerpo, era una diosa, sin duda, la mayor belleza que nunca había existido.
—No te detengás —susurró sofocada.
—No lo haré —le contestó.
La despojó de su vestido, ahora la chica sólo contaba con su pequeño y ajustado sostén e igualmente sus bragas.
Besó su frente; beso sus mejillas, su nariz, llegó por fin hasta sus labios, los saboreó como si de un dulce se tratase, para él, los labios de la de cabellos dorados eran un manjar para dioses, llegó hasta el punto de pensar que no era digno de probar aquello.
Pero no se detuvo ahí; bajó hasta su cuello, lo besó y luego continuó con sus senos: la despojó de su sostén y masajeó sus perfectos senos, los lamió, los besó, hizo y deshizo con los pezones pertenecientes a la rubia.
No obstante, continuó con los que había comenzado, dejó un pequeño rastro de besos por todo su abdomen hasta llegar a donde se encontraba el elástico de sus bragas, las quitó sin piedad, ya su diosa, estaba como Dios la trajo al mundo, sólo que más hermosa y deseable.
Pero Ámbar no se quedó allí, también actuó poniendo al moreno bajo ella y repitió el proceso que anteriormente él había hecho con ella, dejándolo también, desnudo, sus cuerpos estaban completamente expuestos a la vista del contrario. Pero su momento de dominante no duró mucho, volvió a estar debajo de él al poco tiempo.
El mexicano lamió y besó la feminidad de la chica, para después, con amor y delicadeza, colocar su bien estructurado miembro dentro de esta.
Una lágrima brotó de los ojos de la chica, el dolor que sentía era mucho, el moreno se dio cuenta de eso, se detuvo allí dentro, se acercó a ella y besó sus labios.
—¿Te duele mucho? —preguntó preocupado.
—Sólo no te movás un momento —dijo.
A los pocos segundos, la rubia ya se había acostumbrado al dolor, sus caderas inconcientemente se comenzaron a mover solas, dando por señal al moreno que él también podía moverse.
Los segundos y los minutos pasaron, aquella noche fue testigo del amor que esos dos chicos se tenían. Simón se dejó caer rendido al lado de la de ojos azules, la abrazó fuerte y apartó unos mechones de cabello de su rostro.
—¡Feliz cumpleaños, Ámbar! —la besó.
—¡Gracias! —le sonrió —Aunque también vos tenés que darme las gracias —lo miró fijamente.
—¿Porque me invitaste a tu fiesta? —preguntó.
—No. Porque yo te regalé mi virginidad...
El moreno abrió los ojos casi al punto de que se salieran de sus cuencas, se impactó al saber que la rubia le había entregado su virginidad.
—Te amo, Ámbar Smith... —susurró.
Continuará...
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