Capítulo 14:
Y estaban allí, parados uno frente al otro, mirando Simón los perfectos ojos azules de Ámbar, y ella, mirando los bellos ojos cafés de él, los cuales hacían contraste con su piel canela.
—Te escucho, Ámbar —mencionó para que ella le contestara.
—Ah... Pues, yo... —comenzó a titubear, pero en ese mismo instante el teléfono de la rubia empezó a sonar.
—¿Hola? —contestó.
—Apuesto a que te salvé ¿No? —preguntaron del otro lado.
—¿L–Luna? —preguntó.
—Matteo... Deja de molestar... No... Quítate —y así como llamó también cortó, dejando a la rubia confundida.
—Sigo esperando mi respuesta, rubia —llamó la atención de la rubia, Simón.
—Bueno, lo hice porque en verdad quiero clases de guitarra —le dijo, mintiendo claro está.
—¿Enserio? —cuestionó —que conste que no soy un buen profesor ¡Eh! —advirtió.
—No importa, quiero prender de todos modos —se aferró ella.
—Entonces... ¿Vamos? —extendió su mano, pero la rubia no la aceptó.
—Vamos... —y caminó delante de él.
La de cabellos dorados lo guió hasta el lugar de la plaza donde le iba a enseñar a tocar la guitarra, al llegar, se sentó en una de las bancas que allí había y por consiguiente, el moreno también.
—Bueno... Empecemos.
Y así, sin más, comenzaron las clases particulares del moreno hacia la diva. Unos minutos pasaron y Simón ya le había enseñado todas las claves, la posición de los dedos sobre las cuerdas, ahora era turno de que Ámbar probara sola.
—Hazlo entonces —dijo dándole su guitarra.
—Está bien —tomó la guitarra de su profesor .
La rubia se colocó la cinta de la guitarra en su espalda y por encima de su hombro, pero la colocación de sus dedos sobre las cuerdas era bastante... ¿Torpe?.
—No, así no es, mira te muestro —al mismo tiempo en que tomaba su guitarra, y Ámbar la dejaba, sin querer, sus dedos delicadamente se rozaron, sintiendo cada uno, un leve correntazo de electricidad subiendo desde sus dedos hasta la altura de su codo.
—La sujetarás así —le indicó viéndola a los ojos.
—S–Sí... —apenas pudo articular, el café de los ojos del muchacho la tenían hipnotizada.
Luego de eso, la rubia intentó por segunda vez, sola.
Esta vez lo hacía de manera perfecta, como si hubiese sabido desde hace mucho tiempo, no tenía ni rastro de que esta hubiese sido su primera clase.
—Ámbar... —llamó Simón boquiabierto.
—¿Qué? ¿Lo estoy haciendo mal? —preguntó un tanto triste.
—Para nada... Todo lo contrario —sujetó su mano, mientras se acercaba poco a poco —lo haces demasiado bien...
—¿Ah, sí? —decía en susurros.
—Sí...
Ambos chicos, cortaron al mismo tiempo la corta distancia medida en milímetros que había entre ellos, sus labios se cerraron al instante, para después comenzar a saborearse, se correspondían el uno con el otro. Ni el aire podía entrometerse entre ellos dos en ese momento, todo era fantástico.
—Ámbar... —susurraba entre besos el mexicano.
—Simón... —respondía ella.
Continuará...
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