C A P I T U L O 12

Capítulo 12:

Una semana pasó desde que Simón queriendo salvar a Ámbar, la besó. Ninguno se ha dirigido la palabra desde ese entonces, la rubia no ha asistido al Roller con el fin de no encontrarse con el mexicano, ¿Y cómo no? Sería más que incómodo el momento en que los dos cruzaran miradas y que al mismo momento, por la mente de ambos pase ese recuerdo de no sólo uno, sino, dos besos, dos besos que marcaron los consiguientes días de los dos jóvenes.

—Tengo que hacer algo —decía él dando vueltas en la cama.

—Simón... —lo llamó Pedro desde afuera de su habitación.

El moreno mexicano se levantó para poder abrirle la puerta.

—¿Sí? —contestó abriendo la puerta —¿Qué se te ofrece Pedro?

—¿Simón te sentís bien? —cuestionó —es casi la media noche y seguís con la luz encendida.

—Oh... Sí —dijo él —no me había dado cuenta, pero ya la apagaré, descuida Pedro.

Dicho aquello, el argentino asintió y cogió camino a su habitación, mientras Simón cerraba la puerta y después apagaba la luz. Pero sin embargo, no podía conciliar el sueño.

—Tengo que hacer algo, definitivamente.

Se dijo el moreno para sí mismo y luego se levantó, se vistió y salió silenciosamente del apartamento, procurando que sus dos amigos no se despertaran.

Minutos después, Simón caminaba por las oscuras calles de Buenos Aires, ya daban casi las doce de la noche y él tenía un rumbo fijo.

Por otra parte, en la mansión Benson, una rubia de hermosos ojos azules, se encontraba en la misma situación que Simón minutos antes: postrada en su cama sin que el sueño le llegara.

—¡Dios...! —susurró.

Miraba al techo, su confusión se hacía aún más grande acaba minuto.

—No puedo dejar de pensar en eso... —se puso la almohada en el rostro y dio un grito, para que los demás habitantes de la casa no se despertaran —¡Maldito Simón!

Unos cuantos minutos después, comenzó a escuchar un leve sonido en su ventana, pero sólo lo escuchó una vez, a si que no le prestó atención. Sin embargo, a los pocos segundos volvió a escuchar el mismo sonido, cosa que la intrigó y luego se levantó para poder descubrir qué era aquello que provocaba el extraño sonido.

—¡Pzz Ámbar! —susurraban desde las tinieblas.

—¿Sí... Extraña voz en mi mente? —dijo Ámbar.

—No soy... —iba a seguir pero se detuvo —Mejor baja, hablemos aquí, por favor —pidió desde abajo.

—¿Simón? —preguntó —¿Qué hacés?

—Sólo baja... Por favor

—Esperá. Ya voy.

Y la rubia se dispuso a bajar, silenciosa y con cautela, bajó las escaleras y abrió la puerta.

Ya estando abajo y fuera se dispuso a hablar:

—¿A qué venís? ¿Y a esta hora? —lo cuestionaba en susurros.

—Ámbar, yo... —comenzaba a titubear —yo quería pedirte disculpas, estabas siendo acosada, y creí que era la única forma de ayudarte, te lo pido, discúlpame, por favor. Mira Ámbar yo hago lo que sea pero... —no terminó con sus disculpas, la rubia le colocó su dedo índice entre los labios.

—No, Simón... —dijo —No tengo nada que perdonar, tenés razón, fue una buena forma de escapar... Mas bien, te doy las gracias.

—¿Gracias? —incrédulo preguntó —¿Es enserio?

—Lo es...

Sin ni siquiera notarlo, a cada palabra, cada susurro, ambos se acercaban peligrosamente, uno cerca del otro, en un punto donde sus respiraciones se rosaban, el punto donde los labios casi se tocaban...

—Ahora andate Simón... —se separó —es tarde ya.

—Pero... —él quería seguir allí, con ella, a solas —Está bien.

—Adiós Simón.

La rubia se dio la vuelta y comenzó a caminar de vuelta a su habitación.

—¡Espera! —se devolvió y rápidamente la besó, fue un besito muy rápido, pero lo disfrutó como si hubiese sido eterno —duerme bien, rubia —le echó uno de sus mechones rubios hacia atrás de la oreja y se fue.

Ámbar, se quedó impactada, estaba en un trance, pero no era horrible, era lindo —Lo haré... —susurró y ahora si entró a casa...


Continuará...

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