C A P I T U L O 08
Capítulo 08:
¿Por qué?¿Por qué le molestaba que a su amiga le gustara el mexicano bruto? Su cara era de un dilema total, aunque claro, su despistada amiga, por ser eso; despistada, no lo notó. Pero se sentía casi... ¿Molesta? ¿No quería que su amiga sufriera por el amor? Quizás era así, pero tal vez no. Nunca se preocupó por alguien más que no fuera ella, ¿Por qué se preocuparía ahora por Jazmín? En el tiempo que había tratado con Simón, se dio cuenta de que no era un chico malo, no podría llegar a hacerle daño a su amiga si esa era su preocupación. Pero no, había algo más allá, más lejos del daño que la pelirroja podría llegar a sufrir, el problema radicaba en que ni ella misma sabía cuál era ese problema.
Tal vez era porque ella misma sabía que el mexicano estaba sufriendo actualmente por el noviazgo entre Luna y Matteo. ¿Se preocupaba porque era consciente de que no le podría atención a Jazmín por estar pasando por problemas sentimentales? Sí, seguramente era eso.
—Ámbar... —sacudió su mano en frente de sus ojos, tratando de llamar su atención — ¿Te sucede algo?
Fue la amiga pelinegra que se acercó a ella. Al parecer esta sí había notado que la cara de su amiga era un poema. Acaba de llegar y no pudo evitar notar que el saludo que les dedicó a ambas había sido respondido solo por Jazmín.
La rubia reaccionó al instante, sonrió para disimular —Claro que sí, Delfi —mintió. Ella también se mentía y no se sentía bien. El malestar que se formaba en la boca de su estómago le quitaba la tranquilidad.
—Pues no lo parecías, amiga —apartó una de las sillas y se hizo un lugar a la mesa.
Pasaron un rato hablando de cualquier tipo de cosas, todo, evitando tocar el tema de chicos que les llamaban la atención, era un tema que, a la rubia, le daba cierto malestar tocar, aunque no lo mencionó este nunca se tocó. Jazmín, por su parte sólo hablaba de la moda del mes. Pero bueno, eran las tres amigas, y tenían que compartir los comentarios de cada una, aunque claro, a la pelirroja, le restaban un poco de importancia a sus comentarios, ya que, no iban al caso.
—Chicas, estoy aburrida —dijo la pelirroja dejando, milagrosamente, el teléfono a un lado —¿Vamos a la pista un rato? —propuso con un toque de emoción en su voz.
—Ok... ¡Vamos! —mencionó Ámbar y Delfi sólo las siguió no muy emocionada, pero cuando ellas dos estaban de acuerdo en algo, a ella solo le tocaba ir tras ellas.
En la pista, se encontraron con Simón, patinaba sólo, seguramente el hecho de que ahora Luna estaba con Matteo, le había hecho decidir patinar solo, siempre lo hacía con su amiga, como ahora no la tenía a ella, estaba solo, sin compañía alguna.
—Dios... —se paró en seco la pelirroja —. Ámbar, Delfi —habló sin dejar de ver al frente —, miren, allí está Simón —suspiró.
—¿Y con eso qué? —esta vez la que preguntó fue la rubia, mostrándose desinteresada del tema.
—Pues que a Jazmín le gusta Simón —respondió Delfi —¡Qué mal gusto tenés, amiga! —se burló tratando se contagiar de su risa a la de ojos azules, pero como no lo logró, solo se fue quedando callada poco a poco, sonrojándose ante eso.
La chica obsesionada con la moda, sólo bajo la cabeza avergonzada. Le daba vergüenza que los chicos que a ella le gustaban fuesen nada a ojos de sus amigas. No es como si ellas eligieran solo a modelos de Calvin klein. No se iba a quedar sin hacer nada cuando el chico que le gustaba estaba a solo pasos de ella, solo porque a sus amigas no les gustaba, si llegaban a ser novios algún día, sería la novia de Simón, no de sus dos mejores amigas.
—No me importa —las encaró —. Iré a patinar con él ahora que está solo —emprendió camino a donde el castaño se encontraba bailando rítmicamente sin percatarse de la presencia de ellas tres —. Adiós chicas.
—¡Jazmín, vení para acá! —ordenó Ámbar, pero su amiga no escuchó. En realidad sí lo hizo, solo que no quiso prestarle la más mínima atención.
—Ay, Jazmín... —suspiró Delfi, negando con la cabeza ante la actitud de su amiga.
—Debo hacer algo —susurró Ámbar, por lo bajo, mientras empuñaba sus manos.
—¿Qué? —la miró la morena —¿Has dicho algo?
—No, nada, no dije nada...
La rubia se adelantó, emprendiendo camino hacia la pista. Iba decidida a brillar como siempre, no por nada, todo el mundo la llamaba la reina de la pista. Pero cuando estaba a unos cuantos centímetros de la pista, un chico aprendiz en el tema de manejar los patines, se deslizaba por el suelo tratando de mantener el equilibrio, sin fijarse que la rubia estaba de espaldas frente a él, no pudo detenerse a sí mismo y, sin quererlo, porque quererlo era meterse en serios problemas, empujó a la chica haciendo que esta también perdiera el equilibrio y cayera al piso en un golpe seco contra sus rodillas y sus muñecas.
—¡Imbécil! ¿Qué te pasa? —chilló enojada mirándolo fulminante.
—¡Lo siento! —se disculpó con miedo y agitando las manos en forma de paz—No fue mi intención ¡Te lo juro!
Estiró una de sus manos, ofreciendo su ayuda para que la de cabellos rubios se levantara, pero esta lo miró con el doble de odio que antes y no aceptó su ayuda.
—Ámbar —la llamaron desde un poco lejos de su lugar —¿Estás bien? —le preguntaron en tono preocupado.
Simón...
—¡Amiga! ¿Por qué estás tirada en suelo? —preguntó incrédula, Jazmín, acercándose y tomando, con toda confianza, el brazo del moreno.
—Pues, aquí, Jazmín, no sabés cómo me encanta estar tirada en el suelo —respondió sarcástica, notando como Simón contenía una risilla de burla.
Simón se rió para sus adentros, sabía que si se reía a carcajadas, como lo estaba deseando, Ámbar era capaz de matarlo.
—Ven, Ámbar te voy a ayudar a levantarte —le dijo el chico, zafándose del agarre de Jazmín, fingiendo estar serio, sin mucho éxito.
Ámbar le dio la mano sin pensarlo dos veces, le aceptó aquel gesto y se acercó de más al cuerpo del muchacho, sonriendo con disimulo, sintiéndose victoriosa de un juego que ella misma había empezado. El caso era que, ni ella misma sabía qué cosa había ganado.
¡Perfecto!
Delfi, Jazmín y hasta el propio chico que la había tirado se sorprendió por aquello ¿Qué estaban pasando? Las demás chicas, primero esperaron que aceptara la ayuda de aquel tipo que la tiró al suelo, pero de la última persona que esperaron que lo hiciera era de Simón. Jazmín se cuestionó mentalmente si es que había entrado a un mundo paralelo donde cosas como esas podían llegar a suceder.
—Ámbar... —se acercó a ella con su entrecejo fruncido —¿Te sentís bien? —preguntó Jazmín tocándole la frente.
—¡Que estoy bien, Jazmín! —ahora estaba enojada. Tampoco sabía por qué lo estaba, solo lo sentía.
—¿Puedes andar? —fue Simón quien interrogó ahora.
Ámbar quiso moverse, pero no pudo, le dolía su tobillo, estuvo apunto de volver a caerse, pero Simón la detuvo para que eso no volviera a suceder.
—No puedo caminar... —hizo un gesto de dolor, mientras su labio inferior desaparecía entre sus dientes.
—Te llevaremos a tu casa, Ámbar —dijo Delfi, con un leve tono de preocupación en su voz.
—¡No! —gritó más fuerte de lo que hubiese querido —¿Y si me caigo? No podrán levantarme —hablaba despeinándose imaginando una escena donde eso sucediera.
—Ámbar tiene razón, será mejor que yo la lleve —la voz de Simón hizo acto de presencia sorprendiendo todavía más a los presentes y conmoviendo a la rubia.
—Pero... —susurró la pelirroja —. No, yo iré con ustedes, Ámbar es mi amiga y Simón... Simón y yo... —titubeaba —. Simón y yo la ayudaremos mejor.
—Está bien, Jazmín... —asintió dándose por vencida ante la actitud de la chica, era más que obvio que lo hacía por no dejar solo a Simón. No le iba a hacer nada, ¿Qué le podía hacer? Ella era solo una chica y él... él era un chico.
Tampoco es que lo vaya a violar.
Quería irse sola con Simón, fingió estar golpeada, fingió que la empujaron, pero... ¿De qué sirvió? De que la metiche de Jazmín no quisiera separarse de este, cuando ella quería que la llevara a su casa.
Ella y él, solos los dos...
Continuará...
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