C A P I T U L O 05

Capítulo 05:

Ni Matteo, el que una vez fue su novio, le había hecho aquella propuesta, por muy cargada que ella fuera. Siempre fue ella la que tuvo que pedir su ayuda en situaciones similares, el italiano poseía una actitud delicada y grosera, según ella, nunca miraba más allá de él, pero no podía juzgarlo en nada, pues ella y él eran iguales. 

Sin embargo, el moreno perteneciente de México, amablemente, más que antes, se había tomado el atrevimiento de ofrecerle su ayuda. Eso le demostraba lo dulce que era, lo buen amigo que podría llegar a ser. Había sido una pena no conocerlo antes, conocerlo en el sentido de tratarlo y saber más acerca de su persona. No solo conformarse con el hecho de que era el mejor amigo de Luna y como esta era su peor enemiga, por ende este también lo sería. 

La rubia, desde que estaba con él en el vehículo, cuando regresaban al Roller, notó que no era como ella lo imaginaba. No era el estúpido prototipo de chico que quería sobresalir entre los demás de la Roller Band, no, no era así, ni ella misma se hallaba la explicación para responderse así misma el porqué había pensado así del que, ahora, estaba frente de ella. Quizás fue porque a los únicos tipos de chicos a los que se dedicó conocer, fue al que era su ex novio y al mejor amigo de este. Ellos sí eran así, pero tampoco era quién para hablar mal respecto de ellos si ella era igual, se llevaría en la corriente a sí misma. Pero claro, como no se tomó el tiempo de conocer  a Simón, porque no quiso y no porque no pudo, rápidamente se dedicó a dejarse llevar por su primera impresión. 

—Vaya, Simón... 

Apenas podía hablar, estaba un poco desconcertada, y si no hablaba, no entendía por qué, pero temía que el moreno se fuera. Las maletas en sí no eran incómodas, al fin de cuentas solo se debían arrastrar, y lo más seguro es que si se llegaba a cansar, podía llamar al chofer de su casa para que la llegara a traer a donde sea que se encontrara, pero Simón estaba ahí, ofreciéndole su ayuda tan gentilmente como siempre.

—¿Eso es un «No»? —bajó un poco la mirada, tratando de ocultar un poco su vergüenza y desilusión. Tampoco es como si hubiese esperado maravillas, es más, ni él mismo acababa de entender por qué se había ofrecido a ayudarle. Era obvio que, después del viaje, al momento de separarse, ella volvería a ser la misma de antes —No te preocupes, sólo te quería ayudar... —se rio con un poco de pesadez y se encogió de hombros tratando de parecer despreocupado —. Es todo.

—¡No! —alzó una mano haciéndole un gesto para que se detuviera —¡Espera! No quiero... ¡No! Sí quiero... —chasqueó la lengua, contrariada por no poder explicar con palabras lo que quería responder —Sí quiero que me acompañés, Simón —se rindió, aceptó gustosa, después de todo, una pequeña ayuda con sus maletas no le vendría nada mal. 

Y, por alguna razón, haber pasado un tiempo charlando con Simón, le había parecido interesante y seguir haciéndolo tampoco le caería mal. 

Simón rio un poco por la actitud de Ámbar —Bueno, vayámonos —le dijo y tomó las dos maletas que Ámbar llevaba, dejándola a ella, libre de llevar algo.

Ámbar, por su parte, se sentía apenada, se sentía mal porque a pesar de todo, las maletas eran suyas, y dejó a Simón con todo el peso, no era como si se fuera a reventar por tanto peso, pero no podía apartar ese sentimiento de incomodidad al ver al castaño llevar ambos objetos y ella absolutamente nada. Parecía una aprovechada y, en circunstancias normales, no le hubiera importado, pero, esta no era una circunstancia normal, ¿Verdad?

—Simón... —lo llamó un poco avergonzada —¿Puedo llevar una maleta si querés? —entonces él se volvió hacia ella y la miró a los ojos.

—Está bien así, Ámbar, tranquila —le sonrió amigablemente provocando que unas líneas de expresión se formaran en las comisuras de sus ojos. 

La rubia sólo asintió, pero en su interior, seguía un poco apenada por aquella situación. Eso no le sucedía todos los días y, aunque las cosas que no suceden todos los días hay que aprovecharlas, en esta ocasión realmente no hacía nada de eso. 

Caminaron unos cuantos metros en silencio, todo parecía incómodo, y no solo lo parecía, sino que también lo era. Tantas veces quiso abrir la boca y pronunciar algo para terminar con la incomodidad, y lo hizo, pero ninguna palabra abandono sus labios. Mas fue Simón el que decidió romper el hielo. 

—Y... —comenzó una plática que no tenía ni idea de cómo continuar. Tenía que decir lo primero que se le viniera a la mente, el problema con ello es que, en ese momento, nada se le venía a la mente —¿Cómo te sientes ahora, Ámbar? —preguntó sin siquiera mirarla, pero ella sí lo miró, confundida, ya que no sabía de qué estaba hablando.

—¿A qué te referís? —frunció el entrecejo totalmente fuera de lugar ante la pregunta del chico. 

—A Matteo... —aclaró viéndola esta vez —Bueno, no te he visto muy dolida en estos momentos —enfatizó la palabra «dolida», sintiendo que, en lugar de calmar el momento de incomodidad, había metido la pata. 

—Tenías que hablar de eso ahora... —se detuvo el puente de la nariz y agachó la mirada, negando con la cabeza, sabiendo que Simón la había cagado. 

Mejor te hubieras quedado callado.

Ya, lo siento —se excusó sonriendo ampliamente al ver a la rubia mirarlo con los ojos entreabiertos —. Solo olvídalo, haz como que no dije nada. 

—No. Ahora ya sacaste el tema... —frunció sus labios, tratando de parecer enojada, pero no lo estaba —. Hablá vos —lo encaró —¿Cómo te va con Lunita—esta vez Simón tenía una batalla dentro de él mismo por haber sacado ese tema de conversación tan incómodo. Si había algo en el mundo de lo que no quería hablar, era de Luna, pues aquel beso con Matteo, sinceramente lo había traumado, y recordarlo, era como volver a vivir esa horrible sensación que sintió en cuanto vio los labios del chico fresa saboreando los de la que él quería como algo más que una amiga.

—Pues... —se auto silenció por unos segundos —. No te negaré que aún me persigue la sensación esa, la que sentí cuando los vi —se tocó los labios sin evitar borrar la imagen mental que su cerebro le mostraba como una vieja película de cine mudo —, en algunos momentos y por casos como estos, envidio a Matteo —Ámbar le demostró una señal de clara duda al no entender sus palabras —. Sí, él siempre se ha llevado lo mejor —la de cabellos rubios abrió los ojos abruptamente sin acabar de darle sentido a la oración —. Besó a Luna, algo que yo quería hacer, la quería a ella porque, por imbécil, en algún momento llegué a pensar que ella era para mí, llegué a pensar que por haber estado mucho tiempo juntos, ya tenía algún tipo de ventajas por sobre cualquier chico, pero no fue así, tenía que llegar él y revolverlo todo —se carcajeó amargamente, sintiendo un doloroso nudo formarse en mitad de su garganta —Y la sigo queriendo, es tonto, porque al verla a su lado me queda claro que ya no me queda oportunidad, pero una boba esperanza sigue dentro de mí y... —tragó saliva para luego respirar con profundidad —. Y nada... Nada más... —se calló y apartó la mirada de la reina del Roller.

—Sí que te ha pegado fuerte todo esto ¿No? —habló sinceramente, sin juzgar, sin reírse. Pocas veces hablaba de aquella manera, ahora no veía caso de tratar de burlarse de él, ¿Para qué? Si ella misma se estaba quemando en la misma llama. 

—Sí... Pero no tienes de qué quejarte, a ti también te dolió el hecho de que Matteo... —le dolía decir aquello, aún. Pero la realidad es de ese tipo de cosas que hay que aceptarlas, por muy dura que sea —. De que Matteo besara a Luna.

—¡Ya basta, Simón! Dejemos de hablar de eso... —sentenció de golpe, la de ojos azules. Sí, por supuesto que le dolía, ¿Es que no lo veía? ¿Por qué razón no dejaba de reproducir el mismo casete una y otra vez? ¿Acaso él quería vengarse de ella por haber sido tan cruel con su amiga anteriormente?  

Volviste a meter la pata, Simón.

Pensó al ver que Ámbar se retiraba enojada de su lado. Era claro que, nuevamente, la había cagado. Parecía tener algún tipo de buena experiencia en eso. Se odiaba por hablar de cosas como esas en momentos tan inoportunos.  Se apresuró para alcanzarla, porque no quería terminar a mitad del camino sabiendo que no hizo nada para arreglar su error, un error que iba a arreglar sin importar lo muy enojada que la muchacha estuviese. 

—Ámbar, espera —le gritó y, cuando la alcanzó, la sujetó del brazo para hacer que esta se detuviera y le prestara atención —. Lo siento, discúlpame... —prácticamente rogaba por ello, pero no le importaba, no quería que la pequeña relación que estaba empezando con la rubia, se acabara y, lo que era mucho peor, que fuera por su culpa —. No fue mi intención —ahora, sin siquiera ser consciente,  bajaba, poco a poco, su mano hasta la muñeca de la rubia —. No te enojes. Por favor —sus manos ya estaban juntas y ninguno de los dos se daba cuenta de ello, pero la sensación de calidez que corría por sus venas era imposible de hacer a un lado. 

Solo eran ellos dos, solos. Parecía que estaban en el cielo, para ellos no estaba nada ni nadie cerca de ellos, era como estar en la nubes, uno sosteniendo la mano del otro, sintiendo la suave y tersa piel del contrario, haciendo contacto de manera hipnotizante...

—¿Ámbar?

—¿Simón?

Dos voces terriblemente conocidas se hicieron presente entre ellos dos, destruyendo sin piedad lo que estaba pasando hace apenas unos cuantos milisegundos.

Continuará...

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top