C A P I T U L O 04

Capítulo 04:

El concepto que tenía de la rubia, quizás podría, en algún momento, llegar borrarse. Casi nunca se dejaba llevar por la primera impresión de las personas, supuso que fue su error juzgar a aquella chica sin siquiera conocerla, pero, en su defensa, era ella la que daba mucho de qué hablar, entonces se podría decir que no era una primera impresión, ni siquiera una segunda, con tantas cosas que había hecho en contra de Luna, no era como si no se pudiera juzgar. 

Pero ahora estaba dispuesto a cruzar la página, se dedicaría a conocer a Ámbar y que fueran las nuevas experiencias las indicadas para decirle si alejarse o quedarse con ella. 

Así como la miraba ahora, se veía diferente, era como si esta fuese la gemela buena de Ámbar Smith, pero dentro de él aún cabía la idea de que pronto saldría del armario la gemela mala, la que cree que el mundo está a sus pies y que puede pisotear a quien desee y cuando lo desee. Pero aunque se lamentara luego, tenía que aprovechar este momento que, por ahora, parecía único.

Hoy, se sentía solo, parecía que, a pesar de tener más amistades, sin Luna era como sentirse vacío. La chica lo llenaba con su sola presencia, era como un enorme faro de luz en mitad de un túnel que no se le miraba salida. Desde que la conoció supo que, si se encontraba con ella, no había esa sensación de soledad en su interior, es por esa razón que decidió dejar México desde un principio, porque la quería, porque no era el mismo si ella no estaba a su lado. Simplemente, no era Simón. 

A pesar de que la pequeña se encontrara a tan solo pasos de donde él se encontraba, era como si en realidad fuera lo opuesto, la sentía tan lejana y tan cercana a la vez. Tan cerca porque se encontraban viajando en el mismo vehículo y tan lejos porque ella se encontraba con una chico que no era él, con el peor chico de todos según su criterio. Pero, a pesar de las cosas, no tenía ningún tipo de derecho para reclamarle sobre eso, al final de cuentas, ellos no eran nada. La muchacha lo quería, sí, muchísimo a decir verdad, pero era un simple amor de hermanos o de mejores amigos que no ayudaba a la situación en que se encontraba el moreno. Eso, por ahora, no le servía. 

Pero, a pesar de sus contras ese día, había algo, más bien alguien, que lo hacía estar en un estado que no fuera la absoluta resignación. La rubia que estaba sentada a su par, le había sacado al menos una sonrisa, cosa completamente contrastada a lo que su amiga había hecho. Si ese día le hubiesen dado a elegir con quién le gustaría estar, sin pensarlo más de una vez la elegiría a ella, aunque, seguramente, ella no a él. 

—Oye —llamó su atención mientras cruzaba unos dedos con otros buscando las palabras exactas para hablarle. Aunque ya lo habían hecho antes, con cada espacio de silencio entre ambos, lo hacía renovar la memoria y recordar la chica esa era muy complicada en cuanto a hablar se refería —¿Irás al Roller después?

Cuestionó con titubeos, titubeos que eran casi imposibles de notar, pero, para bien o para mal, estaba en frente de Ámbar, y la diva no pasó por alto aquello, pero no se quiso adentrar en el tema. Para ella no era nada extraño que más de un chico se pusiera nervioso al hablarle, eso incluso fue agregado a su rutina diaria. 

—Pues claro que iré, Simón —le sonrió de una forma que pareció y que quiso que fuese tranquilizadora —. No sería la Reina del Roller si no estuviera en el Roller ¿No creés? —contestó obvia pero sin llegar a ser arrogante como antes lo hacía al pronunciar su apodo. 

—Ya, calma de tanto sarcasmo, sólo pregunto por lo de... —volteó a ver a Matteo que se hallaba platicando animadamente con la chiquita como Ámbar le solía llamar —él.

La de ojos azules llevó la mirada hacia adelante quitándole al mexicano el privilegio de verla a los ojos. 

Tiene unos ojos en verdad muy lindos... 

—No me interesa lo que haga o deje de hacer Matteo, la Reina del Roller será siempre eso, pase lo que pase, una reina —volteó a ver a Simón —. Y, decime, Simón, ¿Vos cómo te has tomado lo de Lunita?

La sonrisa que le regaló esta vez sí que fue diferente, era una de las típicas sonrisas que daba cuando hacía algo malo, cuando estaba a punto de cometer alguno de sus planes imprudentes. Pero ella no lo hizo con malas intenciones, era como un reflejo para ella cuando decía algo que en realidad no sentía, en este caso, por supuesto que le importaba lo que Matteo hacía, pero no lo iba a decir, ella, al igual que todo el mundo, tenía su orgullo metido dentro de ese complicado corazón.

Sin embargo, una cosa era lo que pensara Ámbar y otra cosa era lo que pensara Simón. Ella no tuvo culpa de hacer ese tipo de gesto debido a que era solo un reflejo causado por la costumbre, pero el chico supuso que le había preguntado por algún tipo de venganza por su pregunta imprudente. 

Esta vez fue el muchacho quien apartó la mirada de la chica de dorados cabellos, jugó con sus dedos mientras pensaba en qué decir. ¿Qué decirle? ¿Que por dentro estaba muriendo? ¿Que le lastimaba mucho el solo pensar en que, tal vez, no fue lo suficiente bueno en su trabajo de tratar de conquistar a la castaña? Odiaba perder, odiaba saberse vencido, pero también lo aceptaba, esas eran las reglas de la vida, no siempre se gana y él lo sabía muy bien, pero era una mierda el dolor que acompañaba a la derrota. 

—Ni yo mismo lo sé... —volvió su mirada a la azul de la rubia, reteniendo con mucho dolor, las ganas de quebrarse en cualquier momento —La verdad es que sí, me dolió mucho que haya pasado lo que pasó —sonrió con pena por sí mismo mientras dejaba que las palabras se escaparan solas de su boca —. Pero si Luna no aceptó el amor que yo le tenía, debió ser por algo, quiero creer que al menos no se equivoca ahora que parece que ya eligió —miró por unos segundos hacia adelante, donde ambos chicos se encontraban platicando entre ellos mismos y luego regresó su mirada a donde estaba antes —. Creo que será mejor que lo deje así y, que Luna siga con su vida sin mí... —estaba consciente de que parecía un verdadero mártir hablando como si alguien se hubiera muerto, pero, para él, alguien sí se había muerto, y, para su desgracia, era él mismo. 

Ámbar hizo un ademán con la cabeza negando las palabras del que tenía al lado. Lo tomó del hombro haciendo que la volviera a ver.

—Parece que Lunita no sabe apreciar lo que tiene ¿No? —le quitó la mano del hombro, no así, la mirada —¿Sabés qué? Es mejor que pensés así, si no te apreció mientras te tenía, no veo el porqué te necesite ahora. Tal vez suene ruda con esto, pero no es mi culpa y no quiero serlo, de verdad, pero, Simón, si crees que vas a estar mejor sin ella, es mejor que la dejés ir —algo en su interior la impulsó a tomar su mano, y lo hizo, porque quería hacerlo —. No sufrás por ella, Simón, no te merece, no merece que estés mal por ella. 

¿Ella dijo eso? 

Pensó tratando de ocultar no muy bien la sorpresa que comenzaba a albergarse en su interior. Parecía casi imposible, es que, mejor dicho, lo era. Si en otro momento, alguien le hubiese dicho que Ámbar Smith le iba a decir tales cosas y que, encima, le iba a tomar la mano, lo primero que hubiera hecho es mandarlo a la mierda, porque no se lo hubiera creído nunca. 

El moreno no supo cómo tomarse aquellas palabras y solo asintió dudoso. Dudas que la de cabellos rubios no notó.

—Ámbar... —le habló sin siquiera salir de su trance —¿Te encuentras bien?

—¿Por qué me preguntás eso? —abrió los ojos con sorpresa —¿Me veo mal?  —buscó en su bolsa de mano un espejo para verse y confirmar si tenía algo en la cara, pero antes que siguiera con su búsqueda Simón la detuvo riendo un poco.

—No, no es eso... —sonrió divertido al ver cuán importante era para la rubia su apariencia—. Es que hoy estás... —meditó por un momento buscando la manera de cómo retractarse, pero no sería Simón Álvarez  si no era honesto —Bueno... —no quería decir aquella palabra, cosas malas pasaban si decías la verdad. Pero cosas peores pasaban si no la decías —. Es que hoy estás menos... ¿Odiosa? —y lo dijo. Cerró los ojos esperando de ante mano el peso de la mano de la chica sobre su rostro. 

—¿Qué se supone que debería decir? ¿Gracias? O ¿Me pongo a llorar? —se rió por sus propias palabras. No era tonta, estaba completamente consciente de que todos decían eso y cosas peores sobre ella, pero, a pesar de las habladurías, seguía siendo la chica más popular de colegio y del Roller, ¿A quién le importaba el qué dirán cuando lo tienes todo? Al menos no a ella. 

—Nada... —contestó sin saber qué era lo que salía de su boca —No hagas nada... —afianzó el agarre de manos —Quédate así como estás hoy.

Después de las palabras del chico de México, antes de que la rubia pudiese siquiera decir una sola sílaba de una palabra más, otra voz los interrumpió:

—¡Chicos! ¡Llegamos!

La voz alentadora de Tamara hizo acto de presencia entre los que estaban en aquel medio de transporte, y todos bajaron callados, excepto Jazmín que no dejaba de hablar por teléfono.

Estando ya dentro del Roller, Tamara daba un discurso del cual Simón no ponía atención alguna. Por dos razones completamente diferentes. La primera era que Luna y Matteo no se dejaban en paz el uno con el otro, ¿No se cansaban? ¿Por qué tenían que estar pegados todo el tiempo como dos siameses? Le provocaba unas ganas enormes de correr hasta ellos, tomar al chico y arrastrarlo por los dientes hasta dejar todavía más limpio el lugar. La otra razón era que, de vez en cuando, dedicaba largas miradas a la de ojos azules que parecía estar metida en su propio mundo. Aunque no lo dijera, aunque ella se creyera eso de que no lo demostraba, la verdad era que a él no lo podía engañar; también le afectaba ver a aquellos dos chicos derramar amor por todo el sitio, ¿A quién no? No sabía si era porque se sentía afectado directamente, pero aquello ya se volvía incómodo. 

Cuando la mujer del moño dio luz verde para que  todos se fueran a sus casas, Ámbar fue la primera en que se dispuso salir de aquel lugar, pero le habló una voz, bastante ahora conocida, e hizo que se detuviera:

—¡Ámbar, espera! —gritó detrás de ella, provocando que los decididos pasos que antes llevaba, se calmaran —Es que... —comenzaba de nuevo con los titubeos que se veían tan tiernos en él —. Bueno vas muy cargada y pensé... —apuntó las dos maletas que esta llevaba y se sonrojó por lo estúpido que sonaba en su mente lo que tenía planeado proponerle —. Pensé que podía ayudarte y llevarte a tu casa...

Continuará... 

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