9: Un vivo el 13 de diciembre
La policía no me escuchó, varios se rieron en mi cara. Me sentí una completa estúpida. No sé qué contactos tenga Ezra, pero es probable que yo tenga los días contados. No puedo mudarme, no logro cambiar de trabajo y las autoridades no sirven para nada.
Me paralizo cuando se sienta en su cubículo. Se ve tan tranquilo, como si no hubiera cometido esos delitos tan atroces. No lo enfrentaría, eso sería acortar mi vida, lo único que puedo hacer es evitar que el veinticuatro me mate. Cielos, me cuesta creer que esté analizando esto sobre mi amigo.
—Buenos días, Kenya. —Me sonríe de la forma habitual.
Compórtate como siempre.
—Ho... hola —Las palabras se me cortan.
No reacciona, pero creo que no sospecha porque estos últimos días he estado llorando, así que mi actitud nerviosa pasa desapercibida.
—¿Qué harás para Navidad? —consulta y me sobresalto.
En sus planes, yo ya estaré muerta antes de que llegue, así que, ¿para qué quiere saber? Es tan retorcido.
Mis labios tiemblan.
—Yo... no lo sé, quizás trabajar, debo seguir juntando dinero.
Se ríe.
—Ese alquiler te está matando.
Trago saliva.
—¿Y tú qué harás?
—Cometer una locura y casarme con la primera desconocida que encuentre —bromea—. ¿Qué opinas?
—Que casarse en Navidad es arruinar tu aniversario.
—¿Por qué? —Enarca una ceja—. ¿También te vas a poner celosa de la desconocida? —refiriéndose a nuestra conversación sobre Amaira.
—Nunca estuve celosa de ella, te dije que era dulce.
¿Por qué la mataste?
—Sí, lo era. —Suspira—. Era una chica muy linda, la pasamos bien, pero se esfumó tan rápido. Bueno, la vida sigue.
Pero, qué cínico, ¿cómo no lo pude ver? No le interesa, hasta su tono lo demuestra.
Muevo un mechón de mis cabellos hacia atrás de mi oreja.
—¿Y yo te parezco linda? —pregunto.
Alza la vista a mirarme fijo.
—Eres hermosa.
Seguro piensa que lo soy, pero cubierta de sangre. Mierda, se me revuelve el estómago.
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