7: Un muerto el 11 de diciembre
Estoy muy contenta, lo de los regalos me mantiene un poco más feliz. No importa que Ezra no me regale nada, nuestra broma sobre ello es la única cosa buena que hay en estos últimos días. Entro a trabajar con una sonrisa, intentando mantener una buena vibra a pesar de todo lo ocurrido, pero mi área otra vez tiene policías.
Me paralizo. ¿Qué? ¿Por qué? Tengo que pensar que es por la investigación del cuerpo de Amaira, pero todos murmuran demasiado. Tomo valor y avanzo por los pasillos hasta llegar a mi cubículo. Cielos, el cubículo izquierdo tiene cintas amarillas.
Mis labios tiemblan y veo a Ezra venir de la sala de descanso junto a un café. Corro hasta él, entonces le pregunto alarmada, porque no lo puedo creer.
—¡¡Dime que no es cierto!! —chillo, mis ojos pican y mi garganta se hace un nudo—. ¡¿Dónde está?!
Ezra, tranquilo, responde:
—Lo siento mucho, Tom falleció.
Quedo paralizada, hasta que caigo de rodillas al suelo y cubro mi boca a repetir seguidas veces.
—¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?
—Me he dado cuenta de que hay muchos renunciando, se especula que la empresa va a cerrar, ¿tú qué crees?
—Ezra, murió Tom —le aclaro, mientras mis lágrimas mojan mi rostro—. No puede ser.
Se agacha hasta mí, entonces me mira con comprensión y amabilidad.
—Todo está bien, tranquila. —Me sonríe y acaricia mi hombro—. Ahora está en un mejor lugar.
—Primero Amaira, luego Tom, nos están matando y nadie hace nada.
—A veces es difícil atrapar a la gente peligrosa, pero no te preocupes, seguro se soluciona pronto.
Alzo la vista a mirar a mi amigo.
—Pero, Ezra... —Mis labios tiemblan—. ¿No tienes miedo?
—A lo único que le tengo miedo es a mi regalo —bromea para hacerme sentir mejor, así que fuerzo una sonrisa.
—Sí, es horrible.
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