14: Un muerto el 20 de diciembre
Mi jefe de área me llamó para que venga a trabajar, dice que deje de hacer berrinches o renuncie. ¿Caprichos? Hoy murió otro, lo vi en las noticias y, aun así, estoy en el trabajo. No podía permanecer todo el tiempo en mi cama, pero si me quedan solo cuatro días de vida, ¿no debería estar haciendo otra cosa? Creo que no me funciona la cabeza. Sin contar que Ezra mata a sus víctimas de diferentes formas, así que no hay un patrón para que yo pueda prever su ataque contra mí.
El miedo se apodera de mí cuando mi falso amigo llega al trabajo y sus ojos se encuentran con los míos. Su sonrisa se expande, entonces se dirige hasta mi cubículo. Como si no hubiera matado a nadie, me abraza, estando muy contento de verme.
—¡Pensé que ya no vendrías! —dice, emocionado.
Antes de que pueda apartarlo, él lo hace. Se dirige al árbol navideño de la sala y apoya un regalo debajo de este. Manosea un segundo el mío, luego se defiende sin que yo haya objetado algo.
—¡No lo abrí! —me aclara—. Ahora estamos empatados, también te estaré vigilando para que no lo hagas.
Sigo muda y regresa a su asiento en su cubículo. Mantiene la mirada y yo realizo el mismo gesto. Su sonrisa continúa fija, sin cuestionarse que no le respondí. Bajo la vista, rápido, entonces vuelvo mi atención al computador.
—¿El gerente te dio una reprimenda? —pregunta.
—Algo así —digo en una voz muy baja.
—Me encanta que me respondas, me hiciste sentir solito.
—Sobre Navidad... —Hago una pausa—. Debería viajar a visitar a unos parientes lejanos.
—¿Vas a viajar? —Parece sorprendido—. Creí que trabajarías.
—Sí.
—¿A dónde irás? —Mantiene la sonrisa—. Envíame postales.
—A las montañas, me gusta la nieve.
—¿Y el alquiler?
—Me di cuenta de que tengo una vida muy aburrida, mejor largarse.
—¿Cuándo te vas? No sé si encuentres micro en Navidad.
—Tienes razón y el pasaje es muy caro. —Giro mi vista a mirarlo—. ¿Me lo pagarías?
Se ríe.
—¿Tú pidiéndome dinero? Es el apocalipsis.
—Te lo regresaré.
—Claro, pero cobro en Noche Buena —especifica.
—Te quedaste sin dinero, qué casualidad.
—¿Casualidad? —Vuelve a reír y es obvio que se hace el confundido—. ¿Qué quieres decir?
—Nada, seguro te lo gastas en tus novias —bromeo en tono apagado.
—Bueno, si quieres puedes ser mi novia.
—Pero ya no tienes dinero.
—Qué oportunista.
—Cuidado, voy por tu fortuna —digo, molesta.
—Noto un tono hostil.
—¿Qué importa cómo hable? —Vuelvo a prestar atención a mi computadora.
No interesa porque ya estaré muerta.
Nos quedan dos capítulos y el epílogo. Tengo muchas ganas de que sea 23 y 24 🤭
Saludos, Vivi.
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