10: Un muerto el 14 de diciembre

Sucedió otra vez, tal como leí en su cronograma. Ahora no me queda duda, Ezra es el asesino de la compañía Babilonia y yo soy la última en su lista. Francisca, del área de relaciones públicas, acaba de morir el catorce de diciembre, luego de Tom, que ocurrió el once, precisamente como la fecha indicada. ¿Cómo pudo? Va tan campante como si nada pasara. Todavía no he superado lo de Tom y ya hay otro muerto en tan poco tiempo.

No entiendo cómo Ezra no tiene corazón sobre esto, o sea... ¡Era Tom! Hacía chistes con él, bromeaban juntos y se reían. Ni siquiera por su compinche tuvo piedad. No sé qué me espera a mí. Y a Alrik sé que lo detesta, va a matarlo pronto también, así que no se trata solo de sentimentalismos. No es si te quiere o no, solo te asesina y ya.

Debería contarle a Alrik, pero quizás se ría de mí como la policía. No nos conocemos tanto en realidad. Quizás Tom sí me hubiera creído, pero ahora es demasiado tarde para él. Encontré esa lista en un momento que ya es irreversible e irreparable. No me la quedé, luego de habérsela mostrado a la ley, porque no quería que Ezra sospechara.

—¿Pollito? —pregunta Ezra, sentado en la silla de su escritorio, refiriéndose a mi almuerzo, que no he podido terminar, mientras estoy reclinada en el respaldo del asiento de mi cubículo—. ¿Está bueno? —Me roba una pata y la prueba, luego la apoya de nuevo en el táper—. Ya veo por qué lo dejaste. —Se ríe.

—No tengo apetito por todo lo que está pasando —murmuro.

Apoya su mano en mi hombro y me sobresalto.

—No te preocupes, no te ocurrirá nada. —Observa mi reacción, pero no se da cuenta—. Perdón, no me limpié. —Agarra una servilleta.

No me estremecí por eso, ni siquiera está sucia su mano, pero es una buena excusa.

—Y cuando te cases... —Cambio de tema, para imaginar que él no es un asesino—. ¿Dejarás de trabajar aquí?

Abandona el papel a un lado en su mesa.

—Viajaré por el mundo con mi esposa, nos compraremos una casita en el bosque y luego...

—¿Hablas en serio sobre casarte en Navidad? —lo interrumpo.

Mueve las cejas.

—Sí, tengo un turno en el registro civil y todo.

Lo observo, desconcertada.

—¿Pero no necesitas el nombre de la desconocida para realizar ese trámite?

Está loco.

—He puesto un nombre ficticio. Estoy seguro de que en Navidad encontraré a la persona correcta.

Creo que habla en serio. Aunque no debería sorprenderme. Si es capaz de asesinar a sus conocidos del trabajo, ¿por qué no se casaría con una desconocida? Qué diosito se apiade del alma de esa mujer.

¿Creen que Ezra se case el 25 de diciembre? 

Saludos, Vivi.

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