La sangre chorrea por mi frente, mis ojos se encuentran con los de él y mis dedos sueltan la cajita de regalo. Esta rueda por el suelo, se escucha como golpea con el piso, una y otra vez, como mi corazón por culpa del miedo. El presente deja de rodar, entonces la nota de este queda del lado de arriba.

"Feliz Navidad, Ezra. Te quiere, tu amiga, Kenya".

Varios días antes.

Hay mucha euforia en la compañía, empieza el mes más escandaloso para nuestra empresa, la cual se especializa en tecnología y marketing digital. El problema es que mi área, la de contabilidad, tiene que medir cada presupuesto para no corromper el hilo de todo lo que hay que hacer. Aunque, en realidad, ya lo han perdido. Una compañera del área de soporte técnico ha muerto hoy. Miro las noticias en la sala de descanso y no puedo creer que sea a un piso de mi lugar de trabajo. Clausuraron la entrada, pero los dueños lograron que sigamos trabajando como si nada.

―Apaga eso, te vas a estresar. ―Ezra presiona el botón del televisor y se ríe―. Y te volverás vieja.

Observo que tiene un raspón en la cara.

―¿Qué te ocurrió? ―Señalo.

―Mi gato es un loquillo.

―Cuídate los ojos ―declaro, estupefacta―. Por eso no me gustan los animales.

―No te espantes, es un rasguño ―expresa, sin importancia, y mueve los hombros―. ¿Vemos si los de diseño gráfico terminaron? Hay que calcular todo antes de que se acabe el año.

―Te lo tomas demasiado tranquilo, murió alguien hace poco.

―La gente fallece todos los días, no podemos hacer nada para arreglarlo.

―Si tú lo dices.

―¿Y qué me vas a regalar para Navidad? ―cambia de tema.

Sonrío.

―Eso es un secreto.