Aquel día fue uno muy particular, sin duda.

Ella se encontraba confundida, aturdida y pensativa. Las mismas ideas turbias rondaban en su mente.

La clase seguía su rumbo. Alumnos gritando nombres de ciertas personas para molestarlos con otras ciertas personas, la profesora intentando callarlos y la muchacha... golpeando su cabeza contra la pared que se encontraba al lado suyo.

¿Día normal? Por supuesto.

Ese día entregaron algunos exámenes. Ella encontró una buena calificación como siempre, aunque se exigía demasiado la mayoría del tiempo.

Y algunas veces, lo dejaba pasar. ¿Un 10 en música esta tarde? Lo superaría, estaba medio segura.

Al recibir la evaluación, volteó su mirada hacia aquella persona especial.

Y los recuerdos estaban presentes en mayor proporción. Otra vez.

La misma escena, los mismo sentimientos de alegría, pero no la misma persona.

Le dolía, lo aguantaba y por alguna razón... se alegraba.

Dolorosos y bellos recuerdos. 

Recuerdos que no le permitían olvidarlo.

Y nuevos recuerdos se formaban cada día. Nuevos recuerdos que siempre la dejaban confundida y con la opción de descartar su única alternativa de desacerse de un amor no correspondido.

Sólo quería un amigo, sólo un amigo... 

Y eso fue lo que nunca obtuvo de él.

«Ya deja de confundirme más. ¿Me detestas o en el fondo me quieres? aunque sea únicamente una persona más para ti. »

Ella arrancó la hoja color celeste en dónde escribió aquel fragmente de una patética carta y lo tiró al tacho de basura.

Lo mismo que quería hacer con su patético corazón.