I Encuentro I


Lima — Perú [Discoteca Chronos]

La música electrónica retumbaba con fuerza a las afueras de la discoteca generando que algunos de los vidrios de las tiendas aledañas vibraran un poco; nuevamente observé a la larga y casi interminable cola de gente, suspiré sintiéndome cansada y un tanto incomoda. Todos estaban esperando con ansias que el reloj marcara la medianoche para poder ingresar y disfrutar de la inauguración de aquel lugar.

Me recosté en la pared, mientras que de mi chaqueta sacaba una cajetilla de cigarrillos, tomé uno entre mis dedos y apreté el roll para volverlo mentolado, lo coloqué sobre mis labios y luego lo encendí; di una profunda calada la cual refrescó mi interior, y luego de algunos segundos, exhalé el humo formando una pequeña nube que fue desapareciendo.

No entendía como me había dejado arrastrar a este lugar, de por sí, el ver la masiva cantidad de gente que moría por entrar me desanimaba y no, no es que fuera alguien antisocial, es solo que, de tan solo pensar en el calor y el sudor que se formaría dentro, lograba desmotivarme enormemente.

—¿Podrías cambiar esa cara tan horrible que traes ahora mismo? —Luciana, mi mejor amiga, golpeaba el suelo con sus tacones de forma insistente.

Sus manos fueron directamente hacia el lugar donde había guardado la cajetilla, y luego de sujetarla, sonrió victoriosa, tomó uno y se lo colocó sobre sus labios mientras me observaba con insistencia, así que, volteando los ojos, tomé el encendedor y lo prendí.

—¡Ya verás que nos divertiremos muchísimo! —exclamó luego de exhalar el humo.

Conocía a Luciana desde hace unos cuatro años, y pese a que, en los inicios, ambas no cruzábamos palabra alguna, al llevar casi las mismas materias en la universidad, nuestra cercanía fue creciendo poco a poco, y contra todo pronóstico, nos volvimos inseparables.

Ella tenía una personalidad bastante peculiar, y todo esto se reflejaba desde su forma de vestir, hasta en sus relaciones amorosas. Como por ejemplo: El día de hoy, por quinceava vez, había terminado con quien ella catalogaba como « El amor de su vida, a menos que no regresen ». A decir verdad, a veces me resultaba difícil entenderla, no lograba comprender como una muchacha tan guapa e inteligente como ella, siempre tenía que estar sufriendo o pasando malos ratos por un mequetrefe, pero supongo que era algo normal, después de todo, esa es la gracia de enamorarse, cuando lo haces inevitablemente en cierto grado, te vuelves alguien tonto.

—¿Viste la cantidad de gente que hay? —le susurré en su oído con algo de fastidio—. Siento que el lugar será un horno cuando todos comiencen a bailar.
—¿Y eso que importa? es parte de la diversión —me respondió con total desinterés.
—Si claro —repliqué sarcástica—. Estar bañada en sudor ajeno forma parte de mi lista de deseos. Apropósito ¿Dónde demonios te enteraste que este sitio abriría? Con solo ver a los mastodontes que cuidan la entrada siento miedo.
—¡Ay vamos! —rio—, no seas exagerada. Bueno ¿Recuerdas que me fui con el innombrable durante unas semanas a Santiago?
—Claro .—Me crucé de brazos mientras volcaba los ojos—, luego de eso terminaron, y me terminaste arrastrando a otro bar.
—¡Shh! Ya te dije que no me recuerdes cosas innecesarias —su mano se movió con insistencia restándole importancia—. Bueno, a lo que iba, cuando estuvimos por allá encontramos una discoteca muy buena llamada «Los Oscuritos»
—Espera ¿Qué? —la piel se me escarapeló al escuchar el nombre—. Dios, que extraña coincidencia.
—¿De qué hablas?
—Nada, me acordé de una historia que ando leyendo.
—¿Otra vez con eso? —bufó— ¡Ya te dije que dejes de pasar horas y horas leyendo cosas raras!
—¡No son cosas raras! El hecho de que a ti no te guste, no significa que sean cosas raras, he encontrado historias muy buenas...
—Si, si, lo que digas Caro—me interrumpió antes de que pudiera continuar—. Bueno, el lugar era muy agradable —aquel brillo de sus ojos cuando estaba emocionada se hizo presente— ¡Y ni qué decir del personal! Uff, si hubiera estado soltera, me hubiera agarrado a uno de ellos.
—Sí, te creo capaz.
—Me conoces bien —rio—. Bueno, la cosa es que, al parecer, el dueño de ese lugar decidió expandir su cadena de discotecas y pues, aquí nos encontramos.
—Vaya, pues para que tenga un antro en otro país, el lugar debe de ser muy bueno.
—¡Ni que lo digas! Te vuelvo a repetir, si hubieras estado ahí te hubieras divertido en grande, es por eso que sí este lugar tiene el mismo dueño, no dudo de la excelente calidad que tendrá la ambientación y la música, además, quien sabe —exclamó con picardía—. Quizás esta noche logre algo con alguien.
—Te pido, por favor, que al menos si vas a intercambiar fluidos, no sea en mi presencia, no me gustaría ser el violinista de tu encuentro casual.
—Tu tranquila, verás que ambas conseguiremos unos lindos galanes hoy.
—No gracias, sabes que no me gustan los choques y fugas de una noche.
—¡Que aguafiestas eres a veces!
—Así me amas —le respondí con sorna.
—Claro baby, te amo pese a que seas tan apática y aburrida.

Una vez que dio la hora establecida, la cola comenzó a moverse, Luciana pegó un pequeño gritito de emoción a la par que me sujetaba para avanzar, tenía mi brazo tan pegado a su cuerpo, que lograba sentir a detalle como sus pechonalidades saltaban de arriba hacia abajo con cada paso que daba. Cuando finalmente llegamos a estar frente a los enormes mastodontes, nos colocaron unos extraños brazaletes, el de ella era de color negro, y el mío era de color dorado. En definitiva, si de lejos lograron intimidarme, nada se comparaba a tenerlos cerca.

—¿Para qué es esto? —le pregunté al guardia de la izquierda que tenía una cicatriz en el rostro la cual me resultó bastante familiar.
—Es para que tengan acceso a la barra libre, son nuestras clientas número cien —me señaló—, y ciento uno —repitió la acción con ella.
—¡No me lo creo, estamos de suerte! —le respondió eufórica— ¡Muchas gracias!
—Bienvenidas a la eterna oscuridad —el segundo guardia que hasta ahora no había emitido palabra alguna, habló mientras sonreía de lado—, que tengan una sangrienta velada.

En cuanto terminó de decir eso, nuevamente mi corazón palpitó con fuerza, pero antes de que siquiera pudiera responder o preguntar el porqué de ese saludo tan particular, Luciana ya me había jalado dentro del recinto mientras caminaba en dirección a la barra. En ese pequeño trayecto, medité lo que acababa de escuchar con detenimiento: todo era una simple coincidencia, claro, después de todo, de seguro habría muchas discotecas que te daban la bienvenida de esa forma.

—Dios... Estoy algo paranoica —susurré para mí, a la par que jalaba una de las sillas altas y me sentaba frente a la barra.
—¿Qué dijiste?
—Nada, son cosas mías, o eso creo.
—Bienvenidas preciosas ¿Puedo ver sus brazaletes?

El barman se apareció frente a nosotras, y cabe resaltar, que Luciana quedo embelesada con su aspecto, había que admitirlo, salvo por los guardias de afuera, todo el personal que lograba ver movilizarse aquí dentro eran muy guapos.

—Oh sí, claro —Luciana le extendió la mano al barman mientras le sonreía pícaramente.
—Muchas gracias, bella dama ¿Y usted?
—Ah sí, perdona.

Al hacer lo mismo que Luciana, el barman sonrió de lado mientras parecía que reprimía una risa, lo cual me causó extrañeza, de por sí, la velada había comenzado de una forma muy anormal y llena de coincidencias muy raras y escalofriantes, en lo único que podía pensar en esos momentos, era en ahorcar a la autora de «DELO» por tenerme en tal estado paranoico.

— Muy bien, ambas tienen acceso libre a la barra, pueden ordenar lo que quieran ¿Qué les puedo servir?

Observé la larga pila de licores que tenía a su espalda, y para ser francos, la oferta era sumamente tentadora. Desde donde me encontraba, podía visualizar tragos que rara vez podía consumir, a menos que fuera en alguna ocasión importante.

—Quiero un orgasmo en la playa —ella le respondió de manera instantánea mientras le alzaba ambas cejas de manera seductora.
—Oh, muy buena elección, con gusto te daré un orgasmo —el muchacho le respondía de la misma forma a su coqueteo descarado, y oficialmente, para ese punto, ya estaba resignada a ser la violinista—. ¿Y a ti muñeca? ¿Qué puedo servirte?
—Solo quiero un Whisky en las rocas.
—Muy bien, enseguida se los preparo.

Ambos comenzaron a entablar una conversación, nos preparó lo que le pedimos, y de forma inmediata, Luciana le relató su vida como si lo conociera desde hace años, pero sin perder la oportunidad de decirle lo guapo que era en comparación a sus ex's parejas, luego, le preguntó cuáles eran sus horarios libres. De tanto oír el parloteo entre Dimitri, el barman, y mi mejor amiga, incluso ya me sabía cuáles eran los gustos musicales que compartían.

No pude evitar suspirar, aunque bueno, cada vez que ella terminaba con alguien, pasaba lo mismo. Giré un poco en mi asiento para observar a detalle el lugar, las paredes estaban pintadas de color negro y solo había una delgada línea color dorada para que se pudiera distinguir en medio de esa oscuridad que camino había que seguir; sus muebles eran anchos y con respaldar, todos de cuero negro, solo las mesas poseían una tonalidad rojiza similar al color de una cereza.

Luego de más coqueteos innecesarios entre ambos, para el séptimo trago de Luciana, ella ya se encontraba con la cabeza pegada a la barra, mientras balbuceaba como extrañaba a Rodrigo, su ex, y que, pese a que Dimitri le había dado su número de celular, ella no lograba sentirse bien, sentía como si le estuviera siendo infiel.

—¡Lishtho! —gritó ella de la nada generando que me asustara—. ¡No piensho lloorar más por ese... ese idiotah insenshible y manishero!
—Créeme, que lo último, no era necesario que lo compartas conmigo.

Ella volvió a pegar la cabeza a la barra mientras movía el líquido de su licor preparado, sus parpados se abrían y se cerraban mientras observaba hacia un punto fijo en algún lugar, y al cabo de unos minutos de silencio, nuevamente se despegó de ahí para hablarme.

—¡Pero mírathe! Tan zobriha co... como cuando entramhos.
—¿Quién dice que estoy sobria? —bufé—. Voy por el cuarto vaso de Whisky, solo que no estoy tan ebria como tú, además, si me embriago demasiado ¿Quién te arrastrará hasta tú casa?
—¿Sabesh? Lho que te faltah es que alguien te la muevah bien.
—¿Qué? —comencé a reírme de manera algo escandalosa.
—Ya sabesh, te falta alguien que en las cu... cuatro perillas te hagah brincar, como un monoh en trampolín.

Antes de que pudiera responderle a sus ocurrencias, Luciana se paró rápidamente de la silla, casi tumbándola, y salió corriendo en dirección al baño, seguramente se encontraba tan mareada que necesitaba vomitar. El barman se acercó a mí y me preguntó si quería un trago más de Whisky, a lo que le dije que no, y de ser posible, si tenía algo de agua se lo agradecería bastante.

Luego de que me sirvió, continuó atendiendo a la gente que se acercaba a pedir un trago, algunos simplemente se llevaban las botellas de cerveza, pero otros, pedían un preparado especial. Un bostezo se escapó de mi boca, me sentía algo cansada, y sumado al mareo, sentía deseos de dormir un poco. Las luces de colores parpadeaban y daban la ilusión de que la gente se movía por fracciones de segundos «Freaks de Timmy Trumpet & Savage» era lo que retumbaba con fuerza en los parlantes, y al ritmo de la música todas las personas comenzaban a saltar eufóricas, había que admitirlo, el ambiente era muy agradable.

—Hola preciosa ¿Estás sola?

Volteé a observar a la persona que se sentó a mi lado mientras ponía una mueca de desagrado en mi rostro, lo que menos quería en este momento era lidiar con un ebrio coqueto. Al observarlo con detenimiento, me di cuenta de que era un muchacho de cabello color negro hasta los hombros, se podía visualizar un piercing a la altura de su ceja, y otro sobre su labio, sus ojos eran oscuros, o al menos por las fracciones de segundo en las cuales las luces se prendían pude percatarme de eso; su mirada paseaba desde mi rostro hasta mi cuerpo, lo cual me generó asco inmediato.

—No —le respondí con desinterés—, no estoy sola, mi acompañante vendrá en breve.
—¿Tu amiga? —bufó—, las llevo viendo desde hace rato y no han hecho más que estar aquí tomando ¿No quieres bailar un poco?

El aroma de su boca llegó a mi nariz, me pude percatar de la mezcla particular entre cerveza y cigarrillo; la sonrisa que tenía plasmada en su rostro lograba exasperarme, porque en aquella mirada libidinosa que me mandaba, estaba cien por ciento segura de que no solo tenía intenciones de bailar.

—No gracias, no bailo.
—¿Por qué? —sonrió de lado tratando de ser seductor—. Vamos preciosa, sé que te divertirás conmigo.
—¿Entiendes lo que es no? —le respondí molesta por su insistencia.
—¿Y si mejor vamos a los box privados? Es que te veo y me da calor.
—¿Y si mejor te vas a la mierda? —le pregunté mientras fruncía el ceño.
—Uy, eres agresiva, eso me pone más caliente todavía.

El tipo se me acercó y me sujetó con fuerza de la muñeca donde llevaba el brazalete y luego comenzó a jalonearme, observé hacia los lados, pero ni el barman, ni la cajera se encontraban en sus puestos como para poder pedirles ayuda.

Los vasos de Whisky que había tomado ya habían hecho acto de presencia en mí organismo, y no contaba con la suficiente fuerza para poder resistirme a su fuerte agarre, sentía como prácticamente me arrastraba en medio de la pista de baile, y pese a mis suplicas e insultos, no se detenía, incluso, ninguna de las personas que cruzaban por nuestro lado, parecían siquiera reparar en mí presencia.

Luego de caminar por un corredor oscuro alumbrado por luces color violeta, comencé a ver las puertas a cada lado, cada una poseía un número diferente, en este punto, solo me quedaba esperar un milagro, o también esperar que se distrajera lo suficiente para golpear su entrepierna y salir huyendo como si no hubiera un mañana.

—Suéltala —escuché que le ordeno una voz brusca y enojada atrás de mí.
—No me jodas... —el tipo volteó y enseguida palideció—. Lo... Lo siento Alex —los ojos del sujeto se abrieron de golpe y comenzó a temblar producto del miedo—, no sabía que la habías marcado.

En menos de un segundo él desapareció y no pude evitar quedarme estática, mi cuerpo comenzó a temblar ligeramente a la par que respiraba con dificultad, me vi obligada a voltear lentamente para ver a mi salvador.

—¿Q... Qué? T... Tú —dije con nerviosismo una vez que observé de quien se trataba.

Mi corazón comenzó a golpetear con fuerza mi pecho, frente a mí estaba Alex, o alguien sumamente parecido a él. Mis ojos no sabían dónde enfocarse, así que comencé a observar cada detalle de él, ese cabello rubio como el de un ángel, aquellos ojos de ensueño y ese perfecto cuerpo; en definitiva, era él, o eso creía, tuve que cerrar los ojos y peñizcarme, no daba crédito a lo que estaba viendo en esos momentos.

—Ay mierda... —sujeté mi cabeza y comencé a golpearla con mis puños—. No, no ¿Cuánto tomé? Voy a enjuiciar al barman, seguro me metió droga en el trago ¿O estoy dormida? Si, quizás deba ser eso, —reí con nerviosismo— ¡Cerebro, esta es una fea manera de jugar con mis emociones en este momento!

Cerré los ojos con fuerza y comencé a contar hasta cinco, imaginaba el panorama de manera muy positiva, quizás me había dormido en la barra, así que una vez que me relajé, respiré una considerable cantidad de aire y la fui soltando poco a poco a la par que mis ojos se abrían, pero al hacerlo, aquel hermoso noctívago de ensueño seguía frente a mí.

—¡Pero con un carajo! —grité mientras golpeaba mi cabeza— ¡Despierta ya cerebrito!
—¿Qué haces? —preguntó él con sorna mientras sonreía de lado.
—Tú no eres real, no —solté una risa histérica—, no, esto es solo un sueño, un hermoso sueño, bueno, tampoco es que me esté quejando, porque eres tú, pero ya llegar al punto de...

Antes de que mi incesable parloteo continuara, Alex me tomó por la cintura y aparecimos en medio de la pista de baile, la música ahora era un poco más calmada y las parejas bailaban algo pegadas unos con otros, «Mardy Bum de Arctic Monkeys» era lo que sonaba por los parlantes.

Para cuando salí de mi desvarío por tenerlo frente a mí, sentí como sus manos obligaban a mis brazos a rodear su cuello, la diferencia de tamaños era abismal y a duras penas podía hacerlo; una vez que estuve bien sujeta a él, colocó una de sus manos en mi espalda baja.

Me atrajo hacia él como si se tratara de un imán y yo fuera un pedazo de metal; mi mente lo recorría y mi cuerpo se deleitaba con aquel pequeño tacto entre nosotros, y en ese momento sentí una descarga eléctrica envolviéndome, desde aquel lugar donde reposaba su mano, hasta mi cabeza.

—Ay Dios, ¿Estoy soñando? —volví a preguntar.
—¿Crees que es un sueño? —sonrió de forma seductora.
—La verdad, no lo sé, pero si esto fuera un sueño, pues, está demasiado tranquilo.
—¿Enserio? —alzó ambas cejas mientras sonreía— ¿Qué cosas sueñas conmigo?
—Bueno... —me sonrojé—, esas son cosas que una señorita no debería decir —reí de forma nerviosa—. Tan solo te diré que lo que menos tendríamos puesto encima es la ropa.
—Vaya, pero que desinhibida, normalmente estoy acostumbrado a yo ser el que pone a las mujeres nerviosas.
—Lo sé, pero si esto es un sueño es normal que me comporte así.
—Jaja —rio—. Eres graciosa, no muchas se atreven a hablarme de esa manera.
—Bueno, yo no soy como el resto.
—Eso es lo que puedo ver —sus dedos comenzaron a hacer pequeños círculos en mi espalda y me sobresalté.
—¿Lo harás? —le pregunté divertida.
—¿Hacer qué?
—Volverme tú vasalla, siéndote franca, me gustaría serlo.
—Jajaja —rio mientras negaba con insistencia—, vaya, es la primera vez que me lo piden de una forma tan natural, normalmente, primero las marco y luego escucho muchas quejas.
—Bueno, es mi sueño, y como te repito, yo soy diferente a las demás.

Tras decir esto, me observó a los ojos, mi cuerpo se sintió aletargado mientras observaba a aquellos orbes brillar con fuerza por las luces de la pista de baile, uno de sus dedos acarició desde mi cuello hasta mi pecho y sentí nuevamente aquella descarga eléctrica recorrerme por completo; sus ojos me observaban a detalle y yo me sentía desnuda, sentía que estaba expuesta ante él, sentía que él podía ver hasta lo más profundo de mi alma. Su rostro se hundió en mi cabellera y pude escuchar con nitidez como aspiraba el aroma que esta poseía, luego, mordisqueó ligeramente el lóbulo de mi oreja y un pequeño gemido se me escapó de manera involuntaria, lo que lo hizo sonreír con más goce.

Mi mente se encontraba ida, y conforme su tacto seguía recorriéndome, comencé a ver todo de manera borrosa; sus ojos brillaban a medida que acortaba aún más la distancia que había entre nuestros cuerpos, y finalmente, luego de una larga agonía, él juntó sus labios con los míos, y yo por instinto, cerré los ojos. Su lengua pidió permiso para entrar en mi boca, y se lo concedí, me sentía volar en las nubes, el sentir su respiración y la mía mezcladas como si se tratara de un hermoso baile era sumamente placentero, tan solo por aquel pequeño contacto, podía sentir que llegaba al clímax.

Pero, así como empezó aquel beso tan apasionado, todo se detuvo, su boca bajó hasta mí clavícula y sentí sus colmillos enterrarse, al principio dolió, pero luego, aquel dolor se volvió algo placentero.

Sentí su cuerpo alejarse y dejarme mientras aun me encontraba en las nubes, y al abrir los ojos me encontré sola en medio de la pista, él se había marchado, dejándome aun en aquel trance, dejando mis hormonas loicas y alborotadas, pero, sobre todo, me había dejado sumamente confundida, no entendía que había sucedido. Definitivamente, este sueño había sido el mejor de mi vida, porque lo sentí real y al observar mi muñeca no pude evitar sonreír al ver su marca tatuada en mi piel.

Una vez que me di cuenta de que estaba comenzando a llamar la atención por estar parada en medio de la pista sin hacer nada, caminé nuevamente a la barra sintiéndome avergonzada; no pude evitar pasar uno de mis dedos por mis labios, estos aún se sentían tibios, y esto solo me generó que sonriera aún más.

—¿Dónde estabas?

Luciana me observó en cuanto llegué y frunció el ceño, yo simplemente le sonreí como una idiota mientras me comenzaba a reír bajo, ella se asustó por mi reacción, y luego de tomar mi rostro entre sus manos, alzó ambas cejas de manera pícara.

—¿No que no te iban los choques y fugas de una noche?
—No fue un choque y fuga —la corregí—. Fue una hermosa fantasía vuelta realidad. Además, estoy soñando, no importa lo que pase.

Ella volvió a observarme con preocupación, y luego de decir que ya había bebido demasiado, ambas salimos de la discoteca cuando ya casi eran las cinco de la mañana, tomamos un taxi y durante todo el trayecto yo aún me mantenía aletargada y sonriente, definitivamente si esto era obra del barman, necesitaba volver nuevamente, pero, si tan solo se trataba de un sueño más, quería guardar este momento para siempre en mi mente.

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