Nueve.
Capítulo nueve
Jeff no había tenido noticias de Olivia desde hacía un par de semanas, y eso lo estaba carcomiendo. Sabía que su amistad era complicada, por no decir disfuncional: solo se veían cuando acompañaba a sus padres a casa de Olivia o cuando ella se escabullía algunos fines de semana con Bob. Pero a pesar de las dificultades, Olivia significaba mucho para Jeff, era su mejor amiga, se conocían desde muy pequeños y estaba seguro de que no había nadie en el mundo que la conociera mejor que él, además de Bob.
Ahora, ya iba para el segundo fin de semana sin noticias de Olivia o de Bob, lo que comenzaba a preocuparlo seriamente. No había recibido ni un solo mensaje de texto, después de que Elías le confiscara su móvil pensando que lo iba a usar para armar un plan maquiavélico y escapar el día de su boda.
Aún así, con esperanzas, Jeff se sentó en su escritorio, con la vista fija en la pantalla de su móvil, por horas, esperando un mensaje que nunca llegó. ¿Y si les había pasado algo? ¿O si Olivia se había cansado de ser amiga de alguien tan aburrido como él? Lo último que sabía era que su padre seguía sin cambiar de opinión y la obligaría a casarse con ese sujeto detestable de la casa de al lado.
¿Y si habían adelantado la boda y ahora Jackson la tenía cautiva en lo alto de una torre, muy lejos de todos? ¡Genial! Menos tiempo para compartir con sus amigos, pensó con amargura.
Si Olivia se casaba, ni ella ni Bob vendrían a visitarlo nunca más. Con un suspiro pesado, decidió encender la TV para programar una de las series que los tres solían ver juntos, pero al encenderla, su corazón se hundió.
El programa había sido reemplazado por un escalofriante reportaje acerca de la mansión al otro lado de la ciudad, la más antigua de todas, donde vivía el político Elías Morgan y su familia. Una explosión había envuelto el edificio en llamaradas, humo, polvo y escombros. En las noticias no decían nada sobre Olivia ni Bob, solo hablaban de las investigaciones en curso y la recompensa que los tíos de Olivia ofrecían por información. Además, se mencionaba la muerte de Jackson Morelli, un giro sorprendente en la historia.
Quería ir corriendo a casa de Olivia para celebrar, sin embargo, no tenía con quién compartir ese sentimiento. Ahora mismo la mansión de los Morgan era la escena de un crimen sin resolver y Olivia ni Bob estaban allí.
"Si algo les pasó, si Jackson les hizo algo..." —masculló con rabia, apretando los puños con fuerza— "¡desenterraría el cadáver de ese hijo de puta solo para matarlo de nuevo!".
Era de noche, y Jeff no podía conciliar el sueño. Olivia y Bob estaban en problemas mientras él estaba a salvo en su casa. ¿Y si le habían dejado algún mensaje o pista en la escena del crimen? ¿Qué le impediría a los reporteros que vinieran a su casa a entrevistarlo?. O peor, que lo que ocurrió en casa de Olivia también le pasara a él.
¿Así se sentía la calma antes de una tormenta?
No quería poner en peligro a su familia ni complicar las cosas para Olivia y Bob.
Un sonido fuerte, proveniente del sótano, le puso los pelos de punta. No tenía mascotas y sus padres estaban en una convención al otro lado de la ciudad y no regresarían en unas horas, así que estaba solo. ¿Qué había sido aquello? ¿Una rata o algo peor? Estaba muy asustado. Con manos temblorosas, agarró una linterna y bajó al sótano.
Al abrir la puerta, vio una figura desplomarse en el suelo. ¿Qué carajos? Se le heló la sangre al reconocer a Bob. Estaba malherido, cubierto de sangre y parecía que ni siquiera podía mantenerse en pie.
—¿Qué carajos, Bob? ¿Y a ti qué te pasó? ¿Quién te hizo esto? —preguntó Jeff, mientras se arrodillaba a su lado y presionaba la herida, que tenía un aspecto terrible. De ella brotaba una gran cantidad de sangre y, si seguía así, Bob podría desangrarse y morir en sus brazos. No, no, no. Eso no podía pasar. No ahí y no ahora.
Por más que quisiera mantener a sus padres a salvo, alejados del caos, ahora mismo los necesitaba allí. Ellos sabrían qué hacer, habían lidiado con situaciones como estas toda su vida en el área de urgencias, hasta que se habían decidido por dejarlo de lado, montar su propio consultorio y realizar visitas domiciliarias.
— Olivia... Tengo que hablar con Olivia —dijo Bob con voz débil, sacándolo de sus pensamientos. Jeff, con el corazón en la garganta, miró a su amigo, tratando de mantener la calma. ¡Carajo!
¿Cómo lo hacían sus padres?
—Recupera fuerzas, Bob. Pronto estaremos con ella — dijo Jeff, aunque por dentro estaba petrificado. Nunca antes habia visto tanta sangre. Ni siquiera cuando sus padres le ponían esos documentales de casos extremos médicos y le enseñaban una que otra cosa: ellos deseaban que Jeff asistiera a la Facultad de Medicina para que siguiera el legado familiar y eso a él nunca le había enfadado. Jeff admiraba a sus padres y deseaba seguir sus pasos, pero ahora que tenía en frente a Bob, desangrándose, pensaba reconsiderarlo. ¿Podría lidiar con cosas así por el resto de su vida?
Bob lo sacó de sus pensamientos. — No, Jeff. Quiero hablar con ella ahora. Tú no lo entiendes, es por Chaze. Mi hijo está en peligro, todos lo estamos. Hans, ese maldito bastardo, nos mintió —habló Bob, antes de perder la consciencia.
—¿Hans? ¿Quién carajos es Hans? —preguntó Jeff, propinándole una palmada en la mejilla. — ¿Cómo carajos hiciste para llegar hasta aquí, Bob? Esto es muy grave.
Bob volvió a abrir los ojos.
—Tomé el metro y me aseguré de que nadie me viera en este estado. No saben que estoy aquí —dijo él, con dolor—. Con respecto a Hans, te lo contaré todo... si sobrevivo.
Jeff lo miró con tristeza. ¿Bob iba a morir? ¿Iba a morirse en sus brazos? ¿En serio iba a dejar que eso pasara? ¿Pero, qué podía hacer para salvarle la vida? ¿Debía llevarlo al hospital? Se lo consultó.
— No, al hospital no. Seamos discretos. La prensa está como loca, y ya sabes cómo son en esta ciudad. La política está siempre a un paso adelante para aprovecharse de las malas situaciones. Aún no puede salir nada a la luz pública, Jeff. —dijo Bob. Ahora Jeff le apretaba la mano con fuerza, mientras lágrimas salían de sus ojos.
¿Qué iba a hacer con él? ¿Cómo le explicaría a sus padres que un hombre había muerto allí, en sus brazos, y que él no había hecho nada para impedirlo? ¿Cómo iba a dejarlo morir por un acto de discreción? Jamás, se dijo a sí mismo. Sobre su cadáver. De seguro habría algo que hacer, información que intercambiar con la policía para mantener todo en secreto por un tiempo más.
— No lo pienses mucho. Ya soy hombre muerto —habló nuevamente Bob, comenzando a escupir sangre—. Sé que te pido bastante, pero encuentra a Olivia y dile que lo siento mucho. A mí ya no me queda tiempo. Salven a mi pequeño hijo -suspiró profundamente —. No permitan que a él le pase lo mismo.
—Ambos se lo diremos, ambos los salvaremos. ¡Me importa un bledo que la prensa se entere, hoy no vas a morir y tú mismo protegerás a Chaze! —dijo Jeff.
Tras unos segundos, la ambulancia llegó y lograron estabilizarlo. Ahora Molineri estaba de camino al quirofano y Jeff a la estación de policía, a punto de ser interrogado. Se sentía como Superman, sin capa, sin ser Clark Kent, pero como Superman.
—¿Lucas? ¿Sabes algo sobre esto? ¿Sabes de qué está hablando? —Olivia lo miraba con desesperación, esperando una respuesta. Seguía temblando y su pecho subía y bajaba con rapidez. La espalda le dolía por estar en la misma posición durante tanto tiempo, con la soga apretándole y dejando marcas en sus muñecas y piernas. Desde donde estaba, notó cómo Andreine, con la mirada gacha, evitaba fijar la vista en un punto, luciendo ansiosa y desubicada.
Olivia la recordaba como una figura imponente, una presencia constante y molesta en su vida, pero ahora se veía indefensa e, incluso, inocente. Parecía que ya no disfrutaba verla amordazada, como antes lo habría hecho. Definitivamente, esa no era la misma chica que se burlaba de ella en el jardín principal, junto a su hermano. Andreine todavía no lograba asimilar la muerte de su hermano, y ahora, con la bomba explotando sobre su madre en medio del salón principal, la situación era insostenible.
En cuanto las luces se encendieron, Olivia decidió dejar de observarla. No quería intensificar el sentimiento de incomodidad en ella. Además, ahora podía ver a Lucas con sus ojos azules cristalinos, y él le correspondía la mirada. Fue entonces cuando empezó a hablar, y sus palabras sonaban sinceras. ¿Estaría Olivia en lo cierto, o se estaría dejando llevar por el momento? Mordió su labio, dudando.
—Nos tendieron una trampa —dijo Lucas, justo antes de que Hans lo golpeara nuevamente. Thomas le pidió a Hans que lo dejara hablar—. ¡Maldito Hans! Tú... —dijo señalándolo—. Tú nos dijiste que debíamos asesinarla, que eran órdenes de Thomas.
Thomas estaba al borde de perder la compostura; su expresión cambió y se puso en pie. Ahora era él quién golpeaba a Lucas.
—¡No te atrevas a mentir! —gritó, propinándole un fuerte golpe en el estómago sin compasión.
—¡Por favor, no le hagas daño! —clamó Olivia, incapaz de soportar ver a Lucas en ese estado.
—¡Entonces dile que diga la verdad! —Thomas volteó a mirar a Hans, ordenándole que golpeara nuevamente a Lucas para sacarle la verdad a golpes.
Olivia suspiró, sintiendo un nudo en su garganta. Sabía que su corazón estaba con Lucas, dijera la verdad o no. No obstante, había algo en él que la convencía de defenderlo.
—Él está diciendo la verdad —afirmó Olivia, con una firmeza que sorprendió a todos.
—¿Le crees, chiquilla ingenua? —rió Thomas. Hizo un gesto con la mano y detuvo los golpes de Hans—. Te daré otra oportunidad para confesar, asesino.
Lucas soltó una carcajada irónica, sorprendiendo a todos en la sala.
—¿Para que te diga que fui yo? ¿Para que te mienta? ¿Para que te mienta como él lo ha hecho todos estos años? Pude haberla cagado al confiar en él, pero no soy un asesino.
— Si no eres un asesino... —respondió Thomas—. ¿Por qué huir?
Un silencio sepulcral se instauró en la sala. Olivia palideció; el hombre tenía un punto. ¿Por qué huir? Entonces, Lucas habló. A pesar de la hinchazón en su ojo, una costilla rota, la sangre en sus dientes y las heridas en su rostro, esta vez no callaría. Huir había sido un error.
—Porque ella está viva. Camille está viva y teníamos que protegerla de ti y de él.
Las palabras de Lucas resonaron en la sala, dejando a todos conmocionados. Olivia sintió una chispa de esperanza. Ahora, todo tenía sentido.
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