tres | piel de neón, olor a motel
OO3
De nuevo nos trataron como malditos animales, nos durmieron y nos arrojaron en parejas o de tres a la calle, y peor aún en ropa interior.
—¿Dónde estamos? —la primera voz que escuché fue la de este chico extranjero.
—¿Quiénes son? —pregunté. —¿Con quién más estoy?
No podíamos vernos, porque teníamos los ojos vendados y las manos y pies atados. Me moría de frío, mi cuerpo estaba congelado, así que teníamos que buscar la manera en librarnos de aquella incómoda situación.
Moví mis manos un poco, porque sentí que rozaron mi espalda, lo primero que sentí fue el cristal de unos lentes. Genial, el señor Cho Sang Woo estaba ahí. Yo sola con dos hombres, ni siquiera quería quitarles la venda de los ojos, porque iba a ser lo más incómodo del mundo.
—oye fíjate. —me reclamó él, porque le tiré accidentalmente sus lentes.
—¿Cómo me voy a fijar, si tengo los ojos vendados?
—quítame la venda y nos voy a desatar. Mi cara está cerca de tus manos.
Aún con las menos vendadas hacia atrás, le arranqué la venda, y juro que me estremecí y el cuerpo se me heló aún más, cuando sentí su aliento cálido en en mi espalda baja, porque me estaba desatando las manos con la boca. Y Luego me desaté los pies y me quité la venda.
—Ahora tú desátame.
—¿Y por qué? —le dije mientras me ponía mi ropa de nuevo.
—Deja de juegos niña, ya desátame.
—Ajá.
Fui primero a desatar al otro chico y esperé a que él también se cambiara.
—Gracias, muchas gracias señorita. —me dio la mano.
—No es nada. —le sonreí.
Sang woo me miraba con una mirada súper molesta, sí intimidaba, pero a mí me causaba risa por alguna razón. De todo el frío y la desesperación por no poder desatarnos, no me había detenido a fijarme en su figura, todo lo que esconde ese impecable traje, se veía malditamente bien, se veía sexy. Tenía un cuerpo perfecto y súper trabajado.
Pero dejé de pensar en esas cosas, para finalmente desatarlo. Después se puso sus pantalones y su camisa, no se dio cuenta de que lo observaba, hasta que se estaba acomodando su saco.
—¿Qué me ves? —me dijo él.
—Relaje señor, está más irritado que de costumbre.
—oiga señor. —llamó el otro chido. — ¿sabe dónde estamos?
él miró hacia el edificio que teníamos en frente. —Yeoido.
—¿Dónde está exactamente?
—En el centro de Seúl. —le respondí.
—¿Alguno de ustedes tiene su teléfono? ¿Me dejan usarlo por favor? Solo una llamada.
—yo olvidé el mío en mi casa. —le dije.
Sang woo sacó su celular de su saco pero creo que no tenía batería. Así que caminamos hasta la primera tienda y él estaba en la caja mientras el extranjero y yo platicábamos.
—así que te llamas Ali Abdul. —le dije. —¿Por qué tardaste tanto el revelar tu nombre? —él rió.
Sang woo era una amargado, a lo lejos se le notaba, yo sé que tenía problemas, pero mínimo una sonrisa aunque sea falsa ¿no? Digo, Ali y yo sí sonreíamos a pensar de tener problemas también. Pero en lugar de eso, le aventó a Ali su teléfono para hacer su llamada. Bueno, de igual manera el celular es suyo y no mío.
—¿Por qué no has comido nada? —me preguntó sin mirarme.
—No tengo hambre.
Ya no dijo nada, acabó su ramen y luego se salió afuera de la tienda. Prendió un cigarro, yo lo veía a través del cristal. Y repito, se veía tan bien. Yo sé que no debo de pensar estas cosas, sé que es un hombre a quien tengo que respetar, pero no podía evitarlo, aún sin hacer nada él se veía tan atractivo. Quizás era su personalidad seria y reservada la que lo hacía verse así. Estuvo conversando un rato más con Ali, no supe sobre qué, pero le dio dinero y este le agradeció como mil veces y se fue, entonces yo salí.
—¿Qué? —me dijo él.
—Nada.
Él entró de nuevo a la tienda, ¿lo habrá hecho por qué yo salí a hacerle compañía y no me quería tener cerca.
—¿Quieres algo? —me preguntó desde la puerta.
—Sí pero yo lo pago.
Sang woo había sacado un six pack de cervezas del refrigerador.
—Si le digo que quiero de sus cervezas ¿me daría una?
—No creo que sea buena idea darle alcohol a una niña.
—¡Ay ya basta! Lo dice como si tuviera quince años.
—Está bien, como tú digas.
Fuimos a la caja a pagar, bueno, más bien él pagó, y nos nos quedamos sentados en la banqueta mientras tomábamos las cervezas. Yo al dar el primer trago, hice una mueca, no me gustaba el alcohol, no se porque esta vez me interesó mucho más.
él se rió, poquito, pero alcancé a escucharlo. —¿Cuál es la gracia, señor empresario?
—Ni siquiera te gustó. ¿No pudiste escoger algo más?
—tiene razón, es asquerosa ¿por qué a la gente le atrae tanto?
—Aún no sé tu nombre.
—¿En serio no se lo he dicho? Bueno, me llame Eun-ji, Seok Eun-ji.
él solo asintió. —¿Quieres? —ahora me ofrecía un cigarro.
—No, no fumo. Pero gracias.
Nos quedamos un rato en silencio, solo el sonido de los carros y las motos era lo que se escuchaba.
—Así que... señor empresario ¿cómo fue que terminó en ese espantoso lugar?
él suspiró, para darle otra calada larga a su cigarro y finalmente hablar. —Lo que escuchaste esta mañana, en los juegos. Mal invertí el dinero y fracasé. No solo yo tengo deudas, gracias a mí, mi madre también las tiene, las puse a su nombre. —volvió a fumar. —ella cree que hijo está en un exitoso viaje de negocios en Estados Unidos... qué vergüenza.
No sabía qué decir, no pensé que alguien pudiera tener esos problemas. No iba a decirle nada genérico como un "todo se va a solucionar" porque realmente no sabía la magnitud de sus problemas, más allá de lo que me contó. Bueno, quizás eso justificaba su actitud. Pobre hombre.
—¿y tú? Escuché que dijiste algo sobre la universidad.
—Ah, sí. —le di un trago a mi cerveza. —mis papás jamás me ayudarían a pagar la escuela que yo quiero. En la preparatoria, ni siquiera me daban dinero para mi comida o mi pasaje, ellos no me dan nada. Desde que tenía 15 años comencé a trabajar porque me di cuenta de que tengo necesidades, que necesito dinero y que no puedo esperar a que me llegue solo.
—Ojalá fuera fácil. —miró hacia el frente y elevó un poco su mirada, yo hice lo mismo, me preguntaba qué estaba pensando. —Imagina la gente que está allá, en el último piso. —veía un hotel grandísimo que teníamos en frente. —seguro su vida es perfecta.
—no puede estar tan seguro.
Él me miró y ya no dijo nada más, seguimos tomando en silencio por un momento. Aunque extrañamente no era ese inquietante silencio incómodo, más bien parecía tranquilizarnos un poco, hace rato estábamos tan tensos, que ni siquiera me imaginaba que la noche iba a acabar así.
Ya después de un rato nos habíamos acabado las seis cervezas, tres cada uno. Yo ya me sentía tomada, muchísimo más que él, yo no tomo, y para mí tres cervezas cuentan como diez. Pero bueno, vi que del otro lado de la calle había un pequeño bar, no era la gran cosa, pero tampoco era de mala muerte. Se veía hasta acogedor.
—¿No se le hace interesante ese lugar?
—¿Quieres ir? —me pregunta.
—Pues... ¿usted quiere?
—Vamos un rato, después te acompaño a tu casa.
¿En serio se estaba preocupando por mí? ¿O solo estaba fingiendo? Sentía que el hombre con el que me topé hace rato por primera vez, era otro, diferente a este con el que estaba justo ahora. Hace rato sang woo se portaba grosero, indiferente, como si mi presencia le molestara.
Ya por fin estaba perdida, mis sentidos no estaban bien y juraba que mis neuronas se habían hecho aún más pequeñas o que incluso algunas hasta desaparecieron. Sang Woo por su parte se veía tranquilo, como si estuviera acostumbrado a este tipo de cosas.
Yo no, creo que el hecho de tener un papá alcohólico, me hacía tenerle miedo al alcohol. Pero ya estaba ebria. Tanto, como para empezar a ver de manera distinta al hombre que tenía frente a mí. Hace rato no lo pude ver, por la situación en la que estábamos. Pero el señor Cho Sang Woo era realmente muy atractivo. Su porte tan masculino y perfecto, espalda ancha, grande y firme, con brazos y manso fuertes. Se veía alguien tan decente y elegante, más con ese traje y los lentes, distinto a los hombres con lo que yo convivía.
—oiga, si no es mucha indiscreción. —le dije. —¿Está casado?
él miró hacia abajo mientras negaba con su cabeza. —¿Por qué la pregunta? —volvió a mirarme.
No sabía si seguir mis impulsos, los famosos pensamientos intrusivos, que casi siempre terminaban mal. Pero al menos esa noche, estaba segura de que lo único que quería era lanzarme encima de él y besarlo.
—46 años y sigue soltero, ¿por qué será?
—No lo sé, pero no creo que a ti te deba importar.
—tiene razón, no me importa para nada.
—¿Y tú cuántos años tienes?
—Veinte.
—Veinte... —repitió. —Es una etapa divertida.
También el hecho de la diferencia de edades, eso no lo había pensado hasta ahora, pero era algo que me daba curiosidad, saber cómo funcionaba, qué pensaba él, qué ideas tenía acerca de vivir, qué compartimos y en qué estamos en desacuerdo.
Tenerlo ahí frente a mí, me ponía nerviosa, me ponía tensa y fría. Sus ojos no eran para nada expresivos, la única expresión que apenas y se le podía notar era lo que parecía ser melancólica, una tristeza vaga, que estaba segura le carcomía por dentro. Tenía ojos grandes y rasgados, sus labios perfectamente finos y rosados, un rostro que daba paz verlo.
Le quité su cigarro de su boca y lo llevé a la mía. Él me miró serio, como siempre. Esa expresión fría nunca iba a abandonar su rostro. Sang woo me lo quitó de vuelta y lo llevó otra vez a su boca. Todo eso sin perder de vista los ojos del otro.
—¿por qué me lo quita si hace rato me ofreció uno, señor?
—por favor, no soy "señor", deja de decirme así.
—perdón.
Nos miramos unos segundos más.
Entonces fue ahí cuando todo pensamiento razonable desapareció de mí, y como si no él no lo quisiera también, me acerqué a él con la desesperada intención de besarlo, sentir sus labios finos sobre los míos, la forma en la que él hacía la cosas, quería saberlo, todo lo que él sabía hacer, yo quería saberlo.
Nos estuvimos besando un buen rato, hasta que él tomó la iniciativa de separarse de mí. Como una cubeta con hielos, sentí el cuerpo frío, me había llegado una vergüenza terrible. No hice nada más que mirar al suelo, esperando a que él dijera algo.
Y con una de sus grandes manos, tomó mi barbilla y la alzó a la par de su cara, para que pudiera verlo de nuevo. Con los ojos cansados, una mirada invasiva sin duda.
—¿Por qué lo hiciste? —me pregunta, sonaba tranquilo.
—¿Le molestó? —yo por mi parte, moría de la vergüenza.
—Todo lo contrario. —tocaba mis piernas por debajo de la mesa, no había mucho que tocar, además de que traía unos jeans flojos.
Ahora fue él quien se me acercó, de verdad que su lengua era maestra y tenía una manera de besar tan exquisita que me mataba por dentro. Podía jurar que era mi mejor beso hasta el día de hoy.
—Sang Woo.. —suspiré cerca de sus labios, aún sentía su aliento sobre mí. —Quiero hacerlo... contigo.
—¿Hacer que? —su pregunta sonaba inocente, como si no supiera de que le hablaba. —Sé más específica, niña.
—Hablo, de que... —tomé aire antes de confesarle el deseo que sentía por él justo ahora, entonces me acerqué a su oído y le susurré: —Quiero que me cojas.
Él cerró los ojos, acompañados de una pequeña risita, se quitó los lentes y talló sus ojos. De verdad que cada gesto suyo, por más mínimo y sencillo que fuera, me lograba mojar la entrepierna.
—¿Estás segura?
—Sí. Si no, no te lo estaría pidiendo.
—hay un motel a unos pasos de aquí, frente a la tienda. No sé si lo viste.
—Donde sea, pero por favor... te necesito, ahora.
Estaba taaaan tomada, no media lo que decía, en lo regalada y fácil que sonaba, seguro eso era lo que él estaba pensando sobre mí, pero bueno, la única ventaja del alcohol que había tomado el control de mi cuerpo, fue que no tenía pena de decirle las cosas sin algún tipo de filtro.
Antes de ir, pasamos de nuevo a la tienda.
—Una caja de preservativos y una caja de Marlboro por favor. —pidió él a la cajera, yo estaba detrás de él, me sentía tan chiquita a su lado.
—¿Se le ofrece algo? —la cajera me miró.
—Vengo con él. —le contesté rápido. incluso esta nos miró raro a ambos, seguro pensando que era de lo más deplorable andar alguien como yo con un hombre de la edad de Sang Woo, a esas horas y comprando esas cosas, seguro hasta pensó que le estaba brindando un servicio, por la forma tan despreciable en qué me miró.
Pero bueno, él pagó y nos fuimos, tomé su brazo con mi mano, como sujetándome de él, y antes de salir de la tienda, volví a ver hacia la caja, y la mujer se nos quedó viendo peor que antes, o al menos solo a mí. En fin, cada quien conserva sus valores y vive su vida como quiere, y yo en este momento estaba a punto de perder hasta mi último valor y la mas mínima sobre de dignidad, con el señor Sang Woo.
Entramos a la habitación, él hizo todo el proceso.
Estaba bien, para pasar una noche aleatoria con alguien que conocí hasta esta mañana, que me ayudó a no morir, estaba muy bien.
Él se me acercó, yo involuntariamente me hacía para atrás, hasta que mi cuerpo chocó con la pared y ya no tenía de qué sostenerme, él tocó mi mejilla y pasó un mechón de mi cabello atrás de mi oreja. Su toque delicado y suave fue lo suficientemente intenso como para ponerme a temblar.
—Estás temblando. —me dijo. —¿Segura que quieres continuar con esto?
—sí. —le dije sin titubear. —Sí quiero.
Ya no dijo nada más, y pegó su cuerpo contra el mío, besándome como si quisiera comerme, exagerado, pero así lo sentí. Mordió mis labios, metió su lengua en mi boca y parecía guiarme a continuar el beso de la misma manera que él. Me alzó las piernas y me hizo enrollarlas al costado de su cadera, después así me llevó hasta la cama, sentándome encima suyo. Me empezó a sacar la ropa que traía encima, mi suéter y mi camisa primero, estaba por desabrochar mi sostén, pero él me detuvo.
—Deja, yo lo hago. —entonces hizo lo que dijo, ya moría porque me los tocara o les hiciera lo que él quisiera, pero se detuvo para decirme algo antes. —que bonitas. —miraba mis pechos con una sonrisa.
Yo no podía estarme aguantando más, Sang Woo parecía querer matarme por la calma con la que estaba llevando la situación, entonces involuntariamente comencé a frotarme sobre su pierna, aún con mis jeans puestos, podía sentir esa fricción que empezaba a desesperarme más.
—¿Tanto lo quieres? —su voz sonaba más grave.
Mi mejor respuesta fue seguir haciendo lo que hacía. Él me apartó con brusquedad y una fuerza que lejos de asustarme, me excitó más. Sujetó mis manos llevándolas al costado de cada lado mi cama, posicionándose sobre mi cuerpo, casi dejándome inmóvil.
—tendrás que esperar un poco más, niña.
Se apartó, dejándome súper agitada. Verlo quitarse su corbata, su saco y luego su camisa frente a mí, fue un deleite y la mejor escena que vería en años. No pude aguantar, empecé a tocarme yo sola.
Él fue de nuevo conmigo a la cama y rió al verme.
—Me encanta verte tocándote pensando en mí, por mí... pero prefiero ser yo quien haga ese trabajo.
Se puso sobre mí, se acercó a mis labios pero no me besó. Me bajó los jeans y llevó su mano hacia mi zona íntima, yo gemí fuerte al tan solo sentir su toque, no era que ya estaba sintiendo el placer al borde, sino que por la sorpresa que me tomó, por la inquietud de saber todo lo que él me haría esa noche. Todo eso me volvía loca.
Ya no estaba jugando, ya se portaba como el adulto de la situación ( los dos lo éramos, pero él más ) y empezó a tocarme más, a frotar sus dedos sobre mis panties, lo hacía lento, después más rápido, hasta que ya empecé a gemirle como desesperada.
—Ya por favor... ¡Sang woo! —mi voz ya estaba muy agitada.
—Dime si quieres que continúe, porque una vez haciéndolo, no voy a parar aunque me lo ruegues.
—Sí sí. Continúa... te... te lo ruego.
—que mojada estás, y todo por mí.
Sang woo dejó de solo tocarme, para empezar a meter sus dedos en mi vagina, no me dolió nada, porque ya estaba muy húmeda y por lo tanto perfectamente lubricada. Cuando metió un tercer dedo, fue cuando entonces sí grité.
—¡Sang Woo!
—Estás siendo muy ruidosa, ¿sabes que los de la habitación de al lado te pueden escuchar?
—pues ellos están haciendo lo mismo ¿no?
—Mírate, tan linda... nunca pensé que la niña tan detestable y enfadosa que conocí hace rato, también escondía este lado.
Él siguió haciendo lo suyo, metía y sacaba sus dedos a una velocidad desenfrenada, mientras que con una táctica maestra me ponía a ver las malditas estrellas. Lo estaba haciendo tan bien, yo casi estaba por venirme y eso que apenas estábamos iniciando. Pero es que era el señor Cho Sang Woo, un hombre de 46 años, seguro con muchísima experiencia, por eso le resultaba tan fácil darme tanto placer, más que cualquier otro chico de mi edad.
—¿Por qué... —suspiré enojada. —¿Por qué te detienes?
No respondió y bajó un poco más, abrió mis piernas y las puso sobre sus hombros. Empezó a lamer muy suave, delicado, solo con la punta de su lengua, pero eso ya era lo suficiente y bastante como para que yo me estuviera arqueando como gata.
—¿Te gusta así? —su voz, su voz era un placer escucharla así, grave, ronca. —no hace falta que respondas, se nota que sí.
Pasó de lamarme con la punta de su lengua, a succionar con toda su boca, ahora el placer me aumentaba diez veces más, mientras lo hacía, seguía metiéndome dos dedos. Mi respuesta ante todo eso, mi manera de hacerle saber que me estaba encantando, era gemir su nombre fuertemente, jalarle el pelo, enterrar su cara entre mis piernas, apretarlo con mis piernas.
—Mhmm... ¡Dios, Sang Woo!
—¿Te falta mucho?
—No... no... ya casi... me vengo.
De nuevo cuando estaba por venirme, él se detuvo. Mis piernas quedaron con esa horrible sensación temblorosa, digo horrible porque no terminó lo que empezó, lo cual me ponía frustrada. Pero no iba a corregir lo métodos de sang woo al tener sexo, porque seguro él sabía perfectamente como lo hacía. Me besó, me besó tan fuerte, casi devorándome, incluso juro que pude sentir mi propio sabor.
Se bajó sus pantalones y sus boxers, entonces supe que ya venía la mejor parte, y como digo, ya estaba muy mojada, lista para él, se puso el preservativo y me agarró fuerte de la cintura y se deslizó en mi interior. La sentí toda, hasta donde pudo llegar. Se movió lento al principio, para acostumbrarme a la sensación dice, después lo hacía fuerte y rápido.
—Que estrecha estás, Eun-ji... te sientes tan bien. —me susurró cerca de mi cara.
—por favor... más.
—¿Más?
—Sí... sí te lo ruego.
—Solo si me sigues rogando. —puso su mano en mi cuello, ejerciendo un poco de presión. —Quiero que me supliques y digas mi nombre.
—te lo ruego Sang Woo... cógeme y hazlo fuerte... por favor hazme lo que tú quieras.
—después de esto, tú serás mía... bueno, desde ahora ya o eres.
—Sí soy tuya. —sentí una embestida muy profunda, sin aviso. —¡Dios, sí!
—pásate arriba, sentirás mejor.
Me puso sobre él, me ayudó a acomodarme bien para que me entrara hasta dentro, y sí era cierto lo que me dijo, arriba sentía mucho más placer. Puso sus manos en mis nalgas y me ayudaba a moverme de atrás hacia adelante. Todo lo hacía rápido, con mucha fuerza y bruscamente, jamás me habían tratado así como él, con esa desesperación, esa hambre de mi carne. Era alguien tan apasionado en el sexo, que lo tomaba como una tarea normal pero capaz de convertirlo en algo artístico, casi mágico,
—dime una cosa, niña... dime quién te va a coger así de bien.
—qué egocéntrico es, señor Sang Woo. —apenas y podía haberle sin entrecortar mi voz. —Pero tiene razón, nunca me lo han hecho como usted, y sé que nunca nadie me va follar como usted.
Dejó de tocarme, para ahora tocar mis pechos que rebotaban frente a él, los apretaba y estrujaba mis pezones, se inclinó un poco para lamerlos. Sabía usar la lengua súper bien. Lo hacía como si fuera un puto dios sexual, parecía nunca agotarse, a pesar de ser él mucho mayor que yo, me lograba cansar más a mí, mientras él aún con toda su energía me estaba cogiendo de la mejor manera en que nadie lo había hecho.
—Eun-ji... —gimió mi nombre, me excitó de una manera tan desquiciada. —sigue así preciosa... estoy por venirme.
—Hazlo adentro de mí.
—¿Estás segura?
—Mjm.. —le volví a gemir.
Bastó unos minutos más para que yo terminara, el primer orgasmo que me dio en la noche, y me desplomé rendida sobre su pecho, pero él aún no lo hacía, y obvio no quería decepcionarlo ni dejarlo insatisfecho, no después de que me estaba dando el mejor sexo de mi vida. Así que aún cansada, me moví de todas las maneras posibles encima de él; en círculos, de adelante hacia atrás, saltándole.
Entonces echó su cabeza para atrás, mientras que sus dedos los clavaba en mis muslos, apretándome, lastimándome. Tenía la imagen perfecta frente a mis ojos, la cara orgásmica de Sang Woo, algo que yo le estaba causando. Se inclinó un poco hacia mí, empezó a besar mi cuello y hasta a morderlo, seguro eso dejaría marcas, y mis senos los apretaba como si fueran pelotitas antiestrés.
Él gimió y suspiró cuando se vino finalmente, dejando su cara descansar entre el hueco de mi cuello.
Y repetimos, repetimos una y mil veces hasta saciar nuestra hambre del otro, hasta desmenuzarnos y hasta que las pieles se hicieron una, cuando toda pena entre los dos desapareció. Estábamos en un mundo donde ya no había problemas, solo nosotros dos en un momento mágico. Sentí una conexión tan grande con él, fuerte, me sentía atada a su cuerpo, que después de eso no iba a querer que nadie me tocara, nadie que no fuera él.
Le di unos últimos besos antes de recostarme sobre su pecho descubierto, sentía como él rascaba mi cabeza y enredaba sus dedos entre mi cabello, todo con suavidad y sin ninguna prisa. Sang woo dejó un beso sobre mi cabello, continuó así hasta que ya no aguanté el sueño.
Me volvió a acomodar de otro modo, pasó uno de sus brazos por debajo de mi cuerpo y me atrajo hacia él, pegándome más a su cuerpo y a la vez abrazándome, haciendo que mi cara quedara pegada a su pecho, degustando de su embriagador olor masculino.
—Hace frío. —le dije.
—Entonces te voy a abrazar hasta que ya no tengas frío. —nos tapó con una manta.
—¿Qué hora es?
miró su reloj de su mano. —4:12.
—Wow... ni siquiera sentí el tiempos.
él rió. —No te preocupes, solo hay que dormir. Ya mañana veremos que pasa.
—hasta mañana Sang Woo, descansa.
—dulces sueños, Eun-ji.
Me besó y ya sin más que decir, nos dormimos
M
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