once | dolor y placer, combinación perfecta




O11


1 minuto con 15 segundos, ese era el tiempo que nos quedaba para cruzar el puente de vidrios. El señor de en frente se estaba tomando su tiempo, tranquilo, como si tuviéramos todo el día.

—¿Cuál sigue? —Sang Woo le preguntó desesperado. —¡Decide ya!

—Necesito escuchar el sonido. —volteó a vernos a todos. —¿Tienes algo para lanzar? —me preguntó.

Yo no tenía nada, Sang Woo y Sae-byeok tampoco, pero Gi hun tenía una canica y nos la fuimos pasando hasta dársela al señor. Él la lanzó sobre un cristal, pero necesitaba una más para descifrar cuál era el correcto.

Ya no había tiempo, eso era evidente y el cronómetro que emitía un sonido de tensión nos lo hacía saber. La cercanía de mi próxima muerte me respiraba en el cuello, sentía desgarrarme las entrañas y apretarme fuerte. Sentí la presencia de alguien detrás de mí, era Sang Woo, estaba en el mismo peldaño que yo... ¿que estaba haciendo?

—Sang Woo... —murmuré asustada.

Él me veía como a una total desconocida, serio y firme. Me sentía fría, sentí terror de él... como si estuviera ahí para empujarme. Estaba detrás de mí.

—¿Qué... que haces? —le pregunté.

—No estoy seguro. —decía el tipo de en frente. —No estoy seguro.

Y en eso, Sang Woo se saltó al próximo peldaño, donde estaba ese hombre.

—¡Entonces solo salta!

Sang Woo lo empujó, así sin nada de piedad ni remordimientos. El hombre cayó en el peldaño equivocado, entonces ya sabíamos cuál era el correcto y ya teníamos para cruzar. Solo había que ganarle al tiempo, a los pocos segundos que nos quedaban.

—¡Cruza, ya!

Me gritó él, porque yo me quedé estática en mi lugar, no podía creer que había hecho eso, todos lo vimos con miedo, como si fuera alguien de quien cuidarse.

Pero al ver que faltaban menos de quince segundos, los tres lo seguimos y cruzamos.

Una vez que todos estábamos del otro lado, las luces volvieron a prenderse y todos los peldaños explotaron, el puente estalló por completo. Se quebró en miles de añicos que nos rozaron por todo el cuerpo, cortándonos en el cara, los brazos, las piernas, donde sea que pudieron entrar.

Mi abdomen.

Cuando todo eso acabó, sentí un ardor caliente en mi abdomen, me dolía horrible, sabía que tenía algo ahí. Pero no contaba de qué magnitud sería.

—¿Estás bien? —Sang Woo me preguntó.

Ni siquiera le pude responder, no podía, el dolor no me dejaba, no tenía fuerzas ni para hablar.

Los guardias nos llevaron de nuevo al cuarto.

Bajar las escaleras me dolía tanto, con cada paso que queda, sentía que ese enorme pedazo de vidrio se me enterraba más. Iba detrás de Sae-byeok, me tropecé porque sentía mis piernas débiles, y para no caer me agarré de su hombro.

—¿Estás bien? —ella me preguntó.

—Sí.

Estábamos otra vez en el cuarto. Que momento de mi vida tan deprimente y difícil de aceptarlo, ya solo había cuatro camas, de 456 personas, ya solo estabamos cuatro. El silencio era desesperante, había un vacío enorme en la habitación, el aire era denso y amargo. Y quien sea que se lleva el dinero, llevaría el remordimiento de que estaba manchado de toda la sangre de las personas que murieron de una forma tan inhumada y cruel ahí.

De mi sangre.

—Eun-ji. —sang woo me tomó del hombro.

No quería hablar con él, no quería que me viera así. Tan débil.

—Estoy... estoy bien. —apenas y pude decir sin sollozar.

Me fui a mi cama, que ahora estaba junto a la de Sae-byeok.

—Oye. —ella me habló. —En serio ¿estás bien?

—Sí, estoy bien. Solo estoy cansada.

Me era imposible prestarle atención a algo, a escuchar por qué estaban discutiendo Gi hun y Sang Woo, porque sus voces molestas se escuchaban por todo el cuarto, el eco las hacía resonar más.

Hasta que escuché mi nombre.

—¿Y si hubiera sido Eun-ji?.. tú la quieres, o no sé, pero la has protegido desde que entramos aquí, me he dado cuenta... ¿o solo estás con ella porque es débil y pequeña y puedes aprovecharte fácil de eso?

¿Débil y pequeña? En este momento me sentía de todo, menos eso.

—¡Ay, mierda! Gi hun. —estaba de lo más molesto. Suspiró y se mordió el labio antes de continuar. —¿Sabes por qué tu vida es tan patética? Es porque haces preguntas inútiles incluso en este tipo de situaciones. Porque eres un idiota entrometido que se está volviendo loco, y siempre tienes que estarte metiendo en problemas para saber que los hay. —se quedó callado unos segundos, después siguió gritándole. —Y en cuanto a Eun-ji, podría matar a todos los malditos jugadores, menos a ella.

—Te aprovechas de su edad, Sang Woo. De qué es manipulable, es lo que has hecho con todos nosotros, manipularnos. ¿Por qué es con quien pasas más tiempo? ¿Por qué la amas? ¿Por qué te enamoraste de ella y de su ingenuidad?

—Porque ella sí me da la razón y sabe que tenemos que sobrevivir, y que a eso vinimos, a matar a todos para salvar nuestra maldita vida... y sí, porque la amo.

—¿Cómo vas a amarla? Ella es veintiséis años menor que tú. ¡Es una niña!

—¿Ves como siempre haces preguntas estúpidas? Por eso tu vida es una mierda.

—Es cierto, es mi culpa que terminaras así. Estoy loco, y soy incompetente, soy un idiota entrometido que solo es mantenido por su madre anciana. —por fin gi hun se había enojado, era la primera vez que lo veía así. —Aunque, ¿por qué el orgullo de Ssangmun-dong, el genio Cho Sang Woo terminó aquí, metido en esta mierda, con un idiota como yo? ¿También es mi culpa?

El aire estaba cargado de tensión, se sentía tan pesado, seguro Sang Woo y Gi hun se iban a agarrar a golpes, de no haber sido por lo guardias que entraron con cuatro cajas pequeñas que parecían de regalo.

—Jugadores finalistas, los felicitamos verdaderamente por superar con éxito estos cinco juegos. Como lo dije, ahora son los jugadores finalistas y hemos preparado un regalo especial para ustedes. Antes de revelárselos, por favor, pónganse el atuendo que preparamos para ustedes.

Fui la primera en tomarlo e ir al baño lo más rápido que pude. Había un vestido largo color blanco, con mangas largas, la tela era suave y cómoda, atrás tenía bordado mi número "316", también había un traje formal de pantalón y saco, obviamente me pondría el vestido, se ajustaba al cuerpo pero sin apretarlo, sería la opción más cómoda. Era eso si quería seguir respirando bien en mis últimos minutos.

Me saqué la ropa, quedando solo con mi ropa interior. No quería ver, pero tuve que hacerlo, lloré a mares cuando vi el enorme pedazo de vidrio que tenía incrustado en el abdomen, no sabía qué hacer, si quitármelo para dejar de sufrir ese mortal dolor, o dejármelo ahí para ejercer presión y que mi sangre no saliera a chorros, debilitándome cada vez más.

Justo antes de sacarlo, abrieron la puerta.

Era Sae-byeok.

—Sae-byeok. —sin querer, pronuncié su nombre llorando.

—¿Qué tienes? —por fin la noté humana, bueno, era la segunda vez, la primera fue cuando murió ji-yeong. —¿Que te pasó?

Bajé mi mirada y quité mi camisa de mi abdomen. Ella vio lo que tenía ahí y su boca se abrió, seguramente sintió el dolor.

—Déjame ayudarte.

—¿Qué debo hacer?

—Mira, esto va a doler pero es necesario hacerlo. Si no esa cosa te va a matar antes de iniciar el último juego.

—Bueno, confío en ti.

—Voy a contar a la de tres... uno, dos...

No dijo el tres, cuando sacó rápido el vidrio de mi abdomen, grité de dolor, mi garganta hasta me dolió por eso, apreté fuerte el brazo de Sae-byeok que hasta le dejé una marca, pero finalmente ya no tenía esa cosa clavada en mí. Ella rompió mi camisa con sus dientes e hizo un tipo de vendaje que me pasó por todo mi abdomen y lo ajustó fuerte, para evitar desangrarme tanto.

—Solo debes resistir un poco más, es el último juego y seguro cuando terminen los guardias te van a atender.

—Gracias... gracias Kang Sae-byeok,

Nos seguimos caminando, ella igual limpiaba sus heridas que le dejaron los vidrios. Sae-byeok en lugar de mí eligió el traje, ya las dos habíamos terminado de vestirnos, solo estábamos lavándonos un poco la cara.

—¿Confías en ese hombre? —me pregunta mirándose a sí misma en el espejo.

—¿Qué... que hombre?

—El tipo con el que te la has pasado todos los días, el que empujó al jugador que estaba adelante de ti en el puente de cristal.

—¿Sang Woo? —ella asintió y me miró. —Yo... sí. —respondí muy segura de mis palabras. —Sí confío en él.

—Yo no lo haría tanto... su mirada me da miedo.

—Pero conmigo... me ha demostrado ser diferente conmigo.

Al llegar de nuevo al cuarto, este estaba perfectamente adornado con lámparas con una tenue luz que reflejaba calidad, una larga mesa cuadrada en el centro, con velas y manteles blancos. Cada uno se sentó de un lado de la mesa, teníamos un apetitoso banquete frente a nosotros, con miles de cubiertos, carne, frutas, verduras y una copa de vino.

La maldita última cena, que sutil.

Yo no podía comer, moría de hambre, pero juro que nada entraba en mi estómago, el más mínimo movimiento me costaba a horrores.

—No se preocupen y disfruten del banquete. —nos dijo un guardia.

Pronto se escuchó el tintineo de los cubiertos chocar con el plato de vidrio, era Sang Woo, fue el primero en probar la carne. Parecía desesperado por la manera en que comía, como si no hubiera comido en años, pero lo entendía, en este lugar nos daban de comer lo más mínimo, como si fuéramos esclavos. Después de eso siguió Gi hun y Sae-byeok, igual de hambrientos.

Yo quería hacer lo mismo, porque también moría de hambre. Comía lo que podía, comía lento y despacio, evitando lastimarme.

—Come. —escuché que sae-byeok me susurró.

Con trabajo, pero comí más de la mitad. Los guardias se pusieron a levantar todo una vez que terminamos, quitaron los platos, las copas, los cubiertos, los manteles.

Menos el cuchillo.

A cada uno nos dejaron un cuchillo en frente. ¿Eso era una indirecta? ¿Un indicio del próximo juego?

Había estado tratando de evitar a Sang Woo todo este rato, desde el último juego, supongo que ha estado tan sumido en sus pensamientos que no lo ha notado, pero bueno, ya era hora de hablar con él y decirle que estaba perfectamente bien.

Fui a su cama y me senté al lado de él, se estaba quedando dormido o al menos así parecía. En cuanto sintió la pesadez de mi cuerpo al lado suyo, me apuntó con su cuchillo sin pensarlo ni dos veces.

—Eun-ji. —suspiró con alivio y bajó el cuchillo. —Vi que casi no comiste ¿te sientes bien?

—Solo me duele un poco el estómago.

—Ya solo falta un juego Eun-ji... Solo debemos resistir un juego más y por fin todo esto se acabó.

—Tienes razón. —le sonreí, pero quería llorar también. —Ya casi se acaba todo.

—No llores. —me acercó a él y me recostó sobre su pecho. —Ya estamos a nada, vamos a irnos de aquí, niña.

Me sentía tan bien bajo sus brazos, bajo su protección y cuidado, que ni siquiera recordaba que me estaba muriendo, que probablemente ni siquiera alcanzaría a llegar al último juego.

—acompáñame al baño. —le susurré aún así.

—No... ¿a qué? —me miró confundido.

—Solo sígueme.

Me levanté de la cama, él sin entender nada, pero con una pequeña sonrisa asomándose en su cara, me siguió después de un ratito de estarlo pensando.

Una vez dentro, le puso seguro y se acercó a mí, sentándome en el lavabo, como lo había hecho más anteriores veces que hemos estado ahí.

Nos acercamos, hasta casi juntar nuestros labios, pero yo hablé antes de besarlo.

—¿Es cierto lo que le dijiste a Gi hun? —susurré muy cerca de sus labios.

—¿Sobre qué?

—Que tú... que me amas... y que podrías matar a todos menos a mí.

—¿En serio te sorprendería si te digo que sí? Es obvio Eun-ji.

—¿Por eso empujaste al tipo que estaba adelante de mí?

—Tú nunca lo hubieras hecho y el tiempo era cada vez menos. De no haberlo empujado, ninguno de los dos estaría aquí.

—Bueno, tal vez tienes razón... Sang Woo-

Apenas estaba por hablar, pero él fue más rápido y me besó, callándome así la boca. Me besó suave al principio, para subir la intensidad con cada segundo que pasaba. Era un deleite que me besara así, sabía muy bien cómo hacerlo.

—Que bonito vestido. —me susurró. —Aunque se vería mejor en el piso.

No.

Él no podía verme así. No podía darle la libertad de volver a desnudarme y ver lo que tengo en el abdomen.

—No, déjalo. —alejé sus manos. —Es que no quiero que se arrugue.

Él se rió un poquito y continuó besándome.

Nos besamos unos minutos más, pero yo pude sentirlo como si hubieran sido mil años. Porque mi mente tenía la capacidad de parar el tiempo y sentir que estaba en el momento adecuado, perfecto, que no estábamos por jugar otro juego que amenazaba la vida de uno de los dos, o aún peor, de los dos juntos, que en realidad cada que tocaba, por más delicado que fuera, no me mataba del dolor. Que todo estaba bien, que Sang Woo aún podía protegerme de todo.

—Sé que me dijiste que quieres hacerme el amor en una cama. —le dije separándome del beso. —Pero yo te necesito ahora.

—Pero casi empieza el último juego. No podemos.

—¿Y si uno de los dos muere en el próximo juego?

—No Eun-ji no digas eso.

—Es una posibilidad. —antes de que él pudiera decirme algo, lo volví a besar. —En serio quiero hacerlo ahora.

—¿Por qué tan desesperada?

¿Qué por qué estaba tan desesperada?

Porque no sabía si podía aguantar más, no sabía hasta cuando mi cuerpo podía seguir resistiendo, no sabía si esa pérdida de sangre me iba a terminar matando. O si moría en el siguiente juego. No sabía que iba a pasar conmigo en los próximos minutos y no quería morir sin sentir el calor de Sang Woo dentro de mí una ultima vez.

—¿Tú no quieres? —me limité a decir.

La expresión de su rostro fue la respuesta perfecta a mi pregunta, él lo deseaba tanto como yo. Bajó solo las mangas del vestido, para quitarme el sostén y dejar beso sobre mis senos y mi cuello, acarició todo mi cuerpo y lo tocó con una gentileza que nadie había tenido conmigo nunca.

Al mismo tiempo, yo le iba sacando su saco y desabotonando su camisa, que llevaban bordadas el número 218.

Sang Woo puso sus dos dedos de su mano derecha en mis labios, empujándolos hacia mi boca, le di el gusto que me estaba pidiendo indirectamente y los lamí, después los llevó hasta mi vagina y empezó a meterlos lento, hasta que los sentí hasta el fondo y entonces se dio la libertad de empujarlos fuerte y sin cuidado.

Yo me agarré del cuello de su camisa, mientras ahogaba mis chillidos en su boca, consolándome con los besos que él me daba.

—Suenas tan bien. —me susurró. —Estos momentos son los que me han dado fuerzas para seguir jugando.

Sacó sus dedos, para mejor introducirse él dentro de mí.

Era lo que quería, no lo había pensando así hasta que él me lo mencionó, no quería solo tener sexo, estaba segura de que quería hacer el amor con él, quería hacerlo con amor, poner cada uno la mitad esencial no solo de nuestro cuerpo, si no de nuestro espíritu, hasta hacerlo uno solo. Que sus palabras obscenas y vacías se convirtieran en promesas y que sus toques bruscos en caricias para mi alma.

Quizás empecé a verlo de ese modo, porque sentía que que estaba muriendo, estaba concentrada en el placer que Sang Woo me estaba regalado, me sentía ligera y que estaba flotando sobre las nubes. Ni sentía que ese cristal me había dejado una herida abierta en el abdomen.

Era la combinación perfecta entre placer y dolor.

—¡Ahh! —No pude contener ese grito doloroso, al sentir el cuerpo de Sang Woo chocar fuerte contra mi herida.

—¿Te lastimé? —me pregunta notoriamente preocupado.

—No. Sigue.

—¿Estás segura?

—Por favor, hazlo delicado.

él me dio un beso en la frente. —Sí, preciosa.

Fueron tres veces en las que se detuvo a preguntar si estaba bien, para responderle lo mismo las tres veces: sí.

Me aferré con mis manos en su espalda, clavándole mis uñas desgastadas y manchadas de sangre. Estaba llorando sobre su hombro, abrazándolo fuerte y llorando por el placer del momento y el dolor al sentir el cuerpo de Sang Woo sobre mi herida, pero tenía la suerte de que en la situación en la que estábamos, podía mentirle haciéndole creer que era un gemido de puro placer, y no un desgarrador grito de dolor.

Pero al verlo de nuevo en la cara, ver sus ojos todavía más cansados y rojos, la cicatriz ensangrenta en su mejilla, su cabello mojando estorbándole en la cara, sus pupilas mirándome fijamente como si yo fuera su pedazo de carne y mi sangre su perfecto vino, todo eso me hacía olvidar el dolor y el miedo.

Aunque no fue lo suficiente.

—¡Ahhh! —un segundo grito, más fuerte y más preocupante.

—Está bien, voy a parar aquí y me dirás que tienes.

Dejó de moverse ahora sí.

No dije nada, ya no podía mentirle, mucho menos cuando bajó la mirada y vio que se la cintura para abajo, mi perfecto vestido blanco estaba teñido del rojo intenso de mi sangre. Luego vio una de sus manos, con la que sujetaba mi cintura, manchada del mismo color. Por ultimo, su camisa.

—Eun-ji. —la preocupación y desesperación en su rostro me mataba. —¿Eun-ji que tienes?

—Sang Woo... —dije con dificultad. —Yo... no me siento bien.

—No no no, estarás bien... estarás bien, solo resiste un poco más por favor.

—Es que... ya no puedo.

—No digas eso, sí puedes. Por favor no te rindas, acuérdate que dijimos que daríamos lo mejor de nosotros para salir juntos de aquí.

—Tú tienes que salir de aquí, yo ya no creo que lo haga.

—¡Cállate! —me gritó molesto. —¡Mierda, solo cállate, Eun-ji!

—Perdón.

—Ven, vamos al cuarto, necesitas descansar bien en la cama.

Él me cargó entre sus brazos, como una princesa, y me llevó de regreso al cuarto y me acostó en su cama.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top