doce | amor, para bien o para mal



O12

Estaba acostada en la cama de Sang Woo, él me tapó con su sábana y estaba acariciando mi cara y tratando de limpiar con con mi sábana toda la sangre que estaba chorreando.

—Estarás bien. —me decía tratando de sonar calmado, pero la preocupación se notaba más fuerte. —Estarás bien Eun-ji. Y vamos a salir de aquí y... y vamos... Nosotros dos... —no podía continuar. —Tú vas a estar bien.

—No me mientas. —sollocé. —Es grave ¿verdad?

—No no no, no te preocupes ¿sí? Esto tiene solución. —apretó mi mano, mientras se esforzaba por mantener una sonrisa para mí, su rostro se fue tensando poco a poco, hasta que por fin salieron las lágrimas. —¡¿Por qué mierda no me dijiste nada!? —me reclamó, sonaba molesto.

—¿Serías capaz de renunciar al juego, por mí?

—Eres la única razón por la que lo haría.

—Por eso no te dije nada. Porque tú ibas a renunciar y te irías a tu casa sin un solo peso, después de haber resistido tanto. No merecerías esto, tú tienes que salir de aquí con el dinero.

—Tenemos. —me corrigió. —Los dos tenemos que salir de aquí con el dinero.

—Yo... ¡ah! —gemí del dolor, porque traté de sentarme.

—Tranquila, tranquila ¿sí? No te esfuerces tanto.

—No creo que pueda en el siguiente juego... a menos que se trate de estar sentados sin hacer nada.

—Sí, sí puedes. Vamos a aliarnos, nos ayudaremos como equipo y así pasaremos el juego juntos... Yo te voy a ayudar.

—Ya Sang Woo, deja de preocuparte tanto por mí y mejor preocúpate por ti... Hasta aquí llegué yo. Para mí, ya se acabó.

—¡Deja de decir estupideces! —me sacudió el cuerpo entero, sujetándome de los hombros.

—¿Qué no entiendes? Estoy muriendo. Me siento demasiado... cansada.

—Ya Eun-ji. Deja de de decir esas cosas... —bajaba cada vez más el tono de su voz. —Por favor.

—Tengo mucho sueño.

—No te dejes vencer así de fácil.

Me acosté de nuevo, él se puso de rodillas al lado de la cama y apretaba mi mano. Tenía frío, mucho más de lo normal, con cada palabra que salía de mi boca, sentía que ese vidrio aún seguía ahí y se me enterraba aún más. Simplemente ya quería cerrar mis ojos y descansar.

Sang Woo rompió la sábana, me hizo lo mismo que me hizo Sae-byeok con mi camisa y la pasó al rededor de mi cintura, vendándola fuerte para evitar desangrarme todavía más de lo que ya estaba.

—Solo quiero irme a casa, —por fin lloré. —tengo mucho miedo Sang Woo.

—No me hagas esto por favor... te lo ruego. —acercó sus manos a mi cara, estaban temblando y tan manchadas de mi sangre. —Eun-ji, nosotros vamos a salir de aquí juntos. Vamos a tener dinero y compraremos una casa bonita para los dos y viviremos ahí juntos, vas a estudiar la universidad y vas a ser una gran licenciada en administración de empresas... vamos a ser felices los dos. Sin preocupaciones, sin deudas, sin problemas... pero para eso, necesito que aguantes más, solo un poco, por favor.

—Sang Woo.. —suspiré.

—Dime, preciosa.

—Mátame.

él suspiro frustrado. —¿Qué estupidez me estás pidiendo? ¡Jamás haría eso!

—Solo... solo para aliviar el dolor... por favor.

—Ya cállate.

—Estás retrasando mi muerte. Y eso duele.

Él ya no me decía nada más, supongo que ya no sabía qué más decirme, porque muy en el fondo sabía yo no iba a durar mucho, aunque no lo quisiera aceptar. Sang Woo me miraba con una mirada llena de desesperación por no saber qué hacer, con una tristeza existencial, mordía sus labios y los apretaba, supongo que para evitar ponerse a llorar.

—Te prometo que haré lo posible para continuar... pero solo... déjame descansar, será solo un ratito antes de iniciar el siguiente juego.

—No te preocupes. —me dio un beso en la frente. —Yo no me apartaré de aquí... seguiré haciendo lo que he hecho desde que regresamos aquí.

—¿Si, y qué has hecho? —sabía a qué se refería, pero quería oírlo salir de sus propios labios.

—Amarte, besarte, tocarte, sentirte, velar tus sueños... Ya no podría imaginarme  una vida sin ti. Te amo

Me había dicho un "te amo". Él por su cuenta me lo confesó.

—Gracias por cuidar de mí... —le sonreí débilmente. —Señor empresario.

él aún llorando, se rio junto conmigo. —Descansa.

Poco a poco fui cerrando mis ojos, que me pesaban y me ardían por contraer el sueño. Hasta el último segundo, pude ver la imagen de Sang Woo al lado de la cama, acariciando mi pelo y con sus ojos llorosos.

Todo me dolía, estaba en el momento más crítico de mi vida, toda la crueldad del mundo sobre mi espalda, me rompían la columna y me caían caer sobre espinas hasta que conseguían hacerme llorar sangre. Nunca creí en las cosas que mandaba la iglesia, respetaba las creencias de los demás, pero yo no era capaz de poder creer en Dios, en que siempre está ahí de nuestro lado apoyándonos en todo, y con esto, confirmaba que no había un Dios que me sacara de esta situación y me diera un abrazo que me iba a liberar de todo el dolor y el sufrimiento. Pero en lugar de eso, sentía que yo era el mismo Jesús del que me contaba mi abuela, al que flagelaron hasta el cansancio y finalmente le dieron la muerte más cruel y dolorosa, crucificándolo.

Justo así me sentía yo.

Sang Woo estaba al lado de mí todavía, engañándome con que todo iba a estar bien, diciéndome que me amaba y sería capaz de matar despiadadamente a quien sea que me llegara a tocar o al menos se atreviera a hacerlo.
Pero... ¿realmente Sang Woo me decía la verdad?

Elegía creerle aún así. Después de todo, me ha cuidado desde que empezó ese infierno mortal.

—Te amo Eun-ji. —pasó su mano por detrás de mi espalda, inclinándome hacia él para darme un beso en los labios. —Te amo y no quiero que sufras.

—Yo también Sang Woo. Te amo. —puse mi mano en su mejilla. —No me importa que crean que esto es por la presión de la situación, o que solo quieres aprovecharte de mi edad. Yo me siento tan mujer como para estar con un hombre así como tú, sin importar tu edad.

—Todos están equivocados, no me aprovecho de ti, de verdad me gustas... Soy sincero al decirte que te amo.

—Lo sé.

—Y este amor que siento por ti, se transforma en mil agujas perforándome el alma, al verte de ese modo... No me gusta verte así, no me gusta verte débil, no me gusta verte sufrir y llorar cada que toco tu cuerpo.

Ya no hubo una palabra más, nos habíamos dicho todo. Era lo suficiente como para cerrar nuestros sentimientos.

Esto era amor.

Para bien o para mal, era amor.

—Por eso yo mismo voy a acabar con tu dolor. Porque te amo.

—Sang Woo... ¿Qué..?

Me dio un beso intenso y cargado de emociones amargas y dolorosas.

Mis lágrimas salieron, todo lo que había llorado se duplicó y resbaló lentamente por mis mejillas. Mi boca apenas y alcanzó a abrirse, para intentar decir algo pero el dolor me lo impedía, mis pulmones estaban cerrados y no podían tomar aire, el agarre fuerte de mis manos en la camisa de Sang Woo se estaba debilitando y lo solté poco a poco. Todo mi cuerpo se estaba debilitando, el dolor del vidrio incrustado de hace unos momentos, se convirtió en algo mucho más profundo.

Porque ahora tenía un cuchillo clavado en el pecho.

Sang Woo me acuchilló mientras me besaba como si yo fuera lo más delicado y frágil del mundo.

—Mi preciosa niña, ya puedes descansar en paz, sin dolor. —besó mi frente. —Te amo, Seok Eun-ji.

—¿Por qué...?

No pude acabar de hablar, era inútil hacer un esfuerzo.

Lo que dicen que sientes antes de morir, siete minutos llenos de recuerdos felices que has vivido al rededor de tu vida. Para mí, fue un conteo larguísimo de minutos, recordado solo las cosas bonitas. Hasta sentir que todo se volvía borroso, hasta ya no ver nada.

Hasta que la silueta de Sang Woo, con la cara salpicada de mi sangre y su camisa perfectamente blanca arruinada también por mi sangre espesa, con el cuchillo en una mano y la otra mano acariciando mi rostro, mientras me dibujaba en la mejilla un corazón con mi propia sangre, se desvaneció.

Desperté de golpe, demasiado agitada y temblando de miedo. No podía creer que soñé con que Sang Woo me había matado con sus propias manos.

O tal vez, no estaba soñando.

Porque al abrir los ojos, lo primero que vi fue a Sang Woo sosteniendo un cuchillo y respirando con pesadez, con las manos temblando y reteniendo todo su coraje, coraje que sentía por él mismo. Igual que en mi sueño, estaba manchado de sangre.

Lo primero que hice, fue mirarme el pecho. No había nada, estaba perfectamente bien.

—Sang Woo. —le hablé y él volteó a verme. —¿Qué hiciste?

Las luces se prendieron, tres guardias entraron cargando un ataúd y otros dos acompañado. Gi hun estaba gritando de rabia en la puerta, con las manos grotescamente ensangrentadas.

—Ellos... ellos dos... —se le dificultaba hablar. —Ella quería rendirse y Gi hun... él... estoy seguro de que se hubiera rendido por ella.

—¿Ella? —tardé varios segundos en descubrir que me decía exactamente, hasta que la amarga verdad tocó mi lengua. —Kang Sae-byeok. —susurré.

Volteé a ver hacia su cama, estaba ella acostada. Estaba muerta, con una cicatriz profunda en su cuello.

Sang Woo la había matado, mientras yo dormía.

Fue inevitable no llorar, no llegué a convivir para nada con Sae-byeok, pero su muerte pegó duro. Aparte, no podía hacerme si quiera la idea de quién la mató, fue el hombre que me ha cuidado desde el momento uno.

Todo pasó muy rápido, demasiado que hasta ni pude escuchar que estaba pasando ese cuarto, solo los gritos amargos y desgarradores de Gi hun llorándole a Sae-byeok. En un arranque de furia, Gi hun se le fue encima a Sang Woo, con toda la intención de matarlo, Sang Woo reaccionó de inmediato y se puso a la defensiva, pero los guardias los detuvieron.

—Señorita, acompáñeme por favor. —un guardia me extendió su mano amablemente.

Por un momento creí que era el policía y estaba por darle la mano, luego recordé que él llevaba una máscara de círculo y esta que me quería llevar era una cuadrada.

—No. —retiré mi mano. —¿A dónde me llevan?

—A curar su herida, no podemos permitirle jugar así. Sería injusto para usted.

¿Debía confiar en ellos? No sabía, pero estaba tan desesperada por aplacar ese malestar, que decidí irme con él sin poner resistencia.

—¡Eun-ji! —sang woo me gritó. —¿Estúpidos, dónde la llevan? ¡aún debe jugar el último maldito juego!

Quería ir detrás de mí, yo lo sé, lo pude ver, pero un guardia lo estaba sosteniendo de las manos, como si lo estuviera esposando.

Pude escuchar a Sang Woo gritarle cosas a los guardias para que me soltaran, gritarme a mí que no me fuera, pero lo ignoré. Porque aún no acababa de procesar lo que había hecho.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top