prologo



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❛ prólogo ❜





...🕯️AERION TARGARYEN no creció rodeado del calor familiar ni de las intrigas de la corte, sino en el frío y austero castillo de Piedra de las Runas, el ancestral hogar de la Casa Royce. Desde que tuvo memoria, las paredes de granito gris parecían contenerlo, como si fueran jaulas disfrazadas de fortaleza. Los sirvientes lo atendían con respeto, pero no con afecto, cumpliendo su deber porque así lo ordenaba su apellido, no por verdadera lealtad.

Daemon Targaryen, su padre, visitaba raramente. Aerion recordaba aquellas visitas con una mezcla de emoción y resentimiento. Cada vez que las alas de Caraxes oscurecían el cielo, sentía que su corazón se agitaba con la esperanza de que esta vez las cosas serían diferentes. Pero Daemon nunca se quedaba más de unos días, y siempre partía con la misma indiferencia, dejándolo solo con un regalo y promesas vacías.

Uno de esos regalos fue un huevo de dragón, oscuro como la noche y con venas rojizas que parecían latir bajo la luz. Aerion cuidó del huevo como si fuera su mayor tesoro, hablándole en susurros cuando nadie estaba cerca, hasta que finalmente, una madrugada helada, el cascarón se rompió y una criatura escamosa emergió entre humo y fuego. Aerion lo llamó Morrath, un dragón de cuerpo esbelto y alas largas, con escamas negras que brillaban como obsidiana.

El dragón se convirtió en su único compañero constante. Mientras los hijos de su padre jugaban juntos en Rocadragón o en la Fortaleza Roja, Aerion cabalgaba en los cielos de las Tierras de los Ríos, explorando paisajes desolados y soñando con un futuro en el que su padre lo mirara con orgullo. Pero la soledad seguía siendo su sombra más fiel.

Daemon no era un hombre de palabras cálidas ni gestos paternos. Para él, Aerion era poco más que un deber, la consumación de su desgradable primer matrimonio que había dejado atrás, una consecuencia de sus decisiones impulsivas con su difunta esposa, Rhea Royce. Cuando hablaba con Aerion, lo hacía como si hablara con un soldado en entrenamiento, no con su hijo. Le decía que debía ser fuerte, que los Targaryen no tenían tiempo para debilidades. Pero nunca se quedaba para enseñarle cómo serlo.

Aerion creció creyendo que su padre lo consideraba una carga, alguien que no encajaba en su vida llena de aventuras y ambiciones. Esa distancia se convirtió en resentimiento cuando supo más sobre los otros hijos de Daemon. Rhaenyra, por ejemplo, a quien su padre parecía idolatrar, y los hijos que tuvo con Laena Velaryon, quienes crecían en Rocadragón bajo su constante mirada.

A medida que Aerion crecía, escuchaba historias sobre los banquetes en Rocadragón, las risas de los hijos de Daemon y las atenciones que les dedicaba. Sabía que su padre los amaba, que estaba presente para ellos de formas que jamás lo había estado para él. Las cartas que llegaban ocasionalmente desde la corte parecían burlarse de su aislamiento. Aerion las leía en su habitación, con Morrath enroscado junto a él, sus palabras alimentando un fuego que crecía en su pecho.

Aerion no podía evitar comparar su soledad con el mundo lleno de afecto y gloria que parecía rodear a los demás hijos de Daemon. En su mente, Rhaenyra no era la "heredera del trono", sino una usurpadora de lo que él sentía que le correspondía: el amor y el reconocimiento de su padre.

Aquellos años formaron a Aerion como un joven endurecido por la falta de afecto y marcado por un orgullo inquebrantable. Aunque heredó el temperamento y la ambición de Daemon, su relación con él estaba teñida de resentimiento. Morrath, su dragón, se convirtió en su refugio, un recordatorio de que, aunque su padre no estuviera presente, todavía era un Targaryen, alguien destinado a volar por encima de los demás.

Sin embargo, Aerion también llevaba consigo una furia silenciosa, una promesa personal de que algún día demostraría su valía, no solo a su padre, sino al mundo entero. Incluso si eso significaba enfrentarse a quienes él consideraba sus enemigos: su propia sangre.

El sol se alzaba sobre Desembarco del Rey cuando Aerion Targaryen cruzó las puertas de la ciudad, montado sobre su dragón, Morrath. La criatura oscura y majestuosa causó revuelo entre los ciudadanos, que alzaron la vista con una mezcla de asombro y temor. Aerion, con su capa negra ondeando al viento, sentía una punzada de incertidumbre que trataba de disimular con un porte altivo. No era fácil llegar a la capital como el hijo olvidado de Daemon Targaryen, especialmente cuando su propia presencia era resultado de la intervención del rey.

Viserys Targaryen lo había llamado a la corte, cansado de los constantes desplantes de su hermano. "Un Targaryen no debe crecer en soledad", había dicho en el consejo, "y mucho menos uno que lleva nuestra sangre." Aunque Aerion no lo decía en voz alta, esa decisión le había dado un pequeño respiro. Por primera vez, alguien reconocía su existencia.

Cuando llegó al patio de la Fortaleza Roja, fue recibido con formalidad. Ser Harrold Westerling, comandante de la Guardia Real, le ofreció un saludo respetuoso, y los sirvientes se apresuraron a tomar sus pertenencias. Aerion no pudo evitar fijarse en cómo todos parecían mirarlo con curiosidad, como si intentaran descifrar si era más parecido a su padre o a su madre. Sobretodo por el hecho de que, cuando Aerion nació, su legimitimd fue puesta en duda: ya que no poseía el cabello albino que predecía de la fama de los targaryen. Sin embargo, nadie pudo acusarlo como bastardo, porque sus ojos eran todo lo que describía a los antiguos valyrios, ojos tan violetas e intensos como una amatista.

En los días siguientes, Aerion comenzó a explorar la Fortaleza Roja, tratando de orientarse en un lugar que le resultaba a la vez ajeno y fascinante. Fue en uno de los patios de entrenamiento donde comenzó a relacionarse con los hijos de Alicent Hightower: Aegon, Aemond y Helaena.

Aegon, siempre despreocupado y un poco insolente, solía bromear sobre el con una sonrisa torcida.

━━━━Así que tú eres el bastardo de mi tío ━━━━dijo, claramente divertido.

Aerion lo miró fijamente, sin molestarse en responder al insulto disfrazado de broma. Fue Aemond quien intervino, con un tono más formal.

━━━━Eso es nada más que una falacia. Él es un Targaryen, como nosotros, hermano. No deberías hablar así.━━━━ decía Aemond, rodando su ojo ante las tontas palabras de aegon.

Helaena, por su parte, parecía estar en su propio mundo, observando a Morrath con una mezcla de fascinación y curiosidad.

━━━━Su dragón es hermoso ━━━━comentó, más para sí misma que para los demás.

Con el tiempo, Aerion empezó a encontrar en ellos algo inesperado: compañía. Aegon lo retaba constantemente en los entrenamientos, a menudo burlándose, pero también ofreciéndole un sentido de camaradería que nunca había tenido. Aemond lo trataba con respeto, admirando su habilidad con Morrath y compartiendo largas conversaciones sobre dragones y el legado Targaryen. Y Helaena, con su carácter enigmático, parecía verlo de una forma distinta a los demás, como si entendiera algo de él que ni siquiera él mismo sabía.

La primera vez que Aerion se sentó a cenar con la familia real, se sintió fuera de lugar. La mesa larga estaba llena de comida exquisita, y el aire estaba cargado de una tensión apenas contenida, como siempre ocurría en las reuniones de los Targaryen.

A su derecha estaba Aemond, quien le murmuraba algo sobre las rivalidades de la corte, y a su izquierda, Helaena, que jugaba distraídamente con un candelabro de plata. Pero Aerion apenas escuchaba. Su atención estaba fija al otro extremo de la mesa, donde Alicent Hightower presidía la cena junto a Viserys.

Alicent hablaba en voz baja con el rey, inclinándose hacia él con una expresión de preocupación tranquila, pero cada tanto su mirada se dirigía hacia los demás en la mesa, asegurándose de que todos estuvieran comportándose como correspondía. Aerion no podía apartar los ojos de ella. Había algo en su porte, en la calma que irradiaba incluso en medio de las tensiones familiares, que lo desarmaba por completo.

En un momento, Alicent levantó la vista y sus ojos se encontraron con los de Aerion. Fue solo un instante, pero a Aerion le pareció eterno. Ella le dedicó una pequeña sonrisa cortés, el tipo de gesto que se esperaba de una reina. Sin embargo, para él, significó algo más. No pudo evitar bajar la vista rápidamente, sintiéndose descubierto, como si hubiera cometido un acto indebido simplemente al mirarla.

La cena continuó, pero Aerion apenas probó bocado. La conversación a su alrededor se desdibujó, y lo único que pudo escuchar fue el eco de su propio corazón. En ese momento, supo que su vida en Desembarco del Rey iba a ser mucho más complicada de lo que había imaginado.

Con el tiempo, Aerion se acostumbró a la vida en la Fortaleza Roja y a la compañía de los hijos de Alicent. Aunque seguía sintiendo una distancia emocional con la mayoría de los habitantes del palacio, encontró en Aegon, Aemond y Helaena algo parecido a un grupo de aliados, si no amigos. Sus días se llenaron de actividades que, poco a poco, le hicieron sentir menos como un extraño y más como parte de algo más grande.

El viento era frío y cortante cuando los cuatro jóvenes ascendieron a los cielos en sus dragones. Morrath lideraba la formación, con sus alas negras proyectando sombras sobre las torres del castillo. Aerion se giró para asegurarse de que Aemond y su dragón Vhagar lo seguían, mientras que Aegon y Sunfyre sobrevolaban más abajo, sus escamas doradas brillando bajo el sol. Helaena, con Dreamfyre, los seguía a una distancia prudente, murmurando cosas que solo ella parecía entender.

━━━━¡Esas alas parecen más de murciélago que de dragón! ━━━━gritó Aegon desde Sunfyre, su voz burlona llegando hasta Aerion.

━━━━Mejor eso que parecer un farol de feria, primo ━━━━respondió Aerion, con una sonrisa que apenas pudo contener.

Aemond, siempre el mediador, inclinó la cabeza hacia Aerion mientras Morrath y Vhagar planeaban lado a lado.

━━━━¡No le hagas caso a Aegon. Si fuera tan rápido como su lengua, tal vez podría alcanzarnos!

━━━━¡Te escuché! ━━━━Aegon respondió, haciendo que Sunfyre diera un giro cerrado para ascender hasta su altura.

Aerion rió, sorprendido por lo fácil que era relajarse en su compañía. Durante un rato, no eran hijos de reyes ni príncipes con responsabilidades; solo eran jóvenes volando sobre el mundo, sintiendo el poder de sus dragones resonar en sus huesos.

El patio de armas resonaba con el choque de espadas de entrenamiento y los gritos de los guardias que supervisaban a los jóvenes nobles. Aerion y Aegon intercambiaban golpes, ambos empapados de sudor y con las respiraciones agitadas.

━━━━¿Eso es todo lo que tienes, primo? ━━━━se burló Aegon, girando su espada con un floreo exagerado.

Aerion dio un paso adelante y lanzó un ataque que Aegon apenas pudo bloquear.

━━━━Dime eso cuando estés en el suelo.

Aemond observaba desde un banco cercano, afilando meticulosamente su propia espada.
━━━━Aegon, si dejaras de hablar tanto, tal vez tendrías tiempo para defenderte ━━━━comentó con frialdad.

Helaena estaba cerca, sentada en el suelo, recogiendo flores que habían crecido entre las grietas de la piedra.

━━━━Los dragones siempre pelean ━━━━murmuró para sí misma, girando una flor entre sus dedos ━━━━. Pero al final, el fuego siempre quema.

Aerion no pudo evitar dirigirle una mirada. Helaena hablaba en acertijos, pero había algo inquietantemente certero en sus palabras.

Después de un último golpe, Aerion desarmó a Aegon, haciendo que la espada del príncipe dorado cayera al suelo con un estrépito.

━━━━Bien hecho, primo ━━━━admitió Aegon, alzando las manos en señal de rendición━━━━. Pero recuerda que esto es solo práctica.

Aerion extendió una mano para ayudarlo a levantarse, aunque no pudo resistirse a añadir:

━━━━Si esto fuera real, estarías muerto.

Aegon rió, tomándose el comentario como el cumplido que era, mientras Aemond se acercaba con su espada lista.

━━━━Mi turno ━━━━dijo Aemond, con una mirada seria ━━━━. Veamos si puedes desarmarme tan fácilmente.

Una noche, después de un largo día, Aerion y Aemond se sentaron en las almenas de la Fortaleza Roja, mirando las luces titilantes de la ciudad.

━━━━No te ves tan cómodo aquí como parece ━━━━comentó Aemond, sin mirarlo directamente.

Aerion suspiró, acariciando el mango de su espada.

━━━━No lo estoy. Esto no es mi hogar. Y no puedo evitar sentir que... no pertenezco aquí.

Aemond asintió lentamente, como si entendiera.

━━━━Yo tampoco lo siento a veces. Pero al final, todos estamos atrapados en el mismo destino, ¿no? Somos Targaryen. Nos guste o no.

Aerion lo miró, sorprendido por la franqueza de Aemond.

━━━━Supongo que sí. Pero a veces me pregunto si eso significa algo.

━━━━Significa que todos tienen miedo de nosotros ━━━━dijo Aemond, con una sonrisa amarga━━━━. Y si no lo tienen, deberían.

Aerion no pudo evitar reír entre dientes.

━━━━Supongo que contigo cerca, no tendrán elección.

La noche continuó, y por primera vez, Aerion sintió que tal vez no estaba tan solo como creía.

La fascinación de Aerion por la reina Alicent comenzó como una chispa fugaz, algo que apenas entendió al principio. Fue durante los primeros días en Desembarco del Rey, cuando sus ojos se encontraban en los pasillos de la Fortaleza Roja, o cuando sus voces se cruzaban en una conversación trivial durante una comida. Pero cuanto más tiempo pasaba cerca de ella, más ineludible se volvía esa sensación que lo quemaba por dentro.

Alicent Hightower no era como las mujeres que Aerion había conocido en Piedra de las Runas, donde la frialdad del norte se reflejaba en sus palabras y gestos. Ella irradiaba una calidez refinada, una mezcla de elegancia y firmeza que lo desarmaba. Cada movimiento suyo, desde la manera en que ajustaba el broche de su capa hasta cómo inclinaba la cabeza al escuchar a alguien, parecía calculado y, sin embargo, naturalmente seductor.

El primer momento de debilidad ocurrió durante una de las reuniones en el consejo, donde Aerion había sido invitado como simple espectador. Alicent entró al salón con un vestido verde profundo, el color de su casa, y Aerion sintió que el aire se volvía denso. Su voz, dulce pero firme, llenó el espacio mientras hablaba con Viserys. Aerion no pudo evitar quedarse mirándola, atrapado en la manera en que sus palabras fluían con precisión, en la intensidad de sus ojos.

Cuando ella lo notó observándola, le dedicó una breve sonrisa cortés. Solo eso. Pero algo en su interior se revolvió como un animal atrapado. Fue entonces cuando supo que estaba perdido.

Los encuentros casuales comenzaron a acumularse. Un día, mientras paseaba por los jardines, la encontró sentada bajo la sombra de un árbol, leyendo un libro. Alicent levantó la vista al sentir su presencia y lo saludó con una sonrisa educada.

━━━━Príncipe Aerion, no sabía que frecuentabas estos jardines.

━━━━No suelo hacerlo ━━━━respondió él, acercándose más de lo necesario━━━━, pero parece que he encontrado algo que los hace más interesantes.

Ella rio suavemente, una risa breve que parecía cortarle el aire. Pero la conversación no duró mucho; Alicent se excusó con elegancia y regresó a su lectura. Aerion, sin embargo, se quedó ahí, observándola de lejos, grabando cada detalle en su mente.

Poco a poco, la atracción se volvió obsesión. Comenzó a buscarla más deliberadamente: en los pasillos, en los salones, incluso en las puertas de la sala del consejo. No era su intención incomodarla, pero tampoco podía evitarlo. Su corazón latía con fuerza cada vez que ella estaba cerca, y cada vez que se alejaba, sentía un vacío que no podía explicar.

Un día, mientras la ayudaba a recoger unos pergaminos que había dejado caer en la biblioteca, sus manos se rozaron por accidente. Fue un toque breve, insignificante quizás para ella, pero para Aerion fue como si el tiempo se detuviera. Alicent le agradeció con una sonrisa y continuó con su tarea, sin percatarse de que él se quedó mirándola, sintiendo un fuego que no podía apagar.

Los celos comenzaron a surgir, sutiles al principio, pero rápidamente se convirtieron en algo más oscuro. Observaba cómo Alicent cuidaba de Viserys, cómo le ofrecía palabras amables y le ajustaba la capa cuando estaban juntos. Cada gesto suyo hacia el rey era como una daga clavándose en su pecho.

"Él no la merece", pensaba Aerion con creciente amargura. "Está viejo, enfermo... ¿qué puede ofrecerle que yo no pueda?"

Un encuentro en los pasillos marcó un punto de no retorno. Fue una noche, cuando Aerion regresaba del patio de entrenamiento, todavía cubierto de sudor y tierra. Alicent apareció al doblar una esquina, su vestido blanco flotando como un espectro en la penumbra.

━━━━Príncipe Aerion ━━━━dijo, sorprendida de verlo━━━━. Es tarde. ¿Qué haces aún despierto?

━━━━Podría preguntarte lo mismo, mi reina ━━━━respondió él, inclinando la cabeza ligeramente, pero sin apartar los ojos de ella.

━━━━No podía dormir ━━━━admitió Alicent con una sonrisa suave━━━━. A veces los pensamientos no me dejan en paz.

━━━━Espero no ser uno de esos pensamientos ━━━━dijo Aerion, dejando entrever una sonrisa.

Alicent lo miró con una mezcla de desconcierto y curiosidad.
━━━━¿Por qué lo serías?

Aerion dio un paso hacia ella, acortando la distancia.
━━━━Porque tú eres todos los míos.

El silencio que siguió fue pesado, cargado de algo que ninguno de los dos podía nombrar. Alicent frunció ligeramente el ceño, como si quisiera decir algo, pero en lugar de responder, inclinó la cabeza y continuó su camino, dejando a Aerion con el corazón latiendo como un tambor de guerra.

A partir de ese momento, la atracción enfermiza de Aerion por Alicent solo creció. La soñaba, la imaginaba, incluso susurraba su nombre en la soledad de su habitación. La quería para él, de una manera que lo asustaba y lo emocionaba al mismo tiempo. Cada día en la Fortaleza Roja era una tortura y un placer; cada mirada de ella era un regalo y una condena.

Y cada vez que la veía al lado de Viserys, su sangre hervía con celos, con un deseo tan intenso que casi dolía. "Algún día", pensaba, "la haré mía, y nadie podrá impedirlo".







MATTT'S NOTE:

Hola mis estrellitas, por fin damos comienzo a esta historia. Hace tiempo que buscaba un fic de alicent y nunca encontré ninguno así que me decidí a hacerlo. Este fanfic tendrá mucho sexo heterosexual, así que están advertidos, si no les agrada están a tiempo de irse 👐🏻.

Este fanfic será completamente parte del team Green. (Yo me considero team black, pero me pareció interesante abordarlo desde este lado).

Sin más que decir, espero que les guste la historia, se aceptan críticas/opiniones/comentarios. Nos leemos en el primer cap ❤️ abrazo.

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