33; LA PRINCESA PROMETIDA
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LA PRINCESA PROMETIDA
Daenerys despertó, despertó y sintió que se estaba ahogando. El suelo estaba frío y cenizas caían sobre ella, el olor a quemado se filtró en su nariz haciéndola toser. Con cuidado se sentó mirando a su alrededor, estaba en la sala del trono, pero estaba destruida, todo estaba quemado, todo menos el trono de hierro. La soñadora subió una de sus manos y juntó sus dedos sintiendo las cenizas, estaban tibias y seguían cayendo del cielo llenando toda la sala de una capa fina que parecía nieve. Un dragón rugió a su derecha llamando su atención, cuando se giró para mirar se encontró con dos dragones asomados entre los escombros.
Despacio, tratando de no alarmar a los dragones, se levantó del suelo limpiando el vestido que tenía puesto. Sus ojos fueron hasta el trono de hierro y no dudó en avanzar con pasos decididos. Los dragones gruñeron y se movieron, pero ella no se detuvo, fue hasta el trono y se detuvo frente a el. El trono que su hermano tanto quería, el trono de su madre, el trono que sería suyo. Su mano tembló cuando la estiró para tocarlo, pero se detuvo cuando estuvo a punto de tocarlo. Detrás de ella el sonido de puertas abriéndose se escuchó seguido de pasos igual de decididos.
Los dragones rugieron y ella se giró para ver quién era. Sus ojos se abrieron con sorpresa al verse a sí misma de pie en la entrada. Esa versión de ella vestía ropa de montar negra y tenía el cabello recogido en trenzas, sus ojos violetas puestos en ella con un tono de ira que a ella le causó un escalofrío.
—¿Quién eres?—alzó la voz.
—Debería preguntártelo—la otra versión de ella habló.
Dany se alejó del trono, al mismo tiempo que su otra versión avanzaba. Ambas se detuvieron en medio de la habitación, mirándose con ojos calculadores.
—Mi nombre es Daenerys Velaryon, hija de la reina Rhaenyra Targaryen y el príncipe consorte Laenor Velaryon, heredera del trono de hierro.
—Daenerys Targaryen, hija de Aerys Targaryen y Rhaella Targaryen, reina de los Siete Reinos.
Los dragones volvieron a rugir y la estructura cedió dándoles paso.
—Caminaste por el fuego y no te quemaste—Dany dio un paso hacía atrás.
—Caminé por el fuego y reviví a los dragones—sus ojos fueron a los dos dragones que la miraban—, soy la madre de los dragones.
—Yo caminé por el fuego y los dioses me enviaron para evitar la caída de nuestra casa—Dany miró hacía arriba cuando escuchó otro dragón—. Dijeron que soy la princesa que fue prometida.
—La princesa que fue prometida...
Hubo una pausa y entonces el cielo se les fue encima. Los dragones rugieron y todo a su alrededor se derrumbó. Las cenizas volaron a su alrededor y Daenerys tosió intentando salir de los escombros, cuando por fin logró salir se encontró frente a frente con un dragón negro. El dragón gruñó bajando su enorme cabeza para verla, sus ojos negros examinándola y ella sintió que algo en su interior se removía. Sin pensarlo mucho se levantó y caminó hacia el costado del dragón que a sus ojos se veía tan grande como Vhagar, incluso más.
—Balerion—susurró recordando como su abuelo hablaba del dragón.
El dragón negro giró la cabeza y la miró, como si esperase que hiciera algo. Del otro lado los dos dragones, verde y crema, rugieron en su dirección y ella pudo ver a su otra versión sobre el dragón verde.
—¡Dracarys!
Daenerys se lanzó hacia Balerion, usando su cuerpo como escudo contra el fuego. Balerion rugió y, ahora sí, Daenerys trepó por su ala hasta el lomo.
—¡Acaba con ellos!
Balerion gruñó y sin dudarlo extendió sus alas. Los tres dragones se elevaron en el aire y el más grande no dudó en atacar, Balerion se fue contra el dragón crema, ambos dragones chocando entre fuego y sangre. Daenerys buscó al otro dragón con la mirada, pero no lo vió hasta que se estrelló con el costado de Balerion. Los tres dragones giraron por los aires, danzando entre fuego y sangre, a pesar de ser dos contra uno, Balerion era más grande y tenía más experiencia.
El dragón crema fue el primero en caer del cielo con un chillido mientras Balerion cerraba sus dientes en una de sus alas y le abría el vientre con sus garras. Daenerys miró al dragón cayendo sin vida y sintió cómo su corazón se encogía, estaba haciendo justamente lo que debía evitar, la muerte de los dragones. Balerion rugió y escupió fuego contra el dragón verde, dejándolo ciego por unos segundos. Segundos que sirvieron para que de una sola mordida Balerion lo destrozará. Desde el lomo del dragón negro Daenerys vio como la jinete del dragón caía hacia la tierra, a su alrededor varios dragones rugieron.
—La princesa prometida—un dragón de escamas plateadas y ojos dorados pasó a su lado.
—La princesa—un dragón blanco voló sobre ellos.
Balerion aterrizó sobre las ruinas de la fortaleza y rugió sacudiendo la tierra, el resto de los dragones respondieron y aterrizaron a su alrededor. Daenerys miró a cada uno de los dragones, todos con la cabeza baja como si estuvieran haciendo una reverencia.
—Vuela—Daenerys gritó.
—Princesa—Balerion gruñó y abrió sus enormes alas.
Daenerys giró la cabeza para ver a los dragones, pero estos ya no estaban, en su lugar habían personas, Targaryens. Con una sonrisa volvió a mirar hacia el frente y cerró los ojos, dejando que Balerion la llevase a volar hasta donde el cielo se encontraba con el mar.
Si le preguntaban a Aegon cómo se sentía, no iba a responder. Habían pasado dos días desde que Rhaenyra había tomado el trono y él se había recluido a sus aposentos, no quería ver a nadie, no quería saber nada de nadie. Sabía que sus hermanos, Helaena y Daeron, habían llegado la noche anterior con su madre y sus hijos, pero él no podía verlos. No podía verlos y decirles que su madre ya no estaba con ellos, que nunca más iban a verla. El único que había logrado verlo fue Aemond que lo regañó por no querer ver a sus hijos, pero aún así no salió. Ni cuando la misma Rhaenyra llamó a su puerta, o cuando Sunfyre y Grey Ghost rondaban la fortaleza llamando por él.
Ese día, por fin, Rhaenyra y Laenor habían encontrado la fuerza para decidir que era momento de decirle adiós a su hija. La misma Rhaenyra pidió a las hermanas silenciosas que no tocaran el cuerpo de su hija, que ella quería prepararlo y nadie la contradijo. Aegon se miró al espejo y suspiró al ver la imagen que se reflejaba en el. Tenía ojeras y su cabello era un desastre, pero no se preocupó en arreglarse, simplemente agarró el juego de anillos que descansaba en la peinadora junto al espejo y se los puso.
—¡Aegon!—se escuchó el gritó de Daeron antes de que la puerta fuese abierta con fuerza—¡Tienes que venir a la sala del trono!
El mayor frunció el entrecejo, su hermano menor tenía el rostro rojo y manchado con cenizas. En ese momento Aemond apareció, lleno de cenizas y con el cabello revuelto.
—Hubo un incendio en el septón, el cuerpo de Daenerys no está.
Aegon miró a sus hermanos por unos segundos antes de pasar junto a ellos, empujándolos fuera de su camino. Los tres avanzaron por los pasillos hasta la sala del trono dónde se podía escuchar a Laenor y Rhaenyra gritando órdenes. Cuando el mayor cruzó las puertas se encontró con toda la familia, sus hijos incluidos, en el lugar.
—¡Padre!
Rhaella fue la primera en verlo y se soltó del agarré de su tío Daemon para ir con él. Aegon se detuvo al verla, no la había visto en meses y ya se veía más grande. La niña se aferró a las piernas de su padre llorando y sus hermanos no dudaron en seguir su ejemplo. Alicent y Helaena se acercaron a él con sonrisas débiles y dos bebés en brazos. Vaelys apenas estuvo cerca extendió sus brazos hacia él llorando.
—¿Qué pasó?—preguntó mirando a su madre mientras tomaba a su hija.
—No sabemos—fue Rhaenyra la que respondió sentándose en el trono—, pudo haber sido alguien que logró infiltrarse en la fortaleza, pero no estamos seguros.
Aegon acomodó a Vaelys en un brazo y tomó a Daegon con el otro acomodándolo en su hombro.
—Nosotros nos ocuparemos de esto—Alicent pasó sus manos por la espalda de su hijo mayor—, toma tu tiempo con los niños, ellos te extrañaron.
El mayor miró a sus hermanos y entonces se dio cuenta de algo, todos vestían ropa de montar, Rhaenyra incluida.
—¿Irá a algún lado?
—Íbamos a Oldtown, Gwayne se rehúsa a regresar a Saera así que iremos por ella—Helaena le respondió regresando a su lugar junto a Jacaerys.
—La princesa Rhaenys se quedará como regente mientras vamos a Oldtown, esperaba que la apoyaras—Rhaenyra lo miró desde el trono.
Aegon miró a sus hijos, todos mirándolo con ojos brillantes. Imaginarse el rostro de su pequeña Saera, asustada, sin sus padres, le apretó el corazón. Tenía que ir por su hija.
—Yo iré—sentenció—, llevaré a Sunfyre y Grey Ghost conmigo—miró a su hermana mayor—, tengo que hacerlo...por Daenerys.
Hubo un silencio tensó, pero al final Rhaenyra tuvo que aceptar que fuera solo. Aegon dejaría King's Landing ese mismo día así que pasó lo poco que le quedaba con sus hijos, asegurándose que estuvieran bien y manteniéndolos entretenidos. Cuando la hora de irse llegó él se aseguró de ponerlos a tomar una siesta, dejándolos al cuidado de su madre una vez se durmieron.
Después de ser abrazado y besado por su madre unas mil veces, y despedirse de sus hermanos, Aegon se trepó en Sunfyre que esperaba por él en el jardín que Grey Ghost había destruido. El dragón gris también estaba ahí, mirándolo con atención, esperando una orden. Dorado y gris volaron sobre King's Landing, alejándose de la fortaleza en dirección al sur, listos para desatar su ira contra sus enemigos.
El sol estaba saliendo sobre Oldtown cuando la sombra de un dragón les bloqueó la vista del cielo. Fue una alarma instantánea, el pánico se desató en las calles y la gente corrió por sus vidas. El fuego de dragón descendió sobre el septón supremo y sus alrededores quemando todo a su paso. La piedra cedió ante el fuego y las estructuras colapsaron acabando con las personas que intentaban huir. La enorme bestia no tenía misericordia, tal como Aegon el Conquistador o Maegor el Cruel en sus tiempos.
Cuando Aegon alcanzó Oldtown lo primero que vio fue el humo y el fuego que se esparcía por toda la ciudad. A su derecha Grey Ghost rugió y comenzó a volar más rápido con dirección al fuego y Sunfyre lo siguió sin dudarlo, también rugiendo. A medida que se acercaban Aegon pudo notar otra cosa, un enorme dragón negro estaba posado sobre las ruinas de lo que era el septón supremo, mirando hacia Hightower. Sunfyre voló sobre el dragón permitiendo que su jinete viera mejor al dragón y quién estaba sobre su lomo. Aegon casi se siente caer cuando reconoce a la persona.
Grey Ghost aterrizó junto al dragón negro y entonces la enorme bestia, más grande que la misma Vhagar, rugió sacudiendo tanto la tierra como el aire. Sunfyre chilló y respondió el rugido bajando para aterrizar a la izquierda del dragón. Aegon tuvo que levantar la cabeza para poder ver al jinete del dragón a su derecha.
—¡Te tardaste!—la voz resonó por el aire.
El dragón negro se agachó y entonces Aegon pudo verla. Daenerys Velaryon le sonreía desde el lomo del dragón, vestida de negro con una corona de plata y rubíes en su cabeza, similar a la de Aegon el Conquistador.
—¿Dany?—se preguntó a sí mismo en un susurró.
—¡Vamos a recuperar a nuestra hija!
El dragón negro se levantó en todo su tamaño y extendió sus alas, forzando a Sunfyre y Grey Ghost a volar antes de ser golpeados. Aegon miró hacia atrás y se maravilló con la enorme bestia que se alzó en el aire. Definitivamente más grande que Vhagar.
—¡Dracarys!
Hightower se levantaba sobre el agua, un faro, una señal de seguridad para las embarcaciones, pero en cuestión de segundos fue reducido a cenizas. El primero en atacar fue el dragón negro que atacó la parte más baja del faro con Grey Ghost siguiéndolo, tratando de debilitarlo para que la estructura cayera. Sunfyre escupió fuego a la punta del faro, pasando cerca para golpearla con su cola. El faro no resistió mucho y cayó hacia el mar llevándose parte de la fortaleza con el. Los tres dragones siguieron su ataque y no se detuvieron hasta que Hightower no fue más que cenizas y escombros. El dragón negro aterrizó en medio de los escombros y rugió haciendo que las pocas estructuras que se mantenían en pie cayeran.
Grey Ghost voló cerca del mar y se detuvo en el puerto rugiendo hacia la ciudad. Aegon hizo que Sunfyre aterrizara cerca del dragón gris y desde dónde estaba pudo ver como el dragón negro se movía, tirando escombros con su cola para dejar que su jinete descendiera. Daenerys se deslizó por el ala del dragón y aterrizó sobre lo que era uno de los jardines de Hightower. Sus ojos buscaron en medio de las estructuras que aún no colapsaron hasta que encontró lo que buscaba.
—Tienes algo que me pertenece—avanzó hasta la persona que tenía un bebé en brazos—, regrésame a mi hija.
—Regresaré el cuerpo de tu hija—Gwayne Hightower sacó su espada.
—Dracarys—ordenó Daenerys sin alzar la voz.
El dragón negro alzó su cabeza sobre su jinete y abrió la boca dejando ver el fuego que no tardó en desatar sobre el hombre. Cuando el fuego murió, solo quedaron cenizas y en medio de ellas una niña de dos años miraba a su madre con ojos brillantes y una sonrisa. Daenerys se acercó y se quitó la capa que colgaba de sus hombros para usarla como protección en su hija.
—Mamá vino por ti, princesa—con cuidado la levantó, enrollando su cuerpo con la capa—, es hora de regresar a casa.
Saera miró a su madre y extendió su mano para tocarle el rostro, ambas sonrieron y Daenerys besó la frente de su hija. La peliblanca regresó junto a su dragón y, tras amarrar a Saera en su pecho, trepó por el ala.
—¡Vamos a casa!
El dragón negro gruñó y extendió sus alas, esa vez con dirección al norte, hacia King's Landing. Sunfyre lo alcanzó de inmediato, volando a su derecha, con Aegon que no dejaba de ver al dragón negro y su jinete. Grey Ghost voló a la derecha de Sunfyre, dejando al más pequeño en medio de los dos más grandes.
La gente de King's Landing habían escuchado historias sobre Balerion, el terror negro, el dragón del Conquistador y Maegor el Cruel. Aún vivían muy pocos que recuerdan haber visto al dragón antes de su muerte tras ser reclamado por el Rey Viserys, y solo era un recuerdo borroso, pero aún así pudieron reconocerlo cuando la enorme bestia tapó el sol al volar sobre sus cabezas. Balerion circuló la ciudad tres veces con Sunfyre y Grey Ghost siguiéndolo, circuló la fortaleza cinco veces y finalmente circuló el pozo de dragones dos veces antes de aterrizar en una de las colinas detrás del mismo. Los soldados fueron los primeros en acudir, todos temerosos de acercarse a la bestia que les gruñía, situación que empeoró cuando Vhagar apareció rugiendo y los dos dragones que acompañaban al negro aterrizaron en el patio del pozo.
Sobre Balerion Daenerys sonrió y miró como Aegon aparecía entre los soldados con su familia detrás de él. Balerion gruñó y se agachó para dejarla bajar, una vez sus pies tocaron el suelo fue Aegon quién corrió hacia ella sin importarle el enorme dragón negro que podía comérselo de un solo mordisco. Daenerys le sonrió y recibió su abrazo con cuidado de no aplastar a su hija.
—¿Cómo es posible?—Aegon sostuvo su rostro. —Te vi...tu estabas...
—Balerion me salvó—lo interrumpió con una sonrisa y el dragón gruñó—, me trajo de regreso a casa.
—Dany...
—Estoy aquí, esposo, no pienso irme.
Aegon la besó, la besó como había deseado desde que la vió sobre Balerion, con desesperación. Fue Vhagar quién los hizo separarse, la dragona estaba cerca de ellos y gruñó bajando la cabeza, como en una reverencia hacia Daenerys.
—¿Qué está haciendo?—Aegon miró a la dragona.
—La princesa prometida—Daenerys miró a Balerion que también bajó la cabeza en una reverencia—, están mostrando su respeto.
Daenerys soltó a Saera de su pecho y se la pasó a Aegon, aún envuelta en su capa, antes de caminar hacia el resto de su familia. La primera persona que sus ojos captaron fue su padre que la miraba como si fuese un espejismo, ella no dudó en correr hacia él y saltar a sus brazos. Laenor la recibió, apretándole con fuerza entre sus brazos, enterrando su nariz en el cabello de su hija y llorando una vez detectó el olor a sal marina y lavanda que tanto le gustaba.
—Mi dragón de mar—Laenor susurró contra el cabello de su hija—, pensé que te había perdido.
—Estoy papá—Daenerys sonrió—, tu dragón de mar está aquí.
Laenor se separó de ella para mirarla, sus ojos llenos de lágrimas y orgullo. Detrás de él Rhaenyra se movió acercándose, ella también apretó a su hija con fuerza entre sus brazos, besando su cabeza repetidas veces.
—Mi niña preciosa, estás aquí—Rhaenyra la miró de pies a cabeza—, mi amor.
Daenerys abrió la boca para decir algo, pero tres pares de brazos la detuvieron. Apenas pudo mantenerse de pie cuando sus hermanos la abrazaron con fuerza, Jacaerys, Lucerys y Joffrey se aferraron a ella llorando. El menor de los tres casi gritando su nombre con desesperación.
—Los extrañé—Daenerys trató de abrazarlos—, pero van a matarme.
Jacaerys fue el primero en alejarse, mirándola con esos ojos oscuros que a ella siempre le gustaron desde que los vio por primera vez. Daemon se acercó entonces y tuvo que arrancarle a Lucerys y Joffrey de encima para poder abrazarla. Su abrazó duró tanto como el de Rhaenyra y Laenor, pero no más. Las siguientes en atacar fueron Baela y Rhaena, ambas llorando y hablando al mismo tiempo.
—Deberíamos dejar que Daenerys llegué a la fortaleza—Daemon agarró los hombros de sus hijas para alejarlas de la mayor.
Apenas se vio libre de sus hermanas sus padres y Aegon llegaron a su lado. El grupo, seguido por los soldados, caminó de regreso al pozo de dragones donde varios dragones esperaban. Alrededor de quince dragones estaban fuera del pozo, en el patio, sobre el domo y las paredes, y volando sobre ellos. Los cuidadores miraban a los dragones con ojos preocupados, pero al notar la presencia de la familia no dudaron en ir hacia ellos.
—Majestad, los dragones están agitados—el líder hizo una reverencia a Rhaenyra.
Daenerys se alejó de su familia y fue hasta Grey Ghost que gruñó bajando la cabeza, casi empujándola en su desesperación por recibir caricias. Hubo un rugido que sacudió la tierra y Balerio se alzó detrás del pozo con Vhagar, ambos dragones oscureciendo el patio cuando pasaron volando sobre ellos. Cuando todo se aclaró una vez más los dragones estaban agachados, como en una reverencia, todos mirando hacia Daenerys y Grey Ghost.
—Yo también te extrañé, precioso—Daenerys juntó su frente con el costado de la cabeza de su dragón—. Gracias por intentar salvarme.
Grey Ghost la empujó con suavidad haciéndola reír.
—Ve—Daenerys se alejó—¡Vuela!
El dragón gris se movió hacia adelante y extendió sus alas, pero no fue él único, el resto de los dragones también alzaron el vuelo, siguiendo a Balerion que volaba sobre la ciudad. Daenerys los vio irse y sonrió, recordando los dragones que vio cuando estuvo con los dioses. Dragones de todos los tamaños y colores que volaban junto a ella y Balerion cuando cruzaron el mar. La peliblanca dejó salir un suspiro y aceptó la mano de Aegon cuando llegó a su lado.
Cuando alcanzaron la fortaleza se repitió la misma escena de la fosa. Daeron, Aemond y Helaena no dudaron en atacarla con abrazos, y sus abuelos no se quedaron atrás. Corlys hasta lloró mientras la abrazaba y le decía cuánto la amaba. Aegon el menor y Viserys también se aferraron a sus piernas llorando y suplicando que no volviera a irse, ella solo pudo sonreírles y besar sus cabezas prometiéndoles que nunca más se iría. Pudo conocer a Visenya, su hermana, era tan preciosa como lo había imaginado, y la niña la aceptó sin problema. Los últimos en verla fueron sus hijos que recién despertaban de una siesta cuando ella cruzó la puerta de sus aposentos con Aegon y Saera.
—Madre—Rhaegar se bajó de la cama, tropezando con las sábanas y cayendo al suelo con un estruendo.
—Cuidado, mi niño—Daenerys se acercó a él y lo levantó del suelo—¿Estás bien?
—Te extrañé—Rhaegar la abrazó.
Rhaella y Laenor se asomaron desde la cama, no queriendo caer como su hermano mayor.
—Madre—Rhaella estiró sus brazos.
Daenerys se levantó del suelo cargando a Rhaegar y se sentó en la cama para abrazar a sus otros hijos. Laenor y Rhaella la abrazaron con fuerza, los dos diciéndole cuánto la habían extrañado y lo mucho que habían llorado porque todos les decían que no iba a regresar. Después de besarlos varias veces pudo cargar a Vaelys que se mostró feliz de estar en sus brazos y comenzó a balbucear llamándola mamá en valyrio, o al menos intentando. Al último que cargó fue a Daegon que la miró con sus ojos brillantes y su sonrisa que se parece demasiado a la de Daemon.
—Bañaré a Saera—Aegon besó la cabeza de su esposa.
—¡Hermana!—Rhaegar se enderezó mirando a la niña en brazos de su padre.
El niño volvió a bajar de la cama, esa vez con ayuda de su padre, y lo acompañó hasta el área de baño para ver a su hermanita. Daenerys sonrió viendo como Rhaegar se sentaba junto a la bañera y comenzaba a hablar con su padre mientras este bañaba a Saera.
—Mamá, bonito—Rhaella apuntó a la corona en su cabeza—, brilla, brilla.
—Brilla con la luz—Daenerys movió su cabeza dejando que la luz del sol se reflejara en al corona.
—¡Dragón!—Laenor gritó señalando hacia la mesa en medio de la habitación.
Aegon y Daenerys giraron la cabeza para ver y abrieron los ojos sorprendidos al ver como un pequeño dragón plateado rompía el cascarón de su huevo. Un segundo huevo se rompió y un dragón rosado apareció chillando. El último huevo se rompió y un dragón blanco salió. Daenerys se levantó dejando a Daegon acostado en medio de sus hermanos y se acercó a la mesa donde los dragones chillaban. Con cuidado agarró al dragón rosado acariciando su cabeza, el dragón blanco y el plateado la miraron por unos segundos hasta que ella se agachó y extendió una mano dejando que escalaran por su brazo.
—Bienvenidos—susurró, sonriendo cuando el dragón plateado se posó en su hombro.
Aegon la miró desde donde estaba con Saera en brazos y Rhaegar a su lado. A ojos del joven príncipe su esposa se veía como una diosa con la corona brillando en su cabeza y los tres dragones.
—Parece que estaban esperando a que estuvieran reunidos—Aegon habló continuando su trabajo de limpiar a su hija.
—Mmh, eso parece—Daenerys se levantó y caminó hacia la cama con los dragones.
Rhaegar corrió hacia ella y se trepó en la cama para ver cómo sus hermanos recibían sus dragones. Vaelys miró a los dragones con emoción y dejó salir un pequeño jadeo de sorpresa cuando el dragón rosado fue puesto frente a ella. Daenerys sonrió y dejó el dragón blanco junto a Daegon que sacudió sus manos cuando el dragón apareció en su campo de visión. El dragón plateado en su hombro chillo y ella sonrió viendo como Aegon se acercaba con una Saera limpia y algo mojada.
—Pensé que quizás tú quisieras vestirla—con cuidado la dejó en brazos de su esposa.
—¿Podrías vestir a los niños para volar?
—¿Todos?—Aegon levantó una ceja.
—Todos—Daenerys besó su mejilla—, Daegon aún no tiene su primer vuelo.
Esa tarde, Daenerys se amarró a Daegon y Vaelys al pecho, y amarró a Saera al pecho de Aegon. Cuando llegaron con los dragones dejó que Rhaella y Laenor fueran con su padre y ella subió a Rhaegar a Grey Ghost. En el aire, con Balerion siguiéndolos de cerca, ambos padres se deleitaron con las risas de sus hijos. Volaron por un buen rato, dándole varias vueltas a la ciudad y al puerto. Cuando volaron por el mar una última vez Daenerys miró hacia donde el mar se encontraba con el cielo y creyó ver dragones volando con libertad, frente a ellos Balerion rugió como si pudiera verlos también.
Las torres habían caído y el dragón negro revivió de las cenizas.
Daenerys estaba en casa.
■■■■
NOTA:
Por si no se dieron cuenta: los dragones que Dany describe al inicio, después de su pelea con su otra versión, son Meraxes y Azogue. De igual forma, ellos son los dragones que nacen al final.
Acá una lista de los dragones de los niños:
Rhaegar Targaryen, jinete de Dariaxes (roja), la reina de sangre.
Rhaella Targaryen, jinete de Morghon (negro), el terror de las sombras.
Laenor Targaryen, jinete de Vokedre (rosado), el terror rosado.
Vaelys Targaryen, jinete de Morning (naranja claro), la estrella del alba.
Saera Targaryen, jinete de Meraxes (plata), la reina plateada.
Daegon Targaryen, jinete de Azogue (blanco), la pesadilla blanca.
Gracias a Bel por ayudarme con el apodo de Azogue<3
Aún falta el epilogo, lo subiré pronto.
Espero les haya gustado, gracias por leer, lu.
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