Capítulo 05
Diario de Tadeo Dávila
Dos Semanas Antes del Suceso
No he podido sacar de mi cabeza aquel recuerdo de la semana pasada, ese gato negro... sus ojos de demonio, su lengua de reptil, y lo peor de todo ¡Su voz!
Apenas dijo «Buenas noches» y su frase seguía retumbando en mi cabeza como tambores africanos. Su voz era suave, asexual, sutil y muy elegante, como la voz de un narrador de novelas de romance, muy tenebroso para mi gusto, estoy acostumbrado a voces de ultratumba, horrorosos tonos de voces demoniacas que asustarían a cualquiera... pero un léxico como ese, proveniente de una fuente tan peculiar como un gato, eso si da escalofríos.
De ser otra persona habría cambiado mi rumbo diario para no encontrarme otra vez con esa criatura paranormal, pero soy alguien curioso, me gusta el peligro a pesar de lo reservado y callado que soy. No he dejado de pasar por la casa abandonada, hogar del gato con lengua de serpiente, pero no lo he vuelto a ver, me gustaría hablarle, saber que tiene que decirme, que cosas pasaran por la mente de un gato parlante... y no un gato cualquiera, un gato negro.
Siempre he sido distante con las personas a mí alrededor, pero como un buen compañero nunca dejo de saludar y dar las gracias, soy de esa poca gente que todavía le tiene respeto a la educación y cuando no lo hago es porque algo más importante está rondando en mi cabeza. Así fue como conocí a Diana, o mejor dicho a si fue como comencé a salir con ella, ya nos conocíamos a simple vista, sabíamos uno del otro pero no habíamos tenido una conversación estable como para decir que éramos amigos.
Diana notó mi perplejidad después del encuentro con el gato. Entré al salón de clases sin saludar ni hablar, lo que es raro, siempre doy los buenos días, estaba sumergido en mi entorno de preguntas sin respuestas y Diana se aceró a mí muy amablemente para charlar al respeto, no quise contarle la verdad, inventé una excusa estúpida referente a mis problemas con la mudanza y mis padres, a los pocos días nos juntábamos y hablábamos más, al cabo comenzamos a salir.
Es una buena chica, de piel morena, cabello cortó y negro, tiene un buen cuerpo, aunque si entrenara sentaría mejor que otras chicas, se lo he comentado entre bromas y creo que lograré convencerla de llevarla al gimnasio a entrenar conmigo. Lo que me gusta de esta chica es que se interesó en mí por mi manera de pensar y ver las cosas, y no por verme sin franela, aunque ya lo ha hecho, en nuestra segunda cita la lleve a mi casa y pasamos la noche juntos.
La mayoría de las veces las mujeres son incomprensibles, de ninguna manera puedes llegar a comprenderlas del todo, pero quizá eso es lo interesante de una relación, estar a la expectativa y atacar con un buen regaño o un regalo cuando se deba.
Es algo estúpido cuando Diana me dijo que teníamos que celebrar nuestros 5 días de noviazgo, fue como una alerta roja para mí, nunca le pedí que fuera mi novia, creo que el hecho de tener relaciones conmigo fue la firma de un contrato de parejas, pensé que probablemente yo soy el primer novio que ha tenido, de hecho no me percaté si era virgen... aunque no lo creo, no hubo manchas en mi sábana.
Mi alerta roja no era prematura, debía estar pendiente de qué cosas pasaban por la cabecita enamorada de Diana, ¿Celebrar 5 días de noviazgo? Eso era pasarse de la raya, ¿Qué me esperaría cuando olvidase el día que cumpliésemos uno o dos años de noviazgo? Era un tema pesado para pensarlo por mucho tiempo, por ahora complacería su 5 días de celebración hasta que el tiempo nos separe, desde un principio sabía que ella no era mi chica ideal, un amor pasajero más... mi preocupación es que creo que ella no piensa de la misma manera que yo.
A Diana le encanta el helado, nos citamos en una heladería famosa en la ciudad, no quiero hacerle estupendo este día, no quiero que se le suban los humos a la cabeza, una simple cita normal está en mis planes, y si gusta la llevaré a mi apartamento.
Después de comer el helado y charlar un poco nos dirigimos a otro sitio, la famosa conocida Vereda del Lago, un lugar turístico en la ciudad de Maracaibo donde puedes ir a entrenar, trotar, caminar, andar en bicicleta y disfrutar del buen paisaje del lago, un inmenso parque para reposar y pasar juntos un buen rato.
Alquilamos unas bicicletas y recorrimos todo el lugar, algo que no me gusta de Diana es su flojera, se cansa muy rápido y no va a mi ritmo, no tenemos ni una hora de pedalear y no aguanta las piernas, está muy cansada.
Devolvimos las bicicletas y cómpranos unos cepillados, esos raspados de hielo con jugos de frutas para darles sabor, uno de limón para ella y uno de tamarindo para mí, me encanta el tamarindo, hacía algún tiempo que no disfrutaba del sabor de esa fruta, últimamente no logro conseguirlas, recuerdo que hace mucho tiempo cuando estaba en la primaria de mi colegio, vendían pequeños dulces de tamarindos cubiertos en una pequeña envoltura de plástico transparente sin marca, esos bonitos sabores de la infancia.
Al cabo de unos minutos Diana comienza a insinuarme, no para de repetir que está cansada y quiere irse, por supuesto que a mi apartamento, no iba a negárselo, yo también quería encontrarnos en la cama, desperdiciar la oportunidad no estaba en mi lista, sin embargo quería sacármela de encima, a veces es muy pegajosa y molesta, siendo sincero hoy solo quería sexo y deshacerme de ella, me estaba agobiando, necesito un tiempo a solas.
De camino a mi casa íbamos charlando, le comentaba lo que sentía y que probablemente necesitaba un poco de espacio, pero que sin embargo la quería mucho, su enamoramiento quizá no la dejaba escuchar bien lo que yo explicaba, asentía con la cabeza y seguía abrazándome el brazo.
¡De repente lo vi! A la vuelta de la esquina, asomado por el techo de la vieja casa estaba el gato negro, me miraba fijamente, Diana no notaba que lo observaba, ni tampoco sentía la mirada del felino. Pero yo si la sufría, como cuando sabes que un francotirador te tiene en la mira, pero en ese momento no quise distraerme y apresuro el paso con Diana hacia el edificio.
Todo fue muy rápido, al entrar a la casa nos besamos como locos, quería desaparecer al gato de mi cabeza y la mejor forma de hacerlo sería entre las piernas de Diana, pero las cosas importantes para mí no logran salir con facilidad de mi cabeza. Ya estábamos desnudos en la cama, a segundo de iniciar todo, pero me levanto e ideo una excusa barata.
Comienzo a vestirme rápido con el pretexto de comprar unos preservativos, supuestamente había olvidado que usé todos los de mi reserva, pura mentira, siempre estoy alerta en ello. Pero en ese momento no me importaba Diana, la quiero mucho pero no sabía si era la última vez que estaría frente a frente con el gato con lengua de serpiente, Diana está enamorada de mí, la tendría en mi cama muchas noches más... pero el gato, era una situación única.
Al salir del edificio comienzo a correr con todas mis fuerzas hacia la casa abandonada, de algo estaba seguro, el felino no se marcharía por la forma en la que me miró.
A pocos metros de la casa podía verlo, seguía mirándome con esos ojos esmeraldas fluorescentes. De un salto entra al patio de la morada abandonaba, me aproximo hacia el muro, rodeo las paredes hasta llegar a la entrada principal, una reja vieja y oxidaba, de una patada logro abrirla, fácilmente entro como un vagabundo buscando refugio de la noche.
Escuché un movimiento, con el rabillo del ojo vi la sombra del gato entrando a la casa por una ventana con vidrios rotos, me apresuro hacia la puerta de entrada, a pesar del vejestorio de madera de la estructura no logro abrirla, sus bisagras son muy fuertes. Hay otra ventana, esta tiene los barrotes rotos, puedo entrar con facilidad.
Está muy oscuro dentro, la luz casi no penetra... mucho polvo y cosas secas, al final de unas escaleras veo el destellar verde de los ojos esmeralda, pero lo pierdo... me quedo en silencio, tratando de escuchar un movimiento, quizá el sonido de su lengua de serpiente... pero repentinamente el sonido es aniquilado por un estruendoso relámpago que ilumina toda la casa, escucho el gruñido felino escaleras arriba, pero empieza a llover, un tremendo monzón de agua que hace temblar la casa... el perfecto escenario para mi situación actual.
A mis espaldas escucho otro sonido, la puerta se abre, volteo y lo veo, el gato está ahí afuera, espeluznante como un mismísimo espectro de los abismos, no se moja, las gotas esquivan al felino como si una cúpula invisible lo protegiese de la lluvia, siempre escuché que los gatos odian mojarse, ¡Pero esto es ridículo!
Ahora se burla de mí, levanta la pata y me llama para que salga del lugar, como esos gatos orientales que mueven su patita para que venga el dinero, pero este gato no tenía intenciones de obsequiarme riquezas.
Estoy empapado parado frente a él, pero no dejamos de vernos ni movernos.
-Nos veremos luego- dijo el gato marchándose, corre atravesando la reja hacia la calle, trato de seguirlo pero a lo lejos venia una persona, era Diana con un paraguas en mi búsqueda.
La luz ilumina toda la calle y los tejados, el potente disparo eléctrico choca con el poste de luz dañado, el estruendo lo despega del suelo y como un gigantesco tronco asesino cae encima de Diana apagando su vida para siempre.
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