049; igual que a un rey
Si bien tres días siempre se le habían pasado en un abrir y cerrar de ojos, esta vez era consciente de que serían los tres días más largos de su existencia.
Había sido todo un reto convencer a Carlisle de que lo dejara marchar y que se aseguraría de regresar sano y salvo una vez finalizara el tiempo que debía convivir con los Vulturis. La expresión de impotencia que demostraba su rostro le hizo saber a Killian que era capaz de enfrentarse a los cinco vampiros que habían venido hasta allí por él, pero justamente eso era lo que el neófito no quería. Un conflicto debido a su mera presencia era lo que evitaba a toda costa.
Killian sintió un vacío enorme cuando dejaron atrás aquella estructura abandonada, lo último que pudo escuchar habiendo sido la lejana voz de Esme respondiendo la llamada telefónica de Carlisle. Jamás había estado tanto tiempo de Carlisle desde que había llegado a Forks haría casi un año y la sensación que la repentina separación del mayor provocaba no le agradaba en lo absoluto. Intentó dejar atrás esa sensación, recordándose a sí mismo que volvería a verlo pronto y decidió centrarse en no perder al grupo de vampiros con capas amplias que caminaban grácilmente a través del bosque. De vez en cuando notaba la mirada de Jane en él, e incluso Demetri se acercaba en ocasiones para vigilarlo de cerca. Se sentía como la gacela frente al león nuevamente.
Caius, por otro lado, no había pronunciado palabra alguna, no lo había mirado y caminaba al frente con su cabeza en alto. Había dejado la capucha de la capa baja y permitía que el resto de su alrededor pudieran admirar su llamativa cabellera platinada. Killian debía admitir que le causaba curiosidad la actitud tan extraña de aquellos vampiros, sobre todo del monarca, pero el miedo que les tenía era aún mayor como para atreverse a curiosear o siquiera abrir la boca.
No fue hasta que llegaron a Francia que hicieron un gran parón. Demetri y Félix habían olido una suculenta sangre que los hizo desviarse del camino principal para tomar, lo que ellos llamarían, un pequeño tentempié. Ambos desaparecieron en un segundo cuando el grupo se desvió hacia una parte rocosa del lugar que parecía una pequeña cueva en la que apenas entraba Killian. Jane se sentó ágilmente en una gruesa rama mientras movía sus pies de adelante hacia atrás de manera infantil. Alec se tumbó junto al pie del árbol y esperó a que la cacería del dúo finalizara. Caius quedó de pie mirando hacia el frente, inmóvil cual estatua y aún sin mirar al resto de acompañantes.
Y Killian...
Killian se quedó allí junto a la pequeña cueva sin saber qué hacer, incómodo ante la cacería de Demetri y Félix. Aún le resultaba angustioso extraer sangre de los pobres animales como para hacerse a la idea de que las personas junto a él mataban sin pudor a cualquier humano que se cruzara frente a ellos. Su expresión debe haber sido todo un poema como para que Alec se diera cuenta de ello, la risa del chico se escuchó por el lugar y pronto su voz la siguió.
—¿Demasiado cruel para ti? —preguntó el mellizo con una amplia sonrisa—. ¿Deberíamos traer algunos animales? ¿Qué tal algún oso?
El neófito se tensó enseguida y agachó la cabeza mientras negaba.
—No es necesario —respondió en un susurro.
Alec se acomodó en su lugar, estirando las piernas y cruzándolas en el suelo.
—Vamos, no seas tímido —canturreó—. Puedo conseguirte cualquier animal que quieras.
—Alec —llamó Caius sin voltearse, su voz autoritaria resonando con fuerza.
El aludido elevó ambas manos en señal de rendición.
—No he dicho nada malo, simplemente he ofrecido mis servicios. ¿No había que tratarlo igual que a un rey?
Caius giró su cabeza por primera vez en todo el trayecto y le dedicó una gélida mirada al vampiro que se sentaba junto al árbol. El contrario no volvió a pronunciar palabra alguna y sólo encogió sus hombros antes de cerrar los ojos y esperar tranquilamente a que regresaran los otros.
El rey Vulturi regresó a su posición anterior y el silencio volvió a reinar entre ellos. Sin embargo, esta vez, la cabeza de Killian se preguntaba mil y una cosas las cuales ninguna tenía respuesta, así como no tenía valor para preguntar qué había querido decir con aquello; Poco después, Demetri y Félix regresaron con enormes y escalofriantes sonrisas mientras relamían sus labios y contaban cuán deliciosa había estado la caza de aquel día. Killian intentó hacer oídos sordos para evitar escuchar aquello y decidió caminar junto a una Jane que ignoraba a su hermano y los otros dos vampiros que parecían críos con un juguete nuevo.
Cuando el Sol comenzaba a salir nuevamente por las calles de Volterra, fue cuando seis pares de pies resonaron suavemente sobre el viejo pavimento de los algo oscuros callejones. Era bien temprano en la mañana pero centenar de turistas habían madrugado para aprovechar las calles vacías de la ciudad y disfrutar de un paseo matutino en tranquilidad. El murmullo que provocaban las conversaciones de los transeúntes se mezclaba con el piar de los pájaros y mostraba una falsa estampa de tranquilidad. Killian no pudo evitar observar a una joven humana de su edad que sonreía y disfrutaba los primeros rayos solares contra su bronceado rostro, sintiendo envidia de lo que ella poseía y él carecía.
Volver a aquel lúgubre castillo le producía escalofríos. La sonrisa que se plasmó en el rostro de la recepcionista cuando los vio llegar sólo provocó que quisiera dar media vuelta e irse de aquel lugar de regreso a su casa con la gente con la cual sí se sentía a salvo; Félix desapareció en cuando vio a la recepcionista, unos metros más adelante también desapareció Demetri. Alec fue el siguiente en escabullirse tras una pequeña puerta de madera que estaba a su izquierda, guiñándole un ojo a Killian antes de cerrarla.
Ahora, sólo quedaban Caius, Jane y él.
El trío caminó en silencio hasta llegar a un ascensor. Killian estaba tenso e incómodo al haber quedado entre ambos Vulturis y cerró los ojos hasta que las puertas volvieran a abrirse. Por suerte para él, nadie habló y el trayecto no se extendió más de lo necesario, por lo que pronto volvían a caminar por aquellos oscuros pasillos iluminados pobremente. Miembros de la guardia caminaban en dirección contraria o salían de distintas puertas del lugar y el neófito no pudo evitar notar como todas las miradas se clavaban en él. Se sentía expuesto sin la presencia de Carlisle y su amplia espalda la cual siempre terminaba observando cuando se escondía por vergüenza, incomodidad o miedo. Ahora, mirando hacia el frente, lo más parecido que tenía era Caius pero jamás se atrevería a hacer algo así frente a alguien de tal poder y posición, por lo que se tragó su incomodidad y siguió caminando con su atención puesta en el camino.
A medida que se acercaban más y más al salón principal, la multitud de vampiros pertenecientes a la guardia fue en aumento hasta haber, por lo menos, unos quince presentes en el pasillo junto a la enorme puerta que debían atravesar. Caius los ignoró mientras avanzaba seguido por Jane. Al neófito no le quedó más remedio que seguirlos a menos que quisiera quedarse allí con aquellos vampiros desconocidos.
La estruendosa y peculiar risa de Aro Vulturi fue lo primero que llegó a sus oídos tras atravesar el marco, y unos largos brazos rodear sus hombros en un efusivo abrazo. Killian quedó un poco desconcertado, recién pudiendo descifrar que la persona que lo había abrazado había sido el mismísimo Aro. Éste último se alejó y se acercó a Jane para dejar un casto beso en sus labios antes de centrar su atención en su viejo amigo Caius.
—¡Caius, amigo mío! Veo que tus dotes siguen siendo igual de buenos que hace mil años —carcajeó.
El aludido rodó los ojos y caminó hasta su lugar para sentarse.
—No hay dotes ningunos —sentenció con voz baja pero firme.
Aro volvió a reír.
—¡Tonterías! —exclamó mientras miraba detrás de Killian y fruncía su ceño—. ¿Carlisle no viene contigo?
Killian tragó en seco y contestó con todo el valor que su garganta le permitía.
—Era innecesario que viniera si sólo iba a estar aquí tres días —explicó.
A esto, Aro elevó sus cejas con sorpresa.
—¿Tres días? —cuestionó mientras cambiaba su mirada del neófito a su viejo amigo—. ¿Eso han acordado con Caius?
Killian enderezó sus hombros, una sensación extraña apoderándose de todo su ser antes de asentir.
—Sí.
Aro volvió a reír de manera estruendosa mientras aplaudía un par de veces.
—¡Magnífico! Yo estaba convencido de que querrías irte tras hablar conmigo —fingió llorar y limpió una falsa lágrima de su mejilla derecha—, pero tres días es un tiempo maravilloso. Aunque... hay algo que me da curiosidad, querido Killian.
—¿El qué? —preguntó el neófito suavemente.
El rey mostró una aperlada hilera de dientes antes de hablar:
—¿Has considerado quedarte con nosotros si lo que ves acá resulta ser de tu agrado?
[•••]
¡Hola!
¿Cómo andan?
He vuelto después de mucho tiempo tras una larga recuperación. Mis ojos (en teoría) no deberían causarme más problemas durante varios años así que eso es un punto positivo.
No sé cuánta gente siga leyendo esto, la verdad, pero de ser así, traeré capítulos cada una o dos semanas cuando mis trabajos me lo permitan.
Dicho esto, espero que estén todos bien.
Cuídense mucho y nos leemos pronto🫶
—AYU
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