047; waltz

Para Killian no era nada fuera de lo común sentir un hueco vacío en su estómago que parecía estar consumiéndole por dentro, aquella sensación había estado presente en todas y cada una de las escenas de bienvenida que había tenido que presenciar siempre que se paseaba por las distintas casa de acogida. No obstante, en aquella ocasión, aquel hueco vacío parecía que explotaría en cualquier momento y sus extremidades volarían de un lado a otro. El vuelo hacia Londres rodeado de humanos con sus rápidos corazones palpitantes se podría describir como un camino de rosas en comparación a ahora. Incluso el viaje en taxi junto a un viejo conductor que olía a cigarrillos y sudor (el cual los había dejado frente a un lujoso hotel en el centro) también había sido algo maravilloso al comparar. Killian podría asegurar que preferiría volver a pasar por esas dos situaciones que tener que aguantar aquel vacío aterrador en su cuerpo.

Ambos vampiros se encontraban en un viejo edificio abandonado situado algo alejado del centro, lejos de la contaminación acústica y el tentador olor de los humanos. El lugar había sido elegido por Carlisle, un lugar en el que sabía que su nuevo hijo neófito estaría cómodo —o al menos no preocupado por herir a alguien—. Era un antiguo salón de danza que se dividía en cuatro pisos: ballet en el primero, flamenco en el segundo, tango en el tercero y waltz en el último. Cada piso contaba con sus respectivas habitaciones dedicadas únicamente para el tipo de baile que se enseñaba, espejos llenos de polvo rodeaban las paredes e incluso podían verse viejas y rotas prendas de ropa; Habían elegido la planta número tres, la del tango; la sala de dicho baile estaba (al igual que las otras) llena de polvo y con algunas pertenencias dejadas en el olvido, sin embargo lucía más amplia y acogedora al carecer de habitaciones individuales y estar decorada por colores azules y plateados. Un amplio ventanal se mostraba a la izquierda, cortinas de un intenso azul real tapaban gran parte de su imponente altura; frente a ellos estaba la gran hilera de espejos enormes que mostraban la estancia al completo y, a su derecha, tres puerta que suponía que daban a los vestuarios.

Killian mordió inconscientemente la punta de su lengua en un intento de sentir dolor y poder distraerse con cualquier otra cosa que no fuera el aterrador pensamiento de volver a cruzarse con un Vulturi.

—Entiendo que estés asustado —susurró Carlisle a su lado, intentando no elevar demasiado su voz para no sorprender al chico. Acto que falló estrepitosamente—, pero intenta relajarte un poco, pareciera que estás a punto de sufrir un infarto.

Killian escondió las manos en el unibolsillo de su sudadera canguro.

—Lo hubiera sufrido ya de no ser porque no tengo corazón que infartar —murmuró.

Carlisle suspiró. Comprendía a la perfección los claros nervios del chico, es más, ¡incluso él pareciera que iba a entrar en pánico! Una cosa era enfrentarse a los Vulturis él solo y otra muy distinta era tener que hacerlo junto a Killian. La incertidumbre que le provocaba toda esta situación lo hacía sentir como si fuera un humano al borde de un alto acantilado a punto de saltar sin ningún tipo de seguridad.

—Killian... —soltó al aire el mayor.

—Lo siento. Estoy algo alterado.

El rubio pasó suavemente su mano derecha por la espalda del chico, notando bajo su tacto como el menor se relajaba un poco.

—Discúlpame a mi —habló esta vez el doctor—, no tendrías que estar pasando por esto de no haber sido por mis descuidos.

De haber estado Jasper presente, hubiera notado la inmensa sensación de culpa que no abarcó sólo un cuerpo, sino dos.

—No tiene nada de lo que disculparse, señor Carlisle —cortó Killian con rapidez, incapaz de dejar que el mayor se culpara—. Estoy bien, sólo necesito relajarme un poco. Terminaremos con esto rápido y volveremos a Forks junto a la señora Cullen.

Era de admirar la capacidad que tenía Killian para hacer sentir cómodo a todo aquel que se cruzara con él (claro que siempre y cuando se dieran el tiempo en conocerlo sin juzgar su natural apariencia), al igual que tenía aquel mal hábito de querer contentar a todos incluso cuando algunos no eran igual de amables con él.

—Tienes razón. Cuanto antes acabemos con esto, antes estaremos en casa —concordó el rubio.

"Esto", ¿qué se suponía que era "esto"?

Killian no tenía ni la más remota idea de qué era lo que los Vulturis querían de él, tampoco entendía la obsesión de saber sobre él ni el empeño en volver a verlo antes de la cercana transformación de Bella. Aunque sí le causaba curiosidad conocer la razón, el miedo que infundía aquel clan y el que le tenía Killian a sus integrantes era mayor, por lo que estar ahí por su propio pie y sin haberse desmayado (aunque fuera imposible ahora) había sido todo un logro para él. Tan solo esperaba que aquella reunión terminara rápido tras descubrir qué querían y así regresar a la comodidad y seguridad de su habitación.

Pasos se escucharon resonar por las escaleras de la primera planta, pasos lentos que provocaban que sus zapatos sonaran con fuerza para dar a entender que habían llegado. Sin embargo, incluso aunque estaban haciendo ruido, el sonido hubiera sido totalmente inaudible para un humanos. Se sentía como si cada paso que daban fuera un paso de baile, una danza en el aire; El resonar del material de sus capas era más notorio, rozando sus extremidades contra su torso mientras seguían subiendo los escalones de uno en uno.

Si Killian no se equivocaba, habían cinco vampiros subiendo las escaleras en aquel momento.

Mentiría si dijera que aquellos segundos en los que esperaban a que aparecieran por la gran puerta de la estancia no fueron mortalmente asfixiantes. Killian volvía a sentir que su estómago iba a explotar y, en el proceso, todo su cuerpo por igual. De manera inconsciente, el neófito agarró el brazo izquierdo de Carlisle y se aferró a éste como si su vida dependiera de ellos. Dio un ligero paso hacia atrás y escondió la mitad de su cuerpo tras la alta figura del mayor.

Como si estuvieran dando un paseo por la ciudad, la puerta del lugar fue cruzada por cuatro vampiros vestidos con largas capas negras o rojas que miraban el lugar como si se hallaran en una convención y estuvieran admirando lo presentado. La figura más baja fue reconocida enseguida, sobre todo porque la gorra de su capa se encontraba bajada y dejaba al descubierto su perfectamente peinado cabello rubio y sus brillantes ojos rojos. Jane Vulturi admiró el salón de baile sin mucho afán, deteniendo su andar frente al dúo. Junto a ella se detuvo una silueta un par de centímetros más alta que ella, no obstante, a diferencia de la expresión inquebrantable de la fémina, éste sonreía tranquilamente. Alec fue el segundo en dejar al descubierto su rostro.

Era imposible no reconocer a Félix. Si había algo de lo que Killian recordaba el día que fue mordido por su propia hermana, fue la enorme figura imponente que consiguió divisar a duras penas mientras sufría en silencio los efectos de la ponzoña. Era la tercera vez que lo veía y también era la tercera vez que se preguntaba cómo era posible que hubiera alguien tan... gigante. Si bien ya se había acostumbrado a lo corpulento y alto de Emmett, aún se sorprendía a ver que había gente así. Quizás sólo era su subconsciente quejándose de que él no había superado el metro setenta. La pubertad ciertamente lo había rechazado sin descaro alguno.

Mientras que Félix mantuvo su rostro cubierto, Demetri lo mostró mientras dejaba al descubierto una hilera de brillantes dientes blancos que acompañaban a una sonrisa para nada amable. Su cabello negro caía a ambos lados de su rostro hasta sus hombros mientras ciertos mechones cosquilleaban su oliváceo cuello. Sus manos se hallaban cruzadas sobre su pecho mientras su atención caía de lleno en la figura que sólo mostraba la mitad de su cuerpo mientras intentaba inútilmente hacerse pequeñito detrás del patriarca de los Cullen.

—Carlisle —Jane fue la primera en saludar.

—Es un placer volver a verlos —saludó cordialmente el rubio—. ¿Algún percance? —preguntó hacia la fémina al darse cuenta que aún faltaba alguien por entrar.

—Para nada —la vampiro respondió al instante, mostrando una sonrisa que no llegó hasta sus ojos. Segundos después, aquella sonrisa desapareció como si nunca antes hubiera estado ahí y fue sustituida por un ligero fruncimiento de labios mientras su cabeza era ladeada hacia su derecha para poder observar a la figura un tanto más alta que ella—. El chico.

Ante aquello, Killian se tensó y apretó el agarre en el brazo de Carlisle. El contrario tomó su mano y le dio un suave apretón para asegurarle que todo iba bien. Killian inhaló profundamente y dio un paso para dejarse ver.

Tener a cuatro vampiros cuya mirada parecía abrir agujeros en su cuerpo era lo suficientemente intimidante como para hacerlo agachar la cabeza y clavar su atención en los cordones de sus zapatos. La primera vez que los conoció no había tenido que pasar por aquello porque su atención estaba, en su mayoría, centrada en Bella; durante el encuentro en el claro, el dolor era demasiado angustiante como para siquiera notar si estaban pendientes de él o no, pero ahora, estando sólo él junto a Carlisle, era obvio que la atención iba a estar dirigida únicamente hacia él.

Ninguno dijo nada durante varios minutos, sólo limitándose a observarlo como si fueran espectadores en un circo y él fuera la atracción principal. Al cabo de un rato, Jane volvió a hablar.

—Caius te espera en la última planta.

El neófito siempre había creído que el número siete se asociaba a la buena suerte, pero aquellas siete palabras no auguraban nada bueno.

—¿Yo-yo solo? —tartamudeó algo ido.

—¿Con quién más sino? —cuestionó la rubia. Killian miró de reojo al vampiro tenso que se mantenía a su lado—. Carlisle tiene algunas cosas que hablar con nosotros.

Carlisle apretó los puños pero suavizó su semblante, bajando la mirada hacia el chico que parecía a punto de largarse a llorar.

—Será breve. Estarás bien. Volveremos a casa tras esto.

El menor asintió no muy seguro, ignorando los gestos burlescos que le hacía Demetri mientras señalaba la salida por la puerta de una forma que en otra situación se hubiera considerado cómica.

Killian avanzó algo reacio a dejar aquel lugar, mirando en repetidas ocasiones hacia atrás para asegurarse de que Carlisle estaba bien. No fue hasta que vio la genuina sonrisa tranquilizante del mayor que logró avanzar hasta el pie de las escaleras. Si antes sentía que sus pies se habían notado pesados mientras buscaban un salón en el que esperar, ahora pareciera como si llevara cuarenta bloques de cemento en cada pie. Cada escalón parecía agregar peso a sus pasos y la sensación en su estómago volvía a hacerse notar. Miles de preguntas rondaban su cabeza mientras la distancia hacia el salón de waltz se hacía más y más corta, todas sin respuesta alguna. Pero muy a su pesar, había una pregunta que se mostraba en font grande, con letras brillantes y miles de luces de colores a su alrededor: "¿por qué yo?".

Las enormes puertas de madera desgastada se hallaban abiertas, dejando expuesto un interior luminoso con techo de cristal que mostraba el nublado y grisáceo cielo de Londres; las cortinas verde esmeralda habían sido cerradas por lo que la única claridad provenía de aquellos ventanales. Killian dio un paso al frente para adentrarse en el lugar, dejando que sus oídos captaran el sonido chirriante de la madera bajo sus pies con cada paso que seguía dando. Sus ojos recorrieron el lugar de derecha a izquierda en busca de algo. Las puertas de los vestuarios se hallaban cerradas, los espejos se encontraban tapados y el único y enorme sillón del lugar se encontraba ocupado por una única persona.

Allí, en el centro del gran sillón color ocre se hallaba una esbelta figura vestida de negro de la cabeza a los pies. Su traje moderno se ajustaba perfectamente a su cuerpo sin dejar ver más piel de la necesaria, la capa similar a la de los vampiros en la planta inferior había sido abandonada en una esquina del mueble. Ambos brazos se estiraban a cada lado del respaldo, piernas largas cruzadas que dejaban ver unos elegantes y brillantes zapatos negros de punta. Al subir la atención de su cuerpo hacia su rostro se podía ver una indescriptible belleza que era acompañada por una expresión indescifrable, su cabello rubio hasta el cuello peinado hacia atrás y uno de sus mechones sostenido por su oreja derecha, más lo que realmente llamaba la atención eran ese par de sádicos ojos carmesí que se encontraban fijos en la tiritante y pequeña forma frente a él.

—Killian —la suavidad de su voz no concordaba con la imponencia de su aura, al igual que la sonrisa que se plasmó en su rostro no mostraba amabilidad ninguna—, es un honor encontrarnos de nuevo.













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¡Hola!

¿Cómo andan?

Perdón por la tardanza, tenía pensado actualizar pero el trabajo me hace rodearme de niños y pillé una gripe que casi me voy yo como casi se va Killian.

Vuelvo a contar por aquí para los que no vieron el comunicado:

Salgo de vacaciones por lo que voy a intentar ponerme al día con Ojos rojos porque mi intención es finalizar las actualizaciones para finales de diciembre o principios de enero. ¿Qué significa esto? Pues que habrá actualizaciones cada unos tres días o cuatro, o quizás, si me da tiempo, cada uno.

Por otro lado, mi visión vuelve a complicarme las cosas nuevamente así que es muy seguro que en algunas ocasiones mande al empleado a actualizar, por lo que si no hay notas finales, significa que fue él que no quiere escribirles cosas bonitas como hago yo.

Dicho esto, espero que les haya gustado el capítulo y que estén teniendo una bonita semana.

Cuídense mucho y nos leemos en unos días con un nuevo capítulo.

<3

AYU

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