043; fácil hablar contigo
Killian observó atentamente como Jacob se transformaba en el aire y se alejaba corriendo en dirección a la boda. A pesar de resultarle un chico muy raro y temperamental, agradecía que hubiera vuelto para poder ver a Bella aunque fuera un momento, aunque era obvio que hubiera preferido ser él el que pudiera asistir.
El gruñido bajo del lobo gris lo hizo volver en sí, girando su cabeza y clavando la mirada en el enorme (y mucho más alto que él) cambia-formas que tenía en frente.
Killian sabía que las interacciones que había tenido con Paul Lahote hasta ahora nunca habían terminado bien. El contrario tenía una lengua bífida y letal, y un temperamento explosivo que nunca conseguía hacerlo medir sus palabras; a eso debías sumarle que su forma humana era enorme y su expresión casi siempre mostraba enojo ante la presencia de cualquier "chupasangre". Si Killian no estuviera seguro de que no podría hacerle daño (o al menos eso intentaba creer), no estuviera ahí esperando a que el lobo hiciera lo que fuera que había venido a hacer.
—Buenas tardes, Paul —saludó Killian con un tono de voz suave y su conocida forma respetuosa de hablar.
El lobo agachó la cabeza y sopló hacia el suelo en señal clara de descontento con aquel saludo.
Ignorándolo, Killian continuó su monólogo mientras daba un par de pasos hacia la derecha y caminaba hacia el porche de la casa para sentarse en el banco allí colocado. Mientras avanzaba, continuó hablando:— La boda de Bella y Edward estará comenzando en breves. Me alegro mucho por ellos, sobre todo por Edward —Killian inhaló profundamente y expiró antes de sentarse en el banco. Paul no se había movido ni un milímetro pero sus ojos jamás abandonaron la figura más pequeña—. Esperar tantos años por la persona correcta debe ser... agotador. ¿Serías tú capaz de esperar tanto tiempo por "tu verdadero amor"? Yo no sé si sería capaz. No comprendo muy bien lo que es querer tanto a alguien fuera de una amistad o familia. Yo quería a mi hermana, y quiero mucho a mi nana y los niños del orfanato. Comprendo "ese" sentimiento, pero... querer a alguien de esa forma... no lo sé. Y ni hablemos de ser querido.
Killian hablaba, hablaba y seguía hablando como si fuera un muñeco de cuerda cuya la longitud fuera infinita. Era la primera vez que Paul lo había escuchado decir tantas palabras seguidas, una tras otra sin parar e intentando explicar su punto de vista como si estuviera en un debate. Sus ojos rojos se mantenían en el bosque frente a él, sus manos volaban a su alrededor cada vez que quería dar a entender algún punto en particular y su nariz se arrugaba cada que intentaba entender alguno de los puntos sobre los que discutía.
Era realmente adorable.
Paul estiró sus patas traseras antes de avanzar despacio y con precaución hacia el porche de la pequeña casa, evitando distraer al chico que continuaba con su charla como si se hubiera olvidado de su presencia. El lobo dejó la prenda de ropa que llevaba en la boca junto a los pocos escalones y subió con cuidado al porche para acercarse hacia él.
—Es decir, ¿qué pasa si el verdadero amor se muere y no lo has conoci- —la voz de Killian se atascó en su garganta cuando notó un gran peso sobre sus piernas. Bajando la mirada pudo ver la enorme cabeza del lobo apoyada en su regazo mientras éste tenía sus ojos cerrados con fuerza como si temiera que fuera a ser echado. Si bien la diferencia de tamaño era notoria en un contexto normal, ahora Killian se veía tres veces más pequeño. El lobo ocupaba gran parte de la imagen, y sólo los brazos y medio torso de Killian eran visibles—. ¿Era tan molesta mi charla? —susurró.
El lobo gruñó bajo en señal de negación. Para su sorpresa, el neófito lo entendió.
—Está bien —asintió. El silencio los rodeó a ambos por escasos segundos. Era bastante raro tener a Paul Lahote en frente y que éste no estuviera discutiendo o soltando barbaridades por la boca, más aún cuando la esencia de ambas especies no eran de agrado alguno. Killian observó tentativo la cabeza del animal, sus atención puesta en la suavidad que mostraba el pelaje de éste. Con su mano izquierda hizo el amago de tocarlo, pero se restringió al segundo—. Paul —llamó en un susurro. El animal abrió uno de sus ojos—, ¿te molestaría que tocara tu pelaje? Luce... luce suave.
El aludido movió un poco la cabeza para mirarlo y vio la mano dudosa aún en alto, seguidamente se enderezó un poco para chocar su cabeza con la mano del contrario. Killian rió cual niño pequeño cuando el suave pelaje hizo contacto con su palma, y el lobo en Paul lloriqueó contento ante aquel sonido.
—¿Sabes? —preguntó suavemente—. Se te da mejor interactuar cuando no eres capaz de hablar.
El lobo de enderezó de golpe y Killian se lamentó enseguida de haber dicho algo tan fuera de lugar cuando estaban pasando un buen rato. Sin embargo, y para sorpresa suya, el contrario se acercó a él y pasó su lengua por su rostro, dejando un gran rastro de babas antes de tomar sus prendas y salir hacia los arbustos en los alrededores.
Killian se carcajeó mientras elevaba uno de sus brazos para retirar el líquido de su rostro.
—¡Qué asco! —exclamó.
La figura humana de Paul apareció segundos después, acercándose nuevamente al porche y llegando hacia donde el neófito luchaba por borrar los rastros de babas. El más alto de los dos agarró sus manos, haciéndose notar por Killian y causando que se congelara en su sitio. Ignorando la reacción del chico, ayudó a retirar lo que él mismo había provocado.
—Estoy bien —dijo el más bajo. Su actitud era ligeramente más distante, y ambos sabían que era por la presencia humana del cambia-formas.
—Tienes babas por el cuello aún —señaló el pelinegro. Killian se apresuró a pasar la manga de sus prendas por el cuello, más falló miserablemente en dar con el lugar indicado. Paul rodó los ojos y acercó su mano para retirar un fino hilo de saliva que quedaba justo encima de su yugular. El contrario se tensó notablemente y eso sólo hizo suspirar derrotado al más alto. Paul se sentó en el suelo del porche, evitando tomar asiento en los limpios almohadones del banco—. Sé que no te gusta verme... así.
—Yo no-
—Tu postura te delata.
—Es que... —Killian estaba algo reacio a decirlo, pero tenerle miedo a Paul no le llevaría a ningún lado—, tu forma lobuna no habla. Si no hay palabras, no hay dolor.
—Puedo volver a mi forma lobuna enseguida, pero quería decirte algo.
—¿A mi? —preguntó confuso Killian.
—¿A quién más sino?
—¿Qué querías decirme? —cuestionó ahora con curiosidad.
Paul agachó la cabeza, manos entrelazadas sobre sus rodillas mientras buscaba las palabras menos bruscas en su mente. Killian se sentó lentamente en el banco otra vez y esperó a que volviera a hablar.
—Yo no —se calló de repente. Carraspeó y continuó:— No quiero que salgas con Jacob Black.
Paul esperó.
Esperó.
Y siguió esperando, pero no hubo respuesta alguna.
Sus manos entrelazadas ahora viajaron hasta la parte trasera de su cabeza agachada y cerró sus ojos para evitar descontrolarse. Segundos después, la jovial risa de Killian retumbó en sus oídos.
—¿Por qué saldría con Jacob Black? —preguntó divertido ante la pregunta tan inesperada.
Paul se enderezó y giró un poco su cuerpo para enfrentar a Killian.
—Porque te lo ha preguntado hace un rato.
—¿Me escuchaste aceptar? —dijo Killian, ladeando su cabeza. Paul negó—. No voy a salir con Jacob Black.
Paul retiró la mirada y agachó otra vez la cabeza.
—Menos mal —susurró muy, muy bajo.
—Uh-hum, está siendo muy sencillo hablar contigo —señaló el neófito—. ¿Sam ha vuelto a llamarte la atención?
Paul bufó.
—No.
—Qué raro.
—Fueron los del consejo y Emily. Me dieron una charla de cuatro horas sobre lo mal que estaba tratando a mi impronta y las consecuencias de ello. También Emily dijo que no volvería a probar sus mega-muffins por una semana.
Killian asintió.
—Creo que le alegrará saber que ha sido fácil hablar hoy contigo.
—He estado en mi forma de lobo la mayor parte de-. Comprendo.
Otra carcajada por parte del neófito se escuchó.
—Sé que no te agrado, ni los Cullen ni yo, pero intentar tener una buena relación sería ideal, ¿no crees? Puedes decirle a Emily que hoy hemos tenido una conversación medianamente normal.
—¿Medianamente?
—He estado más de media hora haciendo mi propio monologo.
—¡Pero te escuché sin problema alguno!
—Bueno, puedes decirle eso a Emily y que te devuelva la semana sin muffins.
Paul observó atento como Killian movía su cabeza al decir aquello, como si fuera un pequeño niño que ayudaba a sus amigos a hacer feliz a su madre tras un castigo severo para así dejarlo salir a jugar.
El cambia-formas volcó toda su atención en la figura frente a él y en el olor que emanaban todos los de su especie. Sabía de sobra que no había sido decisión suya el transformarse y que aquella había sido la única solución para mantenerlo con vida, también sabía que aquel desenlace no era lo que el antiguo humano quería. Emily se había asegurado de recordárselo muchas veces desde que se enteraron sobre el peligro que corría la vida de Killian tras el incidente, pero Paul se negaba a entrar en razón, se negaba a que su impronta fuera convertida en una asqueroso chupasangre. No obstante, ahora que lo tenía en frente, lo único distinto que había en el chico era su aroma. Si bien su antiguo aroma siempre poseía un pequeño toque de manzana, ahora aquella manzana llevaba el efluvio de la muerte, tal y como si fuera la manzana que una vez Blancanieves mordió, pero él seguía siendo el mismo.
Paul rara vez interactuó con él antes de su transformación, no había necesidad de ello porque Killian era un Cullen y él un Quileute, y la única interacción de ambos lados se debía a Bella Swan y, para ser sincero, Paul no era el mayor fanático de la hija del Sheriff.
El primer encuentro que tuvieron fue todo un espectáculo dentro de su cabeza. Todos menos Jacob estaban presenciando como el hater número uno de los chupasangres se imprimaba del nuevo hijo adoptivo de ellos. Las burlas de Embry, Quil y Jared eran de otro mundo. Sí admite que le sorprendió que el lector de mentes que poseía aquella familia no mencionara nada al respecto. No sabía cuáles eran sus motivos pero había agradecido internamente que aquel fenómeno hubiera cerrado la boca cuando el tema no era para nada de incumbencia; Había sido difícil, muy difícil el mantenerse alejado del chico, más aún cuando su lobo era el que gritaba por su presencia. Había sido detenido en distintas ocasiones por la manada para evitar que cruzara el tratado y hubiera una gran disputa entre ellos. Todo fue cuesta abajo cuando el grupo de neófitos apareció, aunque Paul agradecía aquellas noches de entreno en las que podía tener al humano cerca y calmar a su lobo mientras aprendían a lidiar con aquellos recién nacidos.
Más el día en el que fue mordido y su vida se desvanecía frente a todos, fue como arrancarle la piel sin anestesia.
Sintió el momento en el que su hermana clavó los colmillos en su cuello, lo sintió porque parecía que lo estaban torturando como si fuera él el afectado. Había hecho el amago de ir hacia él, pero la chica duende se aseguró de decirle que estaba bien y que lo necesitaban ahí. Le fue imposible verlo luego de ello, con la herida de Jacob y la cercana llegada de unos vampiros que él desconocía, no pudo verlo hasta que un día cualquiera, Sam y Emily decidieron que era hora de acompañarlo a verlo aunque él estuviera aún en cama. Admitía que había estado insoportable intentando ir a verle y exigiendo que al alfa de su manada que hiciera algo, y lo único que consiguió fue el visto bueno de Carlisle Cullen para dejarlos cruzar el tratado y que pudiera ver a su impronta.
Fue horrible.
No pudo estar tan siquiera cinco minutos frente al cuerpo pálido e inerte que se tendía en la cama. Estaba furioso, dolido y, sobre todo, decepcionado con sí mismo por no haber sido capaz de proteger a lo más importante que tenía su lobo. Se avergonzaba de haber gritado, de haber explotado y haber salido corriendo de manera tan infantil de aquella casa, (aunque esto nunca lo admitiría), pero no había nada más que furia dentro de él.
Cuando despertó fue mucho peor. Veía la misma imagen del chico al que debía dar su vida pero el aroma a muerte lo rodeaba por completo, el latido de su corazón había desaparecido y el calor que solía emanar era inexistente. Era como si su impronta fuera sólo un muñeco de plástico siendo guiado por hilos invisibles. Y eso lo enfurecía tanto que incluso llegó a tomarla con él, a decir las cosas más hirientes que pudiera imaginar. Pero, realmente, lo que no imaginaba él era que Killian no quisiera estar con él. ¿Desde cuando tu impronta tampoco quiere estar contigo? Eso le había dolido, pero a su vez tampoco podía dejar de ser tan brusco y maleducado con el chico. Si bien su lobo quería, él no, y todo por la repentina muerte de su alma humana.
Paul Lahote quería al Killian del que se imprimó de vuelta.
Y en ese momento se estaba dando cuenta de que, quizás, aquel Killian aún lo tenía delante.
[•••]
¡Hola!
Capítulo cortito pero tuve que separar la otra parte del capítulo para que quedara bien organizada, así que esta semana subiré la otra parte.
Les juro que intento actualizar lo antes posible pero a veces no tengo tiempo ni para vivir; a esto súmenle que no me sé controlar y en un rato subiré una nueva historia (me van a odiar, lo sé)
Desde un principio pensé que sería bueno tener un ligero punto de vista de cómo lo vive Paul, y desde incluso antes de tener los primeros capítulos del fanfic escritos sabía cuándo quería que ocurriera esto, y es justo aquí.
Dicho esto, espero que les haya gustado.
Se cuidan mucho y los veo en un rato a los que todavía estén por acá cuando publique el otro libro.
Cuídense mucho.
Nos leemos pronto.
<3
—HAOYUS
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