041; sed
La mañana del sábado había sido recibida por un asfixiante silencio. Toda la casa se encontraba en absoluta calma y aquello le resultó bastante extraño al veterano doctor Cullen cuando regresó tras un largo turno nocturno en el hospital.
Sabía que Alice no estaría en casa porque había decidido ir a atormentar al pobre Charlie Swan con el esmoquin que luciría el día de la boda; Edward, Jasper, Rosalie y Emmett habían salido a cazar algo lejos de los alrededores, Esme limpiaba el polvo de algunos muebles en el exterior que serían utilizados para la boda, pero no había rastro de Killian.
Dando media vuelta, salió afuera en busca de su esposa, la cual rápidamente dejó sus quehaceres y se acercó a saludar.
Ante aquel acto, Carlisle sonrió.
—¿Demasiado pesada la noche? —preguntó la suave voz de la fémina.
—Lo normal en Forks —contestó mirando a su alrededor.
Esme supo enseguida lo que buscaba.
—No está aquí.
—¿Dónde está?
—Estaba preocupado por las crías de puma —suspiró. Dejó el trapo que utilizaba para limpiar sobre un tronco y se sentó en las sillas que aún no decoraban—. Lleva ahí desde que salió el Sol.
Carlisle miró su reloj. 9:12. El Sol había salido hacía dos horas.
—Iré a ver cómo está —dijo seguro.
Esme no tuvo tiempo de reaccionar cuando la rubia imagen hubo desaparecido de su vista. Sin mucho más remedio, continuó con lo que hacía.
Killian se encontraba de rodillas a las orillas del río, con sus manos descansando sobre los muslos y sus ojos fijos en la imagen que las cristalinas aguas reflejaban. El cantar de los pájaros y el aleteo que emitían al volar parecían sacados de alguna grabación ideal para ayudarlo a relajarse. Las pisadas de las dos crías que descansaban detrás de un arbusto le hacían saber que ya confiaban algo más en él como para no salir corriendo. Killian agradecía que aquellos trozos de carne comprada estuvieran funcionando hasta que ellos mismos pudieran aprender a cazar y valerse por su cuenta.
Los pasos que se escucharon detrás de sí apenas lo hicieron reaccionar, el perfume caro que usaba Carlisle era inconfundible.
El vampiro más viejo avanzó tranquilo hasta arrodillarse junto al neófito, sin importarle que sus pantalones se llenaran de tierra mojada. Vestía pantalones grises claro, camisa blanca y una corbata que había sido ligeramente aflojada en el transcurso hacia el río. Su cabello lucía algo despeinado, probablemente gracias a estar pasando sus manos por éste. Sus dorados ojos pasearon por la figura a su lado, luego analizó a las dos crías que jugueteaban cerca y los pájaros que revoloteaban alrededor.
—Hol-
Killian cortó su saludo.
—Son negros.
Carlisle frunció su ceño algo confuso.
—¿Qué quieres decir?
—Son negros, señor Carlisle —murmuró muy bajo.
El rubio estaba a punto de preguntar otra vez a qué se refería cuando el neófito miró en su dirección en busca de respuestas. Fue entonces cuando Carlisle pudo notar que los tan hipnotizantes ojos rojos que poseía Killian desde su nacimiento, habían adoptado el negro intenso que llamaba por la sangre.
Y fue entonces también que comprendió porqué lucía tan ido. Era la primera vez que tenía un aspecto "normal".
—Killian... los ojos negros indican la sed que sientes. ¿Acaso tu garganta no arde?
El contrario ignoró la pregunta.
—¿Si la sed sigue, significa eso que podré seguir teniendo este color de ojos?
—No te recomiendo hacer eso —respondió Carlisle con un suspiro—. La sed sólo provoca más sed. Contenerse en nuestra especie al llamado de la sangre no siempre es bueno, y si no te alimentas es probable que haya efectos secundarios.
—¿Cómo cuales?
—Como llegar a atacar a alguien en plena calle sin poder detenerte —Killian agachó la cabeza e hizo una mueca con sus labios—. ¿Qué tal si volvemos a probar las lentillas?
—Las lentillas siempre me molestan... He intentado probarlas toda mi vida y mi cuerpo las rechaza da igual qué marca o tipo sean.
—Pero ahora tu cuerpo es... distinto, digamos.
—La sensación de un plástico en mis ojos dudo que cambie demasiado, señor Carlisle.
—Tienes razón —se rindió.
—Si... —comenzó a hablar nuevamente el neófito—, si sigo absteniéndome a beber sangre, podré ser normal.
—Pero tu cuerpo se debilitará y tus instintos primitivos saldrán a la luz de tal forma que sólo puedas centrarte en la sangre.
—¿No vale la pena correr el riesgo?
—Killian...
—Puedo esconderme en una cueva alejado de toda civilización y ustedes pueden cubrir el exterior con rocas enormes y...
—¿Y no volverías a contactar con tu nana?
El menor se calló de inmediato. Carlisle continuó:
—¿Acaso no crees que sería raro que desaparecieras de la faz de la tierra? ¿Soledad, Alena, el resto de niños que desean hablar contigo cada vez que haces una llamada al orfanato? ¿Estás dispuesto a alejarte de todos ellos sólo por una apariencia física que lo único que te causará es sed y sufrimiento?
—No lo comprende... —susurró.
El vampiro apretó sus labios, impotente.
—Lo sé, Killian. Sé que no lo comprendo porque no tuve que pasar por algo así, pero entiendo lo que es querer encajar —Carlisle dejó su cuerpo caer mientras suspiraba y se acomodaba en el suelo con sus piernas cruzadas en forma de loto—. Mi padre era un buen conocido pastor anglicano que lideraba cacerías en busca de brujas, lobos y... vampiros. No importaba quién o si realmente era alguno de aquellos seres ficticios, pero mataba con los ojos cerrados. Al principio yo sólo lo seguía y asistía a las cacerías por el simple hecho de ser su hijo, pero cuando envejeció y su cuerpo no pudo hacer mucho más, el papel pasó a ser mío.
»No era muy partidario de matar a gente por un simple rumor, pero no era capaz de negarme al ver a los hijos de familias cercanas seguir la tradición de entrar en aquel círculo con tanto orgullo y admiración. Me llegó a causar rabia en algún momento que no pudiera sentir lo mismo que ellos, el saber que sus ideales no eran los mismos que los míos y que toda la gente inocente que habían matado sólo era sangre tontamente derramada. Y fue entonces cuando encontré un grupo de vampiros real —Carlisle soltó una corta risa que sonó como un bufido—. Creí que entonces mi forma de pensar cambiaría y podría encajar y tener los mismo ideales que ellos, pero lo único que conseguí fue llegar hasta mi muerte.
»Sé que no comprendo al completo por lo que hayas tenido que pasar, ni siquiera me imagino las atrocidades a lo largo de tus dieciocho años, pero sé que hacerte daño a ti mismo para cambiar un rasgo distintivo tuyo no vale la pena. Hay otras soluciones que podemos buscar, hay millones de cosas y nuevos inventos que podríamos utilizar.
»Es más, estuvimos hablando sobre sacar sangre a animales grandes como hacemos con las donaciones en humanos para que éstos sigan con vida y así respetar lo que tú no quieres que pase. Somos capaces de buscar soluciones con tal de que tú seas feliz y no tengas que volver a pasar por lo mismo, desconfiar o aislarte. Sé que es el peor momento para decir esto porque no hubo opción que elegir si queríamos mantenerte aquí con nosotros, pero estamos dispuestos a hacer cualquier cosa por ti para que seas feliz.
Carlisle se quedó en silencio tras aquel vómito de palabras. Killian mantuvo sus ojos fijos en la silueta que reflejaba el agua, sin embargo, ahora había una silueta a su lado. El neófito observo la figura con cuidado, centrando su atención en la pulsera azul y negro de hilo hecha por él que aún seguía adornando la muñeca del rubio vampiro.
—No pienso quitarme esta pulsera hasta que sus hilos se desintegren —avisó al darse cuenta la trayectoria que seguía su mirada.
Killian se sobresaltó ante esto y desvió la mirada, avergonzado, hacia el arbusto donde ahora descansaban las crías.
—No es nada de valor —murmuró.
—Claro que lo es. Lo has hecho tú específicamente para mi. Quizá no tenga valor monetario, si es a eso a lo que te refieres, pero el valor sentimental es incalculable —sonrió—. Tan sólo piensa en cuán celosa estaba Rosalie cuando la vio. Esos celos ya valen unos dos millones.
Y fue entonces que Killian rió.
—Tengo que hacerle una pulsera a ella...
—No hace falta. Me gusta la exclusividad.
—Entonces... ¿qué puedo regalarle? No tengo mucho dinero para comprar joyas caras como le gustan a ella...
—¿Sabes que tienes acceso a nuestra cuenta bancaria siempre que quieras, no? —preguntó el rubio.
Killian abrió los ojos.
—No podría. No me gusta aprovecharme de la gente.
—Creo que llevamos bastante tiempo juntos como para asegurarte de que ninguno creerá que te estás aprovechando de nosotros. Es más, celebraremos el día que utilices esa cuenta sin vergüenza alguna.
El neófito lo ignoró.
—Creo que un collar de hilo será suficiente —masculló—. No creo que lo use porque no es de su estilo, pero al menos tendrá un regalo mío.
Carlisle negó divertido.
El silencio volvió a rodearlos y Killian pareció ensimismarse en un mar de preguntas que lo mantenían ocupado. Carlisle aprovechó entonces para acercarse a las crías que descansaban. Los pasos las alertaron pero pronto se calmaron al ver que no era un depredador y que la persona que les había dado de comer se hallaba a escasos metros. El vampiro estiró su mano para que la olfatearan; uno de ellos pasó su cuerpo bajo la mano del doctor y el otro mordió su dedo pulgar. Carlisle agarró al pequeño que se había dejado acariciar y lo analizó de arriba a abajo. Estaba completamente sano. Hizo lo mismo con la otra cría, aunque ésta era más inquieta y revoltosa. Se alegraba que ambas criaturas estuvieran sanas y en buen estado, era consciente del shock emocional que causaría aquello si, además de su madre, las crías también salían afectadas.
—Y al sacar la sangre... —habló Killian de repente—, ¿realmente no le hacen daño a esos animales?
—Ninguno —aseguró, luego se quedó callado y analizó sus palabras—. Bueno, ¿a ti te dolía sacarte sangre para los análisis?
—No.
—Pues a ellos igual. Es tan sólo un pinchazo.
—Y mis ojos volverían a ser rojos.
—Bueno... —Carlisle pronto se dio cuenta de algo—, al principio sí.
—¿Qué quieres decir?
—No estoy seguro de cómo funcione tu cuerpo ya que poseías un iris rojo siendo humanos, pero todo vampiro que bebe sangre animal con el tiempo llega a tener éste color de ojos.
—¿Podría yo tener ese color de ojos también?
—Es una posibilidad. Vuelvo a repetir que tu iris es distinto al marrón, verde, azul o gris común.
Killian pareció pensar en algo y pronto se puso en pie para quedar frente al doctor.
—Quiero probar.
Carlisle parpadeó un par de veces.
—¿Estás dispuesto a alimentarte?
—Si hay alguna posibilidad de ser normal, quiero intentarlo.
El mayor dejó a las crías con cuidado y ellas volvieron a esconderse entre los arbustos donde yacía alguna que otra manta que Alice se había encargado de traer.
—Bien. Volvamos a casa entonces.
Grata fue la sorpresa de Carlisle al ver Jasper y Edward habían regresado, más Emmett y Rosalie no se veían por ningún lado.
—Están haciendo sus cosas —informó Edward, mirando de reojo a Jasper, el otro vampiro que también debía aguantar los arranques hormonales de aquellos dos.
—¿Algún avance con Jasper? —preguntó el vampiro empático tras darle un vistazo al ladrón de nombres que dormía con sus patas hacia el techo.
Killian negó.
—Ni siquiera come la comida que le pongo en su plato —habló bajo, bastante decepcionado—. Y tampoco me deja acariciarlo.
—Seguro que se le pasará al darse cuenta de que eres el mismo —aseguró Jasper—, tan solo que tu olor ahora es distinto al de antes y por eso esté bastante confundido.
—¡¿Es eso cierto?! —preguntó Edward en un chillido al leer la mente de Carlisle. Killian se sobresaltó y quedó estático cuando el cobrizo se presentó a su lado y lo abrazó por los hombros—. Oh, acabo de escuchar que ha decidido probar la sangre que sacamos en la madrugada.
—¿En serio?
Killian se sintió pequeño ante las miradas de la familia, más lo único que pudo hacer fue asentir.
—Estuvimos hablando y está dispuesto a probarla —Carlisle caminó hasta el frigorífico y de él extrajo dos bolsas grandes repletas de un espeso líquido rojo que vertió en un vaso de plástico blanco.
El neófito miraba sus acciones y el líquido ser transferido sin mucho ánimo.
—Cambia esa cara —susurró Jasper en su oído—, pareciera que fueras a vomitar.
—No cantes victoria —soltó Edward.
—Silencio —mandó Esme.
El doctor avanzó hasta quedar frente a Killian, el vaso en sus manos luciendo demasiado grande para el gusto del neófito. Con todo el valor que su cuerpo le permitía, tomó el vaso y lo analizó con cuidado. Lo olfateó, lo inclinó un poco para ver el líquido moverse y lo acercó hasta sus labios para dar el primer sorbo.
El espeso líquido recorrió sus papilas gustativas y bajó por su garganta hacia el interior de su cuerpo. Era un sabor ligeramente dulzón que contenía trazas ácidas, un sabor que funcionaba como un jarabe que alivió un poco el terrible ardor que en su garganta se posaba.
—Bebe más —sugirió Edward—, ayudará con el ardor.
Killian miró el vaso entre sus manos otra vez y volvió a elevarlo hasta sus labios. Si bien no era la tarta de manzana de Rosalie, los omelettes de Carlisle o el solomillo Wellington de Esme, estaba decente.
Cuando hubo terminado el vaso por completo y sólo las paredes plásticas estaban teñidas de rojo, Edward habló.
—¿Y bien?
—Podría ser peor —susurró.
—No es como lo que solías comer, pero es suficiente para satisfacernos.
—¿Te sientes algo mejor? —preguntó Esme.
—Mi garganta ya no molesta tanto —contestó con sus mejillas abultadas.
—Te costará acostumbrarte. La sangre animal no sacia tanto como la humana, pero hace el intento.
—Está... bien.
—¿Quieres más?
Aquello puso alerta al neófito, sus ojos brillando curiosos.
—¿Hay más?
[•••]
¡Hola! Tenía pensado actualizar ayer como prometí pero me fue imposible, así que espero que no moleste el día de atraso.
Bueno, les comento que a partir del capítulo siguiente ya entramos en el evento de la boda, por lo que se vienen los lloros.
Espero que les esté gustando cómo avanza la historia. Tuve que cambiar varias cosas al corregir porque soy súper insegura con las cosas que escribo y las suelo cambiar 30 veces y más si dejo tiempo entre publicación y publicación.
En fin, espero que les haya gustado y espero poder actualizar pronto porque comienzo a trabajar el martes (puede que les traiga otro cap el lunes si puedo)
Cuídense mucho.
<3
—HAOYUS
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