037; adaptación - parte 2
Pudo reconocer con facilidad lo que se mostraba ante sus ojos, era un techo tan blanco que encandilaba.
Notaba como su cuerpo se encontraba en posición horizontal, lo que indicaba que estaba tumbado, el material blando bajo su espalda lo ayudó a reconocer que era un colchón. Sin embargo no pudo moverse. Había un molesto zumbido que bloqueaba sus oídos, una escasez de calidez que le provocó escalofríos y una desgarradora sensación en su garganta que lo empujaba a gritar ante la molestia.
Escuchó su nombre. Siguió inmóvil, su mente sin procesar aquella voz que se oía a lo lejos.
Recordaba el mordisco en su cuello, sin embargo éste ya no dolía. Recordaba la sensación asfixiante que lo rodeaba, la desesperación de la gente a su alrededor, la incomodidad ante la aparición de los Vulturis...
... y la muerte de Lively.
Su melliza ya no estaba, y no iba a volver. Tras tantos años en su búsqueda y viéndola durante un instante en una de las peores situaciones imaginables, Killian fue incapaz de poder hacer algo por ella, y en el segundo que pudo haber tomado su mano para recuperarla, se desvaneció.
¿Era así realmente como se terminaba todo?
Su mente parecía pensar con más rapidez que la común, intentando procesar todo lo que su cerebro recordaba de lo acontecido algunas semanas atrás. Era como mirar repetitivamente una película en la que terminas memorizando cada escena y diálogo existente de ella; las imágenes se reproducían con tanta fluidez que temía que el techo blanco frente a él fuera tan sólo un espejismo y siguiera en aquel claro. ¿Estaban todos a salvo?, ¿qué había sucedido con Bella?, ¿acaso fueron a buscar a Jasper a la reserva? Creaba preguntas sin ninguna respuesta.
—¿Killian? —la voz de Carlisle resultó ser como una brisa de aire fresco en pleno verano caluroso y sofocante. Fue un sólo llamado el que escuchó pero fue lo suficiente como para hacerlo reaccionar. Killian intentó mover sus manos para incorporarse pero éstas parecían no reaccionar, su cuerpo no se movía porque su parecía cerebro no le hacerle caso.
Carlisle se dio cuenta de eso rápidamente y se acercó para ayudarlo a enderezarse en la cama, una mano en su espalda y la otra en su abdomen. El joven chico pasó de observar el blanco techo a admirar los dos rostros presentes de los rubios vampiros. Jasper se encontraba de pie junto al borde de la cama, sus brazos cruzados sobre su pecho cubierto por una fina camisa blanca arremangada, la cual tironeaba suavemente como si estuviera ansioso. Su rostro, sin embargo, demostraba una tranquilidad demasiado perfecta; Carlisle, por otro lado, no ocultaba la preocupación y la culpa presentes en su rostro, emociones que Killian no esperaba por parte del mayor. La camiseta de manga corta que llevaba le daba un aspecto juvenil, haciendo resaltar más el hecho de que había sido convertido a una temprana edad. Verlo en ropa casual siempre era una sorpresa debido a la costumbre de tenerlo siempre en traje.
—¿Estás bien? —preguntó el doctor con el mismo tono de voz.
Killian se obligó a ignorar la creciente molestia en su garganta y giró la cabeza para mirar los ojos dorados del contrario.
—¿Señ... —su voz se desvaneció en el aire, sufriendo las consecuencias de haber pasado semanas sin hablar, o mismamente por el ardor molesto—... Carlisle?
Era ronca, como si raspara cada pared de su garganta con cada letra que pronunciaba.
—¿Te encuentras bien? —el mayor no sabía cómo reaccionar. Quería acercarlo y darle un abrazo pero quería evitar incomodarlo o asustarlo en aquellos instantes.
El aludido tardó varios minutos en responder, admirando las manos que descansaban sobre su regazo como si fueran un descubrimiento para él.
—¿Qué ha pa-pasado? —preguntó con algo de dificultad.
Carlisle agachó la cabeza, incapaz de mirarlo mientras intentaba buscar las palabras correctas con las que explicarle todo lo sucedido al chico que se encontraba sentado en la cama.
—¿Recuerdas lo que pasó en el claro? —intervino Jasper, sabiendo de sobra que Carlisle, por primera vez desde que lo conocía, sería incapaz de hablar con normalidad frente a una situación que se escapaba de sus manos.
Killian asintió despacio.
—¿Recuerdas todo? —insistió el empático.
El menor pronto entendió a qué se refería. Hablaba de Lively.
Tragando en seco, volvió a asentir.
—Bien —susurró, más Killian fue capaz de oírlo perfectamente. Fue en ese momento que se dio cuenta que sus oídos comenzaban a funcionar con normalidad, sin embargo parecía oír más de lo que debería—. Killian —llamó el ex-soldado—, tu corazón dejó de latir pocos segundos después de la marcha de los Vulturis. Carlisle te trajo a casa e intentamos hacerte transfusiones de sangre, pero tu cuerpo las rechazaba. Has estado inconsciente durante dieciséis días sin que tu corazón dé un solo latido. No sé muy bien cómo decirte esto sin que suene de la peor manera posible porque no creo que haya "una buena forma de decirlo"...
Killian no les dio tiempo a explicarse, agachando la cabeza.
—¿Es por eso que mi garganta arde? —preguntó en un tono de voz bajo, un susurro casi inaudible incluso para ellos.
Jasper fue incapaz de ignorar la ansiedad creciente en Carlisle y la falta de emociones que emitía Killian, como si fuera un lienzo en blanco.
—Nos dio miedo perderte —murmuró Carlisle, sus ojos evitando mirar al joven—. No supe qué hacer, cómo más reaccionar; no sabía qué diría o qué explicaciones tendría que dar. Era la única forma que conocía que aseguraría que no te perderíamos por un error nuestro.
Killian observó con atención al dúo frente a él y suspiró. Gran fue su sorpresa al notar como el aire se adentraba en él pero parecía ser completamente innecesaria. Era una sensación extraña e inexplicable que lo hacía sentirse vacío.
—Eso quiere decir que... yo...
Jasper carraspeó su garganta antes de hablar.
—Eres un vampiro, Killian.
Hubieran esperado gritos, algún sollozo, quizá maldiciones o palabras hirientes de decepción o terror, pero únicamente obtuvieron silencio y un pequeño asentimiento de cabeza.
Aquella reacción fue aún más espeluznante.
Carlisle y Jasper se miraron algo confusos, siendo tomados por sorpresa ante aquello.
—¿Estás bien? —volvió a preguntar el rubio doctor, mirando su rostro con todo el valor que su cuerpo le estaba permitiendo.
Killian no contestó a su pregunta pero profirió otra.
—¿El ardor desaparecerá?
Jasper respondió.
—Una vez que te alimentes se calmará.
Alimentarse. Otra gran palabra dentro de su vocabulario.
—Sería bueno salir durante el día —informó Carlisle—, ¿puedes levantarte?
Killian movió sus manos con lentitud y se apoyó suavemente contra el colchón, impulsando su cuerpo hacia adelante y así poder colocar las piernas sobre el suelo. Sentía su cuerpo muy ligero, como si fuera una pluma que únicamente se movía gracias al viento; sus sentidos parecían estar alerta, resultaba horripilante como podía percibir desde el sonido de las patas de las diminutas hormigas hasta las motas de polvo en el aire. Con mucho cuidado se puso en pie, estirando sus brazos un poco para mantener el equilibrio como cuando era un bebé y recién estaba comenzando a caminar.
—Su sed es notoria, pero no es tan desmedida como la de otros que haya conocido —susurró Jasper hacia Carlisle mientras observaban al chico intentar mantener en equilibrio—, sólo parece como si necesitara beber un sorbo de agua. Nunca me hubiera imaginado poder estar tranquilo junto a un neófito.
Carlisle palmeó la espalda de su hijo adoptivo y asintió para darle ánimos antes de acercarse a Killian.
—¿Crees poder avanzar?
El recién nacido vampiro lo miró dudosamente. Sentía como si sus piernas saldrían corriendo antes de que su torso lo hiciera y que terminaría partido en dos.
—¿Dónde iremos? —cuestionó.
—El resto están en el claro —le respondió Jasper—, se alegrarán mucho de verte despierto.
Killian asintió y dio un paso al frente. Todo el suelo pareció moverse a su alrededor, era una sensación extraña que lo hacía querer volver a sentarse y no dar ningún paso más. El aire que solía llenar sus pulmones y que lo ayudaban a calmarse en situaciones que se salían de su control ahora resultaba inútil e innecesario. Los distintos olores en el ambiente eran lo que remplazaban al tan conocido aire puro.
Jasper fue el primero en salir por la puerta, caminando grácilmente hacia las escaleras y descendiendo por ella. Su cabeza siendo un remolino de preguntas y abrazando la sensación de irritación al no saber el porqué el despertar de Killian estaba resultando tan distinto a los demás. No se mostraba confuso, reacio o alerta a lo que le rodeaba y su sed de sangre era baja. Aunque curioso, Jasper también sabía que había algo raro en la forma en la que le tomó dieciséis días transformarse, acto que solía transcurrir en tres o cuatro días para un vampiro común y corriente.
Carlisle ladeó la cabeza para observar al menor. Killian daba pequeños pasos como si temiera que el suelo fuera a desintegrarse bajo sus pies.
—Intenta no pensar demasiado —recomendó con voz suave y fingido tono calmado—. Prueba caminar con normalidad.
Killian asintió, forzándose a ignorar la sensación de movilidad a su alrededor y comenzando a caminar como siempre solía hacerlo. Sin embargo, la velocidad que conocía como "normal" ahora se había multiplicado. El neófito avanzó con gran velocidad hasta llegar a las escaleras, deteniéndose de golpe en el borde del escalón y perdiendo el equilibrio. Su cuerpo rodó varios escalones abajo antes de detenerse en mitad de la escalera. Killian pestañeó un par de veces como si intentara comprender lo que había sucedido.
—Caminé normal —dijo suave.
Carlisle corrió a ayudarlo a ponerse en pie, tomando uno de sus brazos y tirando de él hacia arriba.
—Error mío —admitió—. ¿Qué sientes?
—El suelo no para de moverse.
Carlisle frunció el ceño.
—De acuerdo. Es sólo cuestión de adaptarse, ¿si? Esta vez imagina que caminas a cámara lenta. No te será necesario una vez que te acostumbres pero para moverte ahora mismo creo que podría ayudarte.
Carlisle miró brevemente a Jasper, quien asintió comprendiendo. El mayor de ambos rubios ayudó en todo lo necesario al chico hasta que pudo llegar a la planta baja.
Killian jamás se había sentido tan torpe e inútil en toda su vida, sentía que no podía ni caminar correctamente y, para colmo, debía pretender caminar en cámara lenta. ¿Era así de complicada la vida de un vampiro o sólo era él? La sed de su garganta seguía siendo molesta pero había pasado a segundo plano gracias a los conocimientos básicos que su cuerpo parecía haber olvidado.
Fue realmente fascinante el salir al exterior. El poder ver incluso a los pequeños insectos que no se suelen ver a simple vista, las motas en el aire que ahora fluían más libremente, el polen en las flores..., ¡y el olor! Los distintos aromas que se arremolinaban a su alrededor y danzaban por todos lados sin darle tiempo a distinguirlos todos en una sola bocanada de aire. Los pocos rayos de Sol presentes al desplazarse las nubes se deslizaban entre las copas de los árboles hasta caer en algún punto del bosque. El afluente del río cercano gorgoteando mientras los pequeños peces en él nadaban tranquilos.
El neófito se mostró fascinado ante una naturaleza que, tras dieciocho años, se mostraba tan distinta a lo que alguna vez hubo conocido.
—Iremos a cazar una vez que vean que has despertado —informó Carlisle—, no es la mejor opción pero les tranquilizará saber que sigues aquí.
Killian no fue capaz de comprender si ese "sigues aquí" tenía doble significado, su atención más centrada en aquella horrible palabra: cazar.
—De acuerdo —dijo Jasper, dirigiendo una de sus deslumbrantes sonrisas al neófito—, déjate llevar.
Tras sus cortas y confusas palabras, el empático desapareció entre los árboles hacia la dirección que Killian conocía como el claro. Girando un poco su cuerpo, pudo ver que Carlisle ofrecía su mano para guiarlo por el camino. Algo tímido pero alerta, extendió su mano para conseguir apoyo. Fue en ese entonces cuando notó la similitud en la temperatura de ambas manos, una similitud que bloqueaba cualquier tipo de diferencia. No había nada, eran iguales. Las manos gélidas de Carlisle que alguna vez contrastaron con la calidez humana de Killian ahora se amoldaba a la nueva frialdad del recién nacido vampiro.
—Sólo corre y no te preocupes —aconsejó Carlisle—. Olvídate de lo que te dije antes durante un instante, ¿está bien?
El menor no tuvo tiempo a reaccionar cuando el rubio ya había comenzado a correr en la misma dirección que Jasper antes. El viento golpeó su rostro de una manera que resultó casi gratificante, nada molesta ni irritante; los árboles parecían simples sombras imperceptibles a su alrededor y sus pies parecían saber dónde colocarse a cada instante, como si el haberse tropezado hacia minutos atrás sólo hubiera sido una broma para auto-avergonzarse.
El claro se veía tan hermoso y tranquilo como siempre, la verde vegetación del suelo mostrando sus brillantes colores. En el centro del lugar, un grupo de vampiros que hablaban algo ansiosos junto a Jasper, quien acababa de llegar.
Rosalie fue la primera en notar su presencia, sus ojos dorados brillantes ante la imagen del neófito frente a ella. Sus manos temblaron ligeramente al verlo al fin despierto. Alice fue la siguiente en notarlo, llevando ambas manos a su boca para ahogar un pequeño grito que amenazaba con salir ante la imagen de Killian. Esme pudo suspirar tranquila cuando lo vio junto a su esposo, aliviada de ver que al fin abría los ojos. Emmett rió jovial, palmeando descuidadamente el hombro de Jasper.
—¡Killian! —exclamó Rosalie, haciendo el amago de acercarse pero siendo detenida por Alice. La vidente negó con la cabeza al notar cuán absorto estaba el chico con todo lo que le rodeaba. Rosalie entendió rápidamente—. Me alegro mucho de verte al fin despierto. ¡Te he echado mucho de menos!
Los llamativos ojos rojos de Killian se deslizaron por todo el lugar hasta caer en el hermoso rostro de Rosalie.
—Hola —saludó en un susurro.
—¡Ya eres un Cullen en toda regla! —exclamó Emmett adornando la oración con una estruendosa carcajada.
—Me alegra muchísimo verte aquí, Killian —saludó la tierna y melodiosa voz de Esme.
Carlisle giró un poco el rostro para ver al neófito que lucía bastante cohibido. Estaba seguro de que su rostro hubiera estado rojo ante la vergüenza en estos momentos.
—Tengo pensado llevarlo de caza —informó al resto—. Sólo queríamos pasar antes por aquí para asegurarles que despertó.
—Primera caza, qué recuerdos —comentó Emmett de forma dramática y melancólica.
Carlisle negó con la cabeza y giró sobre sus talones para colocar uno de sus brazos sobre los hombros de Killian y así guiarlo por el bosque una vez más. El neófito se dejó girar como si fuera una marioneta guiada por hilos, sus ojos pronto cayendo en el perro que se agazapaba hacia atrás frente a ellos. El corazón del animal resonaba en los oídos de Killian como un tambor, más lo que conseguía opacar aquel sonido era el gruñido amenazante que emitía el animal desde lo profundo de su garganta, mostrando sus dientes y teniendo la vista fija en el ahora neófito.
El rostro de Killian se mantuvo impenetrable, sus una vez brillantes ojos ahora lucían opacos.
—Vayamos por aquí —dijo Carlisle mientras lo empujaba suavemente hacia la izquierda y comenzaba a caminar cada vez más rápido, lejos del perro que continuaba gruñendo en su dirección.
No fue capaz de centrarse en nada más, como si la pequeña mecánica de su mente hubiera dejado de funcionar en el momento que escuchó aquel gruñido ser dirigido hacia él. Fue en ese instante en el que cayó en la cuenta que ya no era él; ya no era Killian Keys, un simple humano con una extraña condición en sus ojos, sino que ahora era un vampiro recién nacido que debía cazar para alimentarse a base de sangre animal y evitar acabar con la vida de humanos...
Era Killian Cullen.
Llegando a una pequeña parte del bosque en la que un árbol caído daba algo de visibilidad, Carlisle se detuvo y se alejó varios pasos del distraído Killian. Su rostro preocupado no pasaba desapercibido pero no se atrevía a preguntar y que pareciera que lo estaba obligando a hablar. No podía evitar preguntarse qué pasaba dentro de su cabeza en aquel instante, y deseaba que Edward hubiera estado ahí en ese momento para poder saber si estaba bien.
—¿Estas listo? —preguntó casual. Su voz logró llamar la atención de Killian, quien hizo una mueca con sus labios pero asintió lentamente—. De acuerdo. Cierra los ojos y deja tu mente en blanco durante un instante, no pienses en nada y déjate llevar por lo que escuches a tu alrededor. Ahora, ¿qué oyes?
Era difícil poder mencionar una única cosa que oyera, todo a su alrededor producía sonido que él era capaz de captar sin esfuerzo alguno. El fluir del agua, el batir de las alas de los insectos, el meneo de las hojas, los gusanos arrastrándose bajo la tierra..., todo tenía algo que lograba escuchar.
—¿Hay algo en específico que deba escuchar? —murmuró muy, muy bajo.
Carlisle sonrió, observando al chico que mantenía sus ojos cerrados.
—Recuerda que estamos aquí para cazar —recordó—. Escucha lo que buscarías.
No fue complicado encontrar la fuente de aquel pesado y rápido latir de un grupo de corazones, tampoco el sentir como la sangre fluía por sus venas y los recorría por todo el cuerpo. Hacia el norte de donde se encontraban se podía distinguir un grupo de tres felinos que se desplazaban por el lugar.
—¿Qué se supone que deba hacer? —volvió a preguntar el neófito.
Carlisle elevó la comisura de sus labios, aliviado de que el chico estuviera poniendo de su parte y la caza no pareciera afectarle.
—Seguir tus instintos —respondió.
Killian inhaló profundamente y en un instante comenzó a correr en dirección a donde el sonido constante de aquellos corazones se escuchaba retumbar, cada vez más cerca a medida que avanzaba. Los árboles volvían a pasar a gran velocidad junto a él, convirtiéndose en borrones apenas perceptibles para el ojo humano pero totalmente notorios para su ahora avanzada visión que le permitía incluso ver las pequeñas hojas moverse con claridad gracias al viento que provocaba al pasar corriendo. Sentía su pelo moverse hacia atrás y su ropa pegarse a su pecho gracias al contraste. La mezcla de olores varios del bosque se volvía más notoria a cada bocanada de aire que inhalaba, permitiéndole saber el punto exacto de sus presas. Había incluso olores que no distinguía pero que resultaban fascinantes. Era una sensación extraña.
Se detuvo y agazapó de tal manera que casi tocó el suelo, olfateando a su alrededor con precaución antes de volver a correr. Segundos después, frente a sus ojos, apareció un enorme felino de un tamaño mucho mayor al suyo y que lo hubiera hecho temblar de pánico de haber continuado siendo humano; su piel leonada ligeramente sucia por varias hojas en su lomo, lo cual indicaba que se había revolcado en alguna parte del bosque. Rascaba bruscamente un pequeño hoyo en el suelo con su gorda pata.
Killian inhaló nuevamente y centró su atención en el punto de calor más fuerte en el animal: su cuello. Mirando una vez más hacia atrás pudo ver a Carlisle dedicarle una sonrisa alentadora, y no tuvo más opción que dar un paso al frente para no decepcionarlo. No quería decepcionarlo.
Doblando sus rodillas para tomar impulso, Killian se abalanzó con rapidez sobre el animal, dejando que los instintos naturales de su ser vampiro se adueñaran de su cuerpo. Sus brazos parecían demasiado cortos para poder siquiera agarrar al animal pero había subestimado lo que su nueva condición podía hacer. El puma fue lanzado hacia atrás y tomado por sorpresa, pronto poniéndose a la defensiva y mostrando los enormes colmillos que poseía. No tuvo tiempo de luchar contra alguien como él. Su postura amenazante no consiguió reacción alguna en el neófito que ahora miraba con deseo al animal. En un abrir y cerrar de ojos, Killian estuvo sobre el lomo del animal, haciéndolo rugir mientras tiraba de la piel peluda y buscaba su camino hacia la fuente de calor. Una vez tuvo su cuello frente a sus ojos, abrió sus labios y clavó sus dientes fuertes como el hierro en la cálida piel. el sonido del desgarro retumbó en sus oídos y el líquido gorgoteando consiguió calmarlo, la calidez de la sangre apaciguó su sed, y aunque el sabor no era el mejor, era suficiente.
Sus ojos escanearon la zona cuando escuchó un pequeño crujido, sus acciones congelándose cuando vio dos pequeños cuadrúpedos salir de detrás de la gran roca frente a él. Killian dejó caer el cuerpo del felino cuando toda sensación de depredador se desvaneció por completo de su ser. Una de sus manos se pegó a su boca, tapándola, cuando frente a él se presentaron dos crías de puma que intentaban gruñir y sisear en su dirección (claramente siendo muy pequeñas como para saber hacerlo aún).
Killian dio un paso atrás, tropezando con una pequeña rama en el suelo y mirando con sus ojos abiertos como platos la imagen frente a él. Alertas y desconfiados, ambas crías se acercaron al ahora inmóvil cuerpo de su madre, aún intentando gruñir.
Carlisle se apresuró a su lado, acuclillándose junto a él.
—¿Killian? —preguntó con cautela, estirando su mano para tocar su hombro.
Pero Killian no le dio tiempo a tocarlo, habiéndose puesto en pie en una milésima de segundo y alejándose hacia un árbol de grueso tronco y arrodillándose detrás de él. Una de sus manos se encontraba sobre su estómago mientras la otra se sostenía al tronco mientras su cuerpo expulsaba con asco el líquido que acababa de ingerir.
La sed en su garganta no había sido tan insoportable como la sensación que sentía en aquel momento.
Killian se dejó caer hacia atrás, apoyando su espalda contra el tronco del árbol y mostrando una expresión horrorizada, sin importarle los restos de sangre que descendían desde la boca hasta la garganta. Sus piernas estaban flexionadas y se pegaban a su pecho, mientras sus manos tapaban sus oídos con rabia y cerraba los ojos con fuerza en un intento de recuperar el silencio. Pero no había silencio. Los gemidos tristes de las crías parecían resonar cada vez más fuerte dentro de su mente, como si su cuerpo intentara martillarlo aún más sobre la muerte de aquella madre animal.
Killian apretó con más fuerza las manos contra los oídos, en un intento de que aquello funcionara a opacar el ruido.
Ya no era un humano normal al que todos calificaban de ser un monstruo.
Ahora él era el monstruo.
[•••]
¡Hola!
Primero que nada; feliz día del padre, Carlisle, perdón por el sufrimiento.
Segundo; siempre hago sufrir a mis oc's y luego me dan pena. No sirvo para esto.
Tercero; puse "parte 1" al capítulo 002 para poder colocarle el "parte 2" a este.
Ando algo desaparecida estas semanas pero, les seré sincera, ando algo desmotivada (ocupada también pero bueno, eso nunca importó cuando se trata de escribir porque escribía hasta en el trabajo) pero me fuerzo a corregir los capítulos para traerlos y que no pasen tantas semanas entre ellos porque como lectora tampoco me gusta esperar, la verdad. Además, ya tengo la idea de cómo terminará OR y estoy deseando finalizar la escritura al completo porque eso significará actualizaciones más seguidos.
Por otro lado, tengo hace mil años una historia en borradores de Jasper Hale que trata sobre la infidelidad y que estoy pensando en publicar como propuesta a ver si les gusta. Pero aún no es seguro, así que nada.
Y creo que ese es todo mi monologo de hoy.
¿Qué tal les ha parecido el capítulo?
Espero que hayan disfrutado la lectura y tengan un bonito comienzo de semana. Con suerte nos vemos el próximo finde por aquí.
¡Cuídense mucho!
<3
—HAOYUS
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