034; perder a un hijo

—¿Te gustaría algo de té? —la voz de Esme llamó la atención de la humana allí presente.

Emily pareció pensarlo durante un instante antes de asentir. Sam, por su parte, dio un paso al frente en un intento de detenerla, se notaba precavido y desconfiado.

La humana sonrió hacia el varón.

—No seas tan desconfiado —dijo con un tono de voz bajo y suave, relajante—. Creo que será mejor que espere aquí con ella mientras Paul y tú van a ver a Killian, puedo verlo más tarde. Hay prioridades.

Aunque reacio, Sam no tuvo más opción que asentir ante las palabras de su impronta. Emily se acercó para dejar un rápido beso en su mejilla y se giró para seguir a la vampiro en dirección a la cocina.

Carlisle aprovechó para hablar.

—¿Continuamos? —preguntó.

Sam observó al doctor y asintió, comenzando a caminar detrás de él, teniendo que llevar casi a rastras al cambia-formas que se negaba a avanzar más.

Si bien deseaba con todas sus fuerzas el ver el estado de su recién hallada impronta, Paul Lahote renegaba el tener que interactuar con aquellos vampiros que convivían con él. El olor putrefacto que emanaba le daban arcadas y el lobo en su interior gritaba por salir para atacar. Todo en aquella casa le producía arcadas.

Fue todo un reto llegar hacia el lugar indicado, sobre todo porque Paul se detenía cada cierto tiempo y hacía el amago de darse la vuelta, pero parecía volverlo a pensar y continuaba caminando junto a ellos.

Carlisle se detuvo frente a una puerta y ambos lobos pudieron escuchar un par de voces en el interior discutiendo sobre algo ininteligible. El rubio los miró de reojo mientras hablaba.

—Soy consciente de que será todo un reto para todos —soltó—, pero sería bueno mantener un tono bajo para evitar estresarlo. Aunque alguien esté inconsciente, aún es capaz de notar la tensión en el ambiente.

Sin darles tiempo a contestar, abrió la puerta y reveló la blanca habitación cuyos únicos muebles en aquel momento eran la cama, un armario y el sillón gris situado junto a la cama del chico. Rosalie mordisqueaba de forma brusca una de sus uñas, sentada en el suelo con sus piernas cruzadas al borde de la cama y tomando la mano de Killian con suavidad; Jasper se encontraba sentado en el sillón con un libro entre sus manos mientras no dejaba de utilizar su don en el chico en caso de que alguna molestia pudiera perturbarlo, y Emmett se hallaba de pie junto a la ventana dándole la espalda al humano.

Al abrir la puerta, los tres pares de ojos dorados se giraron hacia los recién llegados.

Paul emitió un gruñido bajo desde el fondo de su garganta, recibiendo una mirada recelosa por parte de la vampiro y una señal de advertencia por parte del alfa. Sin embargo, en cuanto sus ojos cayeron en la pálida figura tumbada en la cama, todo a su alrededor pareció no importar más.

Killian se encontraba realmente pálido, un tono casi traslucido que demostraba lo grave de su situación; a su brazo se adherían varios tubos unidos a bolsas de sangre en un intento inútil de conseguir que su cuerpo aceptara la transfusión, sus labios resecos y notables ojeras negras eran lo que adornaban su rostro. Paul dio un paso al frente, vacilante cuando vio que Jasper se movía pero que Rosalie se negaba a ello.

—Rose —suplicó Carlisle en busca de evitar cualquier conflicto.

A regañadientes, la vampiro se retiró.

Sam mantenía sus ojos fijos en el miembro de su manada, atento a cualquier movimiento suyo. Sabía que no le haría nada al chico, el problema eran el resto de vampiros a su alrededor.

Paul avanzó lentamente, analizando la figura frente a él con ojos curiosos. Era la primera vez que lo tenía tan cerca desde que el descubrimiento de su imprimación surgió y no sabía cómo reaccionar. Con pasos dudosos, dejó caer lentamente su gran cuerpo en el sillón ocupado anteriormente por Jasper y arrugó la nariz ante el desagradable aroma que había dejado consigo. Intentando ignorar su disgusto, Paul acercó su mano hacia el pálido brazo de Killian. Rosalie hizo el amago de acercarse, sólo para ser detenido por su esposo. El cambia-formas suspiró aliviado cuando su mano hizo contacto con la piel del chico y verificó que seguía caliente y no era rodeado por el frío gélido que representaba un muerto.

No obstante, tuvo que desviar la mirada para centrarla en el doctor.

—Su corazón no late —el tono grave de su voz demostraba el enorme recelo que tenía hacia los de su especie.

Carlisle suspiró.

—No, no late —confirmó.

—¿Por qué?

—No sabemos.

—¿Acaso no eres doctor? —siseó.

—Esto va más allá de mis propios conocimientos, Paul —respondió con su particular tono de voz calmado.

El aludido volvió a bajar la mirada y continuó observando al humano frente a él. Su atención cayó en unas marcas de mordidas que no estaban situadas en el cuello del chico como le habían dicho que sucedió. De un salto se incorporó y el sillón cayó hacia atrás con un golpe sordo.

Su cuerpo tembló.

—¿Por qué tiene mordiscos en los brazos? —gruñó en voz baja.

—¿Por qué más va a ser, chucho, o es que acaso quieres que muera? —respondió brusca la rubia vampiro.

—¡Rosalie! —reprendió Carlisle.

Sam notó como la respiración de Paul comenzaba a ser irregular, por lo que se acercó a él y le recordó que se tranquilizara.

—Nuestra intención siempre fue cumplir con sus deseos, y él quería más que nadie el seguir siendo humano —explicó Jasper—, pero dejarlo morir por culpa de terceros no era opción en ese momento.

Paul soltó un bufido que contenía una risa amarga.

—¿Entonces qué? ¡¿Se va a convertir en una cosa como ustedes?! —vociferó, su respiración volviéndose cada vez más irregular.

—¡¿A quién llamas cosa, chucho asqueroso?! —chilló de vuelta la vampiro.

Sam suspiró, pidiendo perdón con sus ojos al doctor, quien sólo negó y entendió la situación.

—Será mejor que nos vayamos —indicó el alfa mientras tomaba el brazo del lobo y comenzaba a arrastrarlo fuera de la casa, sintiendo vergüenza ante la corta estancia debido al problemático comportamiento de su camarada. Emily no se sorprendió al ver a su prometido tironeando de Paul hacia la salida. Sonriendo apenada y dejando la medio llena taza de té sobre la encimera, se puso en pie.

—Muchas gracias por el té, Esme —dijo amable—. Es una pena no haber podido ver a Killian pero espero poder verlo completamente recuperado la próxima vez.

—Estoy segura de que se alegrará de saber que te preocupas por él también —contestó la contraria.

Emily y Esme salieron al exterior justo para ver como Paul se libraba de los brazos de Sam y entraba en fase antes de desaparecer corriendo entre los árboles del bosque. El alfa se giró y dejó escapar un largo suspiro mientras volvía a acercarse al patriarca de la familia.

—Lamento cualquier disturbio que Paul haya podido causar —fue Emily la que habló primero.

—Paul no es muy partidario de la convivencia con los de vuestra especie —continuó Sam—, así que el hecho de saber que su impronta puede ser... uhm...

—Lo comprendo —cortó Carlisle, notando la incomodidad en el contrario—. No se preocupen, lo entiendo. Sólo... no sabemos qué depara el futuro de Killian, su cuerpo está reaccionando de una manera a la cual nunca nos hemos enfrentado así que no podemos confirmar si funcionará o no. Si bien su cuerpo sigue caliente, no ha dado reacción alguna por lo que el sobrevivir es un enigma.

—¿No saben si despertará? —jadeó ante la sorpresa.

Sam notó el atisbo de culpa en los ojos del doctor mientras clavaba la mirada en el suelo, más se abstuvo a decir algo.

—Es incierto —contestó Esme—. Hemos hecho todo lo posible para que el mordisco que recibió en el claro no le afectase a su vida, pero a veces hay cosas en contra de nuestra voluntad.

—¿Sólo están esas dos opciones? —cuestionó Sam—. ¿Convertirse o morir?

—Por desgracia.

Sam volvió a analizar la figura de Carlisle y asintió ante lo dicho por su esposa.

—De acuerdo. Hablaré con el consejo —sentenció—. Tanto si muere como si se convierte, vuestra participación en ello no tendría que afectar al tratado.

—¿Nos ayudarías haciendo eso? —preguntó Esme, agradecida.

—No. Simplemente no me gustan las injusticias.

Y aunque su aspecto era rudo y lucía desinteresado, Emily sonrió porque sabía que era cierto acto de ayuda hacia los Cullen, aunque no sabía a ciencia cierta si era por Paul o porque Killian también se había ganado al terco de su prometido.

—Si necesitan ayuda con algo, o con el cuidado de Jasper, estoy a una llamada de distancia —informó Emily—. Sam siempre puede venir a recoger al perro para llevarlo de paseo a la reserva.

El aludido miró con el ceño fruncido a la fémina que sólo sonrió en su dirección. Y antes de que pudiera negarse, ella agarró su mano y comenzó a avanzar lejos de ellos por el mismo lugar por donde Paul había desaparecido. Esme suspiró y sonrió mientras abrazaba al doctor por la cintura e intentaba que dejara de pensar en lo malo.

—¿No es bueno que quiera hablar con el consejo? —preguntó en un susurró.

Carlisle asintió pero no movió la cabeza en su dirección, en cambio, seguía con la mirada fija en el horizonte.

Esme era consciente de que Carlisle estaba atravesando una etapa de culpa. Le estaba resultando difícil el aceptar que eran demasiadas cosas como para que todo saliera bien al cien por ciento, y que Killian había sido un efecto colateral muy pequeño a comparación con lo que podría haber pasado. Esme quería decirle que hubiera sido mucho peor si no hubieran sido capaces de llegar a él a tiempo, que hubiera sido peor que Lively hubiera drenado su sangre en lugar de morderlo, pero ninguna palabra sería lo suficientemente buena como para expresar de forma correcta todo aquello que quería soltar.

Carlisle había cambiado mucho desde la llegada de Killian. Había comenzado a llegar temprano a casa y a evitar asistir a turnos que no fueran realmente necesarios si había personal suficiente en el hospital; había empezado a organizar salidas para hacer la compra semanalmente, así como muy a menudo aparecía en la casa con pequeños obsequios que infiltraba de forma silenciosa en el armario de Killian.

Esme lo veía más feliz, como si la llegada del chico hubiera sido todo lo que hubiera necesitado Carlisle en los últimos trescientos años.

Y no es cuestión de malinterpretar, Carlisle adoraba a sus hijos adoptivos, pero todos siempre habían demostrado una independencia envidiable y pocas veces habían necesitado realmente de la ayuda que él les podía proporcionar. En cambio con Killian, el chico jamás había experimentado el calor de una familia y el poder tener un vínculo fraternal con alguien que ejerciera como una figura paterna, y Carlisle estaba dispuesto a ofrecerle aquella oportunidad.

"Esperemos que con nosotros te vaya bien" había dicho hacia el menor cuando se conocieron. Se había dado cuenta que sabía que mintió por el repentino cambio de Killian en su expresión corporal, pero no podía decirle de primera mano que no mintió por desagrado hacia él, sino porque sabía que no había nada que esperar y estaba seguro de que con ellos le iría bien; sin embargo a esas alturas, Carlisle dudaba que hubiera sido una buena idea adoptarlo. Si tan solo ellos no fueran así, si tan solo Carlisle no fuera un vampiro, Killian no estaría involucrado en aquella situación y hubieran podido ser una familia normal y corriente como él se merecía.

—¿Crees que hubiera sido mejor haberlo dejado en el orfanato? —exhaló Carlisle de repente, sorprendiendo a Esme ante la pregunta.

—¿Qué? —preguntó atónita la mujer, deshaciendo el abrazo.

Carlisle elevó sus brazos y cubrió su rostro mientras se acuclillaba y murmuraba desesperado.

—¿Qué se supone que le diga a Soledad si le pasa algo? —su tono de voz temblaba. Carlisle mostraba un aspecto y actitud que ninguno había visto desde que lo conocían, era una imagen nueva para ella—. ¿Me ves capaz de presentarme frente a ella para decirle que ya no está, que no está por mi culpa? Tendríamos que seguir mintiendo, ocultar el porqué murió.

Esme abrió la boca y la volvió a cerrar rápidamente como un pez. No sabía qué decir, por lo que se encogió junto a él.

—Se merecía una familia, un hogar en el que lo quisiera y lo adoraran sin importar qué, un lugar en el que se sintiera protegido y lo protegieran.

—Y tú se lo proporcionaste, Carlisle.

—¿Entonces por qué se está debatiendo entre la vida y la muerte? —preguntó.

Miedo.

Carlisle tenía miedo, y el miedo era una emoción nueva para él.

Esme no fue capaz de contestar a su pregunta, sólo pudo volverlo a abrazar mientras Carlisle ocultaba su cabeza entre sus manos.

El vampiro suspiró.

—No quiero perder a mi hijo —susurró tan bajo que fue casi imperceptible incluso para ella.

Un hijo, eso era lo que Killian significaba para él. Su hijo. El fuerte vínculo que sentía hacia el muchacho salía a relucir cada vez que algo malo sucedía, cada vez que lo veía decaído o preocupado por algo, y ahora que la situación parecía empeorar por momentos, aquel vínculo se mostraba más fuerte que nunca. Aunque no podía confirmar que Killian se sintiera de la misma forma, Carlisle no había negado la sensación de conformidad que sentía cada vez que veía feliz al chico y se comportaba como un adolescente feliz; la tranquilidad que sentía cuando hacía cosas sencillas como sentarse a leer en el sofá o jugaba en el patio junto a Jasper mientras una sonrisa que demostraba comodidad se situaba en su rostro. Eran esos momentos en los que Carlisle sabía que estaban haciendo un buen trabajo porque el chico se sentía tranquilo y a gusto con sus alrededores.

—Tenía pensado ocultarlo de los Vulturis en cuanto todo acabara sin importar las consecuencias que debamos enfrentar —el vampiro se dejó caer en los escalones del porche y se sentó más cómodamente, Esme lo imitó por igual—; quería buscarle una casa en un lugar tranquilo y rural, en el que él y Jasper pudieran vivir tranquilos sin miedo a lo que pudiera pasar, y luego de que cualquier sospecha o duda que los Vulturis pudieran tener fuera resuelta, podríamos visitarlo cada ciertos años. Él podría tener la vida que se merece y, a su vez, podríamos seguir pendientes de él.

—Carlisle... —murmuró Esme—, no sirve de nada que te martilles sin cesar.

Esme tenía razón, pero le resultaba inevitable.

—Lo siento —dijo, pero la vampiro no supo si se lo decía a ella o al chico que aún descansaba en una cama sin señales de despertar.

El ruido de pequeñas ramas ser partidas tras pisarlas hizo eco en el ambiente, pocos segundos después apareció Alice con varias bolsas en sus manos. La vidente miró al dúo frente a ella y sonrió.

—¿Por qué tan deprimidos? ¿No hace un día precioso? —preguntó al aire.

Esme miró al cielo: los rodeaban las nubes grises y truenos se escuchaban a lo lejos.

—¿Qué es eso? —preguntó la vampiro, señalando a las bolsas.

—¡Oh!, ¿esto? —dijo mientras elevaba las bolsas—. No es nada.

Alice volvió a sonreír y caminó dando saltitos hacia el interior de la casa.

Carlisle entrecerró los ojos y siguió la figura de la vampiro adentrarse y desaparecer de su campo de visión, sin embargo pudo escuchar como saludaba a Rosalie y, prácticamente, le lanzaba las bolsas en su dirección.

Alice estaba feliz.

Sospechosamente feliz.

—¿Crees que haya visto algo? —preguntó Esme.

—Es probable —contestó Carlisle mientras se ponía en pie y volvía hacia la habitación en donde se encontraba Killian; allí, Rosalie discutía sobre la costumbre de lanzarle bolsas a la cara que tenía Alice.

—¡No seas tan temperamental! —exclamaba Alice.

—¿En qué mundo es temperamental el reaccionar mal cuando te lanzan bolsas a la cara? —cuestionó colérica la rubia.

—Jasper, amor, te toca —indicó Alice mientras señalaba a Rosalie.

El aludido elevó ambas manos en señal de rendición y evitó involucrarse, causando la risa de Emmett.

—Alice —llamó Esme desde la puerta. El cuarteto se giró hacia la entrada y pudieron ver la afligida figura de Carlisle la cual era apoyada por la fémina—, cielo, ¿acaso has visto algo como para que estés tan contenta?

Ante aquella pregunta, la sonrisa de Alice flaqueó. Su labio inferior se abultó durante un instante mientras evitaba mantener el contacto visual con alguno de los presentes.

—¿Alice? —llamó su pareja, acercándose a ella y colocando una de sus manos sobre su hombro.

La vidente descendió la mirada hasta dejarla caer en el cuerpo inerte en la cama.

—No veo nada... —murmuró—, ¿por qué no veo nada?

Jasper la abrazó y Carlisle no pudo evitar ocultar la clara decepción en su rostro.

—No consigo verlo muerto, pero tampoco lo veo despertar. Pensaba... —continuó diciendo la pelinegra—, pensaba que si alegrábamos el ambiente y compraba algo de ropa para que se pusiera cuando despierte, toda esta situación se haría más llevadera —Alice clavó sus ojos en Carlisle con una mueca en sus labios—. Yo también quiero que mi hermano despierte —sollozó.

Emmett bufó con molestia.

—Venga ya —exclamó—. ¿Pueden dejar de ser tan malditamente pesimistas e intentar ver el lado positivo? ¡Hay una posibilidad de que despierte! ¿Acaso soy el único optimista ahora?, ¡quién me lo iba a decir! Yo pensaba que eso era cosa de Alice.

Esme sonrió ante las ocurrencias del más grande.

—Emmett tiene razón —continuó—, Killian odiará despertar y ver que esto ya parece un funeral.

—Exacto. Lo estamos matando antes de que muera del todo —se quejó Emmett—, así que venga, arriba ese ánimo. ¿No tenemos una boda que organizar? Pues pongámonos manos a la obra. Hay que buscar la ropa, adornos, preparar la lista de invitados.

Esme dio una palmada y asintió.

—Alice, ¿te encargas tú de elegir un traje para Killian? —preguntó—. Aunque no sé si será capaz de estar rodeado de humanos en ese momento, será bueno tener algo que pueda ponerse.

Rosalie chasqueó la lengua mientras se enderezaba antes de hablar.

—Será mejor que no le hagas llevar nada extravagante —amenazó hacia la vidente—, sabes que no le gusta llamar la atención.

Alice sonrió.

—¡Eso es! —exclamó Emmett entre risas, feliz de haber levantado el tétrico ánimo que habían adoptado.

Carlisle observo desde la puerta como su familia comenzaba a hablar y a discutir sobre qué color le sentaría mejor a Killian para llevar en la boda. Sus ojos cayeron de forma inevitable en la figura del chico, luciendo aún tranquilo como si estuviera simplemente dormido.

Quizá Emmett tenía razón, quizás estaban siendo demasiado pesimistas y sólo había que ser pacientes.

Killian despertaría, estaba seguro.













[•••]

¡Hola!

Siento no haber actualizado en estas semanas; excusas tengo muchas pero les importa poco así que ahorrémonos los dramas ahre.

¿Cómo están? Espero que estén bien y el año les esté yendo igual de bien.

Si todo va bien y no tengo mucho trabajo, volveré a actualizar la semana que viene.

Espero que tengan un lindo día<3

¡Cuídense mucho!

HAOYUS

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