032; suplicio
La tensión podía sentirse en el ambiente; pesada y asfixiante.
Killian no podía apartar los ojos de Lively.
Lively.
Tras tantos años de búsqueda, ella se encontraba ahí mismo, frente a él; pero quizá no de la forma que hubiera esperado.
Estaba cambiada, mucho. Su estatura era mayor, al igual que el largo de su cabello, pero seguía siendo una chica delgada con rasgos finos. Los ojos que una vez portaron un hermoso color arcilla ahora mostraban un intenso color rojo... igual a sus propios ojos. Su expresión era neutra, no mostraba alteración alguna al verlo parado de forma estática con lágrimas en sus ojos y manos temblorosas, pero Killian sabía de sobra que Edward leía todos y cada uno de sus pensamientos. ¿Qué pensaría?, ¿acaso estaría igual de sorprendida de verlo que él a ella, o ya sabía de su existencia y la razón por la que pararían en Forks?
A su lado, Riley dio un rápido vistazo hacia ella, más pronto regresó la mirada a la llamativa pelirroja que miraba con rabia en dirección a la humana. Victoria deslizaba la mirada entre los tres presentes, pero su atención siempre caía de lleno en Bella, aquella por la cual llevaba más de un año preparando su venganza. Su cabello caía a ambos lados de su extremadamente pálido y hermoso rostro, el color rojo fuego de éste haciendo contraste con el manto blanco que rodeaba la montaña.
A una inmensa distancia, lejos, más allá del bosque oscuro, el aullido de un lobo hizo eco en el aire sereno. Como Seth se había marchado, no había forma de interpretar el sonido.
El chico rubio miró a Victoria por el rabillo del ojo, esperando una orden.
Victoria proyectó su barbilla hacia Edward, ordenando al chico, sin palabras, que atacara.
—Riley —dijo Edward con voz dulce, suplicante. El joven rubio se quedó helado, con los ojos dilatados por la sorpresa—. Te está mintiendo, Riley —continuó Edward—. Escúchame. Te miente del mismo modo que mintió a los otros que ahora están muriendo en el claro. Tú y a sabes que ella los ha engañado, porque te ha utilizado para ello, ya que ninguno de vosotros pensó jamás en ir a socorrerlos. ¿Es tan difícil creer que su falsedad también te alcance a ti?
La confusión se expandió por el rostro de Riley.
Edward se movió unos cuantos centímetros hacia un lado y Riley compensó el movimiento de modo automático ajustando de nuevo su posición.
—Ella no te quiere, Riley —la voz de Edward era persuasiva, casi hipnótica—. Nunca te ha amado. Victoria amó una vez a alguien que se llamaba James y tú no eres más que un instrumento para ella.
Cuando dijo el nombre de James, los labios de Victoria se retrajeron en una mueca que mostraba todos sus dientes. Sus ojos continuaron clavados en Bella.
Riley lanzó una mirada frenética en su dirección.
—¿Riley ? —insistió Edward.
Éste volvió a concentrarse en Edward de forma instintiva.
—Ella sabe que te mataré, Riley. Quiere que tú mueras, para no tener que mantener más su fachada. Sí, eso sí lo ves, ¿verdad? Ya has notado la renuencia en sus ojos, has sospechado de esa nota falsa que se percibe en sus promesas. Llevas razón. Ella nunca te ha querido. Todos los besos y todas las caricias no eran más que mentiras.
Edward trasladó su peso de nuevo unos cuantos centímetros más hacia el muchacho y se apartó otros tantos de ambos humanos.
Era sencillo leer los pensamientos de ambos para intentar poder persuadirlos o distraerlos, sin embargo había una mente que repetía de forma interminable el nombre de su hermano mellizo.
La mirada de Victoria se ajustó al espacio que se había abierto entre ellos.
Riley volvió a cambiar su posición esta vez con más lentitud.
—No tienes por qué morir —le prometió Edward, con los ojos fijos en los del muchacho—. Hay otras formas de vivir distintas a la que ella te ha enseñado. No todo son mentiras ni sangre, Riley. Puedes seguir un camino nuevo desde ahora. No debes morir por culpa de sus engaños.
Edward deslizó un pie hacia delante y hacia un lado. Ahora había medio metro entre él, Bella y Killian. Bella mantenía su mano unida al contrario en busca del apoyo moral que ambos necesitaban en ese momento. Riley se retrasó algo más de lo necesario para compensar el avance de Edward. Victoria se inclinó hacia delante, sobre sus talones.
—Es tu última oportunidad, Riley —susurró Edward.
El rostro del joven vampiro mostraba verdadera desesperación mientras escrutaba a Victoria en busca de respuestas.
—Él es el mentiroso, Riley —intervino Victoria—. Ya te advertí acerca de sus truquitos mentales. Tú sabes que te quiero.
Su voz no era el salvaje gruñido gatuno que parecía el más idóneo para su figura. Por el contrario, resultaba dulce, agudo, con un toque de soprano, casi como el de un bebé. El tipo de voz que va acorde con rizos rubios y chicle de color rosa. No tenía sentido que saliera de entre sus dientes desnudos y relucientes.
Riley apretó la mandíbula y cuadró los hombros. Sus ojos se vaciaron de todo tipo de confusión o de sospecha y de cualquier otra clase de pensamiento. Se tensó para atacar.
El cuerpo de Victoria parecía temblar de tan agazapada como estaba. Sus manos se habían convertido en garras a la espera de que Edward se separara sólo un centímetro más de Bella.
El gruñido no procedió de ninguno de ellos. Una forma similar a la de un mamut de color tostado cayó sobre el centro del claro, arrojando al suelo a Riley.
—¡No! —gritó Victoria, contrariada, con su voz de bebé aguda por la incredulidad.
A un metro y medio de ellos el enorme lobo arrancó algo de cuajo y lo separó del cuerpo del vampiro rubio. Un objeto blanco y duro chocó contra las rocas al lado de los pies de Killian pies.
Ambos humanos se hicieron a un lado para apartarse.
Victoria no desperdició ni una sola mirada en el chico al cual había jurado poco antes su amor.
Tenía los ojos aún fijos en Bella, llenos de una decepción tan feroz que le daba un aspecto desquiciado.
—No —repitió entre dientes, mientras Edward comenzaba a moverse hacia ella, bloqueándole su acceso.
Riley estaba de nuevo de pie, con una apariencia contrahecha y demacrada, pero aún capaz de lanzar un perverso golpe hacia el hombro de Seth. Se escuchó cómo se partía el hueso. Seth se retiró y comenzó a girar sobre sí mismo, cojeando. Riley avanzó las manos de nuevo, preparado, aunque parecía que le faltaba parte de una de ellas...
A pocos metros de esta pelea, Victoria y Edward fintaban.
Lively seguía estática en su sitio, ojos clavados en su hermano mellizo pero consciente de que aquel lector de mentes también la tenía vigilada a ella.
Victoria se deslizaba hacia atrás, moviéndose de un lado al otro, intentando encontrar un hueco en su defensa. Edward seguía su juego de piernas con agilidad, acechándola con perfecta concentración. Comenzaba a moverse justo una fracción de segundo antes de que ella se moviera, leyendo sus intenciones en sus pensamientos.
Seth embistió a Riley de costado y volvió a arrancarle algo que provocó un horrísono y chirriante alarido de dolor. Otro gran trozo blanco y pesado cayó en el bosque con un golpe sordo. Riley rugió de furia y Seth saltó hacia atrás, extrañamente ligero para su tamaño, mientras el neófito lanzaba un golpe hacia él con la mano destrozada.
Victoria se abrió camino en zigzag hacia el extremo más lejano del pequeño claro. Estaba dividida: sus pies la empujaban hacia la seguridad, pero sus ojos mostraban su ansia al clavarse en Bella como si fueran imanes, atrayéndola hacia su lugar. Podía ver cómo luchaban en su interior el deseo ardiente de matar contra el instinto de supervivencia.
Edward también podía ver esto, claro.
—No te vayas, Victoria —murmuró en el mismo tono hipnótico de antes—. Nunca tendrás otra oportunidad como ésta.
Ella le mostró los dientes y siseó en su dirección, pero parecía incapaz de alejarse. Bella dejó caer su brazo y se separó del tacto de Killian.
—Siempre podrás huir luego —ronroneó Edward—. Tendrás mucho tiempo para eso. Es lo que haces siempre, ¿no? Ése es el motivo por el que te retenía James. Le eras útil, pese a tu afición a los juegos mortales. Una compañera con un asombroso instinto para la huida. Él no debería haberte dejado. Bien que le habrían venido tus habilidades cuando le cogimos en Phoenix.
Un rugido brotó entre los dientes de ella.
—Sin embargo, eso fue todo lo que significaste para él. Es de tontos malgastar tanta energía vengando a alguien que sintió menos afecto por ti que un cazador por su perro. No fuiste para él nada más que alguien oportuno. Yo lo supe.
Edward esbozó una sonrisa torcida mientras se golpeaba la sien con un dedo. Con un aullido estrangulado, Victoria se precipitó contra los árboles de nuevo, fintando hacia un lado. Edward respondió y el baile comenzó de nuevo.
Justo entonces, el puño de Riley alcanzó el flanco de Seth y un gemido bajo se ahogó en la garganta del lobo gigante. Seth retrocedió con los hombros encogidos, como si intentara sacudirse el dolor. ¿Por qué no habría huido Seth? ¿Por qué no lo hacía ahora? Riley estaba cerrando de nuevo la distancia entre ellos, empujando a Seth contra la pared de roca donde los humanos se encontraban. Victoria pareció de pronto interesada en el destino de su compañero.
Podía verse mirando de reojo, juzgando la distancia entre Riley y Bella. Seth atacó de nuevo a Riley, que se vio obligado a retirarse y Victoria siseó.
Seth ya no cojeaba. Dando vueltas, se topó con la espalda de Edward, la cual rozó con la cola, y los ojos de Victoria casi se salieron de sus órbitas.
—No, no se volverá contra mí —le dijo Edward, contestando la pregunta que había surgido en su mente y usó su distracción para deslizarse más cerca de ella—. Tú nos has suministrado un enemigo común, nos has convertido en aliados.
Ella apretó los dientes, intentando mantener concentrada su atención sólo en Edward.
—Míralo más de cerca, Victoria —murmuró él, tirando de los hilos de su concentración—. ¿De verdad se parece tanto al monstruo cuyo rastro siguió James desde Siberia?
Sus ojos se abrieron del todo, y después comenzaron a oscilar salvajemente entre Edward, Seth, Killian y Bella, de uno en uno.
—¿No es el mismo? —Gruñó con su voz de soprano, de niña pequeña—. ¡Es imposible!
—Nada es imposible —murmuró Edward, con la voz suave como el terciopelo mientras se acercaba a ella centímetro a centímetro—, excepto lo que tú quieres. Jamás la tocarás.
Victoria elevó la comisura de sus labios, sonriendo por primera vez desde que había dejado su rostro al descubierto del resto. Edward se detuvo de golpe, pero mantuvo su atención centrada en sus movimientos.
—Bueno —dijo la dulce voz de la vampiro—, quizá no pueda tocarla a ella.
Fue como si el tiempo se detuvieran, como si estuvieran dentro de una serie televisiva y pudieran ponerla en pausa mientras iban a por algún aperitivo para continuarla.
Un quejido sonó a sus espaldas, cerca del borde en donde se podía ver un camino que conducía al acantilado. Bella movió su cabeza a ambos lados, notando la repentina desaparición de Killian al igual que el de la vampiro que acompañaba a Victoria.
Killian se hallaba de cara a ellos, su rostro bañado en lágrimas mientras su cuello era sostenido por la gélida mano de su melliza. El corazón le latía con fuerza, no habiendo esperado aquel rápido movimiento repentino que provocó que un mareo lo alcanzara durante un instante, su vista se volvió negra y cuando pudo volver a ver ya se encontraba en aquel lugar frente a las dos peleas; Edward lo miraba con culpa e impotencia, sin embargo no podía hacer ningún movimiento en falso o ambos humanos morirían.
Victoria sacudió la cabeza de manera rápida y entrecortada, intentando evitar sus movimientos de distracción y evadirlo pero él se colocó en el lugar apropiado para bloquearla tan pronto como ella pensó el plan. Su rostro se contorsionó de pura frustración y después se agazapó aún más, como una leona de nuevo, y atacó de forma deliberada hacia delante.
Victoria no estaba precisamente falta de experiencia ni era una neófita dirigida por sus instintos, sino que resultaba letal.
Edward también cambió de posición, conforme se acercaron el uno al otro, y aquello se convirtió en una lucha entre un león y una leona.
El baile aumentó de ritmo.
Una danza similar a la de Alice y Jasper en el prado, una espiral borrosa de movimientos, sólo que esta danza no estaba coreografiada de modo tan perfecto.
Agudos crujidos y chasquidos reverberaban de la pared del acantilado, conforme alguien era desalojado de su lugar. Pero se movían tan rápido que no se podía decir quién cometía los errores...
Riley se distrajo con ese violento ballet, con los ojos llenos de ansiedad por su compañera. Seth atacó de nuevo, arrancando de otro bocado un pequeño trozo del vampiro. Riley bramó y lanzó un tremendo golpe de revés que acertó de lleno en el amplio pecho de Seth. Su cuerpo enorme se elevó más de tres metros y chocó contra la pared rocosa sobre la cabeza de Bella con una fuerza que pareció sacudir todo el pico de la montaña. Seth rebotó contra la piedra y cayó sobre el suelo a pocos metros de donde ella se hallaba.
Un bajo gimoteo se escapó de entre sus dientes.
Killian intentó gritar ante aquella imagen pero la mano en su garganta se lo impidió, provocando que saliera un ruido ahogado antes de toser. El agarre menguó un poco, más se mantuvo lo suficientemente fuerte como para que no pudiera intentar huir.
—¿Por... —la sola acción de hablar era molesta. En su blanco cuello comenzaban a notarse las marcas de los dedos—, ¿por qué estás haciendo esto?
Edward hizo el amago de acercarse a él, pero pronto tuvo que regresar a su lugar al leer las intenciones de Victoria.
Todo aquello era muy frustrante.
Lively ignoró la pregunta de su hermano.
—¿Por qué estas con ellos? —preguntó con algo de brusquedad.
El humano se congeló, su mente no logrando procesar lo que sus oídos escuchaban.
La voz aniñada que recordaba había dado un giro para madurar y volverse un tono femenino pero rasposo que resultaba hipnotizante. Fue ahí cuando cayó en la cuenta que, claramente, ya no eran los mismo críos que le robaban los caramelos de manzana a nana de su despacho y luego salían corriendo hacia sus habitaciones para comérselos a escondidas debajo de la cama.
—Liv... ellos me adoptaron.
—¡Mientes! —chilló ella. El agarre de su mano aumentando—. ¿Por qué un grupo de vampiros adoptarían a alguien como tú?
Y, quizás, la elección de palabras no fue la mejor.
—Quién sabe —susurró—, pero fueron los primeros en diecisiete años en ofrecerme un hogar.
—Ella... él... —Lively dudó—, Riley dijo que eran malas personas, ¿por qué aceptaste?
Killian se removió pero el agarre continuaba siendo el mismo.
—No son malas personas, Lively.
—¡Quieren matar a Victoria! —gritó.
—Porque su antigua pareja intentó matar a... Bella —el humano tosió.
La voz de Victoria llegó hasta sus oídos como una ligera brisa veraniega, incitante y atrapante:
—Hazlo.
Riley se deslizó hacia Bella, con los ojos rojos brillantes de furia. Miró hacia la montaña renqueante de pelo color arena que se encontraba entre ellos y sus manos, destrozadas y rotas, se cerraron como garras. Abrió la boca del todo, con los dientes brillantes, como si se estuviera preparando para desgarrar la garganta de Seth.
Un segundo latigazo de adrenalina atravesó a la humana como un choque eléctrico y de pronto lo vio todo claro.
De pronto, el aullido de un lobo retumbó a lo lejos; un aullido deprimente.
Ambas luchas se desarrollaban demasiado cerca. Seth estaba a punto de perder la suya y no tenía ni idea de si Edward ganaba o perdía. Ambos necesitaban ayuda. Una distracción. Algo que les diera una oportunidad.
Su mano aferró la astilla de piedra tan fuerte que uno de los soportes de la abrazadera se rompió. Con la punta aguda del fragmento se subió el grueso jersey hacia arriba para exponer la piel y después presionó la parte más afilada contra la arruga de su codo. Allí tenía la larga cicatriz que se hizo la noche de su último cumpleaños, cuando derramó suficiente sangre como para captar la atención de todos los vampiros y dejarlos helados en sus sitios por un momento.
Rezó para que volviera a funcionar. Bella se envaró y aspiró un gran trago de aire. Victoria se distrajo con el sonido de su jadeo. Sus ojos, detenidos durante la mínima fracción de un segundo. En su expresión se mezclaban la furia y la curiosidad de una forma extraña.
En ese mismo corto segundo, el baile se detuvo de manera violenta. Pasó tan deprisa que ya había terminado antes de que Bella pudiera seguir la secuencia exacta de los hechos. Victoria había salido volando del borrón y había chocado contra un alto abeto, más o menos a la mitad del tronco. Cayó sobre la tierra ya agazapada para saltar. De forma simultánea, Edward, del todo invisible por la velocidad, se volvió a sus espaldas y cogió al desprevenido Riley por el brazo. Pareció como si Edward plantara su pie contra su espalda y tirara hacia arriba... El pequeño campamento se llenó con el taladrante aullido de agonía de Riley.
Al mismo tiempo, Seth saltó sobre sus patas.
Una sonrisa atravesaba el rostro salvaje de Victoria, una sonrisa escalofriante.Se agachó y saltó.
Algo pequeño y blanco silbó por el aire y colisionó con ella en pleno vuelo. El impacto sonó como una explosión, y la lanzó contra otro árbol, que esta vez se partió por la mitad. Volvió a aterrizar sobre sus pies, agazapada y preparada, pero Edward ya ocupaba su posición. Victoria pateó algo a un lado con un golpe de su pie desnudo, el misil que había abortado su ataque. Los dedos todavía se retorcían. Aferrándose a las hojas de hierba, el brazo de Riley comenzó a moverse de forma convulsiva por el suelo. Seth estaba de nuevo dando vueltas en torno a Riley, mientras éste se retiraba. Caminaba de espaldas ante el licántropo que avanzaba, con el rostro rígido por el dolor. Alzó su único brazo a la defensiva.
Seth cayó sobre Riley y el vampiro perdió el equilibrio. El lobo hundir los dientes en el hombro de Riley y luego tiró, saltando hacia atrás de nuevo.
Con un chirrido metálico que taladraba los oídos, Riley perdió su otro brazo.
Seth sacudió la cabeza, lanzando la extremidad contra los árboles. El entrecortado ruido siseante que salió de entre sus dientes sonaba como una risita burlona.
Riley gritó con un lamento torturado.
—¡Victoria!
Ella ni siquiera se estremeció al oír el sonido de su nombre. Sus ojos ni siquiera hicieron el intento de moverse hacia su compañero.
Seth se lanzó hacia delante con la fuerza de una bola de demolición. El golpe les llevó a ambos entre los árboles, donde los chirridos metálicos eran acompañados por los gritos agónicos de Riley. Éstos cesaron de repente, mientras que continuaron los ruidos de trituración de la materia pétrea del cuerpo del vampiro.
Aunque no malgastó en Riley ni una mirada de despedida, Victoria pareció darse cuenta de que estaba a punto de perder, más que nada porque aquella vampiro había resultado ser completamente inútil. Comenzó a apartarse de Edward con una decepción infinita llameando en sus ojos. Le lanzó una corta mirada de anhelo a Bella y después empezó a retirarse más deprisa.
—No —canturreó suavemente Edward, con su voz seductora—. Quédate un poco más.
Ella aceleró y voló hacia el refugio del bosque como la flecha de un arco. Pero Edward fue más rápido, como la bala de una pistola.
La agarró por la espalda desprotegida justo al borde de los árboles y el baile se acabó con un último y sencillo paso.
La boca de Edward se deslizó por su cuello como una caricia. El estruendo chirriante de los esfuerzos de Seth cubrió cualquier otro ruido, o no hubo ningún sonido distintivo que permitiera dar una imagen clara de violencia. Lo mismo podría haber estado besándola. Y luego su ardiente maraña de pelo ya no siguió conectada al resto de su cuerpo. Las temblorosas olas anaranjadas de sus cabellos cayeron al suelo y dieron un salto antes de rodar hacia los árboles.
—E... —el intento de llamado de Killian provocó que los horripilantes sonidos del desmembramiento cesaran de golpe.
Killian se hallaba de rodillas en el helado manto de nieve debajo de sí, sus ojos estaban clavados en sus manos temblorosas mientras no lograba articular palabra alguna.
Edward miró horrorizado la imagen. ¿En qué momento habían cambiado sus pensamientos?, ¿o quizás estaba más centrado en Victoria que no supo darse cuenta el instante en el que Lively actuó?
Lively se hallaba a varios metros de distancia de él, cubriendo su boca con ambas manos mientras negaba ante la atrocidad que había cometido; Killian, por otro lado, bajó la vista hasta divisar el largo rastro de sangre que descendía desde su garganta.
Dolía.
Dolía mucho, pero Killian no pronunció queja alguna.
Seth apareció de golpe y se lanzó contra la delgada figura de la única vampiro aún en pie, arremetiendo contra ella y produciendo el mismo sonido atroz al arrancar una de sus extremidades. Killian se giró e intentó ponerse en pie, más el dolor de la ponzoña hizo que volviera a caer de rodillas.
"¡No!" exclamó dentro de su mente al no ser capaz de hablar. "Por favor, Edward, no lo permitas" suplicó, "por favor..."
—Seth —llamó el lector de mentes—, espera. Killian... él ...no quiere.
El lobo pasó su mirada por ambos antes de dejar el trozo de brazo sobre el suelo. Sus ojos clavados en el llanto silencioso del humano; no sabía si por el dolor o por la imagen.
Killian volvió a hacer el amago de levantarse pero ésta vez fue ella quien dio un paso atrás.
—Yo... —Lively no sabía qué decir. ¿Cómo había podido ser tan estúpida como para hacerle daño a su única familia biológica?—. Ella... ella dijo que era la única forma de... yo no... —su voz temblaba.
Edward enderezó su espalda.
—No es momento de hablar sobre eso —cortó en seco—. Tenemos que sacar la ponzoña lo más pronto posible. Seth, yo me encargo de quemar los cuerpos, ve en busca de Carlisle. Rápido.
Edward se apresuró a reunir todos los trozos de Victoria y Riley mientras mantenía controlada a una Lively que parecía haberse olvidado de cómo moverse. Hizo una montaña con las extremidades y los cubrió con pinaza. Edward extrajo un objeto rectangular del bolsillo. Abrió el encendedor plateado de butano y aplicó la llama a la yesca seca. Prendió de inmediato y enseguida grandes lenguas de fuego anaranjadas se extendieron por la pira.
Después de que terminaran, el fuego furioso envió al cielo una asfixiante fumarada púrpura. La densa columna de humo se enroscó despacio, aparentando una mayor consistencia. Al arder, olía como el incienso, pero luego dejaba un aroma desagradable, ya que era espeso y demasiado fuerte.
Rosalie apareció en un abrir y cerrar de ojos, seguida por la figura de Carlisle quien no dudo en acercarse al humano y comprobar su situación; Seth volvió a aparecer y continuó con la búsqueda de fragmentos. Rosalie no podía moverse, quería acercarse pero no quería ser tentado por la sangre que brotaba de su cuello.
Carlisle se arrodilló junto a Killian, el chico mantenía sus ojos cerrados mientras intentaba regular la respiración y se concentraba para autoconvencerse de que así dolería menos.
—Shhh —tranquilizó el mayor. Pasando una mano por debajo de sus rodillas y otra por detrás de su espalda, el rubio vampiro lo elevó en el aire para llevarlo junto a su familia, el calor que emanaba de la hoguera no ayudaría al ardor que sentía en aquel instante. Carlisle escaneó la figura de aspecto idéntico al de Killian y suspiró—. Lively, ¿cierto?
La vampiro se sobresaltó, mirando por primera vez a alguien que no fuera su hermano mellizo.
Ella asintió.
—Ven con nosotros —dijo. Rosalie arrugó su nariz, disconforme con la petición—, Killian querrá hablar contigo cuando el dolor haya pasado.
Carlisle desapareció entre los árboles una vez más; la rubia vampiro miró el delgado cuerpo de Lively y la miró con todo el desdén del mundo. No llegaba a comprender cómo era capaz de dañar a alguien a quien quería. Su rostro afligido no le causaba empatía alguna.
Killian escuchó las voces del resto de la familia cuando llegó al claro y fue dejado con cuidado sobre el césped. Jasper fue el primero en alejarse pero eso no le impidió comprobar su estado anímico. Sin mucho dudarlo, envió una ola de calma para ayudar a reducir el dolor que sentía. Alice se colocó junto a él y lo ayudó a distraerse, colocándolo cerca de Bree Tanner para mantenerla vigilada.
Esme se acercó para tomar la mano de Killian; el chico respiraba entrecortadamente mientras mantenía sus ojos cerrados y suplicaba internamente que su hermana estuviera bien.
—Killian —llamó el doctor para comprobar que lo escuchaba—. ¿Entiendes lo que digo?
Killian hizo todo el esfuerzo que pudo para poder mover su cabeza de arriba abajo de forma afirmativa.
—De acuerdo —murmuró—. Tengo que sacarte el veneno, ¿está bien? Dolerá un poco durante un rato, pero acabará pronto, ¿si? Te lo prometo.
El humano se movió incómodamente en el suelo.
—Liv- —su voz no fue suficiente como para decir el nombre completo.
—Ella está bien —aseguró el mayor—, puedes hablar con ella luego pero necesito sacarte el veneno.
Killian abrió sus ojos ligeramente, y tanto él como su esposa notaron el tono opaco en sus iris.
El chico asintió.
Una molesta Rosalie apareció seguida por Lively, lanzando el brazo de esta última a un lado del claro de forma brusca; Edward las seguía mientras llevaba a una desmayada Bella Swan en sus brazos.
Carlisle le pidió que esperara mientras elevaba con cuidado al humano para dejar expuesto su cuello; respirando lentamente, acercó su boca hacia el mordisco y colocó sus propios dientes sobre ella. Killian jamás emitió sonido alguno, ninguna queja, se mantuvo callado y con sus ojos cerrados mientras notaba la sangre abandonar su cuerpo. Carlisle llenaba su boca lo más que podía y luego escupía la sangre a un lado para evitar tragarla.
Era una imagen grotesca y muy dolorosa. Aquel que sólo buscaba una familia, había terminado envuelto en aquella desgracia por culpa suya.
—Nos quedan unos diez minutos —avisó Alice desde atrás.
Killian notó como el dolor comenzaba a disminuir, sin embargo notaba la debilidad extrema de su cuerpo.
—Bella despertará en cinco —informó nuevamente la vidente.
—Esto es todo lo que hay —informó Carlisle, recordando vagamente cómo había sido morder a Edward y Esme gracias al retrogusto que quedó en su boca—. Necesitará una transfusión de sangre.
—Deberías irte con él —recomendó Alice.
Killian agarró el brazo de Carlisle de golpe.
—E-estoy —el chico tosió fuertemente, teniendo que ser ayudado para sentarse y que tosiera la sangre que se acumuló en su garganta. Carlisle miró al humano con preocupación, algo no iba bien. Edward pasó su mirada por Lively, ¿sería consecuencia de la fuerza con la que lo sujetaba?— bien.
—No estas bien —interrumpió Rosalie, su rostro mostrando preocupación y una impotencia jamás vista. A esto también se le sumaba el claro gesto resentido hacia Lively que parecía no poder abandonar su cuerpo—. Necesitas-
—Rosalie —llamó Edward—. No quiere irse.
—¿Por qué?
Edward se mantuvo en silencio, escuchando lo que el menor le intentaba decir.
—Es buena idea —dijo en voz alta—, puede que funcione.
—¿Qué ocurre? —cuestionó el patriarca.
—Puede que sea una buena oportunidad para hacer creer a los Vulturis que lo convertimos —informó de los pensamientos de Killian—, así será más fácil hacerlo desparecer de su radar cuando el momento llegue.
Carlisle observó al humano aún entre sus brazos, pálido y débil humano que aún pensaba en ayudar a pesar de la situación en la que se encontraba.
—¿Eso es lo que realmente quieres? —preguntó en un susurró hacia el chico. Killian hizo un último esfuerzo para contestar lo antes posible, y asintió— De acuerdo.
El vampiro se puso en pie con el chico entre sus brazos, el menor temblaba ante el frío y la falta de sangre. Rosalie obligó a Emmett a deshacerse de su abrigo para poder colocarlo sobre el cuerpo de Killian y que quedara ligeramente envuelto.
—¿Cuánto nos queda? —preguntó Edward hacia Alice.
—Unos cinco minutos —informó.
—Será rápido —susurró Carlisle con voz suave hacia el humano.
Éste asintió en respuesta.
Esme caminó hasta colocarse junto a Bella, centrando su atención ahora en ella.
—Bella, cielo, ¿me oyes? Ya estás a salvo, cariño.
—Bella.
Edward suspiró de alivio.
—Edward —susurró ella.
—Sí, estoy aquí.
—¿Está bien Jacob?
—Sí —le prometió.
—Le examiné yo mismo —intervino entonces Carlisle. Bella se volvió para mirarlo cargando con el cuerpo de Killian. La expresión de Carlisle era seria y tranquilizadora a un tiempo. Era imposible dudar de él—. Su vida no corre peligro. Sana a una velocidad increíble, aunque sus heridas eran lo bastante graves como para que hubiera necesitado varios días para volver a la normalidad, aun cuando se mantuviera constante el ritmo de sanación. Haré cuanto esté en mi mano por ayudarle en cuanto hayamos terminado aquí. Sam intenta hacerle volver a su forma humana para que resulte más fácil tratarle —Carlisle esbozó una leve sonrisa—. Nunca he ido a una facultad de Veterinaria.
—¿Qué le ha ocurrido? —preguntó ella con un hilo de voz—. ¿Qué gravedad revisten las heridas de Jake?
El rostro de Carlisle volvió a ser serio.
—Había otro lobo en apuros...
—Leah —musitó.
—Sí. La apartó del camino del neófito, pero no tuvo tiempo de defenderse y el converso le astilló la mitad de los huesos del cuerpo.
—Sam y Paul acudieron a tiempo. Ya estaba mucho mejor cuando le llevaban de regreso a La Push.
—Pero ¿se va a recuperar del todo?
—Sí, Bella. No sufrirá daños permanentes.
—Tres minutos —dijo Alice en voz baja.
Bella escaneó el rostro de Killian.
—¿Estará bien? —cuestionó.
—No te preocupes por él, Bella —contestó Esme de forma tranquila.
Los Cullen permanecían en un holgado semicírculo alrededor de una hoguera donde, aunque se veían pocas llamas, la humareda púrpura era densa, casi negra, y flotaba encima de la reluciente hierba como si fuera una enfermedad. El más cercano a aquella neblina de apariencia casi sólida era Jasper, por lo que su piel relucía al sol con menor intensidad que la del resto. Estaba de espaldas, con los hombros tensos y los brazos ligeramente extendidos. Cerca de él había algo sobre lo que se agachaba con suma precaución.
En el claro había nueve vampiros, contando a Lively.
La otra chica desconocida que divisó apretaba contra el cuerpo las piernas, enlazadas por los brazos, hasta hacerse una bola junto a las llamas. Era muy joven, más que Killian y ella. Tendría unos quince años, pelo oscuro y complexión menuda. El iris de sus ojos era de un rojo sorprendente por lo intenso, mucho más que el de Riley, casi refulgía. Esos ojos daban vueltas, fuera de control.
—Se rindió —Edward explicó en voz baja al ver el interés de su pareja en la chica—. Nunca antes había visto algo parecido. Sólo a Carlisle se le ocurriría aceptar la oferta. Jasper no lo aprueba.
Jasper se frotaba el antebrazo izquierdo con aire ausente.
—¿Le pasa algo a Jasper? —susurró.
—Está bien, pero le escuece el veneno.
—¿Le han mordido? —preguntó ella, horrorizada.
—Pretendía estar en todas partes al mismo tiempo, sobre todo para asegurarse de que Alice no tenía nada que hacer —Edward meneó la cabeza—. Ella no necesita la ayuda de nadie.
Alice dedicó un mohín a su amado.
—Tontorrón sobreprotector.
De pronto, la chica joven echó hacia atrás la cabeza, y aulló con estridencia. Jasper le gruñó y ella retrocedió, pero hundió los dedos en el suelo como si fueran garras y giró la cabeza a derecha e izquierda con angustia. Jasper dio un paso hacia ella, que se acuclilló más. Edward se movió con exagerada tranquilidad mientras giraba el cuerpo de tal modo que él quedaba situado entre ella y Bella.
Carlisle le tendió la figura de Killian a Esme, la cual se sentó en el suelo mientras lo abrazaba con suavidad para evitar hacerle daño, y apareció enseguida junto a Jasper y le puso una mano en el hombro.
—¿Has cambiado de idea, jovencita? —le preguntó Carlisle con su flema habitual—. No tenemos especial interés en acabar contigo, pero lo haremos si no eres capaz de controlarte.
—¿Cómo podéis soportarlo? —gimió la chica con voz alta y clara—. Los quiero.
Concentró el encendido iris rojo en Edward, a quien traspasó con la mirada para llegar hasta la humana, luego bajó la mirada hacia Esme y Killian. Volvió a hundir las uñas en el duro suelo.
—Has de refrenarte —insistió Carlisle con gravedad—. Debes ejercitar tu autocontrol. Es posible y es lo único que puede salvarte ahora.
La muchacha se aferró la cabeza con las manos, encostradas de suciedad, y se puso a gemir.
Bella sacudió el hombro de Edward para atraer su atención y preguntó:
—¿No deberíamos alejarnos de ella?
Al oír su voz, la muchacha retiró los labios por encima de los dientes y adoptó una expresión atormentada.
—Tenemos que permanecer aquí —murmuró Edward—. Ellos están a punto de entrar en el claro por el lado norte.
La vampiro volvió a quejarse. Los cabellos negros cortados a la altura de la barbilla le realzaban el rostro de alabastro blanco. Era difícil definir como hermosas sus facciones, crispadas y deformadas por la rabia y la sed. Los salvajes ojos rojos eran dominantes, hasta el punto de que resultaba imposible apartar de ellos la mirada. Se estremecía y se retorcía cada pocos segundos.
Entonces, Carlisle y Jasper comenzaron a retroceder hacia su posición. Emmett, Rosalie y Esme convergieron a toda prisa hacia la posición que ocupaban Edward, Alice y Bella para presentar un frente unido, como había dicho Edward, con Bella en el centro, la posición más segura.
Carlisle había vuelto a sostener a Killian, haciéndolo lucir pequeño entre sus brazos.
El denso humo de olor aceitoso culebreaba sin prisa a poca altura, alzándose con pereza para ondular encima de la hierba. La humareda se extendió por la parte delantera y se oscureció en el centro.
Entonces, una voz apagada surgió del interior de la misma.
—Aja.
—Bienvenida, Jane —saludó Edward con un tono distante pero cortés.
Las siluetas oscuras se acercaron. Los contornos se hicieron más nítidos al salir del humazo. Se sabía que Jane iba al frente gracias a la capa oscura, casi negra, y a que era la figura de menor talla por casi sesenta centímetros, aunque apenas se podían distinguir sus rasgos angelicales bajo la sombra de la capucha. Cuatro enormes figuras envueltas en atavíos grises marchaban detrás de ella.
Félix alzó los ojos, echó hacia atrás la capucha levemente para que pudiera ver cómo le sonreía a la humana y le guiñaba el ojo. Edward, inmóvil por completo, la mantenía a su lado y agarraba su mano con fuerza.
La mirada de Jane recorrió poco a poco los luminosos rostros de los Cullen antes de caer sobre Lively y la neófita, ésta última seguía junto al fuego con la cabeza entre las manos.
—No lo comprendo —la voz de Jane aún sonaba aburrida, pero no parecía tan desinteresada como antes.
—Se ha rendido —le explicó Edward para deshacer la posible confusión de la vampiro, cuyos ojos volaron con rapidez a las facciones de Edward.
—¿Rendido?
Félix y otra de las sombras intercambiaron una fugaz mirada. Edward se encogió de hombros.
—Carlisle le dio esa opción.
—No hay opciones para quienes quebrantan las reglas —zanjó ella, tajante.
Carlisle habló entonces con voz suave.
—Está en vuestras manos. No vi necesario aniquilarla en tanto en cuanto se mostró voluntariamente dispuesta a dejar de atacarnos. Nadie le ha enseñado las reglas.
Jane bajó la mirada hasta la silueta que descansaba en los brazos del vampiro mientras se quejaba y temblaba.
—Eso es irrelevante —insistió Jane.
—Como desees.
Jane clavó sus ojos en Carlisle con consternación. Sacudió la cabeza de forma imperceptible y luego recompuso las facciones.
—Aro deseaba que llegáramos tan al oeste para verte, Carlisle. Te envía saludos.
El aludido asintió.
—Os agradecería que le transmitierais a él los míos.
—Por supuesto. Me hubiera gustado hablar con vuestro humano pero no parece estar en una buena situación —Jane sonrió. Su rostro era aún más adorable cuando se animaba—. ¿Qué ha pasado?
—No pudios evitar que le mordieran —informó Edward.
—Oh —fue lo único que pronunció mientras la sonrisa de su rostro se hacía más amplia—. Aro se alegrará de escuchar eso.
Jane volvió la vista atrás, hacia el humo.
—Parece que hoy habéis hecho nuestro trabajo... —su mirada pasó a la cautiva—. Bueno, casi todo. Sólo por curiosidad profesional, ¿cuántos eran? Ocasionaron una buena oleada de destrucción en Seattle.
—Dieciocho contándola a ella —contestó Carlisle.
Jane abrió unos ojos como platos y contempló las llamas una vez más; parecía evaluar el tamaño de la hoguera. Félix y la otra sombra intercambiaron una mirada más prolongada.
—¿Dieciocho? —repitió. La voz sonó insegura por vez primera.
—Todos recién salidos del horno —explicó Carlisle con desdén—. Ninguno estaba cualificado.
—¿Ninguno? —la voz de Jane se endureció—. Entonces, ¿quién los creó?
—Se llamaba Victoria —respondió Edward, sin rastro de emoción en la voz.
—¿Se llamaba?
Edward ladeó la cabeza hacia la zona este del bosque. La mirada de Jane se concentró enseguida en la lejanía, quizás en la otra columna de humo. Jane se quedó observando ese lugar durante un buen rato y luego examinó la hoguera cercana una vez más.
—La tal Victoria... ¿Se cuenta aparte de estos dieciocho?
—Sí. Iba en compañía de otros dos vampiros, que no eran tan joven como éstos pero no tendrían más de un año, puede que uno de ellos lo superara pero nada más.
—Veintiuno, ¿entonces? —murmuró—. ¿Quién acabó con la creadora?
—Yo —contestó Edward.
Jane entrecerró los ojos y se volvió hacia las féminas próximas a las llamas.
—Eh, tú —ordenó con voz más severa que antes hacia la de aspecto menor—, ¿cómo te llamas?
La joven le lanzó una mirada torva a Jane al tiempo que fruncía con fuerza los labios.
Jane le devolvió una sonrisa angelical.
La neófita reaccionó con un aullido ensordecedor. Su cuerpo se arqueó con rigidez hasta quedar en una postura antinatural y forzada. El chillido se intensificó.
Al final, ella se calló.
—¿Cómo te llamas? —exigió Jane. Su voz no tenía la menor entonación.
—Bree —respondió ella entrecortadamente.
Jane esbozó una sonrisa y la chica volvió a gritar. Killian intentó tapar sus oídos pero el solo hecho de moverse provocó que soltara un pequeño quejido ahogado que intentó encubrir con todas sus fuerzas; Carlisle, al darse cuenta, lo ayudó a cubrir sus orejas y le pidió a Jasper con su mirada que enviara olas de calma hacia el chico.
Mientras Bree gritaba, Jane le preguntó lo mismo a Lively, notando el claro parecido con el humano en brazos del rubio vampiro.
—Tu nombre —demandó.
—Lively —contestó simple.
Edward arrugó sus cejas antes de entrometerse.
—Ella va a contarte todo lo que quieras saber —le soltó él entre dientes—. No es necesario que hagas eso.
Jane alzó los ojos, chispeantes a pesar de que solían ser inexpresivos.
—Ya lo sé —le contestó a Edward, a quien sonrió antes de volverse hacia la joven neófita, Bree.
La muchacha yacía jadeando con el rostro apoyado sobre el suelo. Se apresuró a responder.
—Diecinueve o veinte, quizá más, ¡no lo sé! —se encogió, aterrada de que su ignorancia le acarreara otra nueva sesión de tortura—. Sara y otra cuyo nombre no conozco se enzarzaron en una pelea durante el camino...
—Y esa tal Victoria... ¿Fue ella quien os creó?
—Y yo qué sé —se estremeció de nuevo—. Riley nunca nos dijo su nombre y esa noche no vi nada... Estaba oscuro y dolía —Bree tembló—. Él no quería que pensáramos en ella. Nos dijo que nuestros pensamientos no eran seguros...
Jane se volvió para mirar a Edward y luego concentró su interés en Bree.
Victoria lo había planeado bien. Si no hubiera seguido a Edward, no habría habido forma de saber con certeza que estaba involucrada...
—Háblame de Riley —continuó Jane—. ¿Por qué os trajo aquí?
Bree miró a Lively, captando la atención de la Vulturi.
—Nos dijo que debíamos destruir a los raros esos de ojos amarillos —dijo ella—. Según él, iba a ser pan comido. Nos explicó que la ciudad era suya y que los de los ojos amarillos iban a venir a por nosotros.
Bree asintió ante lo dicho.
—Según él, iba a ser pan comido. Nos explicó que la ciudad era suya y que los de los ojos amarillos iban a venir a por nosotros. oda la sangre sería para nosotros en cuanto desaparecieran. Nos dio su olor —Bree alzó una mano y hendió el aire con el dedo en dirección de ambos humanos—. Dijo que identificaríamos al aquelarre en cuestión gracias a ellos, que estarían juntos. Prometió que ella sería para el primero que la tomara, pero el chico...
—Riley y yo conocemos a Killian desde hace años —comenzó a decir—, conocí a Victoria semanas antes de venir hacia Forks. Ella me convenció de que podría salvar a mi hermano si nos librábamos de los ojos amarillos, y Riley me aseguró de que podría volver a tener a mi familia.
—Parece que Riley se equivocó en lo relativo a la facilidad —observó Jane.
Bree asintió. Parecía aliviada de que la conversación discurriera por derroteros indoloros.
—No sé qué ocurrió. Nos dividimos, pero los otros no volvieron. Riley y Lively nos abandonaron, y él no volvió para ayudarnos como había prometido. Luego, la pelea fue muy confusa y todos acabaron hechos pedazos —se volvió a estremecer—. Tenía miedo y quería salir pitando. Ése de ahí —continuó mientras miraba a Carlisle— dijo que no me haría daño si dejaba de luchar.
—Aja, pero no estaba en sus manos ofrecer tal cosa, jovencita —murmuró Jane con voz extrañamente gentil—. Quebrantar las reglas tiene consecuencias.
Bree la miró con fijeza sin comprender, Lively se estremeció en su lugar.
Jane contempló a Carlisle.
—¿Estáis seguros de haber acabado con todos? ¿Dónde están los otros?
El rostro de Carlisle denotaba una gran seguridad cuando asintió.
—También nosotros nos dividimos.
Jane esbozó una media sonrisa.
—No he de ocultar que estoy impresionada —las grandes sombras situadas a su espalda asintieron para demostrar que estaban de acuerdo con ella—. Jamás había visto a un aquelarre escapar sin bajas de un ataque de semejante magnitud. ¿Sabéis qué hay detrás del mismo? Parece un comportamiento muy extremo, máxime si consideramos el modo en que vivís aquí. ¿Por qué la muchacha es la clave?
Sin querer, sus ojos descansaron en Bella durante unos segundos.
—Victoria guardaba rencor a Bella —le explicó Edward, imperturbable.
Jane se carcajeó. El sonido era áureo, como la burbujeante risa de una niña feliz.
—¿Qué hay del chico? —volvió a preguntar.
Edward contestó:
—Eso tenía que ver con su relación con Lively y Riley, Victoria descubrió que formaba parte de nuestra familia y pensó que acabar ambos causaría aún más dolor entre los nuestros.
—Esto parece provocar las reacciones más fuertes y desmedidas de nuestra especie —apuntó mientras la miraba directamente con una sonrisa en su angelical rostro.
Edward se envaró.
—¿Tendrías la bondad de no hacer eso? —le pidió con voz tensa.'
Jane se echó a reír con indulgencia.
—Sólo era una prueba. Al parecer, no sufre daño alguno —Jane se giró hacia el chico—. Hmm... me pregunto si ocurrirá lo mismo con el chico.
Rosalie se puso alerta, recibiendo una mirada de advertencia por parte de Carlisle.
—¿No crees que sería demasiada tortura en este momento? —preguntó Carlisle en voz alta. Jane elevó una de sus cejas y lo miró interrogante—. Me refiero, tenemos a Jasper controlando el dolor por la ponzoña y está sufriendo bastante poco gracias a eso, pero sumarle tu... don, ¿no crees que sería demasiado?
Jane miró con expresión aburrida hacia el moribundo chico entre sus brazos que temblaba sin parar mientras bajos quejidos salían de sus labios y el sudor bañaba su frente.
—Bueno, parece que no nos queda mucho por hacer. ¡Qué raro! —dijo Jane mientras la apatía se filtraba otra vez en su voz—. No estamos acostumbrados a desplazarnos sin necesidad. Ha sido un fastidio perdernos la pelea. Da la impresión de que habría sido un espectáculo entretenido.
—Sí —saltó Edward con acritud—, y eso que estabais muy cerca. Es una verdadera lástima que no llegarais media hora antes. Quizás entonces podríais haber realizado vuestro trabajo al completo.
La firme mirada de Jane se encontró con la de Edward.
—Sí. Qué pena que las cosas hayan salido así, ¿verdad?
Edward asintió una vez para sí mismo, con sus sospechas confirmadas. Jane se giró para contemplar a la neófita una vez más. Su rostro era de una apatía absoluta.
—¿Félix? —llamó arrastrando las palabras.
—Espera —intervino Edward.
Jane enarcó una ceja, pero Edward miraba a Carlisle mientras hablaba a toda prisa.
—Podemos explicarles las reglas a las chicas. No parecían mal predispuestas a aprenderlas. No sabían lo que hacía.
—Por descontado —respondió Carlisle—. Estamos preparados para responsabilizarnos de ambas.
El vampiro se encontró dividido entre la incredulidad y la diversión.
—No hacemos excepciones ni damos segundas oportunidades —repuso—. Es malo para nuestra reputación, lo cual me recuerda... —de pronto, volvió a mirar a Bella y su rostro de querubín se llenó de hoyuelos al sonreír—. Caius estará muy interesado en saber que sigues siendo humana, Bella. Quizá decida hacerte una visita; por el contrario... —dijo mientras daba un rápido vistazo hacia Killian—, se regocijará ante la noticia de que él se une a nuestra especie.
—Se ha fijado la fecha —le dijo Alice, hablando por vez primera y dispuesta a defender a Bella—. Quizá vayamos a visitaros dentro de unos pocos meses.
La sonrisa de Jane se desvaneció y se encogió de hombros con indiferencia sin mirar a Alice. Se encaró con Carlisle:
—Ha estado bien conocerte, Carlisle... Siempre creí que Aro había exagerado. Bueno, hasta la próxima...
Carlisle asintió con expresión apenada.
—Encárgate de eso, Félix —ordenó Jane al tiempo que señalaba a Bree y Lively con la cabeza. Su voz sonaba cada vez más aburrida—. Quiero volver a casa.
Killian abrió sus ojos por primera vez desde que habían llegado los Vulturis, su corazón había dejado su ritmo frenético para adoptar uno más calmado.
Demasiado.
Su mirada vagó por todo el claro hasta caer en la delgada figura de su hermana; Lively lo miraba con ojos tristes mientras sus labios adoptaban una mueca de arrepentimiento. Killian hizo el amago de moverse pero su cuerpo no correspondía, sus únicos pensamientos iban dirigidos al vampiro que era el único que lograría entenderlo pero Edward había desviado la mirada para evitar sentirse más culpable de lo que ya se sentía.
La verdad lo golpeó como un balde de agua fría, ¿ya estaba?, ¿no había opción? ¿Se habían reencontrado después de tantos años sólo para perderla en el mismo día?
"Por favor..." suplicó hacia el lector de mentes. Edward tembló mientras abrazaba a Bella y cubría la imagen con su cuerpo. El humano intentó moverse, su cuerpo haciéndolo detenerse cuando un fuerte dolor ardiente lo cruzó de arriba a abajo.
—Lo siento —la voz de Lively sonó alta, clara y segura.
Killian no podía apartar los ojos de ella, de aquel rostro que mostraba el más grande de los arrepentimientos. La joven vio acercarse a Félix y sonrió mirando a su mellizo, sonriendo de forma tranquilizadora hacia él, mostrando aquella sonrisa que solía proporcionarle de niños cada vez que regresaban de alguna casa de acogida por su culpa.
La sonrisa que gritaba que todo estaría bien.
—Te quiero más que a nada, Ian —murmuró—. Ya no debes preocuparte más por mi.
Carlisle movió su cuerpo y cubrió el rostro de Killian con una de sus manos para evitar que continuara mirando.
Resonó un gruñido hondo y sordo y luego un aullido agudísimo. El grito se apagó enseguida, y luego sólo se oyeron los escalofriantes sonidos del aplastamiento y la desmembración.
—Vamos —conminó Jane.
Las espaldas cubiertas por los grandes ropones grises se dirigían hacia los zarcillos de humo. El olor a incienso volvió a ser intenso...
... reciente.
Las sombrías vestiduras se desvanecieron en la espesa humareda.
El chico dio una bocanada al aire, su pecho parecía pesar cada vez más. Edward se apresuró para advertir a Carlisle; el doctor lo miró horrorizado cuando notó la velocidad de su corazón. Rosalie gritaba con voz temblorosa mientras Emmett la intentaba calmar, Bella respiraba aceleradamente al ver el horrible aspecto del humano. Jasper se acercó hacia Alice y Esme.
Notó el viento golpearlo con fuerza, la rápida velocidad y las voces a lo lejos. Killian no lograba oír lo que sucedía a su alrededor, las voces eran como ruidos lejanos ininteligibles para él.
Lo único en lo que podía concentrarse era en que no podía respirar.
Fue un segundo, tan solo un instante que pudo enfocar su mirada y observar el rostro desesperado vampiro rubio antes de perder la conciencia y que todo a su alrededor fuera opaco.
Mientras corría hacia su hogar, Carlisle Cullen sintió el corazón de Killian dejar de latir.
[•••]
Prometo algún día escribir una historia que sea sólo fluff únicamente para compensar lo mal que hago pasar a todos mis OC's.
Pero hasta que ocurra eso, mientras tanto llorar es sano. Según mi abuela, mientras más lloras menos meas.
Y apenas vamos por la mitad💀
Hubo un tiempo que me gustaba más el actor de Riley que cualquiera en toda la saga sólo porque era lindo.
¿Cuando estaba creando el ejército de neófitos y se acerca a hablar con Bree?
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He intentado compensar el tiempo que estuve sin actualizar el año pasado, subiendo bastante este fin de semana, por lo que me enorgullezco bastante de mi misma por no colgarme y terminar olvidándome.
Espero que les haya gustado el capítulo y nos leemos pronto.
Cuídense mucho<3
—HAOYUS
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