028; lobos
—¿Estás bien?
La voz de Rosalie se escuchó junto a él.
Killian se hallaba sentado en el suelo del gran claro, abrigado hasta las orejas gracias a la rubia vampiro y Esme (las cuales seguían evitando que volviera a recaer en su resfriado). Los Cullen charlaban tranquilamente mientras esperaban la llegada de la pareja y a los lobos. Era bastante tarde y en lo alto se extendía el oscuro cielo carente de luna tras el sinfín de nubes, el frío no era inaguantable pero conseguía hacerte temblar.
—Sí, estoy bien —contestó el humano.
Emmett reía ocasionalmente mientras conversaba con Carlisle y Jasper, Killian estaba seguro de que éste último podía notar la enorme curiosidad que sentía en ese momento.
No muchos minutos después, la alta figura de Edward apareció en el claro junto a la humana. Bella parecía un cervatillo aprendiendo a caminar al no haberse acostumbrado todavía a la oscuridad nocturna. Ambos se quedaron hablando algo apartados del grupo; Alice y Jasper se quedaron el uno junto al otro, abrazados, mientras que Carlisle se colocaba junto a Killian y le aseguraba que todo estaría bien. Sin embargo, no era Killian el que estaba preocupado, es más, parecía el más tranquilo entre todos los presentes.
—¿Qué le pasa a Alice? —preguntó Bella con un hilo de voz cuando se acercaron a la familia.Edward rió para sí entre dientes.
—No puede ver nada ahora que los licántropos están de camino. Esa «ceguera» le produce malestar.
A pesar de ser el miembro de los Cullen más alejado de ellos, ella oyó su cuchicheo, alzó los ojos y le sacó la lengua. Edward se rió otra vez.
—Hola, Edward —le saludó Emmett—; hola, Bella, ¿te va a dejar participar en las prácticas?
Edward regañó a su hermano.
—Emmett, por favor, no le des ideas.
—¿Cuándo llegan nuestros invitados? —le preguntó Carlisle a Edward.
Éste se concentró durante unos instantes y suspiró.
—Estarán aquí dentro de minuto y medio, pero voy a tener que oficiar de traductor, ya que no confían en nosotros lo bastante como para usar su forma humana.
Carlisle asintió.
—Resulta duro para ellos. Les agradezco que vengan.
—¿Vienen como lobos?
Edward asintió ante la pregunta de Bella. Killian miró de reojo a la humana, pero ella no lo miraba a él. Carlisle pasó un brazo por encima de los hombros de Killian y frotó su brazo de forma tranquilizadora. Nuevamente, no era Killian el alterado.
—Preparaos, estarán a la que salta.
—¿A qué te refieres? —quiso saber Alice.
—Silencio —le advirtió; luego, la miró de pasada cuando dirigía la vista en dirección a la oscuridad.
De pronto, el círculo informal de los Cullen se estiró hasta forma una línea flexible en cuya punta estaban Jasper y Emmett.
—Maldita sea —masculló Emmett en voz baja—, ¿habíais visto algo así?
Esme y Rosalie intercambiaron una mirada. Ambas tenían los ojos desorbitados por la sorpresa.
—¿Qué pasa? —susurró lo más bajito posible—. No veo nada.
—La manada ha crecido —logró escuchar Killian que Edward había susurrado.
El humano entrecerró los ojos, intentando divisar aquellos lobos de los que tanto se hablaba en aquella familia. Fue fácil para él distinguir diez parez de ojos, más lo que captó su atención fue el tamaño de aquellos animales: grandes como caballos, pelaje brillante y musculatura notable, además de dientes blancos y afilados.
—Fascinante —murmuró Edward en un susurro apenas audible.
—Increíble —dijo Killian de igual forma. Sus ojos brillaban mientras observaba a las nuevas figuras frente a él.
Carlisle quitó el brazo de sus hombros y avanzó un paso con deliberada lentitud. Fue un gesto lleno de cautela, destinado a insuflar tranquilidad.
—Bienvenidos —saludó a los lobos, aún invisibles para el ojo humano común.
—Gracias —contestó Edward con un tono extraño y sin gracia. Entonces, comprendieron de inmediato que las palabras procedían de Sam.
Edward volvió a hablar con la misma voz distante, reproduciendo las palabras de Sam.
—Venimos a oír y escuchar, pero nada más. Nuestro autodominio no nos permite rebasar ese límite.
—Es más que suficiente —respondió Carlisle—. Mi hijo Jasper goza de experiencia en este asunto —prosiguió, haciendo un gesto hacia la posición de Jasper, que estaba tenso y alerta—. Él nos va a enseñar cómo luchar, cómo derrotarlos. Estoy seguro de que podréis aplicar esos conocimientos a vuestro propio estilo de caza.
—Los atacantes... ¿son diferentes a vosotros? —preguntó Sam por mediación de Edward.Carlisle asintió.
—Todos ellos han sido transformados hace poco, apenas llevan unos meses en esta nueva vida. En cierto modo, son niños. Carecen de habilidad y estrategia, sólo tienen fuerza bruta. Esta noche son veinte, diez para vosotros y otros diez para nosotros. No debería ser difícil. Quizá disminuya su número. Los neófitos suelen luchar entre ellos.
Un ruido sordo recorrió la imprecisa línea lobuna. Era un gruñido bajo, un refunfuño, pero lograba transmitir una sensación de euforia.
—Estamos dispuestos a encargarnos de más de los que nos corresponden si fuera necesario —tradujo Edward, en esta ocasión habló con tono menos indiferente.
Carlisle sonrió.
—Ya veremos cómo se da la cosa.
—¿Sabéis el lugar y el momento de su llegada?
—Cruzarán las montañas dentro de cuatro días, a última hora de la mañana. Alice nos ayudará a interceptarlos cuando se aproximen.
—Gracias por la información. Estaremos atentos.
Resonó un suspiro antes de que los ojos de la línea descendieran hasta el nivel del suelo casi al mismo tiempo. Se hizo el silencio durante dos latidos de corazón, y luego Jasper se adentró un paso en el espacio vacío entre los vampiros y los lobos. Jasper lanzó una mirada de desconfianza a Edward, quien asintió. Entonces, les dio la espalda y suspiró con manifiesta incomodidad.
—Carlisle tiene razón —empezó Jasper, dirigiéndose sólo a su familia. Daba la impresión de que intentaba ignorar a la audiencia ubicada a sus espaldas—. Van a luchar como niños. Las dos cosas básicas que jamás debéis olvidar son: primera, no dejéis que os atrapen entre sus brazos, y segunda, no busquéis matarlos de frente, pues eso es algo para lo que todos están preparados. En cuanto vayáis a por ellos de costado y en continuo movimiento, van a quedar demasiado confusos para dar una réplica efectiva. ¿Emmett?
El interpelado se adelantó un paso de la línea formada por los Cullen con una ancha sonrisa.
Jasper retrocedió hacia el extremo norte de la brecha entre los enemigos, ahora aliados. Hizo una señal a su hermano para que se adelantara.
—De acuerdo, que sea Emmett el primero. Es el mejor ejemplo de ataque de un neófito.
Emmett entornó los ojos y murmuró:
—Procuraré no romper nada.
Jasper esbozó una ancha sonrisa.
—Con ello quiero decir que él confía en su fuerza. Su ataque es muy directo. Los neófitos tampoco van a intentar ninguna sutileza. Procuran matar por la vía rápida.
Jasper retrocedió otros pocos pasos con el cuerpo en tensión.
—Vale, Emmett... Intenta atraparme.
Jasper se convirtió en un borrón cuando Emmett cargó contra él como un oso, sonriente y sin dejar de gruñir. Era también muy rápido, por supuesto, pero no tanto como Jasper, que parecía tener menos sustancia que un fantasma y se escurría de entre los dedos de su hermano cada vez que las manazas de Emmett estaban a punto de atraparle. Edward se inclinaba hacia delante con la mirada fija en ellos y en el desarrollo de la pelea. Entonces, Emmett se quedó helado. Jasper le había atrapado por detrás y tenía los colmillos a una pulgada de su garganta.
Emmett empezó a maldecir.
Se levantó un apagado murmullo de reconocimiento entre los lobos, que no perdían detalle.
—Otra vez —insistió Emmett, que había perdido su sonrisa.
—Eh, ahora me toca a mí —protestó Edward.
—Aguarda un minuto —Jasper sonrió mientras retrocedía—. Antes quiero demostrarle algo a Bella —le observé con ansiedad cuando le pidió por señas a Alice que se adelantara—. Sé que te preocupas por ella —le explicó mientras Alice entraba en el círculo con sus despreocupados andares de bailarina—. Deseo mostrarte por qué no es necesario.
Jasper ni siquiera se giró hacia Killian y se dedicó únicamente en Bella. El empático vampiro podía notar la tranquilidad del humano perteneciente a su familia, por lo que no estaba preocupado en los absoluto por él.
Killian confiaba en que ellos saldrían de aquel aprieto, o al menos intentaba confiar en ellos. Los Cullen habían demostrado ser fuertes y Killian era lo suficientemente inteligente como para darse cuenta de ello, más ahora que había visto (o al menos intentado) una pelea entre dos vampiros.
Bella aún pensaba que seguía siendo duro mirar mientras Jasper retrocedía antes de acuclillarse delante de la vidente. Alice permaneció inmóvil. Parecía minúscula como una muñeca en comparación con Emmett. Sonrió para sí misma. Jasper se adelantó primero para luego deslizarse con sigilo hacia la izquierda.
Ella cerró los ojos.
Jasper acechó la posición de Alice.
Él saltó y desapareció.
De pronto, apareció junto a Alice, que parecía no haberse movido.
Jasper dio media vuelta y se lanzó de nuevo contra ella, sólo para caer en un ovillo detrás de Alice, igual que la primera vez. Ella permaneció con los ojos cerrados y sin perder la sonrisa.
Alice sí que se movía. Ella se adelantaba un pasito en el momento exacto en que el cuerpo de Jasper salía disparado hacia la anterior posición de Alice, que daba otro paso más mientras las manos engarfiadas del atacante silbaban al pasar por donde antes había estado su cintura.
Él la acosaba de cerca y ella comenzó a moverse más deprisa. ¡Estaba bailando! Se movía en espiral, se retorcía y se curvaba sobre sí misma. Mientras arremetía y la buscaba entre sus gráciles acrobacias, sin llegar a tocarla nunca, él se convertía en su pareja de baile, en una danza donde cada movimiento estaba coreografiado. Al final, Alice se rió...
... apareció de la nada y se subió a la espalda de su compañero, con los labios pegados a su cuello.
—Te pillé —dijo ella antes de besar a Jasper en la garganta.
Él rió entre dientes al tiempo que meneaba la cabeza.
—Eres un monstruito aterrador, de veras.
Los lobos farfullaron de nuevo. Esta vez el sonido reflejaba cautela.
—Les vendrá muy bien aprender un poco de respeto —murmuró Edward, divertido. Luego, en voz más alta, dijo—: Mi turno.
Alice ocupó el lugar de Edward cuando éste se alejó de su pareja, la vidente en el trayecto había tomado la mano de Killian y lo había arrastrado junto a ella.
—Hace frío, ¿eh? —preguntó con una expresión engreída después de su exhibición.
—Parezco un maniquí en exhibición en una tienda de ski —murmuró Killian, dando a entender que no notaba demasiado el frío gracias a la cantidad de ropa que le habían puesto encima.
—Mucho —admitió Bella sin apartar la vista de Edward, que se deslizaba sin hacer ruido hacia Jasper con movimientos felinos y atentos, como los de un gato de los pantanos.
—No te quito el ojo de encima, Bella —le susurró de repente tan bajito quela oyeron a duras penas. Killian escuchaba pero no quitaba la mirada de sus dos hermanos adoptivos, ambos estaban haciendo amagos a medida que se acortaba la distancia entre ellos.
Las facciones de Alice tenían un tono de reproche—. Avisaré a Edward si decides llevar a la práctica tus planes —amenazó—. Que te pongas en peligro no va a ayudar a nadie. ¿Acaso crees que algún neófito daría media vuelta si murieras? La lucha no cesaría ni por su parte ni por la nuestra. No puedes cambiar nada, así que pórtate bien, ¿vale? Toma un poco de conciencia y actúa como Killian, ¿acaso no ves lo bien que se porta?
Bella hizo una mueca e intentó ignorarla.
—Te tengo vigilada —insistió.
Para ese momento, los dos contendientes se habían acercado el uno al otro y la lucha parecía ser más reñida que las anteriores. Jasper contaba a su favor con la referencia de un siglo de combate y aunque intentaba actuar ciñéndose sólo a los dictados del instinto, el aprendizaje le guiaba una fracción antes de actuar. Edward era ligeramente más rápido, pero no estaba familiarizado con los movimientos de Jasper. Proferían de modo constante instintivos gruñidos y se acercaban una y otra vez sin que ninguno fuera capaz de obtener una posición ventajosa.
Como se movían demasiado deprisa para comprender lo que estaban haciendo, resultaba difícil de ver e imposible apartar la mirada. Los penetrantes ojos de los lobos atraían la atención de los humanos de vez en cuando.
Al final, Carlisle se aclaró la garganta. Jasper se echó a reír y Edward se irguió, sonriéndole.
—Dejémoslo en empate —admitió Jasper— y volvamos al trabajo.
Todos actuaron por turnos Carlisle, Rosalie, Esme y luego Emmett de nuevo.
—¿Veis lo que estoy haciendo aquí? —preguntaba—. Eso es, justo así —los animaba—. Los costados, concentraos en los costados. No olvidéis cuál va a ser su objetivo. No dejéis de moveros.
Edward no se descuidaba ni un segundo en la vigilancia y escucha de aquello que los demás no podían ver.
—Estamos a punto de acabar —escuchó Killian que Edward le comentaba a Bella.
Jasper lo confirmó cuando se volvió hacia los lobos, por vez primera, con una expresión llena de incomodidad.
—Mañana seguiremos con la instrucción. Por favor, os invitamos a volver a venir para observar.
—Sí —respondió Edward con la fría voz de Sam—, aquí estaremos.
Entonces, Edward suspiró y se alejó de su pareja para volverse hacia su familia.
—La manada considera que les ayudaría el familiarizarse con nuestros efluvios para no cometer errores luego. Les sería más fácil si nos quedáramos quietos.
—No faltaría más —contestó Carlisle a Sam—. Lo que necesitéis.
Los lobos emitieron un gañido gutural y fúnebre mientras se incorporaban.
La intensa negrura de la noche empezaba a aclararse. El sol se escondía al otro lado de las montañas y todavía no alumbraba la línea del horizonte, pero ya iluminaba las nubes. Y de pronto, gracias a esa luminosidad, fue posible distinguir perfectamente las formas y el color de las pelambreras cuando se acercaron los lobos.
Sam iba a la cabeza, por supuesto. Era increíblemente grande y negro como el carbón.Era posible cuadrar aquella enormidad física con sus ojos ahora que se podían ver a todos, y parecían más de diez. La manada ofrecía un aspecto sobrecogedor.
Sam se acercó a la posición de Carlisle, al frente de su familia, con el resto del grupo pegado a su cola. Jasper se envaró, pero Emmett, que estaba al otro lado de Carlisle, permanecía sonriente y relajado.
Sam olfateó a Carlisle. Luego, se dirigió hacia Jasper. Killian observó fascinado la larga hilera de cambia-formas, realmente era algo que lucía irreal. Había uno de color gris claro, mucho más pequeño que el resto, que tenía el pelaje del lomo erizado como muestra de disgusto. La pelambrera de otro era del color de la arena del desierto, tenía aspecto desgarbado y andares torpes en comparación con los del resto.
Gimoteó por lo bajo cuando el avance de Sam le dejó solo entre Carlisle y Jasper.
También había un lobo que iba detrás del líder. Tenía un pelaje marrón rojizo y era más grande que los demás, y en comparación, también más peludo. Era casi tan alto como Sam, el segundo de mayor tamaño del grupo. Su posición era despreocupada, con un descuido manifiesto, a diferencia del resto, que consideraban aquella experiencia toda una prueba.
Killian observaba todo con mucha atención, situado junto a Rosalie quien se mostraba algo reacia a dejarlo solo frente a aquellos lobos. De un momento a otro, el gran lobo de pelaje marrón rojizo pasó trotando a su lado en dirección a Bella. Permaneció allí quieto, a medio metro de la humana, y lanzó una rápida mirada a Edward, que se mantenía inmóvil como una estatua y evaluaba su reacción.
La criatura bajó las patas delanteras y agachó la cabeza a fin de que su cara no estuviera a mayor altura que la suya y poder mirarla a los ojos, sopesando su respuesta de un modo muy similar al de Edward.
—¿Jacob? —preguntó, sin aliento.
La réplica fue un sonido sordo y profundo, muy parecido a una risa desvergonzada.
Killian arrugó sus cejas ante la mención de aquel nombre. Aquel chico, sin duda alguna, no había dejado una buena impresión en el humano.
Mientras Bella interactuaba con aquel poco educado chico, Killian centraba su mirada en el gran lobo negro que no apartaba su mirada de él. El joven no sabía porqué lo miraba pero sus ganas de avanzar y comprobar que su pelaje era tan suave como lucía crecían por momentos. Edward intentaba estar atento tanto a las reacciones de su novia como a las acciones del nuevo miembro de su familia.
El resto de la manada había empezado a retroceder sin perder de vista a los Cullen.
El tal Sam se había quedado inmóvil mientras seguía analizando al humano. Jacob aún remoloneaba alrededor de Bella.
—¿Si? —preguntó Edward al aire, contestando al llamado de Sam. Sus cejas se juntaron al fruncir el ceño y pronto pasó a cambiar la mirada entre Carlisle y Killian—. No sabría decirte si directamente a él...
—¿Qué sucede? —interrogó Bella.
Edward se mantuvo unos segundos en silencio antes de contestar.
—Sam quiere darle algo a Killian, pero no está seguro de si permitiremos que se acerque a él.
Carlisle elevó la comisura de sus labios.
—Todo depende de él —contestó con tono suave.
Los pares de ojos cayeron en él, en aquel humano que mantenía sus manos en los bolsillos para mantener el calor.
—¿Acercarme... a él? —preguntó algo desconcertado—. ¿Puedo?
Edward miró al lobo antes de asentir.
—No tienen problemas con los humanos, Killian. Los tienen con nosotros —informó Edward.
Emmett tuvo que tomar el brazo de su esposa cuando ésta hizo el amago de avanzar al ver que Killian había dado un paso al frente, vacilante. Caminaba con cautela, como si analizara la actitud corporal del animal delante de él. La vegetación bajo sus pies provocaba que un ligero sonido rodeara el ambiente.
El humano se detuvo frente a él, teniendo que levantar la cabeza para observar el gran rostro negro lobuno que se alzaba en su máximo esplendor.
—Hola —saludó el humano, sus ojos brillantes y su corazón latiendo con fuerza.
—Estira tu mano —pidió Edward desde atrás.
Killian hizo lo ordenado, estirando su mano con la palma hacia abajo. Edward rió. Sam acercó su gran hocico y lo colocó debajo de su mano, rápidamente dándola vuelta. Fue durante un segundo, pero Killian pudo notar que la nariz del lobo estaba fría.
Sam movió un poco su mandíbula antes de acercar su rostro nuevamente y dejar la mano del humano entre sus dientes. Los Cullen se tensaron notablemente, dando a conocer un ambiente tétrico de un momento a otro.
—¿Oh? —Killian se halló a sí mismo sosteniendo un ligeramente mojado sobre blanco. Los ojos derrotados del lobo le dieron una idea clara de qué podía ser—. Tú eres el prometido de Emily.
El lobo movió la cabeza de arriba a abajo, soltando después algo parecido a un suspiro.
—No podía regresar a casa sin entregarte la carta, a menos que quisiera dormir fuera —volvió a hablar Edward en su lugar.
Los ojos rojos de Killian brillaron, sorprendiendo al cambia-formas.
—Muchas gracias —dijo.
Sam volvió a asentir antes de retirarse por donde su manada se había ido.
Rosalie se acercó rápidamente al humano y miró con disgusto el sobre mojado entre sus manos.
—Qué asco.
Emmett rió a su lado.
—Increíble, le gustas a la prometida del jefe.
—No molestes —reprendió Esme mientras se colocaba a su lado—. Es bueno que Killian conozca a más gente, que sociabilice más.
—¿Y tenía que ser con la novia de un lobo? —siguió quejándose la rubia.
Carlisle intervino.
—Ya, Rosalie.
—Sólo quiero saber qué planea hacer contigo durante la lucha —explicó Jacob.
—¿Hacer conmigo?
—No puedes quedarte en Forks, Bella —explicó Edward con voz apaciguadora—. Conocen tu paradero. ¿Qué ocurriría si alguno llegara a escabullirse? También sigo intentando pensar qué hacer con Killian. Mandarlo unos días al orfanato no es opción.
—¿Charlie? —dijo casi sin aliento.
—Estará con Billy —le aseguró Jacob enseguida—. Si mi padre ha de cometer un asesinato para conseguir que vaya a la reserva, lo hará. Probablemente, no tendrá que llegar a eso. Será el sábado, ¿no? Hay partido.
—¿Este sábado? —preguntó ella mientras la cabeza le daba vueltas—. ¡Mierda! Acabas de perderte tu regalo de graduación.
Él se rió.
—Lo que vale es la intención —recordó—. Puedes darle las entradas a quien quieras.
—Angela y Ben —decidió de inmediato—. De ese modo, al menos estarán fuera del pueblo.Edward le acarició la mejilla.
—No puedes evacuar a todos —repuso con voz gentil—. Ocultarte es una simple precaución, te lo aseguro. Ahora ya no tenemos problema. No son suficientes para mantenernos ocupados.
—¿Y qué ocurre con el plan de protegerla en La Push? —le interrumpió Jacob con impaciencia.
—Ha ido y venido de allí demasiadas veces —explicó Edward—. El lugar está lleno de su rastro. Mi hermana sólo ha visto venir de caza a neófitos muy recientes, pero alguien más experimentado ha tenido que crearlos. Todo esto podría ser una maniobra de distracción por parte de quienquiera que sea, él... —Edward hizo una pausa para mirar a Bella— o ella. Y aunque Alice lo verá si decide venir a echar un vistazo por sí mismo, quizás en ese momento estemos demasiado ocupados. No puedo dejarla en ningún lugar que haya frecuentado. Ha de ser difícil de localizar, aunque sólo sea por si acaso. La posibilidad es remota, pero no voy a correr riesgos.
Jacob señaló al fondo del bosque, al este de su posición, a la vasta extensión de las montañas Olympic.
—Bueno, ocúltenlos ahí —sugirió—. Hay un millón de escondrijos posibles y cualquiera de nosotros puede acudir en cuestión de minutos si fuera necesario.
Edward negó con la cabeza.
—El aroma de Bella es demasiado fuerte y el de nosotros dos juntos deja una pista inconfundible, y sería así incluso aunque yo la llevara en volandas. El aroma de Killian resulta también muy limpio, su efluvio resulta tan llamativo como un humano en pleno desangre. Nuestro rastro ya destaca entre los demás efluvios, y en conjunción con el de Bella, siempre llamaría la atención de los neófitos. No estamos seguros del camino exacto que van a seguir, ya que ni ellos mismos lo saben aún. Si hallan su olor antes de que nos encontremos con ellos...
Ambos hicieron una mueca de disgusto y fruncieron el ceño al mismo tiempo.
—Ya ves las dificultades.
Edward respiró hondo.
—Vamos a ver si mi efluvio basta para ocultar tu aroma —explicó Jacob.
—Vas a tener que dejar que te lleve, Bella —dijo Edward. Habló con calma, pero había una inconfundible nota soterrada de malestar en su voz.
Bella adoptó cara de pocos amigos.
Jacob puso los ojos en blanco, se impacientó y se acercó para tomarla en brazos.
—No seas niña —murmuró mientras lo hacía.
Lanzó una mirada a Edward, que permanecía sereno y seguro de sí mismo. Entonces, le habló a su hermano Jasper.
—El olor de Bella es mucho más fuerte que el mío... Se me ha ocurrido que tendríamos más posibilidades si lo intentaba alguien más. Si funciona, podríamos también ocultarlo a él —informó mientras señalaba a Killian con la cabeza.
Jacob desapareció con Bella entre sus brazos mientras la familia se quedaba en el claro.
—¿Funcionará? —preguntó Esme.
—Esperemos que sí —le contestó Carlisle—. Nos quitará un peso de encima al también haber encontrado una solución para ocultar a Killian.
Jasper se acercó al mencionado cuando el lector de mentes desapareció entre los árboles del bosque.
—Sube —le dijo simple mientras le mostraba su espalda. Alice rió ante el rostro desconcertado del humano, pero aún así lo animó a subirse.
Algo cohibido, Killian termino subido en la fría espalda de Jasper mientras se aferraba a sus hombros para no caer. De un instante a otro, sintió que su cuerpo volaba; el frío golpeaba su rostro y el fuerte viento despeinaba su cabello, las imágenes a su alrededor era indescifrables debido a la velocidad a la que iban.
Jasper, Killian y Alice surgieron de la nada y se situaron junto a Edward. Jacob dio un paso más y dejó a Bella en el suelo a dos metros escasos de su novio. Caminóhacia él y lo tomó de la mano sin volver la vista hacia Jacob.
Jasper se agachó ligeramente y permitió que Killian se bajara de su espalda, no sin sujetar su brazo en caso de que éste se sintiera algo mareado por el repentino viaje. El humano asintió en forma de agradecimiento antes de colocarse entre él y Alice.
—¿Y bien? —quiso saber la humana.
—Siempre y cuando no toques nada, Bella, no imagino a nadie husmeando lo bastante cerca de esta pista como para distinguir tu aroma —respondió Jasper, con una mueca—, que queda manifiestamente oculto.
—Un éxito concluyente —admitió Alice sin dejar de arrugar la nariz.
—Eso me ha dado una idea...
—... que va a funcionar —apostilló Alice con confianza.
—Bien pensado —coincidió Edward.
—Vamos a dejar, bueno, tú vas a dejar una pista falsa hacia el claro. Los neófitos vienen de caza. Se entusiasmarán al captar tu esencia y haremos que vayan exactamente a donde nos interesa a nosotros. De ese modo, no tendremos que preocuparnos del tema. Alice ya ha visto que el truco funciona. Se dividirán en dos grupos en cuanto descubran nuestro aroma en un intento de atraparnos entre dos fuegos. La mitad cruzará el bosque, allí es donde la visión cesa de pronto...
—¡Sí! —siseó Jacob.
Edward le dedicó una sonrisa de sincera camaradería.
—Eso, ni se te ocurra —repuso de pronto Edward, disgustado.
Ambos humanos dieron un brinco ante su voz.
—Lo sé, lo sé —se apresuró a responder éste—. En realidad, ni siquiera lo había considerado de verdad —Alice le pisó el pie—. Bella los haría enloquecer si se quedara en el claro como cebo —le explicó a su compañera—. No serían capaces de concentrarse en otra cosa que no fuera ella, y eso nos daría la ocasión de barrerlos del mapa... Edward le lanzó una mirada envenenada que le hizo desdecirse—. No podemos hacerlo, claro, es una de esas ideas peregrinas que se me ocurren: resultaría demasiado peligroso para ella —añadió enseguida, pero la miró por el rabillo del ojo, y su expresión era de lástima por la oportunidad desperdiciada.
—No podemos —zanjó Edward de modo terminante.
—Tienes razón —admitió Jasper. Tomó la mano de Alice y se volvió hacia los demás—. ¿Al mejor de tres? —oí cómo le preguntaba a ella cuando se iban para continuar practicando.
—Vamos, Killian —llamó Alice, tomando su muñeca y haciéndolo caminar junto a ellos.
Killian caminó junto a ellos, no sin antes dar un rápido vistazo al trío que se quedaba atrás.
¿Tan malo era hacer de cebo? Quizá él podría... Su pensamiento se vio interrumpido ante la helada mirada que le dedicó Edward.
Dándose la vuelta, se centró en la conversación de la pareja a su lado.
—¿Qué me dices? —preguntó Jasper en su dirección.
—¿Sobre qué? —dijo él.
—¿Te animas a pelear contra mi?
Killian lo miró, notando aquel brillo juguetón que sólo parecía mostrar frente a los miembros de su familia.
Entonces, negó.
—¿Acaso no has visto las veces que he luchado contra Emmett?
El empático rió.
—Venga, acepta. Te prometo dejarte ganar.
Alice negó, viendo a sus dos personas favoritas interactuar.
—No le mientas, Jas.
[•••]
Un poco tarde pero feliz año nuevo.
Sé que prometí actualizar con anterioridad pero con el sinfín de visitas y familiares se me ha pasado completamente.
Por otro lado, estoy intentando organizar mi cuenta. No me gusta mezclar fics de distintos fandoms en una misma cuenta pero tener 300 es un fastidio enorme.
Espero que les haya gustado el capítulo y, con suerte, nos leeremos en unos días más.
¡Cuídense mucho!
—HAOYUS
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