022; universidad
El cielo de Forks nunca había tenido un color tan grisáceo como cuando Killian regresó aquel domingo. Su ánimo estaba por los suelos y no tenía intención de hablar con nadie. Comprendiendo en su totalidad la situación, los Cullen dejaron que el chico lidiara con la noticia de Soledad cómo él creyera conveniente.
Killian se había encerrado en una impenetrable rutina de levantarse, sacar a pasear a Jasper, regresar a casa, prepararse para ir al instituto, desayunar, irse, regresar, volver a sacar al perro, cenar, llamar a su nana e irse a la cama. Un círculo vicioso del cual no parecía salir.
Esme y Rosalie eran las que más preocupadas se encontraban. En ese momento, reunieron a toda la familia en el salón mientras Killian daba su habitual pasea con el perro.
—Estoy preocupada —informó Rosalie—. Debemos hacer algo. Entiendo que una persona quiera absorber la situación de cierta forma, ¿pero hasta qué punto eso es sano?
—Yo también estoy muy preocupada —confesó Esme.
Su esposo se acercó a ella y la rodeó con sus brazos. Esme se acurrucó en su pecho mientras miraba al resto de presentes.
—Me encantaría hacer algo —dijo Carlisle—, pero si él no lo permite...
—Sus emociones me resultan algo complicadas de sentir en estos días —intervino Jasper.
—¡No hace falta preguntarle directamente por ello! —exclamó la rubia—. Basta con sacarlo de casa y distraerlo aunque sea un rato... no sé...
—Quizá pueda llevarlo junto a Bella —se pronunció Edward, el cual estaba sentado en el piano escribiendo algunas partituras. Se giró hacia su familia tras decir esto—. Bella y él se llevan bien, además de que ambos parecen estar más distraídos de lo normal. Les hará bien estar juntos.
—Sólo lo distraerá durante un rato, pero algo es algo —suspiró Rosalie.
—La muerte es algo muy complicado de encarar —dijo Carlisle—, le llevará bastante tiempo el adaptarse una vez que Soledad no esté, más aún teniendo en cuenta que prácticamente se crió con ella.
El silencio los rodeo. Era obvio que todos se preocupaban por el humano, al fin y al cabo éste se había ganado su cariño en poco tiempo.
Las patitas del canino resonaron en el exterior y dos corazones se escucharon golpetear. Killian apareció un par de minutos después, vestido casualmente con ropa gris —la cual estaba embarrada— y con su rostro sudado. Alice se acercó a él, analizándolo a la vez que daba vueltas a su alrededor.
—¿Qué te pasó? —preguntó como si no supiera lo que había ocurrido.
—Jasper elije los peores momentos y climas para querer correr por el bosque —murmuró—. Nos cruzamos un grupo de venados y estos corrieron hacia mí. Uno de ellos me tiró.
Emmett se carcajeó, ganándose un golpe por parte de su esposa.
Edward se levantó de su lugar y se acercó al chico.
—Iré a casa de Bella para seguir rellenando formularios de universidades, ¿te gustaría acompañarme? Bella estará encantada de verte.
La universidad. Killian siquiera había pensado en ella, mucho menos tenía idea de a cuál le gustaría asistir. Cuando todavía estaba en el orfanato, lo único que tenía en mente era terminar el instituto para comenzar a trabajar, la universidad era un tema demasiado grande para él.
El humano lo miró con ojos interrogantes.
—¿Estará bien que vaya contigo?
Edward asintió.
—¡Claro! Toda persona que no sea yo es bienvenido en esa casa.
—Si... el señor Swan no parece tenerte mucho aprecio —susurró el humano, ganándose una risa por parte del lector de mentes.
—Por eso —dijo—. Además, a Bella le encantará verte luego del fin de semana.
—Está bien —aceptó, acto que provocó un suspiro aliviado por parte de Esme—, pero, ¿podría darme una ducha primero?
—Tómate tú tiempo.
Killian desapareció escaleras arriba para asearse, mientras la familia retiraba uno a uno del salón. Edward esperó pacientemente a que el humano terminara, finalizando su nueva melodía mientras esto ocurría. No fue hasta que Killian bajó vestido y perfectamente peinado que guardó las partituras y se acercó a él con una sonrisa suave.
—¿Listo? —preguntó a la vez que tomaba las llaves de su Volvo.
—Sí.
—Toma esto —le dijo mientras le tendía un gran montón de papeles. Killian ladeó su cabeza, observando la cantidad en sus manos—. Bella dará menos si eres tú el que lleva los formularios, de eso estoy seguro.
Ambos varones avanzaron hasta el vehículo. Una vez dentro, Edward no tardó en encender el motor y conducir hacia el hogar de los Swan. El humano jamás se acostumbraría a la irregularidad del camino que había que cruzar para salir de la casa, por lo que no fue hasta que tocaron asfalto que pudo recostarse tranquilamente al saber que no habría ningún bache en el camino. Los árboles pasaban con rapidez gracias a la tremenda velocidad con la que conducía Edward, más éste último no ralentizó al leer que Killian se hallaba cómodo y tranquilo con él conduciendo así. Sus pensamientos parecían ser llenados con el presente, pero ciertas vocecitas interiores le recordaban todo lo acontecido en el orfanato.
Edward decidió hablar.
—¿Has elegido ya una universidad? —preguntó.
A pesar de saber que no lo había hecho, quería distraerlo.
—Aún no —contestó—, siquiera había sopesado la posibilidad de ingresar a la universidad.
—¿Y quieres ir?
—No estoy seguro —confesó en un suspiro que se perdió en el aire.
—Bueno, no te preocupes demasiado por ello. Todavía tienes tiempo de pensar, llévalo a tu ritmo. Si tienes alguna duda, puedes preguntarnos a cualquiera de nosotros, creo que somos lo más indicados para recomendar universidades —bromeó.
—¿No es agotador? —preguntó tras varios segundos.
—¿El qué?
"El repetir la misma rutina diariamente" contestó en su mente.
—Puede ser —fue su respuesta—, pero te acostumbras; conoces gente nueva, eras y décadas distintas, modas, gustos...
—No sería capaz de vivir así —murmuró el humano.
Edward se quedó en silencio, su vista alternando entre la carretera y el joven que miraba distraídamente a través de la ventanilla.
—¿Es esta tu forma de decirme que no aceptarás la transformación? —el vampiro habló con cautela.
El cuerpo de Killian se tensó y su corazón comenzó a latir con fuerza.
—Yo... no... yo...
—No te preocupes —dijo—, recuerda que respetaremos tu decisión. Y no te preocupes por mí, no le diré nada a nadie hasta que no estés preparado, ¿de acuerdo? Debes ser tú el que decida cómo y cuándo decirlo, así que digamos que yo soy como un efecto colateral de toda esta situación. Era inevitable que no me enterara en algún momento.
—Lo siento —se disculpó.
—¿Por qué deberías? —Edward estiró su brazo derecho y despeinó el cabello del contrario—. Te hemos asegurado que respetaríamos tu decisión sea cual sea, y que haremos lo imposible para proporcionarte una vida normal y tranquila si decidieras no convertirte. Sabemos todos los pros y los contras, así que no deberías preocuparte por nada. Eres parte de la familia, y como familia sólo queremos la felicidad para los miembros que la conforman.
Killian mordió el interior de su mejilla y sus mejillas adoptaron un color rosado.
—Hablas demasiado bien —farfulló.
Edward rió antes de pisar el acelerador para finalizar con aquel trayecto.
La casa de los Swan no había cambiado en lo absoluto, seguía siendo simple y con aquel aspecto frío y solitario de siempre. Edward aparcó el vehículo frente a la estructura y bajó de éste, esperando a que su acompañante se pusiera a su altura para poder bloquearlo. Killian podía escuchar las voces en el interior del hogar cuando se acercaron, se podían escuchar discutiendo algo hasta que Edward golpeó con sus nudillos tres veces en la madera.
—¡Entra! —se escuchó gritar a la voz de Bella-
Abrió la puerta de un tirón y sonrió hacia su novio. Killian se quedó detrás del vampiro, consiguiendo ser ocultado gracias a la clara diferencia de altura.
Le tomó la mano y suspiró cuando sus dedos fríos se encontraron con los suyos. Su tacto trajo consigo un extraño alivio, como si estuviera dolorida y eldaño hubiera cesado de repente.
—Eh —sonrió un poco para compensarle de tan fría acogida. Él levantó sus dedos entrelazados para acariciar su mejilla con el dorso de su mano.
—¿Qué tal te ha ido la tarde?
—Lenta.
—Sí, también para mí.
Alzó la muñeca de Bella hasta su rostro, con las manos aún unidas. Cerró los ojos mientras su nariz se deslizaba por la piel de su mano, y sonrió dulcemente sin abrirlos.
Se escuchó acercarse a Charlie, haciendo ruido con las pisadas; era su forma habitual de expresar el desagrado que sentía hacia el usual visitante. Los ojos de Edward se abrieron de golpe y dejó sus manos aunque las mantuvo unidas.
—Buenas tardes, Charlie —Edward se comportaba siempre con una educación sin mácula, pese a que Charlie no lo mereciera.
El señor Swan le gruñó y después se quedó allí de pie, con los brazos cruzados en el pecho. Últimamente estaba llevando su idea de la supervisión paternal a extremos insospechados.
—He traído otro juego de formularios —dijo Edward, señalando a su espalda, en donde un más bajo chico sostenía un grueso sobre de papel manila en color crema. Llevaba un rollo de sellos como un anillo enroscado en su dedo meñique.
—¡Killian! —exclamó la humana, creyendo que él sería su salvación para evitar tener que seguir rellenando formularios sin parar.
—Hola, Bella. Buenas tardes, señor Swan —saludó el humano cortés.
—¡Nada de señor, muchacho! Llámame Charlie —respondió el jefe de policia, sumamente contento al reconocer el rostro que estuvo en su casa con la encantadora Alice la última vez.
Edward continuó hablando:
—Todavía nos quedan algunas fechas abiertas, y hay ciertos lugares que estarían encantados de hacer excepciones.
Edward se echó a reír ante la expresión de su novia.
—¿Vamos? —le preguntó mientras la empujaba hacia la mesa de la cocina.
Charlie se enfurruñó y los siguió junto a Killian, aunque difícilmente podría quejarse de la actividad prevista en la agenda de aquella noche. Bella limpió rápidamente la mesa mientras
Edward organizaba una pila impresionante de formularios.
—Hablando de solicitudes de universidades, muchacho —dijo con su tono más huraño; siempre intentaba evitar dirigirse a directamente a Edward, pero cuando lo hacía, le empeoraba el humor—. Bella y yo estábamos hablando del próximo año. ¿Has decidido y a dónde vas a continuar los estudios?
Edward le sonrió y su voz fue amable.
—Todavía no. He recibido unas cuantas cartas de aceptación, pero aún estoy valorando mis opciones.
—¿Dónde te han aceptado? —presionó él.
—Syracuse... Harvard... Dartmouth... y acabo de recibir hoy la de la Universidad del Sudeste de Alaska.
—¿Harvard? ¿Dartmouth? —preguntó Charlie, incapaz de ocultar el asombro—. Vaya, eso está muy bien, pero que muy bien. Ya, pero la Universidad de Alaska... realmente no la tendrás en cuenta cuando puedes acceder a estas estupendas universidades. Quiero decir que tu padre no querrá que tú...
—A Carlisle siempre le parecen bien mis decisiones sean las que sean —le contestó él con serenidad.
—Humpf.
—¿Qué hay de ti, chico? —preguntó esta vez hacia Killian.
El aludido rascó su nuca algo incómodo.
—Aún no he decido a qué universidad me gustaría asistir —mintió un poco.
El hombro rió, sonriendo y palmeando su espalda amistosamente.
—No te preocupes. Aún tienes tiempo, piénsatelo bien.
—¿Sabes qué, Edward? —preguntó Bella con voz alegre, siguiéndole el juego a su novio e interrumpiendo el ánimo de Charlie hacia Killian.
—¿Qué, Bella?
La chica señaló el sobre grueso que descansaba encima de la encimera.
—¡Yo también acabo de recibir mi aceptación de la Universidad de Alaska!
—¡Felicidades! —Esbozó una gran sonrisa—. ¡Qué coincidencia!Charlie entornó los ojos y paseó la mirada del uno al otro.
—Estupendo —murmuró al cabo de un minuto—. Me voy a ver el partido, Bella. Recuerda, a las nueve y media.
Ése era siempre su comentario final.
—Esto..., papá, ¿recuerdas la conversación que acabamos de tener sobre mi libertad...?
Él suspiró.
—De acuerdo. Vale, a las diez y media. El toque de queda continúa en vigor las noches en que hay a instituto al día siguiente.
—¿Bella ya no está castigada? —preguntó Edward.
—Con una condición —corrigió Charlie entre dientes—. ¿Y a ti qué más te da?
—Es bueno saberlo —repuso Edward—. Alice está deseando contar con una compañera para ir de compras y estoy seguro de que a Bella le encantará un poco de ambiente urbano —sonrió.
Pero Charlie gruñó «¡no!» , y su rostro se tornó púrpura.
—¡Papá! Pero ¿qué problema hay?
Él hizo un esfuerzo para despegar los dientes.
—No quiero que vayas a Seattle por ahora.
—¿Eh?
—Ya te conté aquella historia del periódico. Hay alguna especie de pandilla matando a todo lo que se les pone por delante en Seattle y quiero que te mantengas lejos, ¿vale?
Bella puso los ojos en blanco.
—Papá, hay más probabilidades de que me caiga encima un rayo. Para un día que voy a estar en Seattle no me...
—De acuerdo, Charlie —intervino Edward, interrumpiéndola—. En realidad, no me refería a Seattle, sino a Portland. No la llevaría a Seattle de ningún modo. Desde luego que no.
Charlie miró a Edward un instante más y después se encogió de hombros.
—De acuerdo.
Luego se marchó a zancadas hacia el salón, casi con prisa, quizá porque no quería estropear una salida teatral.
—Pero ¿qué...? —comenzó a preguntar cuando escuchó que su padre encendía la televisión.
—Espera —dijo Edward, sin levantar la mirada del papel. Tenía los ojos aún pegados a la página cuando empujó el primer formulario en su dirección. Killian se había sentado en la punta de la pequeña mesa y había comenzado a rellenar formularios al azar—. Creo que puedes reciclar los otros escritos para éste. Tiene las mismas preguntas.
Bella suspiró y comenzó a rellenar formularios durante unos instantes. Edward constantemente le preguntaba a Killian si necesitaba ayuda, recibiendo respuestas tanto negativas como positivas dependiendo de la pregunta en la que se encontraba.
Pocos segundos después de la última conversación entre ambos hermanos adoptivos, Bella resopló.
—¿Bella?
—Esto no es serio, Edward. ¿Dartmouth?
Edward cogió el formulario desechado y se lo puso delante otra vez con amabilidad.
—Creo que New Hampshire podría gustarte —comentó—. Hay un montón de cursos complementarios para mí por la noche y los bosques están apropiadamente cerca para un excursionista entusiasta, y llenos de fauna salvaje.
—Te dejaré que me devuelvas el dinero, si eso te hace feliz —le prometió—. Si quieres, puedo hasta cargarte los intereses.
—Como si me fueran a admitir en alguna de esas universidades sin el pago de un tremendo soborno. ¿Entrará eso también como parte del préstamo? ¿La nueva ala Cullen de la biblioteca? Agh. ¿Por qué estamos teniendo otra vez esta discusión?
—Por favor, simplemente rellena el formulario, ¿vale, Bella? Hacer la solicitud no te causará ningún daño.
—¿Cómo lo sabes? No pienso igual.
Killian pudo ver de reojo el rápido movimiento de Edward para guardar el formulario en su chaqueta antes de que Bella pudiese arrugarlo.
—¿Qué estás haciendo? —requirió.
—Rubrico con tu firma casi mejor que tú, y ya has escrito los datos.
—Te estás pasando con esto, ¿sabes? —susurró, por si acaso Charlie no estaba totalmente concentrado en su partido—. No voy a escribir ninguna solicitud más.
Me han aceptado en Alaska y casi puedo pagar la matrícula del primer semestre. Es una coartada tan buena como cualquier otra. No hay necesidad de tirar un montón de dinero, no importa cuánto sea.
Una expresión dolorida se extendió por su rostro.
—Bella...
—No empieces. Estoy de acuerdo en guardar las formas por el bien de Charlie, pero ambos sabemos que no voy a estar en condiciones de ir a la facultad el próximo otoño. Ni de estar en ningún lugar cerca de la gente.
Killian frunció sus labios, incómodo. Otra vez salía a la luz el mismo tema.
—Creía que el momento todavía no estaba decidido —le recordó Edward con suavidad—. Puedes disfrutar de un semestre o dos de universidad. Hay un montón de experiencias humanas que aún no has vivido.
—Las tendré luego.
—Después ya no serán experiencias humanas. No hay una segunda oportunidad para ser humano, Bella.
—Tienes que ser razonable respecto a la fecha, Edward. Es demasiado arriesgado para tomarlo a la ligera.
—Aún no hay ningún peligro —insistió él.Bella lo fulminó con la mirada.
—Bella —murmuró Edward, con el rostro convulso al leer la aflicción en el de su pareja—, no hay prisa. No dejaré que nadie te haga daño. Puedes tomarte todo el tiempo que quieras.
—Quiero darme prisa —susurró ella, sonriendo débilmente, e intentando hacer un chiste—. Yo también deseo ser un monstruo.
"Un monstruo", pensó Killian.
Edward apretó los dientes y habló a través de ellos.
—No tienes idea de lo que estás diciendo.
De golpe, puso el periódico húmedo sobre la mesa. Su dedo señaló el encabezamiento de la página principal. Killian dejó de escribir en el formulario para leer el encabezado.
SE ELEVA ELNÚMERO DE VÍCTIMAS
MORTALES, LA POLICÍA TEME LA IMPLICACIÓN
DE BANDAS CRIMINALES
—¿Y qué tiene esto que ver con lo que estamos hablando?
—Los monstruos no son cosa de risa, Bella.
—¿Es un... vampiro quien ha hecho esto? —murmuró ella.
Él sonrió sin un ápice de alegría. Su voz era ahora baja y fría.
—Te sorprenderías, Bella, de cuan a menudo los de mi especie somos el origen de los horrores que aparecen en tus noticias humanas. Son fáciles de reconocer cuando sabes dónde mirar. Esta información indica que un vampiro recién transformado anda suelto en Seattle. Sediento de sangre, salvaje y descontrolado, tal y como lo fuimos todos. Hemos estado vigilando la situación desde hace unas semanas. Ahí están todos los signos, las desapariciones insólitas, siempre de noche, los pocos cadáveres recuperados, la falta de otras evidencias... Sí, un neófito. Y parece que nadie se está haciendo responsable de él —inspiró con fuerza—. Bien, no es nuestro problema. No podemos ni siquiera prestar atención a la situación hasta que no se nos acerque más a casa. Esto pasa siempre. La existencia de monstruos no deja de tener consecuencias monstruosas.
Killian dejó de escuchar cuando aquella palabra volvió a aparecer.
Si bien había estado dudando en las últimas semanas sobre si aceptar o no la transformación, el hecho de que utilizaran esa palabra para referirse hacia los de su especie le había dado una idea muy clara a Killian sobre lo que no quería ser.
Toda su vida había estado siendo definido como un monstruo, como un demonio, como algo malo que no merece misericordia o empatía alguna. Toda su vida se había basado en lo que él no quería convertirse, en lo que él no pensaba que era.
Y ahora, dieciocho años después, le habían dado la oportunidad de elegir entre dos cosas:
convertirse en el monstruo que nunca fue
o
seguir siendo un humano con apariencia monstruosa.
La decisión estaba muy clara para él, pero aún debía tener las agallas de poder decírselo a la familia —sin contar a Edward.
Killian había elegido.
Killian no se convertiría en el monstruo que todos creían que era.
[•••]
Wattpad eliminó el capítulo 22 original y ese era uno de los tantos que no tenía guardados. He intentado reescribirlo lo más fiel posible a lo que escribí en su día pero han pasado varios meses y hay cosas que no serán igual.
Siento mucho el error.
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