018; funeral

Killian pasaba el trapo que chorreaba limpia-cristales para deshacerse del polvo que había sido impregnado en las ventanas. Se había levantado muy temprano al sentirse un poco incómodo durmiendo allí sólo, por lo que se aseó y desayunó antes de decidir darle un lavado de cara a aquella estructura que había sido dejada atrás. Había aprovechado para curiosear a sus anchas (algo que jamás se había atrevido a hacer por temor a que resultara molesto o irrespetuoso para el resto) y descubrió centenar de cuadros antiguos, adornos aún más viejos y plantas deshidratadas debido a la falta de atención.

Pasando su mano sobre su frente, quitó la ligera capa de sudor que comenzaba a aparecer en ella. Dentro de la casa hacía calor, todo lo contrario al frío clima de fuera.

Mirando a su alrededor y asegurándose de que había terminado de limpiar hasta el último rincón, sonrió satisfecho antes de dirigirse a la cocina en busca de algo para tomar. No sabía cuándo regresaría Alice, la fémina jamás le dijo si lo haría, por lo que tenía que ir pensando qué almorzaría aquel día. Avanzó por la cocina hasta llegar a la jarra hervidora para calentar agua, vertió el agua helada en ella, luego la encendió y se apoyó contra la encimera para esperar. Era una sensación muy rara. El estar en aquella casa le provocaba sensaciones que jamás había experimentado: como la familiaridad que sentía hacia aquel lugar y la sensación acogedora; y aquello lo hacia sentir incómodo. ¿Por qué estaba tan acostumbrado al lugar en el que pasó menos de un mes? No debería encariñarse tanto con algo, sabía que aquello no era algo bueno porque nunca sabía cuándo ni cómo se terminaría. Así había sido toda su vida, jamás, nunca había permitido que su corazón se acostumbrar a algo demasiado porque sabía que, para personas como él, las cosas buenas son ficticias.

El motor de un coche se detuvo frente a la casa, pasos apresurados y murmullos bajos fue lo que escuchó desde fuera.

—¿Killian? ¡Killian! —su voz sonó ligeramente desesperada al segundo llamado. La vampiro apareció por la puerta de la cocina y se apresuró a abrazarlo, mostrando una imagen exterior bastante graciosa de una pequeña joven abrazando a alguien más grande que ella. Killian se quedó estático ante la repentina muestra de contacto físico, ¿qué le pasaba?—. ¿Estás bien, cierto? Sí, sí, estás bien.

—Estoy... bien. ¿Ocurre algo? —preguntó él, desconcertado.

Alice se separó del humano y suspiró, intentando calmarse.

¿Cómo podría explicarle que había en la estancia el olor de un vampiro que no reconocía y que no había ayer antes de irse?

—No-no ocurre nada. Tan solo tuve una pesadilla y sigo un poco agitada.

—Oh —respondió Killian sin saber qué decir—, ¿quieres té?

La vampiro caminó cómodamente por el lugar hasta que llegó a uno de los banquitos frente a la isla de la cocina.

—Claro —aceptó—. En realidad también venía a buscarte para que vayamos a casa de Bella. Ha dicho que haría de comer, y aunque tú no la recuerdes, ella a ti sí y quiere intentar ayudar si es posible.

—¿No ha venido contigo?

—Bueno..., digamos que no es muy partidaria a entrar en esta casa ahora mismo.

—Uh... la he limpiado —mencionó el humano con tono afligido.

—Puedo notar eso. Creo que soy capaz de ver mi reflejo en el suelo —bromeó—, pero no es por lo sucia que esté. Es algo complicado, cosas de pareja y novios y un montón de tonterías que espero que no pases por ellas.

Killian bajó la mirada y ocultó la traviesa risa que se le había escapado tras un bufido.

—Es complicado gustarle a alguien cuanto tienes mi aspecto —murmuró—. No tenía pensado intentar siquiera el tener pareja.

Alice estaba dispuesta a decir algo, pero el pequeño click que indicaba la finalización del tiempo de ebullición había finalizado interrumpió sus planes. De igual forma, Killian se apresuró a levantarse y dejar atrás aquel amargo tema de conversación. El humano vertió agua en dos tazas y colocó los sobrecitos de té en cada una, luego se dirigió otra vez hacia la vampiro y le tendió una.

—Nos iremos después de tomar el té, ¿de acuerdo? Siento que Bella se volvería loca si no aparecemos pronto —murmuró—. ¿Has dormido bien?

—Um —asintió. Alice aceptó corto sonido afirmativo e intentó ignorar las oscuras ojeras bajo los ojos del humano.

—Eso es bueno... He hablado con Carlisle esta mañana. Está preocupado por cómo estés lidiando con la situación actual. Sé que es complicado desde que no nos recuerdas, pero sería bueno si pudieras llamarlo luego y asegurarle de que todo está bien —la expresión complicada en el rostro de Killian provocó que pronto sus palabras fueran cambiadas—. ¡O no! Siempre puedo enviarle un mensaje diciendo que lo llamarás en cuando puedas, así te comunicarás únicamente si estás listo. ¿De acuerdo?

—Sí. Gracias.

La vampiro sonrió mientras llevaba la taza hasta sus labios y bebía aquel líquido cuyo sabor detestaba pero que tomaba sólo por haber sido preparado por el humano. Sus ojos viajaron a través de la ventana, admirando los árboles y la vegetación de color verde oscuro que aún seguían goteando por la lluvia reciente.

—No sé si sabrás —comenzó a decir la fémina—, pero debido al trabajo de Carlisle, solemos mudarnos muy a menudo. Me resulta extraño, casi nostálgico, el volver a cada lugar en el que hemos vivido porque siento que el tiempo apenas ha pasado. Incluso hay veces en las que personas con las que convivimos ya no están, o se fueron del lugar o ya no están entre nosotros. Siempre me pregunté cómo deshacerme de este sentimiento molesto que se instala en mi pecho cada vez que ocurre, pero nunca encontré respuesta. Sé que no hay nada que se pueda hacer, al fin y al cabo el tiempo no se detiene para nadie, ¿no? Pero tengo la sensación de que Forks es distinto. De alguna forma, hay un aura acogedora en este pueblo, ¿no crees?

Killian elevó la mirada y observó con sumo detalle el hermoso y pálido perfil de Alice. Sus ojos estaban clavados en el exterior, sin embargo éstos no miraban el paisaje, sino que parecían perdidos en algún recuerdo. Sus labios mostraban una sonrisa de dientes perlados que no demostraba felicidad alguna.

—No me hagas caso —se rectificó—. Supongo que estoy algo nostálgica porque tuvimos que irnos de repente del pueblo. Es una pena no poder haber terminado el curso escolar aquí, la institución era buena. En fin, ¿has terminado el té? Déjame lavar eso, entonces. Aprovecha a cambiarte y nos iremos luego.

Alice no lo miró ni una sola vez. Tan solo tomó la taza y se dispuso a lavarlas. El humano se levantó de su asiento y caminó lentamente hacia las escaleras para luego comenzar a subir los peldaños de uno en uno. Agradeció que Alice no lo mirara, y también agradeció que no dijera nada mas, sino quién sabe cuán incómodo hubiera sido si las lágrimas que descansaban aún en sus ojos eran derramadas. Killian se había sentido conflictivo debido a que era la primera vez que empatizaba con alguien de tal manera, la primera vez que entendía los sentimientos de otra persona ya que eran casi idénticos a los suyos; pero también porque era la primera vez, al igual que Alice, que un lugar lo hacía sentir tan a gusto.

Forks, sin duda, era un lugar especial.

Para cuando Killian bajó al salón, lucía limpio y perfumado. Sus negras ojeras habían sido tapadas ligeramente con un poco de corrector que siempre se había obligado a usar para no preocupar a su nana cuando las noches de insomnio se hacían más y más frecuentes. Vestía pantalones vaqueros, una camiseta blanca de manga larga y un cárdigan de color negro y marrón; entre sus manos sostenía un chubasquero negro liso.

—¿Listo? —preguntó la vampiro.

Killian asintió y pronto ambos partieron camino hacia el hogar de los Swan. El trayecto no era largo, un poco de distracción gracias a la música en la radio y pronto llegaron hacia aquella poco familiar casa.

Bella abrió la puerta antes de que Alice pudiera apagar el motor, bajando los escalones del porche de dos en dos hasta llegar junto al negro vehículo.

—¡Killian! —saludó, mostrando cierto entusiasmo que la vampiro jamás había visto en ella. Cualquiera se podría dar cuenta del aprecio que Bella había adquirido hacia Killian en tan poco tiempo—. ¿Has dormido bien? ¿Has estado cómodo estando solo?

El humano levó una de sus manos hacia su nuca y la acarició suavemente.

—Sí, he dormido bien. Gracias por preguntar.

—Espero que te guste el estofado de pollo —continuó ella hablando, volviendo a su tan natural tímida forma de ser—. Charlie no estará hoy en casa así que sólo seremos nosotros tres, espero que... espero que eso no te resulte incómodo.

—No, es igual —se apresuró a contestar Killian—, y sí, me gusta el estofado de pollo.

Alice se mantuvo detrás de ambos adolescentes, observando de primera mano la extraña interacción entre los dos introvertidos humanos.

Killian tuvo que admitir que consiguió relajarse aquel día. Sorpresivamente, el estar junto a Alice y Bella consiguió hacerlo perder el hilo del tiempo mientras escuchaba a ambas féminas hablar y hablar sin parar sobre personas del pueblo, viejos compañeros de clase y sobre todos los Cullen salvo uno. Al mediodía, los tres comieron el almuerzo que la humana había preparado y Killian no podía negarlo: ¡aquel era uno de los mejores estofados que había probado nunca!. Por petición de Alice, terminaron sentados en el sofá del salón mirando una vieja película de terror mientras se acurrucaban debajo de varias mantas para cortar el frío invernal. Aunque de mala calidad, la película resultó ser bastante entretenida y los distrajo hasta que Charlie Swan regresó después del crepúsculo.

El jefe de policía no hizo pregunta alguna al ver al varón de peculiares ojos rojos sentado en el salón de su casa, suponiendo que habría acompañado a Alice en su visita. Dio las buenas noches a los tres adolescentes en su hogar y subió a su habitación sin tan siquiera pasar por la cocina para comer.

—Mañana debe asistir al funeral de un amigo —explicó Bella al notar el rostro conflictivo de Killian—. No le caes mal, simplemente está algo ido estos días.

La noche pasó sin ningún tipo de inconveniente. Habían hablado hasta pasadas las doce y luego durmieron hasta que escucharon un par de pasos bajar por las escaleras.

Charlie un viejo traje cuya chaqueta había sido dejada abierta y la corbata era ligeramente más ancha de las que se usaban a día de hoy. Caminando de puntillas para no molestar a los menores que dormían en el salón, salió de la casa cerrando la puerta tras de sí. En el momento que escucharon el coche patrulla alejarse del hogar, los tres se sentaron de golpe en su sitio.

—Ya veo que ninguno sigue durmiendo —mencionó Alice—. Bueno, ¿y qué vamos a hacer hoy?

—No lo sé. ¿Ves que vaya a suceder algo? —Bella cuestionó de forma que no sonara extraño para el humano.

La vampiro sonrió y sacudió la cabeza.

—Todavía es temprano —respondió. Dándose la vuelta y tomando una mochila negra entre sus manos, se la entregó a Killian—. Ve a prepararte, haré el desayuno mientras tanto. Luego podemos ver qué hacer y qué lugares visitar. Claro que nos iremos cuando la señorita limpiezas termine sus tareas.

Las mejillas de Bella adoptaron un tono rosado.

—¿Se nota tanto la falta de limpieza? He pasado tanto tiempo en La Push que...

—Un poco, tampoco tanto.

—Puedo ser de ayuda si quieres. Una casa entera es mucho trabajo para una sola persona —interrumpió el varón.

Alice lo miró.

—¿No eres tú el mismo que limpió toda nuestra casa ayer por la mañana?

—No...

—No me gustaría molestarte —se apresuró a decir la contraria—. Al fin y al cabo, eres un invitado en mi casa.

—Ayudaré —murmuró Killian antes de salir corriendo escaleras arriba para vestirse.

Alice se encaminó hacia la cocina para preparar algo de café y tostadas mientras que Bella doblaba las mantas que seguían tiradas en el sofá.

Tras desayunar (acción que duró cerca de media hora), Bella se aventuró dentro del baño para comenzar la limpieza y Killian comenzó a barrer el salón en el cual habían comido y dormido el día anterior. Alice había fregado los platos antes de pasearse por el hogar mientras intentaba sacarle temas de conversación a ambos humanos. Tras aburrirse de hacer eso, se apoyó en el marco de la puerta del baño y le preguntó a la joven por sus compañeros de instituto y las cosas que habían pasado en Forks hasta el momento. Killian se hallaba deshaciéndose del polvo en el recogedor cuando el timbre de la puerta principal sonó.

—¡Ya voy! —gritó en dirección a la puerta principal al tiempo que se levantaba y se dirigía a toda prisa al lavabo para enjuagarse los brazos llenos de jabón.

Más justo en ese instante, la puerta había sido abierta por un joven de rojos ojos. Frente a él se mostró un alto joven de musculoso de brillante piel tostada casi rojiza, cabello negro y potentes ojos marrones.

—Tú no eres Bella —fue lo primero que dijo, el tono alerta en su voz no pasó desapercibido.

Killina agachó la cabeza y miró su cuerpo detalladamente antes de volver a mirarlo.

—No. De momento, no soy Bella.

—¿Quién eres? —el contrario permanecía a metro y medio de la puerta, arrugando su nariz en un gesto de desagrado.

—Ki-

—Hola —la voz de Bella interrumpió su presentación. Ambos pares de ojos se desprendieron del otro y miraron en dirección a la voz. La joven se apresuró a dejar a Killian detrás de su cuerpo mientras enfrentaba a Jacob—. ¿Podrías terminar de vaciar la bañera? Sé que te pedí no hacer nada pero si queda el producto mucho tiempo ahí, corroería el material.

Killian asintió sin dudar y subió hacia el segundo piso bajo la atenta mirada de cierto cambia-formas.

—¿Quién es? —demandó saber el más alto.

—¿Necesitas algo? —respondió Bella, ignorando su pregunta.

Él vaciló.

—Sé que no estás sola pero, ¿podemos hablar un minuto?

—Por supuesto. Entra.

Jacob se quedó en el vestíbulo sin dejar de mirar la pila de mantas dobladas sobre el sofá.

—¿Qué? ¿Una fiesta de pijamas? —inquirió con sarcasmo.

—Sí —replicó ella con el mismo tono de acidez—. ¿Qué se te ofrece?

Volvió a arrugar la nariz como si oliera algo desagradable.

—¿Dónde está tu «amiga»?

—Tenía que hacer algunos recados.

—¿Y quién es tu amigo?

—No es de tu incumbencia. Bueno, Jacob, ¿qué quieres?

En ese instante, Killian se hallaba terminando de limpiar los restos de jabón que quedaban en la bañera. Terminando su tarea y secando sus propias manos, decidió que era momento de volver abajo. ¿Se habría ido ya aquel alto y extraño chico? Lo había mirado bastante mal en cuanto abrió la puerta, ¿había sido por sus ojos? No era la primera vez que algo así ocurriría, pero la hostilidad que mostraban sus ojos había sido demasiado dura. Killian bajó los escalones y se dirigió (otra vez) al salón y tomó asiento en un sillón individual del lugar. El dúo hablaba entre susurros desde la cocina.

—Un miembro de la familia Cullen ha estado aquí contigo —expuso.

—Sí, Alice Cullen.

Asintió con gesto pensativo.

—¿Cuánto tiempo va a quedarse?

—Todo el que quiera. Puede venir cuando le plazca.

—¿Crees...? ¿Podrías explicarle lo de la otra, lo de Victoria, por favor?

—Ya la he informado.

El asintió.

—Has de saber que mientras los Cullen estén en este lugar, sólo podemos

vigilar nuestras tierras. El único sitio donde tú estarías a salvo sería en La Push. Aquí

ya no puedo protegerte.

—De acuerdo —contestó ella con un hilo de voz.

<¿Quién es Victoria?>, se preguntaba el humano.

—¿Quién es el chico? —volvió a preguntar.

—Es humano. Viene con Alice —respondió sin más.

—Sus ojos... —comenzó a decir, pero Bella lo cortó en seco.

—Olvídate de sus ojos, Jacob. ¿Eso es todo lo que tienes para decir?

Mantuvo los ojos fijos en el cristal mientras contestaba:

—Sólo una última cosa.

—¿Sí?

—¿Van a regresar los demás? —inquirió con voz fría y calmada—. ¿Y bien? —preguntó mientras se esforzaba en ocultar la tensión detrás de su expresión serena.

—No —respondió ella al fin, a regañadientes—. No van a volver.

Jacob no se inmutó.

—Vale. Eso es todo.

Killian vio salir al tal Jacob de la cocina y se apresuró a ir junto a ella, para asegurarse de que estaba bien. Sin embargo, se encontró con la imagen de una pobre y delgada chico cuyo rostro estaba siendo ocultado por sus manos y pequeños sollozos escapaban de su boca. El humano se quedó estático en el marco de la puerta sin saber qué hacer. Lo de consolar personas no solía ser lo suyo, es más, ningún trato con cualquier persona era lo suyo. Respiró profundamente un par de veces mientras se mentalizaba y pensaba qué decir, pero la presencia de alguien más justo detrás de él lo hizo tensarse. Killian elevó la cabeza —sólo permitiéndose mover su cuello— y se encontró con el joven que acababa de hablar con la fémina. Su gran cuerpo sobrepasaba en gran medida a la delgada y no tan alta persona que Killian había resultado ser; su marcada mandíbula se encontraba tensa mientras miraba impotente la imagen frente a él. De un momento a otro, bajó la mirada hasta los rojos ojos de Killian y éste dio un involuntario paso hacia atrás.

—¿Bella? —su voz retumbó en la estancia ante el silencio, su atención volviendo a la chica.

—Lo he vuelto a hacer, ¿verdad?

—¿Hacer? ¿El qué? —preguntó ella con voz rota.

—Romper mi promesa. Perdona.

—No te preocupes —repuso entre dientes—. Esta vez empecé yo.

Su rostro se crispó.

—Sabía lo que sentías por ellos. No debería haberme sorprendido de ese modo.

Killian no entendía nada de lo que estaba pasando, tampoco entendía la conversación y su forma de ser no encajaba en los momentos emocionales de las personas, por lo que dio varios pasos hacia atrás intentando no llamar la atención y regresó por donde había venido. Aunque aún los pudiera escuchar, era mejor retirarse que estar presenciando una escena como tal. Y, de todas formas, ¿qué se suponía que debía decirle a una persona que estaba llorando? ¿Cómo podría consolarla? ¿"Todo estará bien"?, ¿y si no lo estaba? Consolar a las personas era algo que, desafortunadamente, Killian no sabía hacer.

La repentina melodía del teléfono rompió el silencio que se había formado, un par de pasos duros —los cuales supuso que pertenecían a Jacob resonaron sobre el suelo—.

—Casa de los Swan —contestó Jacob en voz baja, ronca y grave. Killian había vuelto a aparecer por el marco de la puerta y miraba la situación en silencio, sin saber qué decir—. No está en casa —Jacob pronunció esas palabras con un tono amenazador.

Hubo una réplica breve, parecía una petición de información, ya que Jacob añadió de mala gana—: Se encuentra en el funeral.

A continuación, colgó el teléfono.

—Asqueroso chupasangre —murmuró por lo bajo.

—¿A quién le acabas de colgar mi teléfono en mi casa? —preguntó Bella de forma entrecortada, enojadísima.

—¡Cálmate! ¡Él me colgó a mí!

—¿Quién era?

—El doctor Carlisle Cullen —pronunció el título con sorna.

—¡¿Por qué no me has dejado hablar con él?!

—No ha preguntado por ti —repuso Jacob con frialdad. Su rostro era inexpresivo y estaba en calma, pero las manos le temblaban—. Preguntó dónde estaba Charlie y le respondí. No me parece que haya quebrantado las reglas de la cortesía.

—Escúchame, Jacob Black...

Volvió la vista atrás, como si hubiera oído su nombre en otra habitación. Abrió los ojos y se quedó rígido; luego comenzó a estremecerse. Killian se había quedado rígido cuando la mirada se posó en él y, aunque supiera que no lo miraba directamente, no pudo evitar temblar bajo su mirada.

—Adiós, Bella —espetó, y dio media vuelta para dirigirse a la puerta de la entrada, empujando en el trayecto al humano que se había vuelto en aquella situación.

El adolescente cayó al suelo, golpeando su trasero mientras que la chica corría detrás del cambia-formas.

—¿Qué pasa?

Bella también chocó contra él, el cual se balanceó hacia atrás, despotricando en voz baja. La golpeó en un costado al girar otra vez. Ella perdió balance y cayó al suelo, con la mala suerte de que sus piernas se engancharon con las suyas.

—¡Maldita sea, ay! —se quejó mientras él se apresuraba a sacudir las piernas para liberarse cuanto antes.

Forcejeó para incorporarse y Jacob se lanzó como una flecha hacia la puerta trasera. De pronto, se quedó petrificado.

Alice permanecía inmóvil al pie de las escaleras.

—Bella, Killian —dijo con voz entrecortada.

La primera se levantó como pudo y acudió a su lado dando tumbos. Alice tenía la mirada

ausente, lejana; el rostro, demacrado y blanco como la cal. Su cuerpo esbelto

temblaba a resultas de una enorme conmoción interna. Killian se incorporó como pudo y se acercó a su lado también.

—¿Qué pasa, Alice? —chilló la humana.

—Edward —logró articular.

De un momento a otro, el cuerpo de Bella pareció dar tumbos y se comenzó a desvanecer, quedando flácida. Jacob se apresuró a tomarla entre sus brazos y corrió con ella para tumbarla sobre el sofá, seguido por la vampira y el humano que no quitaban la mirada de encima.

—¿Qué le has hecho? —preguntó él.

Alice le ignoró.

—¿Bella? Reacciona, Bella, tenemos prisa.

—Mantente lejos —le previno Jacob.

—Cálmate, Jacob Black —le ordenó Alice—. No querrás transformarte tan cerca de ella.

—No creo que tenga problemas en recordar cuál es mi verdadero objetivo —replicó, pero su voz sonó un poco más apaciguada.

—¿Alice? —llamó Bella con voz débil—. ¿Qué ha pasado? —preguntó incluso a pesar de no querer oírlo.

—No lo sé —se lamentó inopinadamente—. ¡¿Qué se le habrá ocurrido?!

Alice rebuscó en su bolso hasta que sacó un pequeño teléfono móvil de color plateado de éste y se lo tendió a Killian.

—Busca el nombre de Rosalie y llámala, dile que necesitamos hablar con Carlisle —pidió.

—¿Qué sucede? —preguntó Bella.

Alice la ignoró y preguntó:

—¿Estás mejor? ¿Necesitas un poco de agua?

Mientras, Killian se había alejado hacia una esquina y escuchaba los pitidos a través de la línea telefónica.

¿Alice? —la tan conocida voz de Rosalie sonó extrañada.

—No. Soy Killian.

¡Oh! Killian, ¿cómo estás? ¿Estás bien? ¿Ha pasado algo?

—Uhm, no, no. Alice me pidió decirte que necesita hablar con Carlisle ahora mismo.

¿Carlisle? No está aquí. Está trabajando.

Killian tapó el micrófono del teléfono y se dirigió hacia Alice:

—Dice que no está, que está trabajando.

—Dile que necesitaría que me llamé lo antes posible en cuanto regrese.

Destapando el micrófono volvió a su conversación con Rosalie.

—¿Podrías pedirle que llame a Alice en cuanto vuelva?

De acuerdo.

—Pregúntale si sabe algo de Edward.

—¿Rosalie?

¿Si?

—¿Sabes algo de Edward?

¿De Edward? —el silencio se hizo más largo a través de la línea—. Killiam, ¿podrías pasarme con Alice?

—Alice —llamó—. Rosalie quiere hablar contigo.

Killian se acercó a Bella, sentándose junto a ella cuando la vampiro le arrebató el teléfono de las manos. El pálido rostro de la humana aún le mostraba una expresión amable a pesar de no sentirse del todo bien. Jacob, a su lado, seguía sin confiar demasiado en su presencia.

—¿Por qué? —preguntó con voz entrecortada—. ¿Por qué lo has hecho, Rosalie?

Fuera cual fuera la respuesta, el mentón de Alice se tensó a causa de la ira. Le centellearon los ojos y luego los entrecerró.

—En fin, te has equivocado en ambos casos, aunque, Rosalie, era fácil suponer que iba a ser un problema, ¿a que sí? —preguntó con sarcasmo—. Sí, exacto, ella se encuentra perfectamente... Me equivoqué... Es una larga historia, pero en eso también te equivocas. Ésa es la razón por la que llamo... Sí, eso es exactamente lo que vi —Alice habló con dureza. Fruncía los labios hasta el punto de dejar los dientes al descubierto—. Es un poco tarde para eso, Rose. Guárdate tu remordimiento para quien te crea.

Cerró el móvil con un movimiento vertiginoso de dedos y se giró hacia las tres personas en el salón. Killian se había quedado algo perplejo ante la ruda forma de hablar de Alice hacia Rosalie.

—Alice, Carlisle ya ha regresado —masculló la humana rápidamente sin dejar que le contara nada—. Acaba de llamar...

—¿Cuánto hace de eso?

—Medio minuto antes de tu aparición.

—¿Qué dijo?

—Yo no hablé con él.

Los tres pares de ojos se dirigieron hacia el cambia-formas.

—Preguntó por Charlie y le respondí que no se encontraba aquí —musitó Jacob con resentimiento.

—¿Nada más? —inquirió Alice con voz glacial.

—Después me colgó el teléfono —le espetó Jacob. Un temblor le recorrió la columna vertebral.

—Le dijiste que Charlie estaba en el funeral —le recordó Bella.

—¿Cuáles fueron las palabras exactas?

—Jacob dijo: «No está en casa», y cuando Carlisle preguntó por el paradero de Charlie, respondió: «Se encuentra en el funeral».

Alice gimió y cayó de rodillas.

—Cuéntamelo, Alice —susurró.

—No fue Carlisle quien telefoneó —explicó con desesperanza.

—¿Me estás llamando mentiroso? —gruñó Jacob.

Alice le ignoró y se concentró en el rostro perplejo de la humana.

—Era Edward —las palabras borbotearon en un susurro entrecortado—. Cree has muerto.

—Rosalie le dijo que me había suicidado, ¿verdad?

—Sí —admitió Alice. Los ojos le relampaguearon de ira una vez más—. He de decir en su defensa que ella pensaba que era verdad. Confían más de lo debido en mi visión, que funciona con muchas imperfecciones, pero eso fue lo que la impulsó a decírselo a Edward. ¿No comprendía... ni le preocupaba...?

Su voz se fue apagando horrorizada.

—Y Jacob le habló de un funeral cuando llamó aquí, y él creyó que era el mío — comprendió Bella.

—Bueno, es todo un malentendido, pero todo se arreglará. Alguien le dirá la próxima vez que llame... que... en... realidad...

—Bella —susurró Alice—, Edward no va a volver a llamar. Ha creído a Rosalie.

—No... lo... comprendo...

—Se va a Italia.

—¡No! ¡No, no, no! ¡No puede hacer eso!

—Adoptó esa decisión en cuanto tu amigo le confirmó que era demasiado tarde para salvarte.

—Pero... pero él se fue. ¡Ya no me quería! ¿Qué diferencia puede haber ahora? ¡Sabía que algún día tendría que morir!

—Creo que él siempre tuvo claro que no te sobreviviría por mucho tiempo —repuso Alice con discreción.

—¡Cómo tiene esa poca vergüenza! —chilló. Bella se puso en pie, y Jacob se alzó con aire vacilante para interponerse de nuevo entre Alice y ella—. Ay, Jacob, quita de en medio —con desesperación e impaciencia, apartó a codazos su cuerpo tembloroso—. ¿Qué podemos hacer? —le imploró a Alice—. ¿No es posible que le llamemos nosotras? ¿Y Carlisle?

Ella negó con la cabeza.

—Eso fue lo primero que intenté, pero ha tirado su móvil a un cubo de la basura en Río de Janeiro... Alguien lo recogió y contestó —susurró.

—Antes dijiste que debíamos darnos prisa. ¿Prisa? ¿Cómo? ¡Hagámoslo, sea lo que sea!

—Bella, creo que no puedo pedírtelo... —indecisa, Alice se calló.

—¡Pídemelo!

—Quizá ya sea demasiado tarde. Le vi acudir a los Vulturis y pedirles que le mataran. Todo depende de su decisión. Aún no he visto que adopten ninguna. Pero si optaran por negarse, y eso resulta bastante posible si tenemos en cuenta que Aro profesa un gran afecto a Carlisle, y no querría ofenderle, Edward tiene un plan B. Ellos mantienen una actitud muy protectora con su ciudad, y Edward piensa que los Vulturis actuarían para detenerle si él perturbara de algún modo la paz... Tiene razón, lo harían. Llegaremos tarde si están de acuerdo en concederle su petición, y en caso de una negativa por parte de los Vulturis, también llegaremos tarde si él lleva a cabo un plan rápido para ofenderlos. Sólo podríamos aparecer a tiempo si se entregara a sus inclinaciones más teatrales.

—¡Vamos!

—Atiende, Bella. Lleguemos o no a tiempo, vamos a estar en el corazón de la ciudad de los Vulturis. Me considerarán cómplice de Edward si tiene éxito y tú serás una humana que no sólo sabe demasiado, sino que huele demasiado bien. Las posibilidades de que acaben con todos nosotros son muy elevadas, sólo que en tu caso no será un castigo, sino un bocado a la hora del almuerzo.

—¿Es eso lo que nos retiene aquí? Iré sola si tienes miedo. ¡Estoy segura que incluso Killian me acompañaría!

Alice se quedó estática, alertando tanto al cambia-formas como a la humana. El silencio fue como un balde de agua fría en pleno invierno. ¡Estaban tan centrados en Edward que se habían olvidado de la presencia y falta de conocimiento sobre su mundo que tenía Killian! Luego, su cabeza giró tan lentamente como en la película de terror que habían visto la noche anterior y la mirada de todos se clavó en Killian, quien intentaba procesar todo, ¡incluso la información de que, efectivamente, su suposición de que Alice podía ver cosas era cierta!

—Killian... —masculló Alice.

Killian poco entendía, sin embargo algunas cosas habían comenzado a encajar tal y como si fueran engranajes dentro de su cabeza. Había descubierto que eran vampiros en el momento que Jasper intentó atacarlo aquella noche de septiembre durante la fiesta de cumpleaños de Bella, aunque eran muy distintos a los vampiros que solía ver en las películas y de los vampiros que aparecían en los libros que había comenzado a investigar, aquello no quitaba su naturaleza. También había confirmado que Alice podía ver cosas y, en este caso, eran visiones. También descubrió que no eran los únicos vampiros y que Edward quería acabar con su inmortalidad debido a Bella Swan.

—No... no estoy muy seguro de comprender del todo la situación —y aquello era verdad. Todo lo que parecía haber descubierto por accidente lucía sólo como la punta de un iceberg—, pero entiendo que ahora mismo soy la menor de vuestras preocupaciones.

Alice quería llorar. Killian... ¿de dónde había salido alguien tan puramente amable?

—Te prometo, ¡no!, te juro explicarte todo con sumo detalle cuando regresemos, ¿si? Tan solo... confía en mi por una vez, ¿si?

Killian observó el rostro suplicante de Alice, no pudiendo evitar recordar la misma expresión que hacía su hermana Lively cuando le pedía que se escabulleran en mitad de la noche hacia la cocina del orfanato para comer dulces.

—Está bien.

—¡Genial! ¡Estupendo! ¡Maravilloso! ¡Bella, debemos irnos ya! Escríbele una nota a Charlie. Killian, ¿quieres cambiarte de ropa antes de irnos o irás con esa? Telefonearé a las líneas aéreas para conseguir tres billetes de avión.

El humano subió rápidamente con su mochila en mano y cambió su ropa por un conjunto deportivo de color negro que tenía pensado utilizar como ropa de dormir aquella noche.

—Por favor, por favor, por favor, cuida de Charlie —le dijo Bella al cambia-formas antes de salir disparada hacia el cuarto de estar. Alice aguardaba a ambos humanos en la entrada con una bolsa colgada al hombro cuando Killian bajó.

—Llévate la cartera. Necesitarás el carné... Por favor, dime que tienes pasaporte, no tenemos tiempo para falsificar uno —Bella desapareció escaleras arriba en un santiamén—. ¿Llevas tú tu cartera contigo?

—Sí —asintió el humano—, aquí está.

—¿Estás bien?

—Creo... creo que mi mente aún no comprende del todo la situación —masculló—, pero me has demostrado que puedo confiar lo suficiente en ti como para poder esperar un poco para obtener una explicación decente.

—Tu memoria... ¿sigues sin recordad nada? —preguntó la vampiro.

Quizá una pequeña buena noticia no le haría mal a la fémina.

—Recuerdo comprar el anillo que Bella lleva en su mano —confesó.

Los ojos de Alice se abrieron como platos, una sonrisa plasmándose en su rostro al oír aquellas palabras.

—¡Eso es increíble! Carlisle tenía razón, venir a Forks está funcionando. Agh, es una pena que debamos marcharnos tan de repente. Te prometo que volveremos otra vez, ¿de acuerdo? Ahora, por favor, toma las llaves del coche y enciende el motor. Saldremos en cinco minutos.

Killian salió por la puerta y caminó a través de la suave llovizna que había comenzado a caer, siendo seguido por la atenta mirada de Alice a la cual le preocupaba lo extrañamente tranquilo que se encontraba el humano. ¿Era lo que solía llamarse la calma antes de la tormenta? ¿Explotaría de un momento a otro y enloquecería? ¿Querría seguir formando parte de su familia? Alice no podía quitarse esas preguntas de la cabeza.

Por otro lado, Killian estaba ligeramente asustado. No tan solo había descubierto el secreto antes de perder la memoria, sino también tras hacerla. Aquello no podía ser algo bueno, ¿cierto?

Respiró profundamente, intentando calmarse. Aunque todo se terminara y tuviera que regresar al orfanato a petición del señor Cullen por haber descubierto aquel secreto, estaba agradecido de que los Cullen lo hubieran elegido y le hayan dado la oportunidad de experimentar lo que estar en una familia significaba. A pesar de que las cosas no hubieran funcionado, les estaría eternamente agradecidos de haberle dedicado tiempo a alguien como él.

El sonido de la puerta cerrándose provocó que volviera su atención al mundo exterior, notando que tanto Alice como Bella estaban dentro del vehículo.

—Bien. Nada de paradas en el camino. Tenemos ocho horas de viaje.

—¿A qué parte de Italia vamos? —se atrevió a preguntar el humano.

Alice suspiró.

—Vamos directamente... directamente a Volterra.








[•••]

¡Qué ganitas tengo del siguiente capítulo!

Tengo a mi pareja como un esclavo corrigiendo capítulos para traeros cosas, me sienta muy mal no poder actualizar porque me gusta publicar y estar aquí pendiente. Lo bueno es que la mayoría de capítulos de Ojos rojos están escritos y sólo hay que perfeccionar los últimos detalles.

Por otra parte, tengo una pequeña operación en septiembre y, si todo va bien, podré volver al 100% a principios de octubre.

También, tenía pensado publicar hoy un capítulo de White Lotus pero la app me falló y me eliminó todo el capítulo, intentaré que una amiga me ayude a reescribirlo para no dejaros sin actualización de esa historia.
PD. ¿Alguien sabe de alguna app o página para escribir y dejar guardadas ahí los caps sin publicar?

Una vez más, me despido nuevamente. Espero que os haya gustado el capítulo y también espero que estén todos bien.

—HAOYUS

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