013; consecuencias

Cuando llegaron al hospital, Carlisle tuvo que separarse de ellos durante un rato. Les había pedido al resto del clan que esperaran en la sala de espera y que si despertaba, no se apresurarán a entrar a verlo en cuanto escuchen su voz ya que la situación era difícil de asimilar para cualquier persona normal. Aunque Rosalie lucía algo descontenta con esto, no objetó porque sabía que era lo mejor para el humano. Al cabo de diez minutos, una enfermera de tez morena y cabello negro y liso se acercó a ellos, informándoles que la habían mandado para supervisar al miembro más joven de la familia.

—¿No entra nadie conmigo? —preguntó la enfermera al ver que ninguno se movía cuando comenzó a caminar—. Un rostro familiar en un lugar desconocido sería de gran ayuda para no entrar en pánico.

Esme se apresuró a hablar.

—Creemos que será buena idea que primero despierte y se ubique, entraremos poco después de que haya despertado.

La enfermera los miró con sus ojos entrecerrados, pero no dijo nada y se limitó a asentir antes de dirigirse a la habitación del paciente.

El dolor se extendía por todo su cuerpo, aunque el centro de éste se situaba en su nuca. Killian mantenía los ojos cerrados, escuchando a lo lejos unas voces lejanas y el pitido de una máquina. Intentó girarse un poco pero el dolor le impidió moverse más de dos centímetros. Se obligó a sí mismo a abrir los ojos, más la luz nívea de la habitación lo hizo volver a cerrarlos. Nuevamente abrió los ojos y esta vez fue recibido por una habitación de paredes blancas; la ventana estaba a su izquierda con las persianas bajadas y un jarrón de flores amarillas descansaba en la pequeña mesita frente al sillón a su derecha. Miró hacia abajo y pudo verse vestido con una bata blanca con pequeños puntitos azules. Sus manos estaban rodeadas por tubos transparentes que conectaban su mano a una bolsa con un líquido extraño. La máquina que emitía el pitido le mostraba sus constantes vitales.

Killian arrugó sus cejas.

Antes de que pudiera sentarse correctamente, una mujer vestida con una bata blanca y una carpeta en sus manos entró a la habitación. Se detuvo un instante al verlo con los ojos abiertos y rápidamente presionó el botón de un pequeño aparato que tenía colgado en su cintura. Dicha mujer caminó hasta él con una sonrisa simpática mientras abría la carpeta.

—Killian —dijo su nombre—. No esperaba verte despierto justo ahora, ¿cómo te encuentras?

Las cejas de Killian se juntaron aún más.

Con una voz rasposa, el joven habló:

—Um, ¿qué me ha pasado?

La mujer mantuvo la sonrisa en el rostro mientras se aseguraba que todo seguía en orden.

—Resbalaste y golpeaste tu cabeza. Has recibido un golpe algo fuerte y tienes una brecha cerca de tu nuca, así que debe dolerte un poco —Killian asintió, más ese movimiento lo hizo quejarse cuando el dolor lo golpeó—. No deberías hacer movimientos bruscos.

—Debe haber una mujer algo mayor conmigo, ¿dónde está? Mi nana debe estar muy preocupada.

La enfermera lo miró brevemente e intentó recordar las personas que estaban esperándolo fuera. No había ninguno que luciera mayor de 25.

—No hay ninguna mujer mayor esperándote fuera. Fueron tus padres quienes te trajeron hasta el hospital.

Killian se tensó.

—Soy huérfano.

La contraria clavó sus oscuros ojos en el paciente, largo y tendido.

El menor cruzó sus piernas por debajo de la sábana blanca y se quedó pensativo. La única familia que recordaba en el registro y con la que estaba conviviendo eran los Evans; y ya habían demostrado su claro disgusto hacia él. No podría ni imaginar que se preocuparan lo suficiente como para traerlo al hospital, no cuando su habitación era un cobertizo en el patio sin luz ni agua, sólo se le permitía salir dos veces al día y debía pagar por su propia comida.

—Oh, pensaba que como tenían el mismo apellido... ustedes...

—¿Mismo apellido? ¿Keys?

—¿Cómo que Keys?

—Mi nombre es Killian Keys.

—Pero, pero aquí pone Killian Cullen.

Killian sentía que iba a vomitar debido al dolor en su nuca.

—No conozco a nadie apellidado Cullen.

La puerta se abrió de golpe y por ella aparecieron dos mujeres: una bajita de cabello negro y puntiagudo, y la otra alta y rubia. Ambas vestían ropa de calle por lo que Killian descartó que fueran enfermeras. Sus sentidos se pusieron alerta e inconscientemente echó su cuerpo hacia atrás.

—Killian —murmuró la más baja hacia el humano, ignorando lo que había escuchado segundos atrás—, por fin has despertado, todos estábamos muy preocupados.

La expresión de Killian demostraba una muy clara confusión.

—¿Quién eres? —preguntó en tono bajo pero lo suficientemente alto para ser escuchado por todos en la sala.

Por más que hubieran escuchado todo y tuvieran una ligera idea de lo que estaba sucediendo, aquellas palabras igual tuvieron un gran impacto en sus emociones. Alice sintió una enorme tristeza golpeando su cuerpo. Rosalie se mantuvo callada junto a la puerta sin atreverse a decir nada.

—Soy... Alice.

El humano apretó las sábanas con sus manos e hizo una mueca cuando sintió el dolor de cabeza aumentar.

—No... no te conozco, lo siento.

—Pero-

Rosalie detuvo a su hermana antes de que pudiera continuar, tomando su brazo para apartarla hacia un rincón mientras dejaba pasar a Carlisle con un doctor que desconocían. La mirada que el vampiro les dedicó a ambas féminas no fue buen augurio para ninguna de las dos. Todas y cada una de las palabras que había soltado el humano por su boca desde que había despertado hacia unos minutos ya les indicaba lo que estaba bastante claro, sin embargo, ninguna se atrevía a bautizarlo.

Al ver entrar a un hombre de traje y otro con una bata blanca y una placa en la que ponía "Dr. Higgins", Killian pudo relajarse un poco. Sus llamativos ojos escarlata viajaron entre ambos hombres. El doctor David Higgins era un hombre apuesto de rubio, casi blanco, cabello largo hasta las orejas y claros ojos color miel; tenía una estatura bastante alta (aunque no más alta que el vampiro a su lado) y su cuerpo mostraba que se cuidaba y/o hacía deporte a diario, en su rostro (a ambos lados de sus labios) descansaban dos hoyuelos que le daban un aspecto más joven, además portaba una hermosa sonrisa de dientes perlados y prominentes paletas, dándole el ligero aspecto de un conejo.

Por otro lado, el doctor Carlisle Cullen vestía un traje de color marrón acompañado por una camisa de color negra; su alto, recto y elegante porte le daban un aspecto imponente que contrastaba demasiado con sus amables ojos dorados. Su extremadamente blanca piel le daba un aspecto fantasmal, y las ojeras color malvas no ayudaban a la imagen fantasmagórica que se estaba haciendo el humano de él. El doctor sonrió en todo momento, más nunca mostró sus dientes.

—Es bueno que haya despertado tan pronto, señor Cullen. Pensábamos que estaría inconsciente al menos un día más —informó el doctor de bata mientras se acercaba a la enfermera y tomaba el informe del paciente.

—Le he dicho a esa mujer que mi apellido es Keys —murmuró el humano, bastante intimidado por las nuevas miradas de la habitación—. No-no conozco a ningún, a ningún Cullen.

David Higgins juntó ambas cejas y miró el informe nuevamente antes de girarse hacia Carlisle, luego regresó al adolescente en la cama blanca.

—Vaya... No creía que esto pudiera suceder. El área del golpe no indicaba nada parecido. El cuerpo humano es realmente sorprendente —murmuró para sí mismo. El doctor caminó y le dio unas palmadas en el hombro al vampiro—. Lo mejor que podemos hacer ahora es que te introduzcas. Dudo mucho que acepte ser dado de alta e irse con alguien a quien no recuerda. Es muy probable que se trate de una amnesia postraumática debido al traumatismo craneoencefálico que ha sufrido —Carlisle lo sabía, por lo que aquello iba dirigido a las otras tres mujeres en la habitación—. Será mejor que lo tomen con calma.

El labio inferior de Alice tembló, como si quisiera echarse a llorar allí mismo. De alguna manera, en el fondo de su subconsciente, tenía la ligera idea de que aquello había sido por su culpa al no haber visto el descontrol de Jasper en una de sus visiones y así poder evitar todo ese caos que se había formado en un interim de menos de una semana. Edward y Bella habían terminado su relación, su familia se había mudado y, encima, Killian no recordaba quiénes eran la única familia que llegó a darle el amor que siempre había deseado. Alice se sentía terriblemente mal.

Rosalie, por su parte, estaba que echaba humo por las orejas, maldiciendo a Edward en su mente mientras imaginaba mil y una formas de asesinarlo. Aunque sabía que, de una forma u otra, esto hubiera llegado a suceder llegados a algún punto de su convivencia, la solución más sencilla para todo siempre era echarle la culpa al lector de mentes, ya que nunca habían tenido problemas hasta que él y Bella Swan se habían juntado.

—Os dejaré solos para que habléis —dijo el doctor Higgins hacia Carlisle—. Venga, chicas, démosles algo de espacio, ¿si? Pueden regresar luego a verlo.

En cuanto la habitación volvió a quedarse medianamente vacía, vampiro y humano se miraron a los ojos. Rojo contra dorado. Killian enderezó su espalda inconscientemente cuando el rubio doctor se sentó en el borde de la cama, junto a sus pies para estar lo suficientemente alejado como para darle su espacio pero con la suficiente cercanía para poder conversar como dos personas civilizadas. Carlisle fue bastante atento a los gestos y acciones de Killian, leyendo su comportamiento e intentando no hacer lo que sabía que lo haría reaccionar de forma abrupta.

—Mi nombre es Carlisle Cullen —la mención de su apellido llamó la atención del chico—. Soy doctor en este hospital a partir de hoy. Me mudé junto a mi esposa y mis hijos. Hace menos de dos semanas, solicitamos tu cambio de apellido de Keys a Cullen, todo bajo tu aceptación y conocimiento. Tengo tu firma en los documentos para que compruebes la veracidad de lo que digo, así como también puedes llamar a la señora Soledad para que afirme sobre éste proceso.

A pesar de estar dándole todas las respuestas a las mil y un preguntas en su cabeza, Carlisle sabía que el joven humano seguía reacio a creerle.

—¿Por qué alguien como usted querría adoptar a algo como yo? —escupió de forma dolorosa el más joven—. Y mucho menos darle su apellido...

Carlisle bajó la mirada y la clavó en los puños que apretaban con fuerza la sábana que cubría sus piernas. «Algo», ¿el Killian más joven siquiera se consideraba persona? Aquella pregunta preocupó mucho al vampiro, la salud mental del menor era bastante débil y podría terminar de quebrarse con mucha facilidad si aquel era el caso.

—Mi mujer no puede tener hijos —dijo fácil—, todos nuestros hijos ya eran adolescentes cuando los adoptamos. Ella quiere darle una segunda oportunidad a aquellos a los que se les arrebató la primera. Por casualidad, tú te cruzaste en nuestro camino y mi esposa te adoró profundamente en el segundo que pisaste nuestro hogar.

Killian se quedó en silencio, como si analizara las palabras del hombre frente a él.

Carlisle esperaba una respuesta que jamás llegó.

El vampiro asintió, como si se estuviera diciendo a sí mismo que aquello llevaría tiempo. Necesitaban darle su espacio para que el proceso de recuperación de memoria fuera más rápido, además que parecía únicamente haber olvidado los últimos dos o tres meses.

Carlisle se puso en pie y asintió en forma de saludo, sobresaltando al humano y provocando que su cuerpo se tensara y se pusiera en guardia.

—Te dejaré descansar por hoy. Quizá mi esposa venga mañana a visitarte —el vampiro hizo una pequeña mueca con sus labios antes de seguir hablando—. Sé que será complicado debido a este contratiempo que se nos ha presentado pero, por favor, intenta no estar tan a la defensiva con ella. Esme es... alguien cuyo corazón se rompería al saber lo que te ha pasado. Estás en buenas manos con el dr. Higgins. También regresaré a visitarte en algún momento, puede que pronto puedas volver a casa con nosotros.

El vampiro no dijo nada más, se despidió cortamente y se retiró de la habitación, dejando otra vez al humano sólo entre aquellas brillantes cuatro paredes blancas.

Killian se dejó caer y recostó su espalda en la cabecera de la cama. Sus ojos se llenaron de lágrimas y los cerró con fuerza, sus puños se apretaron aún más alrededor de las sábanas y temblaron ligeramente.

Si tan solo Edward hubiera estado allí, quizá hubiera descubierto la razón por la cual Killian se negaba a volver a actuar con normalidad.













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Hace un montón que no actualizo. Pido perdón por la tardanza, pero entre mis finales (los cuales reprobé ahre y debo recuperar en junio) y mis trabajos estoy que apenas tengo tiempo ni para dormir. Literal llevo cuatro semanas que soy un muerto viviente.

Sé que no es de mis mejores capítulos, pero necesitaba éste para darle forma al plot y que siga el camino que quiero, por lo que me disculpo si no es lo que esperaban pero sin un cuerpo la historia sería un desastre y le tengo mucho aprecio a éste fanfic como para echarlo a perder.

Espero que estén todos muy bien y se anden cuiden mucho.

También gracias por el apoyo dado a Ojos rojos<3

Nos leemos prontito si las circunstancias me lo permiten.

HAOYUS

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