011; feliz cumpleaños

Lunes, comienzo de semana.

Killian se encontraba sentado en la cocina desayunando tranquilamente, escuchando todas las preparaciones de Alice. Edward, a su lado, masticaba sin mucho afán una tostada mientras descansaba la cabeza sobre su mano y mostraba una expresión poco entusiasta al enorme plan de su hermana.

—... y cuando estemos todos juntos, le entregaremos el resto de los regalos —terminó por decir la vidente.

Teniendo la boca aún llena y sus mejillas infladas debido a la comida, Killian asintió entusiasta ante la idea de Alice. El vampiro suspiró derrotado, su hermana había encontrado a alguien que la siguiera en todas sus hazañas.

Tras el desayuno, Alice obligó a ambos varones a esperarla frente a la casa mientras ella iba en busca del regalo que Bella debía utilizar para esa noche.

—¿Sabes que Alice nos hará vestir como si fuéramos a una gala, no?

La voz de Edward hizo que Killian se girara para mirarlo.

—Lo sé. Alice y yo elegimos vuestra ropa juntos —contestó el humano con una sonrisa.

Edward lo miró algo perplejo ante la afirmación. En definitiva, Alice sin duda había encontrado a la persona perfecta para sus ideas.

—¿Nos vamos? —preguntó la vidente cuando regresó con una pequeña caja cuadrada envuelta en papel plateado en las manos. Edward no dijo nada y se limitó a subirse a su coche antes de encender el motor y partir—. Al menos que conteste... Bueno. ¿Nos vamos, Killian?

El humano asintió y trotó hasta el coche, moviendo las llaves del vehículo en su mano antes de abrirlo y adentrarse en él. Alice lo siguió con el mismo entusiasmo. Se notaba que ambos habían amanecido de buen humor. El camino de ida fue un repaso intenso de lo planificado para esa noche, ella decía algunas cosas y él las terminaba por confirmar. Ella quería que todo fuera perfecto y él había accedido a ayudarla en eso.

Fuera no llovía, más la constante humedad se mantenía. El aire se sentía pesado gracias al calor, por lo que Killian tuvo que subir las ventanillas y encender el aire acondicionado del vehículo. Gracias a eso, llegaron a su destino sin ninguna complicación ni incomodidad; El aparcamiento se encontraba medianamente lleno, aún no había demasiados alumnos. El coche de Edward se encontraba aparcado en la aparte más alejada del aparcamiento por lo que condujo hacia allí y detuvo el coche a su lado. Alice había saltado fuera del vehículo como un resorte en el momento que apagó el motor.

—¿Ha llegado? —preguntó la fémina.

Killian se bajó y cerró el vehículo tras tomar su mochila.

—¿La ves aquí? —preguntó el cobrizo de la misma manera.

—Allí viene —señaló el humano, entrometiéndose en la conversación.

Edward se quedó inmóvil, recostado contra su pulido Volvo plateado. La vampiro se rió de él antes de colocarse a su lado. Killian miró a ambos hermanos antes de colocarse junto a ellos y esperar a que la tan esperada cumpleañera se acercara a ellos. Alice sostuvo el regalo junto a su pecho y Killian pudo ver como el rostro de Bella se volvía apático cuando lo vio. El humano movió disimuladamente su mano y regresó el pequeño obsequio entre sus dedos a su bolsillo. Quizá sea mejor dárselo junto al resto más tarde.

Aunque su expresión tembló, pronto se recompuso y sonrió hacia Bella, ignorante de la expresión conflictiva del lector de mentes en él.

Alice saltó hacia delante para encontrarse con Bella; su cara de duende resplandecía bajo el puntiagudo pelo negro.

—¡Feliz cumpleaños, Bella!

—¡Shhh! —mandó ella mientras miraba alrededor del aparcamiento para cerciorarse de que nadie la había oído.

—¿Cuándo quieres abrir tu regalo? ¿Ahora o luego? —preguntó entusiasmada mientras caminaban hacia donde esperaban Killian y Edward.

—No quiero regalos —protestó con un hilo de voz.

—Vale..., tal vez luego. ¿Te ha gustado el álbum de fotografías que te ha enviado tu madre? ¿Y la cámara de Charlie?

Bella suspiró.

—Sí, son maravillosos.

—A mí me parece una idea estupenda. Sólo te haces mayor de edad una vez en la vida, así que lo mejor es documentar bien la experiencia.

—¿Cuántas veces te has hecho tú mayor de edad? —susurró Bella para evitar ser escuchada por el nuevo Cullen.

—Eso es distinto.

Entonces llegaron a donde estaban ambos varones. Edward le tendió la mano y Bella la aceptó con ganas. Su expresión cambió notablemente.

—Así que, tal y como me impusiste en su momento, no me permites que te felicite por tu cumpleaños, ¿correcto?

—Sí, correcto.

—Sólo me estaba asegurando —Edward pasó su mano por su despeinado cabello de color bronce—. Podrías haber cambiado de idea. La mayoría de la gente disfruta con cosas como los cumpleaños y los regalos.

Alice rompió a reír y su risa se alzó como un sonido plateado, similar al repique del viento.

—Pues claro que lo disfruta. Se supone que hoy todo el mundo se va a portar bien contigo y te dejará hacer lo que quieras, Bella. ¿Qué podría ocurrir de malo? —lanzó la frase como una pregunta retórica.

—Pues hacerme mayor —contestó la humana de todos modos.

La sonrisa de Edward se tensó hasta convertirse en una línea dura, mientras que Killian agachaba la cabeza algo incómodo y clavaba sus ojos en el suelo.

¿Hacerse mayor? Cumplir la mayoría de edad siempre había sido un sueño para Killian, al fin podría vivir una vida normal sin ser obligado a vagar sin rumbo en busca de su lugar en el mundo. Nunca hubiera esperado que los Cullen aparecieran en su vida tan de repente y no estuvieran dispuestos a dejarlo, por lo que las palabras venenosas de Bella hacia la mayoría de edad le resultaron algo incómodas al varón.

Alice parecía haber leído el ambiente muy bien y pronto volvió a hablar.

—¿A qué hora vendrás a casa? —continuó Alice, cambiando de tema.

—No sabía que tuviera que ir allí.

—¡Oh, por favor, Bella, no te pongas difícil! —se quejó ella—. No nos irás a arruinar toda la diversión poniendo esa cara, ¿verdad?

—Creía que mi cumpleaños era para tener lo que yo deseara.

—La llevaré desde casa de Charlie justo después de que terminemos las clases —le dijo Edward.

—Tengo que trabajar —protestó Bella.

—En realidad, no —repuso Alice con aire de suficiencia—, ya he hablado con la señora Newton sobre eso. Te cambiará el turno en la tienda. Me dijo que te deseara un feliz cumpleaños.

—Pero... pero es que no puedo dejarlo —tartamudeó mientras buscaba desesperadamente una excusa—. Lo cierto es que, bueno, todavía no he visto Romeo y Julieta para la clase de Literatura.

Alice resopló con impaciencia.

—Te sabes Romeo y Julieta de memoria.

—Pero el señor Berty dice que necesitamos verlo representado para ser capaces de apreciarlo en su integridad, ya que ésa era la forma en que Shakespeare quiso que se hiciera.

Edward puso los ojos en blanco.

—Pero si ya has visto la película —recordó Alice.

—No en la versión de los sesenta. El señor Berty aseguró que era la mejor.

Finalmente, Alice perdió su sonrisa satisfecha y la miró fijamente.

—Mira, puedes ponértelo difícil o fácil, tú verás, pero de un modo u otro...

Edward interrumpió su amenaza.

—Tranquilízate, Alice. Si Bella quiere ver una película, que la vea. Es su
cumpleaños.

—Así es.

—La llevaré sobre las siete —continuó él—. Os dará más tiempo para terminar de organizarlo todo.

La risa de Alice resonó de nuevo.

—Eso suena bien. ¡Te veré esta noche, Bella! Verás como te lo pasas bien —esbozó una gran sonrisa, una sonrisa amplia que expuso sus perfectos y deslumbrantes dientes; luego le pellizcó una mejilla y salió disparada hacia su clase antes de que pudiera contestarle.

Killian miró el lugar por el que se había ido Alice y suspiró.

—Se olvidó de mi —murmuró mientras corría detrás de ella sin ni siquiera despedirse de la pareja ya que no quería interrumpir.

Edward miró algo preocupado al humano, causando que Bella se alarmara.

—¿Ha pasado algo con Killian?

—No... No ha pasado nada.

Sin estar muy convencida, Bella asintió y lo dejó estar.

Dentro del instituto, Killian había seguido a Alice a pesar de que ésta caminaba bastante rápido.

—Alice, mi atletismo no mejora en dos días, ve más lento.

La fémina se detuvo de golpe y lo miró con una sonrisa culpable.

—Perdona.

Alice se detuvo y esperó hasta que el humano lo alcanzara. Una vez a su lado, el dúo comenzó a caminar hacia su primera clase. Killian intentaba ignorar los ojos curiosos clavados en su espalda, intentando auto-convencerse de que era sólo su imaginación jugándole una mala pasada y que nadie lo estaba observando. Pero claro que, muy en el fondo, sabía que no era así.

Alice agarró su muñeca a través de la fina chaqueta y lo instó a apresurarse. Killian, incluso a través de la prenda, notó la frialdad de la mano. Preocupado por la supuesta condición anémica que Alice le había dicho como excusa en su momento, tomó su mano entre las suyas en un intento de calentarlas.

—Están muy frías, Alice —dijo tras detener su caminar—. Eso no puede ser bueno, ¿deberíamos ir a la enfermería?

El rostro de la vidente adoptó una expresión enternecida ante sus palabras.

—Iré en el cambio de clase, no te preocupes. Tampoco es bueno perder una lección —contestó con tono seguro para evitar que el contrario se preocupara aún más.

Poco convencido, Killian asintió y soltó con cuidado sus manos.

Ambos retomaron el camino segundos después.

Tal y como le había dicho Alice, ésta fingió ir a la enfermería en el cambio de clase, prohibiéndole acompañarla para que no faltara. Cuando regresó, tuvo que mostrarle a Killian unas pastillas (aunque, en realidad, aquellas pastillas eran para el dolor de cabeza y las llevaba encima en caso de que Killian las necesitara; todo a petición de Carlisle). Conforme con la medicina, Killian no se preocupó más.

A la hora del almuerzo, comieron junto a la pareja. Bella lo saludó y Killian se limitó a desearle cortamente un feliz cumpleaños, ahora conocedor de su desagrado por ésta celebración. La humana parecía haberse dado cuenta de la situación, por lo que soltó su agarre de la mano de Edward y se levantó de su silla para colocarse junto a Killian. Acción que sorprendió al lector de mentes.

—¿Actúas así por lo de esta mañana? —preguntó la hija del Sheriff con su cuerpo recargado en la mesa. Killian arrugó sus cejas ante lo dicho, ¿había sido muy obvio?—. Olvida lo que dije. Sólo tú tienes permitido desearme un feliz cumpleaños, pero mejor que sea cuando no haya mucha gente alrededor, no me gustaría que otros se enteraran.

Los ojos de Killian brillaron mientras asentía.

—¿Y por qué no me dejas felicitarte a mi? —preguntó Edward, haciéndose el ofendido.

Bella ni siquiera se giró a mirarlo y sonrió hacia el joven de ojos rojos.

—Porque sólo estoy dejando que Killian tenga ese privilegio.

—Y yo pensando que ser tu novio tendría sus ventajas...

Alice se echó a reír, negando con la cabeza.

El resto del almuerzo transcurrió con normalidad, aunque a esa normalidad se le sumaron las quejas de Edward por no tener el mismo privilegio que Killian.

Para cuando regresaron a su hogar, una ligera llovizna había comenzado a caer. Tanto Killian como Alice entraron por la puerta con su cabello un poco húmedo. Ambos fueron recibidos por la cálida sonrisa de Esme, quien les preguntaba cómo había ido el día.

Killian le contó todo como un niño entusiasmado, luego, su rostro se puso serio y arrugó sus cejas y, con toda la seriedad que poseía, le informó sobre el pequeño desvío de Alice a la enfermería.

La vampiro de achocolatado cabello lo miró sin poder creérselo.

—¿Disculpa?

Killian movió su cabeza de arriba a abajo como si le asegurara lo que había sucedido mientras seguía narrando.

—Tenía las manos muy frías y como me había dicho que era anémica, me preocupé, así que le dije que tenía que ir a la enfermería.

Cuando terminó de hablar, Esme lo miraba como una madre orgullosa.

—Eso está bien. Es bueno que cuides de Alice —dijo con voz suave.

Alice rodó los ojos y caminó hasta el salón.

—¿Habéis terminado? ¿Qué falta por arreglar? —preguntó la vidente.

—Faltan las copas y el champagne en la mesa —informó Emmett desde la cocina.

—Aún quedan varias horas hasta que Edward traiga a Bella, así que no hace falta ir tan apresurados. Es bueno, al menos, que me hayan hecho caso y hayan terminado de organizar casi todo.

Killian se alejó de ellos y caminó a la cocina para prepararse un té. En la cocina se hallaba Jasper humano, quién miraba fijamente a Jasper perro como si pudiera entender al animal. El humano pasó sus ojos por ambas figuras de pelo rubio mientras esperaba a que notaran su presencia. Ninguno se movió. Dio varios pasos hasta la jarra eléctrica y la llenó de agua, la volvió a colocar en su soporte y presionó el botón de encendido. Luego, regresó su atención a la pareja de perro y persona: el animal se había tumbado en el suelo, exponiendo su estómago, y el vampiro había ladeado su cabeza mientras lo seguía observando con atención. Era como si ambos se estuvieran analizando el uno al otro.

El pitido indicando que el agua había hervido sonó en la estancia, llamando la atención de ambos. Killian se sobresaltó a sentir ambos pares de ojos sobre él, girando rápidamente para apagar la jarra y murmurando una disculpa hacia los dos, sintiendo sus orejas calentarse.

—Lo siento. No quería interrumpir —murmuró.

Jasper se recompuso enseguida, aclarando su garganta y enderezándose.

—No es necesario disculparse. No ha hecho nada malo —respondió el vampiro, aún manteniendo aquella formalidad en su hablar.

Desde que había llegado hacía dos días, Jasper y Killian no habían interactuado apenas. Sólo se veían a la hora del almuerzo y de la cena, luego el vampiro desaparecía escaleras arriba en su habitación y no volvía a salir. Killian pensó al principio que no le caía bien, más Edward pronto le aseguró que así era su actitud ante cualquier persona hasta que se acostumbrara a su presencia, y Emmett se limitó a decirle que tenía alma de anciano amargado.

—¿Quieres un té? —preguntó el humano mientras señalaba la taza frente a él.

Jasper miró con resentimiento la vajilla, pero asintió.

Killian agarró otra taza y la llenó de agua, colocó el sobre de té en el agua caliente y se lo entregó. El contrario titubeó antes de acercarse y aceptar la ofrenda.

—Hm, gracias.

El menor asintió y tomó su propia taza antes de sentarse en la mesa de la cocina. Jasper caminó con acciones algo robóticas y tomó asiento frente a él. Ambos se miraron durante unos pocos segundos antes de apartar la mirada del otro.

Incómodo.

El animal miró a ambas personas frente a él y movió su cola. Dio dos saltos hacia adelante y se subió con sus patas delanteras a las piernas de Killian. El humano sonrió con notable buen humor ante esto.

—Jasper —dijo con voz suave y afectuosa—, sabes que no debes hacer eso cuando estamos en la mesa. Tu pelo puede caer sobre la comida y eso no le gustará a la señora Cullen.

Jasper (el vampiro) juntó sus cejas. La señora Cullen debe ser Esme, pensó.

El animal dio un ladrido alto.

—¿Has comido? —otro ladrido se escuchó—. Ve y busca a Emmett, Rosalie ha dicho que le toca a él darte de comer hoy.

Como si lo entendiera a la perfección, el animal se bajó de sus piernas y salió corriendo de la cocina en busca del pelinegro.

Ahora, estaban completamente solos.

—Os hace mucho caso —habló el rubio aún mirando por donde el perro había salido.

—Rosalie ha dicho lo mismo. Dice que le debo caer bien como para hacer lo que le digo sin problema alguno.

—Debe ser —masculló, su mente viajando al día anterior donde había intentado acariciar al animal y éste había mordido su brazo como si fuera un hueso—. ¿Cuando os conocisteis?

—Un par de días antes de tu regreso —informó.

Jasper iba a hablar cuando un alto y rubio hombre apareció con un maletín en su mano derecha.

—Oh, Jasper, ¿también estás aquí? —fue lo primero que dijo Carlisle, luego se giró hacia Killian y lo saludó—. Killian, ¿cómo estás? ¿has tenido un buen día?

El humano asintió.

—Sí, señor Cullen.

La sonrisa de Carlisle tembló ante la tal conocida forma de dirigirse hacia él. Suspiró resignado.

—Eso es bueno. ¿Ya tienen todo listo?

—Emmett dijo que sólo faltaban sólo las copas y el champagne, así que sí.

—¡¿Qué hacen ahí parados?! —exclamó Alice a gritos apareciendo por la puerta—. ¡Vayan a prepararse, Bella y Edward deben estar por llegar! ¡Y ustedes aquí tomando el té y charlando como jubilados!

Alice agarró el brazo de Killian, quien terminaba a duras penas el último sorbo de té, y lo empujaba fuera de la cocina para que fuera a prepararse.

Algo alejados de la casa de los Cullen, en un coche bastante antiguo de un desgastado color naranja rojizo, una pareja se dirigía hacia el hogar en mitad del bosque.

—¿Puedes hacerme un favor? —preguntó el vampiro de cabello cobrizo con expresión complicada.

—Depende de lo que sea —contestó su novia.

Suspiró y su dulce rostro se puso serio.

—Bella, el último cumpleaños real que tuvimos nosotros fue el de Emmett en 1935. Déjanos disfrutar un poco y no te pongas demasiado difícil esta noche. Todos están muy emocionados.

—Vale, me comportaré.

—Probablemente debería avisarte de que...

—Bien, hazlo.

—Cuando digo que todos están emocionados... me refiero a todos ellos.

—¿Todos? Pensé que Emmett y Rosalie estaban en África.

—Ese habría sido el plan principal de no haber sido por la aparición de Killian. Además, Emmett quería estar aquí.

—Pero... ¿y Rosalie?

—Ya lo sé, Bella. No te preocupes, ella se comportará lo mejor posible.

Al estar por llegar a la casa, Bella suspiró. Las luces brillaban con fuerza en las
ventanas de los dos primeros pisos. Una larga línea de relucientes farolillos de papel colgaba de los aleros del porche, irradiando un sutil resplandor sobre los enormes cedros que rodeaban la casa. Grandes maceteros de flores —rosas de color rosáceo— se alineaban en las amplias escaleras que conducían a la puerta principal.

Edward inspiró profundamente varias veces para calmarse.

—Esto es una fiesta —le recordó—. Intenta ser comprensiva.

—Seguro —murmuró ella.

Edward salió del coche tras apagar el motor y miró hacia la ventana de la habitación de Killian, moviendo su mano en forma de saludo para que se apurara ya que habían llegado. El humano adoptó una expresión de pánico y corrió escaleras abajo en busca de la ayuda de Rosalie para que lo ayudara a atar el nudo de la corbata que se le estaba resistiendo aquel día.

—No sé porqué no queda bien —se quejó algo avergonzado mientras señalaba el desastroso nudo en su cuello.

Rosalie rió suavemente, una risa melodiosa e hipnotizante, y se acercó al menor para deshacer el horrible nudo y atar uno nuevo.

—No te preocupes, yo te ayudo —aseguró—. Menos mal que me tienes a mi.

—Tengo mucha suerte —concordó él.

Dos pares de pasos se escucharon desde lo alto de la escalera y todos miraron hacia la pareja que se adentraba en el lugar.

Todos saludaron con un «¡Feliz cumpleaños, Bella!», a coro y en voz alta, cuando atravesaron la puerta. Alice había cubierto cada superficie plana con velas rosadas y había docenas de jarrones de cristal llenos con cientos de rosas. Cerca del gran piano de Edward había una mesa con un mantel blanco, sobre el cual estaba el pastel rosa de cumpleaños, más rosas, una pila de platos de cristal y un pequeño montón de regalos envueltos en papel plateado.

Era cien veces peor de lo que Bella había imaginado.

Esme y Carlisle eran los que estaban más cerca de la puerta. Esme se acercó y abrazó a Bella con cuidado y besó su frente. Entonces, Carlisle le pasó el brazo por los hombros.

—Siento todo esto, Bella —le susurró en un aparte—. No hemos podido contener a Alice.

Rosalie y Emmett estaban detrás de ellos junto a Killian. Ella no sonreía, pero al menos no miraba a la humana con hostilidad, simplemente se limitaba a colocarse junto al adolescente de ojos rojos de forma protectora. El rostro de Emmett se ensanchó en una gran sonrisa.

—No has cambiado en nada —soltó Emmett con un tono burlón de desaprobación—. Esperaba alguna diferencia perceptible, pero aquí estás, con la cara colorada como siempre.

—Muchísimas gracias, Emmett —decía Bella mientras enrojecía aún más.

Él se rió.

—He de salir un minuto —hizo una pausa para guiñar teatralmente un ojo a
Alice—. No hagas nada divertido en mi ausencia.

—Lo intentaré.

Alice soltó la mano de Jasper y saltó hacia la cumpleañera, con todos sus dientes brillando en la viva luz. Jasper también sonreía, pero se mantenía a distancia. Se apoyó, alto y rubio, contra la columna, al pie de las escaleras.

—Es la hora de abrir los regalos —declaró Alice. Vio a Bella siendo arrastrada por ella hacia la mesa donde estaban la tarta y los envoltorios plateados.

—Alice, ya sabes que te dije que no quería nada...

—Pero no te escuché —interrumpió—. Ábrelos.

Quitó la cámara que Bella traía en las manos y en su lugar puso una gran caja cuadrada y plateada. Era tan ligera que parecía vacía. La tarjeta de la parte superior decía que era de Emmett, Rosalie y Jasper. Rompiendo el papel, miró por debajo, intentando ver lo que el envoltorio ocultaba.

Era algún instrumento electrónico, con un montón de números en el nombre. Abrió la caja, esperando descubrir lo que había dentro, pero en realidad, la caja estaba vacía.

—Mmm... gracias.

A Rosalie se le escapó una sonrisa. Jasper se rió y Killian no pudo evitar carcajearse ante esto, él sabiendo de antemano los regalos de cada uno.

—Es un estéreo para tu coche —explicó—. Emmett lo está instalando ahora mismo para que no puedas devolverlo.

—Gracias, Jasper, Rosalie —dijo la hija del Sheriff mientras sonreía—. Gracias, Emmett —añadí en voz más alta.

Su risa explosiva se escuchó desde fuera.

—Abre ahora el de Edward y el mío —dijo Alice, con una voz tan excitada que había adquirido un tono agudo. Tenía en la mano un paquete pequeño, cuadrado y plano.

Bella de giró hacia su pareja, mirándolo mal.

—Lo prometiste.

Antes de que pudiera contestar, Emmett apareció en la puerta.

—¡Justo a tiempo! —alardeó y se colocó detrás de Jasper, que se había acercado
más de lo habitual para poder ver mejor.

—No me he gastado un centavo —aseguró el lector de mentes.

—Dámelo —pidió la humana, resignada.

Emmett rió entre dientes con placer.

Tomó el pequeño paquete, dirigiendo los ojos a Edward mientras deslizaba el dedo bajo el filo del papel y tiraba de la tapa.

—¡Maldita sea! —murmuró, cuando el papel cortó su dedo. Lo alzó para examinar el daño. Sólo salía una gota de sangre del pequeño corte, aún así Killian se alarmó e hizo el amago de acercarse a ella.

Entonces, todo pasó muy rápido.

—¡No! —rugió Edward.

Edward se arrojó sobre Bella, lanzándola contra la mesa. Killian abrió sus ojos viendo cómo la humana era lanzada sin problema alguna hacia ésta y se rompía, tirando al suelo el pastel y los regalos, las flores y los platos. Bella aterrizó en un montón de cristales hechos añicos.

Jasper chocó contra Edward y el sonido pareció el golpear de dos rocas. También hubo otro ruido, un gruñido animal que parecía proceder de la profundidad del pecho de Jasper. Killian, quien estaba más cerca del vampiro, dio un paso atrás cuando los ahora negros ojos del contrario se clavaron sobre él. Rosalie no dudó en interponerse en el camino, sin embargo, Jasper ya había arremetido contra ellos. Emmett se apresuró a detenerlo pero Rosalie había sido empujada lejos. Killian se vio a sí mismo frente a algo desconocido frente a él. Su corazón latía con fuerza, llamando aún más la atención del vampiro cegado por el ansía y el deseo de sangre humana. Carlisle había corrido junto a Bella para detener la hemorragia, por lo que el resto estaban intentando que no hubiera algún otro accidente.

Jasper volvió a arremeter contra Killian, esquivando a Emmett, teniendo en frente esos llamativos ojos rojos que lo miraban con terror. Rosalie apareció de un momento a otro, apartando a Killian del camino del vampiro e interponiéndose nuevamente entre ellos, pero no había sido capaz de controlar su fuerza.

El menor fue lanzado varios metros, cayendo junto a las escaleras y golpeando la parte trasera de su cabeza contra el filo de un escalón. Su visión de volvió borrosa cuando sintió el fuerte golpe y un cálido líquido correr a través de su cabello.

Aunque lo intentó, la vista de Killian no pudo volver a enfocarse, pronto todo se volvió negro y dejó de escuchar las voces a su alrededor.

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