010; jasper
—¡No vayas tan deprisa, mis piernas no aguantan tanto!
Killian se quejaba en voz alta mientras intentaba no tropezar con la maleza. El perro había salido corriendo en algún momento y Alice no dudó en correr detrás de él, pero parecía que la velocidad de Alice y Killian tenían un ligero desnivel.
O simplemente era que Killian era mal atleta.
—¡Puedes esperar aquí! ¡Traeré de vuelta a Jasper! —gritó Alice en respuesta.
Killian no tuvo tiempo para quejarse cuando la figura de Alice ya había desaparecido entre los árboles. Pronto se halló a sí mismo sentado en el suelo, con el sudor cayendo desde su frente hasta su barbilla, mientras esperaba a que Alice volviera con el canino.
Mirando hacia arriba, sólo pudo divisar el centenar de hojas que cubrían el grisáceo cielo de Forks. No llovía en esos instantes y una caliente brisa veraniega corría a su alrededor; a lo lejos, algún que otro cantar de distintos pájaros. Parecía ser un momento idílico, rodeado por la naturaleza. Killian sonrió a gusto. Más aquella sonrisa duró poco, pronto recordó que conocería a un nuevo miembro de la familia Cullen. Conocer personas nuevas siempre era todo un reto para él, incluso cuando ya convivía con los otros integrantes de la familia, ¿quién le decía que con aquel chico no sería distinto? ¿Y si su actitud no fuera como la del resto?, ¿y si no le caía bien?, ¿y si no terminaban de congeniar y los Cullen se replanteaban su estancia con ellos?
¿Y si?
Killian no podía sacar de su cabeza los constantes "y si", era como una voz alarmante en su cabeza que lo obligaba a no bajar la guardia. Tantos años viviendo de la misma forma habían causado ciertos estragos en su nivel de confianza y, aunque se había adaptado medianamente bien a esta familia, no podía evitar pensar que si alguno de ellos repudiaba su persona, no tardarían en devolverlo de dónde provenía.
El fuerte ladrido de un perro llamó su atención. Rápidamente se puso de pie y miró en varias direcciones hasta que logró divisar el lugar por el que perro y vampiro regresaban. Jasper corrió hacia él mientras ladraba alegre y saltaba en sus patas traseras, causando la risa del humano.
—¿Dónde estaba? —preguntó él.
—Llegó hasta el río. Si no hubiera llegado antes, habría saltado hacia el otro lado —informó Alice con una sonrisa. La fémina movió su muñeca y miró el reloj en ella antes de hacer una mueca con sus labios—. Será mejor que vayamos regresando, casi es hora de almorzar y hemos estado caminando durante mucho rato, hay que tomar una ducha,
—¿Estás diciendo que olemos mal?
—Terriblemente mal —Alice confirmó mientras reía.
Killian elevó la comisura de sus labios ligeramente, rogando en su interior el poder seguir junto a aquella familia aunque sea un poco más.
El camino de regreso no fue nada extraño, simplemente caminaron de la misma manera que cuando iban, más ahora evitaban los saltos en los troncos y sujetaban al perro con fuerza para que éste no volviera a escapar. Alice le contó que había varias rutas más que poder explorar, así como un enorme claro.
Cuando llegaron a la casa, la vampiro lo empujó suavemente escaleras arriba para que tomara un baño y se cambiara de ropa. Killian no tuvo que negarse, el sudor y la sensación pegajosa en su cuerpo ya lo hacía sentir lo suficientemente incómodo como para haber caminado él mismo hasta su habitación. Fue un baño corto pero necesario, suficiente como para refrescarse y lavar su corto cabello. Salió del baño con una toalla rodeando su cintura y caminó hasta quedar delante del armario mientras observaba las prendas de ropa. Pantalones vaqueros y una simple camiseta para su mayor comodidad. Una vez vestido, se dirigió nuevamente al baño para tomar el secador y quitarle la humedad al cabello sin dañar sus suaves rizos.
Se miró durante unos minutos en el reflejo del espejo, observando con mucho resentimiento el rojizo color de sus ojos. Killian odiaba mirarse durante mucho tiempo, odiaba su reflejo y aquellos ojos que se le habían dado. Sus hombros se movieron hacia arriba cuando tomó una bocanada de aire y respiró profundamente, volviendo a su posición inicial cuando exhaló.
El suave golpear de unos nudillos en la puerta de la habitación lo hizo reaccionar. Agarró rápidamente el perfume y dio dos toques detrás de cada oreja antes de apresurarse a abrir. Al otro lado se encontraba Rosalie, quien lo recibía con una pequeña sonrisa mientras lo miraba de arriba a abajo. Killian volvió a entrar y se sentó en el borde de la cama para colocarse las zapatillas. Rosalie se auto-invitó y tomó lugar junto a la ventana.
—Alice me dijo que el perro se escapó —mencionó de forma casual.
El humano asintió tras terminar de atar los cordones de la primera zapatilla.
—Estaba delante de nosotros —comenzó a explicar—, y luego... ¡shush!, ya no estaba.
Rosalie tapó la mitad de su rostro y giró la cabeza para evitar reírse. Killian había dejado de atar sus cordones y había explicado cómo el perro había desaparecido de repente con sus manos mientras sus cejas se arrugaban como si estuviera buscando la respuesta de cómo era que el animal corría tan rápido, dándole un aspecto tierno y aniñado que causó ternura en la vampiro.
—Probablemente haya visto algún conejo y fuera tras él —dijo Rosalie, recuperando la compostura.
—Puede ser. Pero, ¿sabes el pánico que me dio cuando no lo vi? Pensé que... eh... que...
Los sentidos maternales de Rosalie se pusieron alerta cuando Killian bajó poco a poco la voz y dio a entender cosas que no debería estar pensando. Aunque sabía que era imposible que dejara atrás las malas experiencias del pasado de un día a otro, tampoco era bueno que se culpara por cada suceso que pasara.
Rosalie dio un par de zancadas hasta situarse junto a Killian en la cama.
—El perro es inteligente, seguro volvería. Además, la responsabilidad de llevarlo y traerlo es de Alice. Tú apenas lo conociste.
—Al igual que nosotros —escuchó Rosalie el susurro de Emmett desde la cocina.
—Así que relájate un poco. Tus hombros se ven tensos y tu rostro se ve cansado —volvió a hablar la rubia.
Killian hizo una pequeña mueca con sus labios.
—Siento que mis piernas se caerán en cualquier momento. Nadie me dijo que la resistencia física de Alice era tan buena.
—Oh y eso que no has visto nada —los ojos de Killian la miraron con horror, provocando su risa. Rosalie palmeó su hombro con delicadeza y se levantó—. Bien. Bajemos. Nos están esperando.
El humano no tuvo más remedio que asentir y ponerse en pie para seguirla. Ambos salieron de la habitación, Killian cerró la puerta detrás de él. Caminaba detrás de Rosalie, con la cabeza gacha y las manos en los bolsillos sin saber dónde colocarlas. ¿Por qué estaba tan nervioso? Los pensamientos sobre volver al orfanato resurgieron y su vista se nubló ligeramente. Tuvo que recomponerse con rapidez cuando pisó el último escalón. Podía escuchar distintas voces en la cocina, todas las conocidas menos una. Eran pocas palabras las que había escuchado de aquella voz pero fue lo suficiente como para ser distinguida por él. Killian no dudó en camuflarse detrás de la alta figura de Rosalie, agradeciendo en esos momentos que la fémina fuera cinco centímetros más alta que él, y entraron a la cocina.
Las voces se apagaron gradualmente.
—Oh, ya están aquí —la voz de Esme retumbó un poco en las paredes de la estancia—. Killian, cielo, ven aquí, quiero presentarte a alguien.
Killian levantó la cabeza y se asomó por el hombro izquierdo de la vampiro. Sus brillantes ojos fue lo único que vieron desde ese ángulo. Lucía como un pequeño topo emergiendo de su escondite.
Con todo el valor que podía haber recogido en los veinte segundos que estuvo escondido detrás de Rosalie, dio un paso a la derecha y caminó hacia Esme, quien le sonreía. La mujer tocó su espalda baja para situarlo a su lado y señaló un lugar frente a ella. Killian siguió el recorrido con sus ojos hasta dar con una alta figura de cabello rubio que desconocía.
El joven frente a él era alto, no tanto como para superar la altura de Emmett pero, aún así, muy alto. Diría que tendría poco más de metro noventa. Su cabello era rubio, un rubio de un color similar a la miel, y caía suavemente hasta sus clavículas. Se notaba su musculatura incluso a través de la ropa, más no era tan musculoso como Emmett (quien tenía el aspecto de un gran oso) ni tan delgado como Edward (cuya musculatura se lograba ocultar con su ropa). Su piel, al igual que todos los presentes, era pálida y no tenía imperfección alguna salvo las ojeras color malva. Killian notó pero se obligó a sorprenderse cuando vio algunas cicatrices en su cuello que descendían y desaparecían debajo de lo poco que podía ver con la ropa de por medio, incluso vio una pequeña marca en el final izquierdo de su mandíbula. Aunque de no ser por la fuerte luz de la cocina, Killian no hubiera sido capaz de verlas. Eran como esos lápices con tinta invisible cuya escritura sólo puedes ver a través de una luz especial.
Edward allí presente arrugó sus cejas al leer sus pensamientos. Era demasiado extraño que un humano hubiera distinguido las cicatrices de Jasper tan rápidamente. Aunque se lo atribuyó a la luz artificial que tenían, hizo una pequeña nota mental para comentarle éste hecho a Carlisle más tarde.
Jasper vestía pantalones negros, botas altas del mismo color y una camisa azul bien planchada. Llevaba las mangas remangadas hasta los codos y en sus muñecas había un par de brazaletes plateados. Se veía elegante, inalcanzable.
—¡Jasper! —llamó Esme, sacando a Killian de sus pensamientos y haciéndolo volver a la realidad—. Preséntate.
El vampiro iba a hablar cuando el ladrido de un perro de escuchó junto a ellos. Killian miró en dirección al animal, quien movía la cola como si esperara ser felicitado por haber saludado.
—No tú —rió Alice mientras lo acariciaba—. Aunque, ¡buen chico!
El animal ladró nuevamente.
—Jasper Hale —la fría voz del rubio devolvió la atención de Killian a él. Jasper tenía los ojos clavados en su rostro, como si analizara cada movimiento que iba a realizar. Killian notó como Edward y Emmett se pegaban a él como dos guardaespaldas—. Debe de ser Killian. Me han hablado mucho de usted.
El acento sureño lo sorprendió, pero lo que más le sorprendió fue la formalidad al hablar.
Killian ladeó la cabeza y lo miró confuso.
—¿Por qué me hablas como un anciano? Tengo sólo un año menos.
Emmett comenzó a reírse, golpeando con fuerza el hombro de Jasper en el camino.
—Oh, querido —dijo Esme—, al principio habla así con todos. No te preocupes, una vez que os conozcáis más, te hablará con normalidad.
—Me disculpo —volvió a hablar, Jasper.
—Oh, no no. No te disculpes. Fui yo. Me sorprendió —respondió el humano, moviendo ambas manos en forma de cruz una y otra vez delante suya, dando un paso al frente.
Inconscientemente, Jasper retrocedió un par de pasos.
Killian se detuvo de golpe, deteniendo sus acciones y volviendo a retroceder. Hizo una pequeña mueca con sus labios y agachó la cabeza.
—Lo siento.
Carlisle se acercó al menor y le rodeó suavemente los hombros con su brazo.
—¿Por qué te disculpas?
Rosalie aprovechó que Carlisle hablaba con Killian para golpear sin delicadeza alguna la nuca de Jasper.
—No debería haberme acercado. No era mi intención acercarme. Lo siento —masculló.
—Arréglalo —susurró una Rosalie molesta.
Edward se encogió de hombros y señaló al humano, empujando a Jasper para que hablara.
—Ha sido mi error. Me disculpo con usted. Estaba evitando que, por error, me golpeara con sus brazos.
—¡Así no lo arreglas, idiota! —exclamó Rosalie.
Para sorpresa de la vampiro, Killian asintió.
—¿Es eso así? Lo siento mucho, no me había dado cuenta.
Rosalie cruzó sus brazos sobre el pecho. El humano se había disculpado tres veces seguidas en menos de un minuto por una tontería y no le gustaba cómo se sentía al ver la expresión de culpa en el rostro de Killian cuando no había pasado nada y él tampoco había hecho nada.
—Bien. Bien. Es hora de almorzar. La comida ya está lista —interrumpió Esme. Carlisle quitó su brazo de los hombros de Killian y rápidamente se apresuró a ayudar a su esposa con la comida—. Arreglen la mesa. Hay que darle de comer al perro, también.
El ambiente extraño que se formó duró muy poco gracias a la interrupción e intervención de Esme. La mujer era bastante buena para hacerlos distraerse con algún quehacer o tarea. Pronto todos se vieron poniendo platos y cubiertos en la mesa, así como llevando bandejas de comida hacia ésta. Killian se dirigió hacia la alacena para agarrar la bolsa de comida para perros y se encaminó hasta el plato de plástico situado junto a la mesa para que el animal no se sintiera excluido. En lo poco que llevaba conociendo al perro, se había dado cuenta que era muy pegajoso pero además de ser pegajoso, era dramático, muy dramático y había lloriqueado durante la primera comida que tuvieron juntos porque su plato no estaba junto a la mesa.
—¡Jasper, ven aquí! —llamó el humano con tono suave.
Killian movió el plato un poco para poder verter las bolitas de comida con cuidado sin derramarlas. Cuando el plato estuvo lleno, lo movió un poco para igualar el contenido en ambos lados y lo volvió a colocar en el suelo. De repente, una sombra se colocó a su lado. Sus ojos vieron dos patas peludas y un par de zapatos brillantes delante.
Elevando la cabeza, Killian vio el rostro expectante de un canino y la expresión confusa de un joven ante su llamado.
Killian reprimió su sonrisa.
—Era... era al perro —murmuró.
—Oh —fue la respuesta del vampiro.
A esas alturas, Emmett y Edward estaban que rodaban por el suelo ante la risa que aquella escena les había causado.
Sí. Definitivamente, aquello sería divertido.
•
Me está costando cada vez más hacer hueco para actualizar pero se hace lo que se puede.
Sólo diré que le viene como anillo al dedo la frase «la calma antes de la tormenta» a éste capítulo.
Espero que les haya gustado y nos leemos (con suerte) pronto<3
—HAOYUS
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