009; sentimiento paternal

La mañana del sábado llegó en un abrir y cerrar de ojos, recibiéndolos con el típico cielo nublado que amenazaba con dejar caer la lluvia. Killian abrió sus ojos cuando el reloj marcaba las ocho y media, siendo mayormente despertado por la molesta música de su teléfono que indicaba una llamada entrante.

El adolescente se removió entre sus sábanas mientras se quejaba, aún así estiró su brazo para tomar el dispositivo y contestar sin tan siquiera mirar quién era.

—¡Tú, pequeña cosa desagradecida! —el grito al otro lado de la línea lo hizo enderezarse, abriendo sus ojos de golpe y despertándolo por completo. Podría reconocer aquella voz en cualquier lugar, de cualquier modo o forma, no importaba cuántos años llegarán a pasar porque era con quien se había criado y la llevaba tatuada en el fondo de su mente.

—Nana —exclamó alegre.

—¡No me vengas con "nana"! ¡Ni una sola llamada en toda la semana! De no ser porque el señor Cullen me ha dicho que has estado enfermo, llegaría a pensar que te torturaron y cortaron en trocitos y ahora te tienen dentro de una nevera en el fondo de su sótano —chilló la mujer.

Killian rió sin poder evitarlo. Estaba muy feliz de escuchar la voz de su nana. A esas alturas ya hubiera vuelto al orfanato de haber estado con otra familia, por lo que la extrañaba.

—Estoy bien y todavía no me han cortado en trocitos —aseguró.

La mujer inhaló aire dramáticamente.

—¡Todavía, dices! —volvió a exclamar.

—Lo siento, lo siento. Estoy bien y no me han cortado en trocitos —se corrigió.

Así mejor. ¿Estás mejor ya? ¿Te están cuidando bien? ¿Necesitas que te vaya a buscar o que te envíe algo? ¿Quieres volver? ¿Te sientes cómodo? —Nana Sol comenzó a escupir palabra por palabra como si fuera una ametralladora, siquiera teniendo tiempo a recuperar oxígeno para poder continuar.

—Ya estoy mejor. Me están cuidando bien. No es necesario, gracias nana. De momento estoy cómodo así que no. Sí —contestó Killian a todas y cada una de las preguntas, pero a esas alturas nana ya había olvidado el orden en el que preguntó cada cosa por lo que se limitó a supurar aliviada ante las respuestas del menor.

Me alegra muchísimo oír eso —dijo la mujer. Incluso a través del teléfono podía notar la sonrisa que portaba—. Ayer recibí una llamada de Alena. Quería hablar contigo pero le tuve que decir que te habías vuelto a ir.

Los ojos de Killian brillaron ante la mención de la niña.

—¿En serio? ¿Cómo está? ¿Está cómoda con esa familia?

Sí, sí. Alena está bien. Su familia la trata bien —aseguró nana—. Le proporcioné tu número de teléfono a la señora Robinson, así que espera una llamada por parte de ellos. Alena tenía muchas ganas de hablar contigo, parece que te extraña.

El adolescente suspiró mientras se revolvía en su cama. Sonrió enternecido. A pesar de su corta edad, Alena había conseguido anclarse en su corazón sin intención de moverse de allí. Killian la apreciaba mucho.

—Está bien. Estaré esperando.

Bien —al otro lado de la línea se pudieron escuchar algunos golpes y el griterío de los niños, seguidos por risas—. Será mejor que vaya a ver qué desastre han hecho ahora. Te llamaré pronto, o mejor, llámame tú a mi. Sigue pareciéndome horrible que te hayas olvidado de tu nana.

No me olvidé de ti, nana. Nunca podría —respondió animado el menor.

Seguro. Hablamos pronto. Cuídate, Ian.

Tú también, nana.

Un pitido intermitente indicó la finalización de la llamada y Killian no pudo hacer otra cosa más que sonreír. Su mañana parecía haber comenzado bastante bien. El recibir una llamada de su nana había hecho que su humor fuera bueno.

Dos golpes secos se escucharon a través de la pared detrás de su cabeza, en dónde la habitación de Alice se encontraba.

—¡Killian! ¿Ya estás despierto? —la ahogada voz de la vampiro a través del material pudo escucharse a duras penas.

—¡Si! Me visto y bajo —contestó algo para que lograra oírlo.

Otro golpe se escuchó en respuesta, indicándole que lo había logrado oír.

Killian se deshizo de las sábanas con toda la pereza del mundo y corrió hacia su armario. Era sábado y tenía pensado caminar por los alrededores junto con Alice y pasear a Jasper, por lo que un conjunto de ropa deportiva gris sería su mejor aliado para caminar cómodamente. Luego de ducharse y vestirse, secó su cabello un poco para quitar el exceso de agua y salió de su habitación caminó a la cocina. El ambiente en dicho lugar era bastante bueno. Esme y Carlisle terminaban de preparar el desayuno mientras Rosalie ordenaba a Edward y Emmett que prepararan la mesa. Alice se encargaba del café mientras tarareaba una canción desconocida para el humano.

—Buenos días —saludó Killian.

El grupo de vampiros parecía haberse detenido un instante antes de seguir haciendo su trabajo con naturalidad.

—Buenos días, Killian —saludó Carlisle—. ¿Has dormido bien?

—Sí, señor Cullen.

Jasper entró a la cocina moviendo su cola con alegría, más se mantuvo cerca de la puerta como si supiera que no debía entrar al lugar. Killian se acercó al animal y lo acarició con entusiasmo, siendo bien recibido por el contrario que aceptaba descaradamente sus caricias.

Mientras acariciaba al perro, Killian se dio el gusto de admirar la escena frente a él. Por lo que había notado en los días que llevaba allí, era bastante raro ver al señor Cullen tan temprano junto a su familia debido a su horario de trabajo, por lo que verlo allí debía ser por su hijo que regresaba hoy.

—Alice me ha dicho que van a dar un paseo por el bosque con Jasper —la suave voz de Esme lo hizo volver a prestar atención a su alrededor. Killian vio los dorados ojos de la mujer clavados en sí mismo y asintió ante lo dicho—. Eso es bueno. Tened cuidado y regresad antes de la hora del almuerzo.

—Ya hemos hablado sobre todo eso, Esme —aseguró Alice—. Tienes que tener un poco más de confianza en la favorita de todos tus hijos.

Tanto Edward como Emmett se detuvieron y la miraron interrogantes.

—¿Quién es la favorita de quién? —dijeron ambos al unísono con un deje de ofensa en su voz.

Alice los miró y sonrió.

—Yo, por supuesto, ¿quién más sino?

—Esme, dile que yo soy tu favorito —se quejó Emmett.

—Pero yo soy el primero. El favorito soy claramente yo —alardeó Edward.

—Tiene gracia que penséis que pueden ser el favorito de alguien cuando yo estoy aquí —dijo Rosalie.

—Sólo porque eres hermosa no significa que seas la favorita —farfulló Emmett.

—¿Dice quién?

—Cierto. Cierto. Tu carácter es malo —secundó Edward.

Rosalie lo miró mal.

—¿Quieres morir? —preguntó con el dedo índice en alto.

Killian se quedó junto a la puerta, acariciando al cuadrúpedo mientras ambos admiraban sorprendidos la escena frente a ellos. Era una verdadera pelea de hermanos, algo que Killian había experimentado sólo una vez en su vida y había sido una semana antes de la adopción de Lively. Sin embargo, y a diferencia de la pelea que tuvo él con su hermana, en ésta estaba claro que los cuatro bromeaban entre ellos.

Carlisle se acercó a Killian, colocando una de sus manos en el hombro del chico y palmeando éste con gracia.

—Creo que tienes todas las de ganar y convertirte en nuestro favorito —dijo entre risas.

La disputa se detuvo y los cuatro vampiros miraron al dúo.

—¿Quién se va a convertir en vuestro favorito?

—Killian, ¿quieres robarme el puesto?

—¡Descarado!

—No habría esperado esto de ti.

—Me siento traicionado.

—Ya no se puede confiar en nadie.

Los cuatro comenzaron a decir oraciones similares, victimizándose y dramatizando como sólo ellos podían hacer. Killian no pudo evitar elevar la comisura de sus labios, totalmente inmerso en el buen ambiente que fluía en la cocina.

—Dejen de molestar y siéntense a la mesa —ordenó Esme—. Todo está listo, venga.

Killian corrió hacia el cuarto de baño con rapidez para lavarse las manos antes de sentarse a desayunar. Volviendo a la cocina, tomó asiento junto a Alice.

—¿Hoy no trabajas? —preguntó Rosalie para sacar tema de conversación mientras vertía café en una taza blanca.

—Cambié mi turno con un compañero de trabajo. También quería estar aquí cuando Jasper regresara.

Killian masticó el trozo de tostada que tenía en la boca, mirando disimuladamente al canino que movía su cabeza ante la mención de su nombre.

—¿Bella no viene hoy? —preguntó Esme hacia Edward.

—Alice me prohibió traerla estos días para que pudieran organizar todo para su cumpleaños —contestó éste.

—¿Le has comprado algo?

—Claro que sí.

Alice se entrometió en la charla.

—¿Qué es?

—No te lo diré —rió Edward.

—Malo —murmuró la vampiro—. Oh, Killian y yo también le hemos comprado algo a Bella.

El cobrizo alzó una de sus cejas con curiosidad.

—¿Ah, sí? ¿Qué es?

—No te lo diré —respondió la vidente.

Killian llevó la taza de café hasta sus labios y bebió un largo trago. La calidez del líquido se deslizó por su garganta, consiguiendo que su cuerpo se calentara y se sintiera cómodo. Tanto el ambiente como él mismo parecían haber encontrado un perfecto punto de conformidad.

Se sentía bien.

Esa comodidad sólo la experimentaba cuando se sentía a gusto con su alrededor, ya sea por las personas o el lugar. Era algo que únicamente pasaba con las personas del orfanato.

Killian recordó la llamada de nana y también recordó que, a decir verdad, la extrañaba. El no haber hablado todos los días como solían hacer le resultaba extraño. También recordó lo que la mujer le había dicho: Alena quería contactarse con él.

—¿Señor Cullen? —preguntó el joven humano.

—¿Si?

Killian rascó su nuca, dejando las leves marcas de sus uñas en ella.

—¿Habría alguna posibilidad de visitar el orfanato en algún momento? —el humano se puso nervioso al notar las miradas sobre él, provocando que comenzara a hablar con rapidez:— Forks está algo lejos del orfanato, pero hay una niña que me gustaría ver aunque sea una vez y sería complicado para su familia hacer que vengan a Forks. Además viven en la misma ciudad y están a una hora del orfanato, podríamos reunirnos ahí y de paso visitar a nana Sol —Killian miró a los presentes pero volvió a agachar la cabeza enseguida—. Lo siento. Sería muy problemático hacer eso. No debería haber preguntado. Olviden lo que dije.

La jovial risa de Carlisle se escuchó, provocando que Killian ligeramente saltara en su propio asiento.

—Killian —llamó. El adolescente lo miró algo avergonzado—, una vez que tengas tus nuevos documentos podrás viajar a donde quieras. Una adopción no es un encierro en una cárcel. Eres libre de viajar a donde te plazca, visitar a los amigos que quieras y hacer lo que te apetezca. Siempre habrá uno de nosotros que te acompañe hasta que cumplas los dieciocho, y una vez que los cumplas puedes viajar solo. Si quieres visitar a esa niña, puedo hablar con tu nana para concertar una cita y que se vean. Y si no puedo ser yo, Rosalie y Esme podrán acompañarte.

Aquel día, todos los vampiros presentes, pudieron confirmar que Killian había robado por completo sus muertos corazones. Con la simple imagen de sus ojos adoptando un brillo entusiasta a medida que las palabras salían de la boca de Carlisle. Ya sea por destino o casualidad que una familia de vampiros hubiera dado con un humano y su extraña condición de ojos rojos, podían estar seguros de que la decisión de adoptar a Killian había sido el mejor error que habían cometido.

—Aún debo esperar a que su familia adoptiva me contacte. Nana Sol dijo que les había dado mi número, así que una vez que nos contactemos se lo haré saber, señor Cullen. ¡Muchas gracias! —exclamó con una radiante sonrisa entusiasta.

Carlisle devolvió la sonrisa al humano, totalmente enternecido por éste. En todos sus trescientos años, jamas había conocido a nadie que emitiera un aura tan reconfortante. Tampoco se había sentido en la necesidad de proteger y cuidar a un joven así. Estaba muy acostumbrado a la presencia de sus hijos adoptivos, todos habiendo sido transformados y siendo capaces de cuidarse y defenderse por sí solos; pero Killian era distinto. Quitando el hecho de que carecía de la inmortalidad como ellos, la ahogante necesidad de no provocarle sufrimiento tras haber pasado por tanto martillaba la mente de Carlisle todos los días.

El viejo vampiro debía admitir que, inconscientemente y en tan poco tiempo, había desarrollado un fuerte sentimiento paternal hacia el humano.

—Rosalie, si llegas a ir conmigo te presentaré a Alena. Estoy seguro de que te encantará. Es muy buena niña y...

Killian comenzó a contarle a las vampiros sobre aquella tal Alena, dejando a Emmett, Edward y Carlisle mirando el panorama.

—Hablar sobre las personas del orfanato parece hacerle feliz —susurró Edward.

Carlisle asintió de acuerdo.

—Se nota que los quiere mucho.

—¿No será un poco trabajoso el viajar? Por el sol, me refiero.

—Alice seguro encuentra la forma de cubrirse bien. No te preocupes. Lo importante es que el se sienta cómodo con nosotros como para pedirnos favores —dijo el doctor—. No me gustó verlo disculparse tras pedir permiso por algo tan trivial. No sé qué le habrán dicho o hecho en sus anteriores casas de acogida pero aquí no sucederá lo mismo.

—Mamá Carlisle sacando sus garras —molestó Emmett.

—Vuelve a decir eso y te prohíbo entrar en la casa durante un mes.

—¡Grrr!

El doctor negó divertido ante las tonterías del pelinegro.

—¿Habéis terminado? —la voz de Alice resonó en las paredes del comedor. Todos miraron hacia la pequeña vampiro que se encontraba en la puerta junto al perro. Se había cambiado de ropa por una más deportiva para salir a caminar. Ninguno de los presentes se había dado cuenta de que había ido a cambiarse, todos ensimismados en sus propias conversaciones—. Cuanto más tarden, menos tiempo tendremos Killian y yo para ir a pasear.

—Yo he terminado —dijo el humano—. Déjame limpiar esto primero.

Esme detuvo su acción al levantar su mano.

—No te preocupes. Yo lo hago. Será mejor que vayas con Alice ahora, verla enojada no es algo agradable —bromeó la mujer.

—¿Está segura?

—Sí, sí.

—Está bien. Gracias, señora Cullen.

Killian corrió detrás de Alice, quien jugaba con el perro frente a la puerta principal. Ambos salieron de la casa, hablando tranquilamente sobre nada en particular. El clima, a pesar de nublado, era agradable. El adolescente admitía que le gustaba.

—Oye, Alice —llamó.

—¿Hm?

—Nunca me dejan lavar la cocina —mencionó—. Me siento mal, yo también como.

La vampiro carcajeó.

—Eso es porque Esme era la única que limpiaba antes —«O al menos la que lo hacía cuando Bella comía en casa», pensó—. Ahora que estás tú, es una buena oportunidad para aprovechar y que el resto también lave y no lo eviten. Así que tómalo como un pequeño aprovechamiento de ti por parte de Esme para que mis hermanos y yo seamos responsables —bromeó.

—Me van a odiar —bromeó de igual forma.

—Lo dudo. Lo único por lo que te pueden llegar a odiar es por tener unos ojos preciosos.

Killian se ahogó con su propia saliva, tosiendo fuertemente mientras Alice palmeaba su pecho.

—Alice, por favor, no digas esas cosas que me da vergüenza y mi cara se pone roja —se quejó el humano.

La vampiro seguía riéndose divertida.

—¿Seguro que tu rostro se ha puesto rojo por eso y no porque casi te mueres ahogado con tu propia saliva?

—Es por las palabras, sí —aseguró el humano totalmente convencido.

—Está bien, está bien —se rindió—. En fin, será mejor darse prisa. Tenemos que volver antes del almuerzo a menos que quieras morir de inanición.

—Para unas cuantas horas, exageras mucho —rió Killian.

—Créeme, caminar da hambre. Además, Jasper llegará a esa hora.

Killian miró al perro, quien volvía a mover sus orejas con curiosidad ante la mención de su nombre, y sonrió.

—Cierto. El mellizo de Rosalie, ¿verdad?

—Exacto.

—¿Cómo es?

Alice saltó sobre un pequeño tronco y rascó su barbilla, pensativa.

—Bueno... la gente del instituto lo considera raro, pero no podemos basarnos en la opinión de esas personas así que olvida eso. Jasper... a ver... Es bastante callado al principio. Probablemente os cueste comunicaros, más teniendo en cuenta que a ti tampoco se te da muy bien hablar con personas nuevas.

—Lo siento por eso.

—No te disculpes por cosas triviales, tonto. No importa. Oh, puede que lo notes un poco incómodo al principio, siempre es así. Cuando conoció a Bella pasó lo mismo. Así que pido perdón desde ya.

—Tengo curiosidad por conocerlo.

—Bueno, no queda mucho tiempo hasta que se conozcan. Estoy segura de que os llevareis bien una vez que os acostumbréis al otro.

—Si... esperemos que así sea.

—Seguro que así será —Alice aplaudió un par de veces antes de brincar y correr a velocidad humana, animando a Killian—. Venga, vamos, Jasper agarró un palo hace un rato y ha salido corriendo hacia el río.

A Killian no le quedó más opción que comenzar a correr y seguir sus pasos, aún con su mente llena de las palabras de Alice.

Y si, por casualidad, se llevará mal con el Cullen que aún no conocía, ¿qué sucedería con él entonces?

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