008; tarta de manzana
En el interior del bosque, algo alejado del hogar de los Cullen, se hallaba una pequeña cabaña que bien se camuflaba con el entorno. Dentro de ella un vampiro de rubio cabello miraba el techo desde el diván junto a la ventana. Pudo escuchar a lo lejos como dos pares de pies se acercaban a él pero no se molestó en levantarse a recibirlos.
—Vaya, miren quiénes se dignan a parecer —masculló al aire cuando la puerta fue abierta y Emmett y Edward aparecieron por ella.
El lector de mentes miró a su acompañante, recibiendo un encogimiento de hombros.
—¡Jasper, hermano! —exclamó Emmett, dando un paso adelante en un atisbo de abrazar al rubio.
—Ni lo intentes —amenazó.
—Qué mal genio —murmuró el pelinegro.
—¿Mal genio? Las únicas que han venido a verme son Esme y Alice para que cace, luego me vuelven a dejar aquí y me dicen que no salga. Obviamente tendré mal genio.
Jasper se enderezó para encarar al dúo.
—Lo siento por eso —dijo Edward—, nos olvidamos de ti.
—Tampoco hacía falta ser tan sincero...
Edward se movió y caminó hasta sentarse en una silla, enfrentando a sus dos hermanos adoptivos. Jasper se mantuvo en su sitio y Emmett todavía estaba de pie cerca de la puerta. Ninguno de los tres dijo nada durante un buen rato, siendo Edward el único que podía escuchar algo por parte de los otros dos gracias a su don. Jasper estaba notablemente enfadado, y no era para menos si lo habían hecho abandonar su propio hogar de un día para el otro, aún así sabía que era en parte culpa suya por su poco autocontrol. Emmett en sí no pensaba nada, simplemente tenía pensamientos sobre cuándo comenzarían a hablar y que estaba comenzando a aburrirse.
—Encontramos un perro con tu nombre —informó Edward, rompiendo el silencio entre ellos.
El rubio lo miró de reojo y suspiró.
—Qué bien —contestó con un deje de sarcasmo en el tono de su voz—. De ahí el feo olor a perro que tienen encima.
Emmett arrugó sus cejas divertido.
—Sólo admite que estas celoso del perro porque él está en casa y tú no.
—Cállate, Emmett —siseó el ex-soldado.
—No me callaré hasta que los admitas.
—¿Cómo voy a admitir algo que no es verdad?
—Qué buen mentiroso te has vuelto, hermano.
Edward masajeó su sien viendo como el dúo frente a él se peleaba igual que niños de preescolar.
—¿Podéis actuar acorde con vuestra edad por una vez en vuestra vida? —preguntó el lector de mentes.
Tanto Jasper como Emmett se detuvieron al instante, mirándose antes de quedarse quietos y cerrar los ojos, cruzando sus brazos en forma de X sobre sus pechos.
—¿Qué hacéis? —preguntó el cobrizo.
—Actuar acorde a nuestra edad —dijo Emmett.
—Estamos muertos —secundó el rubio.
Edward se negó a decir nada más al respecto, suspirando profundamente y girándose sobre la silla. Al menos habían dejado de pelear.
—Dios... Cambiemos de tema antes de que pierda la poca paciencia que me queda con ustedes.
Emmett se rió.
—Vale, abuelo.
—¿Has podido oler a Killian al salir de caza? —preguntó Edward hacia Jasper.
—Oh, cierto, Killian —masculló Emmett para sí mismo.
Jasper hizo una mueca.
—Sólo un ligero rastro —admitió—, aunque su olor no se hace tan tentador como cuando trajiste a Bella por primera vez. Creo que lo estoy llevando bastante bien gracias a que ya estoy acostumbrado a tener una humana rondando por casa.
—Eso es bueno —Edward pareció pensar algo antes de volver a hablar—. Alice hará una pequeña fiesta para el cumpleaños de Bella este lunes y, muy probablemente, quiera que estemos todos ahí. Creo que sería buena idea que volvieras el sábado, le daremos la noticia a Killian para que no aparezcas de sorpresa —Edward comenzó a murmurar en voz baja—. Quizá podemos traerte alguna prenda de ropa de él para que te acostumbres más de cerca a su aroma, Alice siempre está preocupada por su aspecto y lo ayuda en todo así que no será difícil conseguirlo, además de que no se dará cuenta. El viernes es un buen día para hacerlo mientras Killian está en clase.
—Entonces, podría volver el sábado —dijo Jasper, cortando el murmullo de Edward.
Éste último se giró hacia él y asintió.
—Sí, creo que sí.
—Ya era hora.
—Lo siento si has tenido que venir aquí, pero teníamos que ser precavidos con todo. No esperábamos que Killian no fuera uno de nosotros, sus ojos nos engañaban.
Jasper volvió a recostarse en el diván y asintió con sus ojos cerrados.
—Es igual. Lo entiendo. Serían muchos problemas si Carlisle adoptaba a alguien y éste muriera en menos de veinticuatro horas...
Al otro lado del bosque, en el hogar de los Cullen, un joven humano de rojizos ojos estornudó de repente. Alice lo miró y sonrió.
—No estés demasiado bajo el aire acondicionado, acabas de recuperarte y aún tienes las defensas bajas —recomendó la vampiro.
—Lo siento —contestó el joven mientras rascaba la punta de su nariz.
El resto del día pasó con rapidez. El jueves fue el día más ajetreado para Killian ya que Alice se había empeñado en salir a buscar adornos para decorar el salón y preparar todo para la fiesta de Bella que estaba organizando, y Killian había sido la víctima principal arrastrada junto a ella.
Killian se encontraba de pie dentro de una pequeña tienda de decoración, admirando los distintos adornos extravagantes y sumamente horribles de cumpleaños. Alice merodeaba por los alrededores con una sonrisa en el rostro.
―¿Has encontrado algo que te guste? ―preguntó la vampiro mientras volvía su atención a él.
El joven negó mientras volvía a dejar un enorme cartel de feliz cumpleaños digno para la fiesta de algún niño. Llevaban dos horas buscando algo decente para adornar y darle algo de vida al hogar de los Cullen el día de la "fiesta"―. Quizá Rosalie y Emmett hayan encontrado algo en PortAngeles.
―Seguramente Rosalie nos traerá los adornos más feos diciendo que le sientan bien a Bella ―bromeó Alice.
Killian hizo una mueca.
―Ahora pienso que deberíamos haber ido nosotros dos en su lugar...
―Es broma, es broma. Rosalie no es así... bueno, sí es así pero esperemos que no sea así hoy.
Alice agarró su brazo y lo arrastró fuera de la tienda, no sin antes darle las gracias y despedirse de la dependienta. Killian la imitó antes de que su cuerpo desapareciera del lugar. El aire fresco golpeó su rostro, haciéndolo suspirar gracias a que contrarrestaba el horrible calor sofocante que hacía dentro.
―¿Hay algún lugar más donde buscar? ―preguntó el humano.
―¿Aquí en Forks? No.
El joven suspiró, colocando las manos sobre sus caderas.
―Entonces sólo nos queda esperar por Rosalie.
―Exacto —contestó Alice. Juntó ambas manos, aplaudiendo de repente y sonrió hacia el humano—. Yo ya he comprado el regalo de Bella, pero no sé si quieres obsequiarle algo. Da igual lo que sea, tú lo eliges y yo lo pago.
Killian rascó su nuca algo avergonzado, ¿realmente lucía tan mal económicamente como para que le dijera eso? Tenía que buscar un trabajo cuanto antes para dejar de estar dependiendo del dinero de ellos.
—No sé yo... No me sentiría bien comprando un regalo con el dinero de otra persona. Ya bastante mal me siento al recibir los regalos yo...
—Déjate de tonterías —rió Alice—. Si no te gusta puedes devolverme el dinero en cuanto tengas la oportunidad —dijo sencillamente con un encogimiento de hombros—, pero que sepas que ahora somos familia y en esta familia se comparte, así que no te sientas mal por esto.
—Es que tampoco sabría qué regalarle, nos conocemos hace muy poco.
—Tienes razón —concordó Alice—. Bueno, yo tampoco sabía muy bien qué regalarle y eso que la conozco hace casi ya un año.
—¿Entonces qué le regalaste?
—Lo que yo quise —contestó risueña.
Killian no pudo evitar reír ante la respuesta tan desinteresada como si eso sucediera a diario.
—Bella es algo difícil de leer —continuó hablando Alice mientras caminaban por las calles de Forks con tranquilidad—, te darás cuenta de ello a medida que la conozcas más. Pero es una buena chica y creo que podréis congeniar muy bien. Aunque tú tampoco te quedas atrás, se nota que tenéis personalidades similares.
—No sé si hablas como si eso fuera algo bueno o algo malo.
La vampiro se encogió de hombros.
—Quién sabe. Podrían ser ambas —sonrió.
—¿Puedo preguntarte algo? —Killian habló tras varios minutos en silencio, evitando mirar a la fémina a los ojos y teniendo la mirada clavado en el camino.
—Por supuesto.
—Cuando salíamos escuché a Esme decir que era raro no tener a Bella en la casa todo el tiempo —mencionó—. ¿Dejó de venir por mi?
Alice lo miró con una sonrisa, más el joven humano aún se negaba a devolverle la mirada, completamente avergonzado ante esa pregunta.
—Sí —respondió Alice sin tapujos. Los hombros de Killian bajaron ligeramente, gesto casi imperceptible para el ojo humano—, pero lo hizo por ti. Bella pensó que sería un problema si ella estaba incordiando en casa todo el tiempo como solía hacer, más cuando hay un residente nuevo que no sabe con lo que se encontrará. Tanto Edward como Carlisle y Bella acordaron que lo mejor sería que dejara de venir durante algunas semanas hasta que te acostumbraras al ambiente familiar o hasta que la conocieras en el instituto como personas normales.
En parte lo que decía Alice no era mentira, simplemente la realidad estaba ligeramente cambiada para evitar decirle que temían que acabara con la vida de Bella en caso de que fuera un vampiro, aunque tras descubrir que era un humano sus pensamientos sí concordaban con las palabras que salían de su boca.
—Oh..., realmente sí es buena chica.
Alice asintió.
—Te lo dije.
Killian iba a volver a hablar cuando Alice exclamó antes de comenzar a correr en dirección recta, deteniéndose frente a la gran vidriera de una pequeña tienda. El humano tuvo que aligerar su paso para alcanzarla, viendo cómo la fémina admiraba las pequeñas joyas artesanales detrás del vidrio.
—¡Mira, Killian! Creo que podemos encontrar algo aquí —dijo con rapidez mientras tomaba su muñeca y ambos entraban en el local.
El humano tembló ante la frialdad del toque, agarrando la mano con ambas suyas y ahuecándolas.
—Tienes las manos muy frías, Alice —mencionó preocupado el joven.
La vampiro pareció congelarse durante un instante, habiéndose olvidado que no llevaba puesto sus guantes para evitar el contacto piel con piel.
—Ah, eso. Soy anémica —inventó.
—¿El señor Cullen lo sabe? Deberías tener cuidado, están demasiado frías —preguntó preocupado.
A Alice la rodeó una cálida sensación de ternura que la hizo sonreír mientras asentía.
—Sí, lo sabe. También he empezado con la medicación así que no debes preocuparte —la vampiro tuvo que mentir un poco para salir del aprieto.
—Oh, está bien entonces —Killian bajó la mirada hacia sus manos, las cuales aún sostenían la pálida mano de Alice y las retiró de golpe, sintiendo como sus orejas se calentaban ante la vergüenza de su atrevimiento—. Lo siento mucho.
Alice parecía que iba a desmayarse ante la ternura que le causaba el humano. Quería abrazarlo y cuidarlo.
—No te preocupes, tonto —contestó de forma cariñosa y con una risueña expresión—. Vamos dentro, encontremos algo para Bella.
Killian asintió mientras seguía a la fémina en el interior de la tienda. Había muchísimas cosas que ver, tanto adornos como accesorios, todos llamaban la atención de Killian. Se notaban que eran hechos a mano, cada uno teniendo su propia particularidad y mostrando que hacerlos había llevado su tiempo. El humano estaba fascinado ante las cosas que tenía delante, sus ojos brillando a cada cosa que tomaba entre sus manos y admiraba.
—¿Has encontrado algo? —preguntó Alice detrás de él.
—He encontrado muchas cosas —confesó—. Es difícil elegir.
—Entonces llévalos todo —respondió casual.
—¿Qué? No.
—¿Por qué no?
—Porque quiero devolverte algún día el dinero y no morir teniendo deudas —masculló.
Alice levantó ambas manos en señal de rendición y dejó al humano solo otra vez.
Killian volvió a mirar el lugar en el que estaba de arriba a abajo, también las pulseras en sus manos y suspiró antes de dejarlas en sus respectivos lugares con cuidado de no romper nada. No fue hasta que se dio la vuelta que un pequeño reflejo llamó su atención. Killian se dio la vuelta y se acercó al objeto, sonriendo antes de girarse hacia Alice y elevarlo.
—¡Encontré uno!
Para cuando el dúo volvió al hogar de los Cullen, tanto Alice como Killian estaban de muy buen humor. Aparcando el vehículo y saliendo de éste con las bolsas de compras en sus manos, se adentraron en la casa y pronto fueron recibidos por las voces de Esme y el resto.
—¡Hemos traído comida! —avisó Alice cuando entró en la cocina.
—¿Cómo ha ido el día? —preguntó Esme mientras se acercaba a Killian para quitar las pesadas bolsas de sus manos y colocarlas en la isla.
—Bien. Killian ha encontrado un regalo para Bella —dijo Alice sonriente.
—¿En serio? Eso es bueno, estoy segura de que le encantará.
—Rosalie, ¿habéis encontrado algún adorno?
La rubia vampiro señaló la gran bolsa de cartón encima de la mesa sin mucho interés.
—Traje lo menos horrible que encontré —contestó—. Deberías agradecerme —Killian rió levemente, llamando la atención de Rosalie. Al ver su rostro, su actitud cambió por completo—. ¡Killian!, ¿tienes hambre? He vuelto a hacer tarta de manzana para ti.
El humano sonrió mostrando sus dientes.
—No hacía falta que te molestaras —le dijo a la rubia vampiro.
—Tonterías. Si lo hago es porque quiero —respondió ella mientras se acercaba a él—. Ve a sentarte en el sillón que ahora te llevo un trozo para que lo pruebes.
—Realmente intentas envenenar al pobre chico —se entrometió Edward.
Rosalie giró su cabeza de forma escalofriante hacia el portador de la voz.
—La próxima vez que cuestiones mis artes culinarias, te arrancaré la cabeza y la utilizaré como lámpara de techo.
—Artes culinarias —se volvió a mofar el vampiro.
Killian miró la pequeña disputa y ladeó la cabeza.
—Los postres de Rosalie saben mejor que los de una pastelería —defendió el humano—. Son muy buenos.
—¡Ha! —chilló Rosalie victoriosa.
—¿Te ha pagado para que digas eso? —preguntó el lector de mentes. Killian negó—. ¿En serio?
Carlisle entró en la cocina y observó que todos estaban reunidos en la cocina.
—Qué bien que estén todos aquí —dijo como saludo. Jasper entró en la cocina y se colocó junto a Killian, dando un pequeño ladrido para avisar que él también estaba ahí—. Bueno, ahora sí están todos. Quería hablaros de Jasper... no el perro, el de verdad. El humano.
Emmett se abstuvo a bromear acerca de las palabras utilizadas.
—Tu otro hijo, ¿verdad? —preguntó Killian.
—Ese mismo. He hablado con él y volverá el sábado por la mañana. Por fin podremos presentaros formalmente —dijo el doctor en dirección a Killian.
Killian asintió sin nada más que decir.
—Entonces eso significa que ya ha solucionado todo los inconvenientes que tenía —dijo Esme mientras miraba a su esposo.
—Sí. Técnicamente ya está todo solucionado.
Mientras el matrimonio hablaba, Rosalie volvió a mandar a Killian al salón mientras ella se apresuraba a cortar un trozo de la tarta de manzana que había preparado para él. El humano salió de la cocina para dirigirse al salón, tomando asiento en el sillón. Jasper se apresuró a colocarse a su lado, apoyando el hocico en su muslo izquierdo mientras lo miraba desde abajo con ojos juguetones. Killian sonrió, estirando su mano para acariciar la cabeza del animal. A Killian siempre le habían agradado los perros, eran de sus animales favoritos pero, lamentablemente, había sido muy complicado para él poder ser dueño de uno, más aún cuando no tenía un hogar fijo en el que poder criarlo sin tener que ir y venir con el pobre animal a rastras. Se podría decir que tener un perro como mascota siempre había sido el sueño frustrado de Killian. Y aunque sí había llegado a convivir con familias que sí tenían perros, rara vez se le había permitido estar cerca de ellos, por lo que el entusiasmo que sintió al conocer a la mascota de los Cullen, Jasper, fue bastante grande.
—Aquí tienes —dijo Rosalie, apareciendo con un plato en sus manos.
Killian murmuró un pequeño "gracias" mientras que dejaba de acariciar al animal y tomaba el plato. Jasper comenzó a gimotear, totalmente disconforme con la repentina falta de atención justo cuando comenzaba a quedarse dormido gracias a los mimos del humano.
—Se nota que le agradas —comentó Carlisle regresando al salón.
—Es un perro muy bueno —respondió Killian, liberando una de sus manos del plato para acariciar al animal nuevamente—. ¿Cuántos años tiene?
La sonrisa de Carlisle se congeló, más nunca abandonó su rostro.
¿Cuántos años tenía el perro? Ni siquiera él lo sabía. Si le había mencionado una edad cualquier a Killian sobre el animal, él no la recordaba.
—Es un perro rescatado, ni siquiera en la protectora sabían qué edad tiene. Puede que ronde los cuatro o cinco —Carlisle suspiró tranquilo ante las palabras de Rosalie, quién parecía pensar mucho más rápido que el resto de los habitantes de la casa.
Killian apartó el plato, dejándolo sobre el sillón y tomó la cabeza del perro entre sus manos mientras lo movía de forma cariñosa, lenta, acercándolo a su rostro y tocando su nariz con la fría y húmeda del perro.
—Todavía eres chiquitito —murmuró con la voz ligeramente algo más aguda. El animal estiró su lengua y la pasó por la mejilla del humano, causando que éste riera divertido.
La imagen que se mostró frente a ellos fue sumamente tierna, tan tierna que consiguió enternecer incluso al joven lector de mentes que acababa de entrar a la estancia con el resto de su familia. Era una imagen que jamás hubieran esperado ver teniendo en cuenta que nunca pensaron en tener una mascota, mucho menos un perro. Sin embargo, el cambio y la nueva presencia animal no les molestaba, y todo gracias a Killian. Sí que la situación podía ser algo extraña tras tantos años viviendo como si no fueran humanos pero no era incómodo para nada, y creían que aquello se debía a la buena presencia que Killian transmitía. Rosalie y Esme podrían ser la que más afectadas (hablando positivamente) resultaban ante tales escenas a lo largo de la corta convivencia que llevaban. La forma en la que Killian actuaba, se relacionaba o trataba a resto: tan respetuoso, cuidadoso y amable, era la forma en la que ambas hubieran imaginado que sus hijos serían. Y eso, en parte, les dejaba un ligero sabor agridulce. ¿Por qué habían sido tan malos con un joven tan bueno? Eran pocas las veces que podrías encontrar a un adolescente cuyo comportamiento fuera tan poco problemático, y aún así aquellos humanos no lo apreciaban sólo por el simple hecho de que sus ojos no lucían como los del resto. A Rosalie le hubiera gustado saber antes sobre Killian, y aunque aquello hubiera podido poner en peligro su secreto, no hubiera dejado que el humano siguiera pasando por aquellas experiencias traumáticas.
—¡Hablas del perro como si tú no fueras un enano! —exclamó Emmett burlesco mientras caminaba en su dirección, luciendo sus dos metros de altura.
—Deja al pobre en paz, no es su culpa que tú tengas la misma altura que un armario —defendió Alice al humano con su metro cuarenta y siete.
Emmett se carcajeó mientras se sentaba junto a Killian. El humano no tuvo tiempo a advertirle que no se sentara ahí cuando el vampiro ya había comenzado a mascullar insultos al sentir algo blanco en su trasero.
—¡¿Qué demonios es esto?! —exclamó con una mueca de asco al volver a ponerse de pie.
—Mi comida —dijo Killian con un tono apagado cuando vio el trozo de tarta de manzana pegado en los pantalones de Emmett.
Las risas volaron por la estancia, Edward y Alice burlándose de Emmett mientras Rosalie lo reprendía por no prestar atención y recogía el plato para sustituirlo por uno nuevo. El perro se apresuró a acercarse al pantalón del vampiro y lamió la zona donde aún había restos de manzana. Killian no pudo evitar unirse a las risas cuando esto pasó, intentando fallidamente alejar a Jasper mientras que Emmett se quejaba y maldecía al perro que aún intentaba morder su trasero para comerse los restos de tarta.
—Eso te pasa por medir dos metros —se burló Alice mientras seguía riendo al ver como Emmett corría alrededor de toda la estancia con el perro detrás de sí.
—¡¿Qué tenía que ver?!
El grito del vampiro se perdió en el aire cuando salió por la puerta en dirección al patio, pasando junto a Rosalie que venía con un nuevo plato para el humano. La rubia negó con la cabeza al ver a su pareja comportarse como un niño.
—Cierren la puerta con llave y lo dejan fuera toda la noche —animó.
—¡Te escuché! —la fuerte voz de Emmett se escuchó desde fuera.
Luego, un grito agudo por parte del mismo... y es que el perro le había mordido los pantalones.
La familia rió divertida, no estando acostumbrados a situaciones tan normales como aquellas pero creyendo que no estaría mal acostumbrarse a ellas.
Mientras, Killian aceptaba el nuevo plato de Rosalie y volvía a su lugar para comer con tranquilidad, disfrutando del buen ambiente mientras todos observaban a Emmett corretear en el exterior seguido por un rubio perro juguetón que sólo ansiaba un poco de tarta de manzana.
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