006; el nuevo cullen
Esme entró en la habitación de Killian alrededor de las nueve y media de la noche con una bandeja con sopa de pollo en las manos. El humano seguía en la misma posición en la que Carlisle lo había dejado, sin embargo, ahora temblaba un poco y murmuraba cosas ininteligibles mientras se quejaba. La vampiro se acercó a él y dejó la bandeja de comida encima de la mesita de noche, y se sentó al borde de la cama para quitar la compresa fría de la frente de Killian. Su temperatura seguía alta pero nada en comparación con horas atrás, cosa que alivió a Esme.
—Killian —murmuró la mujer—. Killian, despierta. Debes comer algo para poder tomar la medicación.
El adolescente se revolvió un poco en la cama antes de abrir los ojos lentamente. Killian hizo una mueca con sus labios antes de enderezarse.
—Sí —respondió en voz baja. Más sus ojos habían vuelto a cerrarse y daba pequeños cabezazos.
Esme sonrió con ternura.
—¿Cómo te encuentras?
—Mejor —respondió somnoliento.
—Eso es bueno —dijo ella—. Te he traído sopa y una medicación que ha dejado Carlisle para ti. Ha tenido que salir a una emergencia pero vendrá a verte en cuanto vuelva, ¿de acuerdo?
—Hm-mhm, sí, señora Cullen.
La fémina lo ayudó a sentarse correctamente y lo tapó lo más que pudo, dejando sus brazos expuestos. Killian pestañeaba para intentar abrir sus ojos, pero la luz le resultaba algo molesta.
—¿Puedes solo o te ayudo?
—Puedo solo. Gracias —dijo el menor con una pequeña sonrisa de agradecimiento por la oferta. Killian vio como Esme le colocaba la bandeja encima de sus piernas—. Muchas gracias.
—Intenta comer lo más que puedas, ¿si? La sopa te hará bien. Y toma la medicación con el zumo de naranja, ayudará a que se disuelva más rápido y haga efecto antes.
—Está bien. Gracias.
Killina hizo lo dicho por Esme. Luego de eso, Carlisle vino a verlo en mitad de la noche, cuando Killian estaba tan dormido que movía su nariz inconscientemente.
A Killian le tomó un par de días recuperarse completamente. Durante esos días todos se aseguraban de no hacer ruidos fuertes que pudieran molestarlo y preparaban el desayuno para él. Y, a decir verdad, eso hacía sentir un poco mal al humano, ¿por qué estaban haciendo tantas cosas por él sabiendo que luego nada sería suficiente como para agradecerles? Edward fue el primero en darse cuenta de sus pensamientos, obligando a todos a detenerse una noche y reunir a la familia en el salón.
—Lo estamos agobiando —explicó—. No está acostumbrado a tanto cariño y atención, y lo único que conseguiremos si seguimos así es que el chico colapse mentalmente.
Tras la pequeña explicación de Edward, las cosas se calmaron notablemente y Killian lo agradeció internamente.
Era un miércoles cuando Killian por fin pudo ponerse en pie, su salud había mejorado notablemente y se sentía más sano que nunca. Su alarma aún no había sonado y el Sol tampoco había salido pero él necesitaba levantarse de aquella cama, airear la habitación y asearse con tiempo para estar listo y presentable tras los últimos días en los que lucía como un muerto viviente. Hoy sería el primer día de clases y, para serse sincero, Killian estaba algo asustado. Para él, los lugares nuevos siempre habían guiado a una experiencia mala y aunque esta vez las cosas estuvieran yendo relativamente bien al principio, no quería hacerse ilusiones. Rosalie había aparecido la noche anterior en su habitación para mostrarle todas las cosas que le habían comprado para el comienzo de clase (y que Killian creía que no eran necesarias); un conjunto de ropa nueva para que estrenara por parte de Alice, apuntes de años anteriores de Rosalie por si los necesitaba para estudiar y los materiales que habían ido a comprar juntos. La rubia vampiro se encargó de explicarle tanto como pudo cómo era el instituto de Forks, las personas que había conocido y los profesores que había. Y, de esa forma, sus nervios se habían apaciguado un poco.
Killian se duchó, se afeitó y acomodó como pudo su cabello (el cual parecía descontrolado tras tantos días). Se vistió con la ropa que Alice había elegido: una camisa de franela azul oscuro, una chaqueta de algodón gris y unos vaqueros. Agarró el perfume que descansaba en la repisa del baño y lo echó en su cuello, detrás de las orejas y pecho. Se miró en el espejo un par de veces y asintió satisfecho ante la imagen que veía.
Killian salió de su habitación cuando el sol comenzaba a salir. Únicamente escuchó la voz de Edward, Alice y Carlisle en la planta baja. El humano caminó hacia la cocina y vio a los tres mencionados sentados alrededor de la isla mientras charlaban tranquilamente.
Edward fue el primero en notarlo.
—Buenos días, ¿listo para hoy? —preguntó el vampiro.
«No.»
—Sí —contestó en voz alta—, creo.
—¿Cómo te encuentras? —preguntó Carlisle.
—Mucho mejor. Gracias por cuidarme, señor Cullen.
Edward tosió disimuladamente para no reírse.
—¿Oh? Edward, ¿tú también estás enfermo? Quizá a ti también te haga falta una inyección —fue la respuesta de Carlisle ante su tos.
—No —respondió éste deprisa—. Estoy perfectamente.
Carlisle negó con la cabeza antes de volver a dirigirse hacia Killian.
—No ha sido nada. Es lo mínimo que podíamos haber hecho por ti —dijo el doctor con una sonrisa.
Alice correteó por la cocina mientras servía café en una taza y volvía a correr para dejarla frente a Killian.
—Aquí tienes, Killian —dijo la fémina.
—Gracias, Alice.
El joven bebió su café con tranquilidad, sin alertarse o apurarse ya que los dos adolescentes que irían con él al instituto aún no se movían para irse. Edward terminó el último bocado de la tostada que comía y se puso en pie.
—Iré a buscar a Bella —informó—. ¿Vais juntos?
—Sí —dijo Alice—. Killian, ¿conduces tú?
El joven levantó la mirada de la mesa con la tostada aún en su boca y miró a los presentes. Asintió rápidamente antes de tomar la tostada con la mano y masticar el bocado que había dado.
—Sí, yo puedo conducir.
—Arreglado, entonces —exclamó Alice.
—Ya que tienen todo arreglado, yo me voy yendo. Aún debo pasar por la comisaría para entregar el reporte del último caso —dijo Carlisle mientras caminaba hasta la puerta—. Tened un buen día. Y mucha suerte, Killian.
—Gracias, señor Cullen.
—Ten un buen día tú también —dijo Alice como despedida.
El rubio vampiro salió por la puerta y pronto quedaron los tres adolescentes.
—Yo también me voy. Nos vemos luego en clase.
Edward salió por el mismo camino que Carlisle y Alice quedó a solas con el humano.
—¿Seguro que estás completamente recuperado? —preguntó ella.
Killian movió su cabeza de arriba a abajo de forma afirmativa.
—Sí, sí, mira —dijo para luego ponerse de pie y girar sobre su propio eje para mostrarle que estaba perfectamente.
Alice rió divertida.
—De acuerdo, sí, estás bien —contestó entre risas.
La fémina sonrió ampliamente mientras terminaba de beber su café. Killian imitó su acción y terminó de desayunar por igual. Le informó a Alice que subiría un instante a lavarse los dientes y tomar su mochila y, tras la afirmación de la vidente, subió los escalones de dos en dos. Killian se lavó los dientes y se apresuró a tomar su mochila con rapidez para no hacer esperar a Alice. Cuando regresó a la planta baja, Alice lo esperaba con unas llaves en la mano, su bolso y una sonrisa en el rostro.
—¿Listo? —preguntó ella.
—Sí.
—Bien, vamos.
Alice caminó hacia el exterior de la casa seguida por Killian. El humano exclamó en silencio cuando vio el vehículo negro que estaba aparcado fuera, uno de los coches que había visto el día anterior.
—¿Te gusta? —preguntó la vampiro.
Él no dudó en asentir.
—Mucho.
—Pues Carlisle ha dicho que es todo tuyo —dijo ella—, que necesitarás un vehículo para desplazarte por el pueblo y que cree que éste se adhiere a tu forma de ser.
—Yo... pero...
—Toma —canturreó Alice mientras levaba las llaves y las movía frente al rostro de Killian.
El varón las agarró y sonrió entusiasta.
—¿Vamos ya? —preguntó, entusiasmado.
—A menos que quieras llegar tarde...
Killian se apresuró a sentarse en el asiento del conductor y Alice lo siguió por el lado contrario. El humano no pudo evitar sorprenderse aún más cuando vio el interior: olía y se veía como si lo hubieran comprado para tener de adorno en el garaje. El tapizado, el ligero olor del aromatizador y el brillo que relucía lo hicieron creer que era mentira, que todo aquello era alguna especie de alucinación. Tenía que ser mentira, sino, ¿por qué alguien como Killian tendría cosas tan buenas? Que le prestaran un coche, que le compraran cosas, cariño, la oportunidad de tener una familia... Sentía como si no se mereciera aquello.
La voz de Alice llamó su atención y Killian se vio obligado a salir de su ensimismamiento para arrancar el motor del vehículo y comenzar a conducir.
Tenía que admitir que el camino para salir del hogar de los Cullen era bastante enrevesado, era como un laberinto; árboles, arbustos y una cantidad considerada de vegetación que te dificultaba la visión del camino. Alice tuvo que indicarle cómo salir sin tener ningún percance. Cuando estuvieron en una carretera como a las que Killian estaba acostumbrado, éste se desenvolvió y aceleró mientras se relajaba al volante. Siempre le había encantado conducir a grandes velocidades, pero los vehículos que poseían las trabajadoras del orfanato no estaban hechos para la velocidad.
Condujo durante un buen rato, escuchando como Alice hablaba sobre lo entusiasmada que estaba por empezar su último año; también hablaba sobre lo que haría para la graduación y Killian se preguntó cómo era que ya estaba planeando las cosas si ni siquiera llevaban un día de clases. Más nunca la interrumpió y dejó que hablara y hablara tanto como quisiera.
Killian se guió por los carteles, y luego se guió por la cantidad de coches que conducían en la misma dirección que él. Siguió a la larga fila de coches hasta un edificio se hallaba junto a la carretera. No tenía demasiado aspecto a institución,sólo había un cartel que indicaba que se trataba del instituto de Forks. El edificio se parecía aun conjunto de esas casas de intercambio en época de vacaciones construidas con ladrillos decolor granate. Había tantos árboles y arbustos que a primera vista no podía verse en sutotalidad.
—¡Detente ahí! —exclamó Alice de golpe, asustando al humano y casi provocando que soltara el volante del susto. Killian hizo lo indicado y aparcó frente a un edificio más pequeño cuyo cartel informaba que era la oficina principal—. Quédate aquí, iré a por tu horario, ¿o quieres ir tú? Está lloviznando y como estuviste enfermo no quiero que estés muy expuesto. Además, Carlisle ha dicho que si no te cuido me echa de casa —bromeó.
Aquella broma fue lo suficiente como para hacer reír a Killian.
—Está bien, me quedaré aquí —dijo sonriendo un poco.
Killian quiso acomodarse un poco para intentar calmar su acelerado corazón pero Alice tardó menos de cinco minutos en volver a aparecer, con el horario y un plano del instituto entre sus manos, y toda calma que hubiera conseguido en ese intervalo, desapareció.
—Tenemos tres clases juntos, y las otras tres las tienes con Edward —informó—. Eso es bueno, podremos ayudarte si te pierdes o necesitas algo. Ahora, venga, incorpórate a la carretera y vayamos al otro lado a ver si podemos encontrar a Edward y así presentarte a Bella.
El humano no lucía muy convencido con las presentaciones, sin embargo no dijo nada e hizo lo dicho por la vampiro: se reincorporó a la carretera y a la fila de coches.
El aparcamiento parecía estar abarrotado de estudiantes, nada similar a anteriores primeros días de curso en los que los alumnos se esparcían por la cafetería o alrededores, no, éste año parecían haberse reunido todos a pesar de la llovizna en el aparcamiento como si hubiera algún nuevo espectáculo. Y es que sí lo había, Killian era el nuevo espectáculo; el nuevo alumno, el nuevo habitante de Forks, el nuevo Cullen, y aunque su apellido aún no fuera ese, no se había podido ocultar que fue adoptado por el doctor Cullen y su esposa. Esa, sin duda, era una de las cosas malas de los pueblos pequeños. Killian llegó hasta un estacionamiento libre, justo al lado del Volvo plateado de Edward que Alice había señalado. Apagó el motor del coche cuando se aseguró que estaba bien colocado y suspiró profundamente.
—¿Estás bien? —Killian miró de reojo a Alice y asintió—. Sabes que conmigo no tienes que fingir estar bien, ¿lo sabes, no? Luces nervioso.
El humano volvió a asentir.
—Estoy nervioso —confesó—. ¿Por qué están todos mirando hacia aquí? Ni siquiera hemos salido del coche.
—Rosalie te explicó ayer que esto sucedería. Es lo malo de Forks, bueno, es lo malo de cualquier pueblo pequeño... Tan sólo no pienses en ello. En un par de días se olvidarán de tu presencia. A todos nos pasó. Además, ahora llevas un coche incluso más moderno que el de Edward, puedo ver desde aquí como la mitad de los chicos babean mirándolo.
—No me gusta ser el centro de atención.
Alice rió.
—Vaya, hablas igual que la novia de Edward —señaló ella—. De acuerdo, venga, entremos. Seguro nos esperan dentro.
Killian asintió mientras veía a su acompañante bajarse del vehículo. Tomó su mochila y agarró las llaves del coche y salió de éste, lo cerró y dio la vuelta para colocarse junto a Alice. La vampiro lo miró sonriente, intentando silenciosamente darle ánimos. Killian intentó sonreír pero lo único que logro fue una mueca.
Ambos comenzaron a caminar a través del aparcamiento, y Killian pudo sentir como las miradas curiosas se hacían más y más obvias, sobre todo cuando había personas que se giraban de golpe para observarlo cuando pasaba por al lado. Killian pensó que no habría nada peor que las miradas indiscretas, pero se equivocaba. En cuanto elevó la cabeza para observar el instituto desde fuera y su amplia vegetación, varios alumnos que por allí pasaban a curiosear sobre él vieron su rostro, específicamente sus ojos, exclamando al ver el llamativo color de sus estos y comenzando a murmurar entre ellos sin vergüenza alguna al tenerlo a él en frente.
Alice escuchó cómo el corazón de Killian comenzaba a acelerarse y su rostro cambió por completo en un instante. A pesar de que Killian no podía escucharlos, ella sí y lo que decían no era ni mucho menos agradable. La vampiro tomó el brazo del humano y lo hizo caminar más rápido para buscar a Edward. No quería y no dejaría que nadie arruinara el primer día de clase de Killian, y si tenía que pelearse con medio Forks, así lo haría.
Mientras tanto, Killian sólo se dejaba arrastrar. No había escuchado lo que murmuraban pero se lo podía imaginar. Un nudo se formó en su garganta y quiso volver al hogar de los Cullen para ocultarse debajo de las sábanas de su habitación. Había olvidado por un instante la condición de sus ojos por estar tan centrado en las cosas buenas que le habían sucedido en los últimos cuatro días. No era la primera vez que esto sucedía, y a pesar de que a esas alturas debería estar acostumbrado, la realidad era que no lo estaba y siempre terminaba sintiéndose mal. Quizá el instituto no había sido tan buena idea.
Killian volvió en sí cuando Alice giró en una esquina y ambos divisaron a Edward en mitad del pasillo junto a una joven de achocolatado cabello.
—Alice, suéltame, estoy bien —dijo el humano cuando el agarre en su antebrazo se hizo algo más fuerte y comenzó a doler.
—Debes ignorarlos, no hacerles caso, son todos unos... unos... ¡unos tontos! —exclamó frustrada por no querer soltar alguna otra palabra.
—¿Qué pasó? —preguntó Edward cuando Alice y Killian llegaron a su lado.
«Están diciendo cosas horribles de Killian y no llevamos ni diez minutos en el instituto. ¿Sabes la impotencia de no poder decirles nada?» pensó Alice para Edward.
—La gente es muy maleducada —fue lo que dijo ella en voz alta.
—Alice, te he dicho que está bien —aseguró Killian, sin embargo el brillo de sus ojos era tan notable que les indicó (incluso a Bella) que el joven no estaba bien.
—Uhm —masculló Alice mientras miraba hacia el pasillo por el que habían venido con recelo.
Edward negó con la cabeza e intentó cambiar el tema para agilizar el ambiente.
—Oh, Killian —llamó al joven. Éste lo miró esperando que continuara. Edward señaló a la adolescente junto a él—. Ella es Bella, mi novia.
Las pálidas mejillas de Bella adoptaron un tono rojizo claro, incluso su cuello estaba ligeramente rojo. Miró a Killian con una mueca incómoda y levantó su mano un poco para saludarlo.
—Hola, Killian. Edward me ha hablado mucho de ti desde que te mudaste con ellos —dijo.
El ambiente era algo extraño, presentar a dos personas con un nivel de actividad social bajo cuando no se encontraban entre personas de confianza era bastante complicado. Y allí estaba la prueba.
—Hola, Bella —murmuró el varón de vuelta.
Alice y Edward se miraron con incomodidad al ver que ambos se miraban de reojo y no sabían qué decir. «¿Hacemos algo?», pensó Alice. Edward negó con la cabeza. «Esto es incómodo», esta vez, Edward asintió.
Edward estaba simplemente esperando que el timbre sonara y así poder irse en lugar de estar parados en mitad del pasillo sin hacer nada y mirándose como cuando adoptas un nuevo cachorro y debes hacer la presentación con tu antiguo perro. Sin embargo, no se esperó escuchar la voz de Bella otra vez.
—Me gustan mucho tus ojos.
Tanto la vidente como el lector de mentes miraron al joven humano de ojos rojos para ver su reacción, y se sorprendieron al verlo sonreír con sinceridad.
—Es la segunda vez en toda mi vida que me dicen eso sin mentirme a la cara —dijo sin quitar su sonrisa, una sonrisa que contagió a Bella—. Gracias, Bella.
—¿Tenemos alguna clase juntos? —preguntó Edward cuando el timbre que indicaba el comienzo de las clases sonó.
—Killian tiene ciencias políticas, inglés y cálculo conmigo las tres primeras horas —dijo Alice—, y luego tiene gimnasia, biología y español contigo.
—Tres y tres, entonces.
—Sí.
—Oh, entonces estamos en la misma clase de biología —puntualizó Bella.
—¿En serio? —preguntó el humano.
—¡Sí! Edward y yo llevamos en la misma clase desde el año pasado así que también nos veremos.
Alice no pudo evitar su sorpresa al ver la cantidad de palabras que la humana había soltado por la boca; de alguna manera, Killian había conseguido que se sintiera cómoda en su presencia y hablara con naturalidad. Por su parte, Killian no podía decir lo mismo, aún se mantenía algo callado y evitaba mirar directamente a los ojos de ninguno de los tres. Quizá porque aún se estaba adaptando tanto a su nuevo hogar, como a ellos, como al ambiente.
—Bueno, creo que deberíamos ir yéndonos —dijo Alice— o llegaremos tarde.
—Cierto —secundó Edward—. Iré a buscarte cuando la tercera hora termine así te enseño dónde está el gimnasio.
Killian se limitó a asentir mientras se despedía rápidamente de Bella con la mano y comenzaba a seguir a Alice. La fémina caminaba cómodamente por los pasillos mientras iba señalando dónde estaba cada cosa o qué significaban algunos adornos en las paredes. Había dibujos y trabajos bien realizados sobre leyendas, festividades o cualquier tontería que se le hubiera al profesor en su momento, pero Killian no podía evitar mirar con admiración aquellos trabajos, y es que en las instituciones a las que asistió con anterioridad nunca habían hecho cosas similares.
Alice miró al humano que estaba a su lado de reojo, con una pequeña sonrisa plasmada en su rostro al ver sus ojos brillar curiosos. Parecía que se había olvidado del encuentro de antes. La vampiro se alegraba que no tuviera el tema metido en la cabeza, aunque sabía que pronto lo volverían a sacar a la luz. Los ojos de Killian eran un rasgo de él que llamaban la atención, y aunque tenía varias cualidades buenas que Alice había descubierto (además de las que aún no había podido ver) en los últimos cinco días desde que había llegado, sabía que la gente no se iba a detener para verlas y se centraría directamente en el color de sus ojos, porque así era la gente y dudaba mucho que cambiaran de un día para el otro. Killian era respetuoso, analizaba las situaciones y sabía cuándo no debía hablar o comentar algo, tenía en cuenta lo que le importaba a los demás, y arriesgaba su salud con tal de contentar al resto; Killian era un buen chico, podría decirse que incluso de los mejores adolescentes que jamás haya tenido el placer de conocer, pero eso no le importaba al resto porque esas cosas no se veían a simple vista, pero su aspecto sí.
Alice los guió camino al edificio 6, en donde el señor Jefferson impartía la clase de ciencias políticas. Al entrar en la clase, la mayoría de lugares estaban ocupados y los únicos libres que le permitirían al dúo sentarse juntos eran en una mesa en la tercera fila, cerca de la puerta.
Killian siguió a Alice hasta esos dos asientos. La fémina lo dejó pasar primero, pensando que preferiría sentarse en la zona que estuviera menos a la vista. Y tenía razón.
Él agradeció en un susurró.
A pesar de centrarse en el pupitre frente a él y en la joven que le daba palabras de ánimo, Killian aún podía sentir las miradas clavadas en su espalda; tampoco ayudaban los cuatro alumnos sentados frente a él que se giraban cada dos segundos en un intento fallido de disimulo para verle el rostro. Se sentía como un animal de feria. Era muy incómodo. Tuvo un pequeño atisbo de esperanza de ser ignorado cuando el profesor Jefferson entró por la puerta. Recordaba que Rosalie le había hablado de él: hombre retacón, medio calvo y canoso que siempre llevaba camisa y una horrible corbata de colores. Killian suspiró aliviado por un instante, pero vio el mismo rostro curioso que tenían los alumnos al verlo y su ánimo se vino abajo.
No había falta tener el don de Jasper para darse cuenta de cuán incómodo se sentía Killian, y Alice lo sabía.
—Buenos días —comenzó a hablar el profesor—. Veo que ninguna cara ha cambiado salvo una. Para presentarme para quien no me conozca, soy el profesor Jefferson o señor Jefferson, como se prefiera y seré vuestro profesor de ciencias políticas durante vuestro último año. Bien, primeramente pasemos lista para comprobar que estén todos. Colleen Andrews.
—Presente —gritó el chico sentado justo frente a él que no había dejado de girarse para mirarlo.
—Sarah Anderson.
—Presente.
—Irina Balley.
—Nicole Casey.
—Aquí.
—Alice Cullen.
—Presente —dijo la joven a su lado. Ella lo miró y sonrió.
—Killian Cullen.
Aquel nombre desconocido fue la señal perfecta para que todos los ojos curiosos se giraran hacia él sin vergüenza alguna, sin embargo, Killian estaba sorprendido por no haber escuchado el apellido Keys. Un suave murmullo comenzó al ver que éste se mantenía callado, y pronto comenzó a elevarse el volumen de sonido.
—¿Killian Cullen? —preguntó el profesor como si no supiera quién era.
—Aquí —dijo el joven humano, intentando que su voz no fallara al hablar en voz alta.
En el rostro del profesor Jefferson se pudo ver como éste tenía muchas preguntas pero se limitó a callarse y seguir pasando lista.
—Tyler Crowley.
—Aquí.
Killian miró a Alice, ésta lo miraba de vuelta con una sonrisa inocente.
—¿Cullen? —preguntó el joven algo sorprendido.
—Bueno, Carlisle pensó que sería mucha molestia matricularte y luego volver a cambiar tus apellidos un par de días después del comienzo de clase —dijo Alice en un susurró para no interrumpir—, y como siempre tuvo pensado que formaras parte de la familia desde que te vio pues no lo pensó dos veces. Habló con administración sobre la situación y ellos aceptaron. Ahora lo único que falta es que ustedes dos terminen de organizar la documentación esta tarde para que Carlisle pueda enviarla y, en un par de días, ya serías un Cullen para el resto del mundo también.
—¿El señor Cullen ya tiene los papeles? —cuestionó Killian.
—Los papeles llegaron a casa el segundo día que estuviste enfermo, pero Carlisle quiso dejarte descansar hasta que te sintieras mejor, así que muy probablemente terminen de hacer todo esta tarde. Creo que te lo dijo... probablemente no lo recuerdes debido a la fiebre.
—Ya veo...
—¿Te ha molestado?
—¿El qué?
—Que pusiera su apellido sin decírtelo.
—No —dijo enseguida—, me ha sorprendido. No termino de acostumbrarme al hecho de que una familia realmente quiera seguir conmigo sin mandarme de regreso.
Alice iba a hablar cuando notó la mirada de algunos puestos en ellos dos, intentando escuchar la conversación en susurros que tenían.
—¿Mi rostro se parece al del señor Jefferson? —preguntó la vampiro en voz alta—. Si no se parece, entonces dudo que tengan que estar mirándonos a nosotros.
Las cabezas curiosas pronto desviaron la mirada, sorprendidos ante una actitud de Alice Cullen que jamás habían visto o presenciado. El señor Jefferson tuvo que llamar la atención de algunos que habían comenzado a murmuran nuevamente antes de comenzar a explicar su propio esquema de cómo transcurrirían las clases durante todo el año.
Alice se acercó a Killian y siguió su conversación entre susurros, algo más bajo que antes para que sólo pudieran escucharse entre ellos.
—Ya te hemos dicho que no tenemos pensado que vuelvas, y tampoco querríamos "deshacernos" de ti como hicieron el resto, pero entiendo que tengas tus dudas y necesites adaptarte. Me alegra que no te haya molestado el cambio de apellido, Esme lucía algo insegura con ello porque creía que te ofendería.
—Para nada —volvió a asegurar—, es más, se siente bien saber que tendré un apellido de una persona real.
La vampiro lo miró extrañada.
—¿A qué te refieres? Eres Keys —Killian agachó la cabeza y su pequeña sonrisa se tornó en una mueca, sus ojos mostraban algo de tristeza en ellos—. No es necesario que lo digas si no te sientes cómodo con ello —añadió.
El humano negó enseguida.
—No, está bien. No es nada del otro mundo que no se pueda contar —dijo. Alice lo vio tomar una bocanada de aire antes de hablar otra vez—. Nana Sol nos encontró frente a la puerta del orfanato cuando teníamos apenas dos meses, éramos bebés.
—¿Nos? —preguntó ella.
Killian resopló suavemente.
—Tenía una hermana, una melliza —el adolescente se negó a girar su rostro para mirar a la vampiro, se negaba a recibir compasión por un tema que creía haber superado hacía años—. Nana nos encontró a ambos y nos puso el apellido Keys porque era el objeto que tiró cuando vio a dos bebés pasando frío en la nieve —sonrió—, y cuando fue a registrarnos nadie preguntó nada porque éramos huérfanos sin procedencia.
Alice estaba sin palabras, jamás hubiera imaginado que Killian pudiera tener familiares.
—¿Qué pasó con ella?
—Lo que pasó con todos los niños jóvenes del orfanato: fue adoptada cuando teníamos ocho años por un matrimonio joven que no podía tener hijos. Nana Sol intentó decirles que no era buena idea separar a un par de hermanos, pero ellos no escucharon porque la mujer alegaba que no metería al "hijo del Diablo" en su casa, y yo tampoco quería que ella perdiera la oportunidad de tener una familia por no querer que nos separaran, así que le pedí a nana que dejara de insistir. Al fin y al cabo, ella era una niña normal sin ningún defecto en sus ojos y tras tantos años yendo a casas de acogida, se merecía un lugar estable.
—¿Por qué no figura eso en tu expediente?
—Porque no valía la pena mencionarlo cuando sólo estaba yo para la adopción.
—¿No intentaste buscarla?
—Sobre cielo, tierra y mar, pero me fue imposible encontrarla y tampoco quería pedirle ayuda a nana cuando sabía que se metería en problemas si me proporcionaba esa información.
Killian agarró su libreta y comenzó a copiar el esquema de la pizarra que el profesor Jefferson seguía explicando y escribiendo en un intento de distraerse y evitar que su pecho doliera.
—¿Cómo se llamaba?
—Lively. Se llamaba Lively Keys, al menos durante los años que estuvimos juntos.
—¿Y te gustaría encontrarla?
La pregunta de Alice lo tomó por sorpresa, más se negó a asentir.
—No.
Su respuesta confundió a la vampiro.
—¿Por qué?
—No sé si tienes hermanos, Alice, o si tienes a alguien por quien no dudarías ni un instante en dar tu vida. Alguien con el que tengas un vínculo tan fuerte que sientas cuando algo ha ido mal. Hace dos años tuve la sensación de perder algo que se mantenía junto a mi de manera astral, de perder la mitad de mi ser, y fue ahí cuando dejé de buscar.
—Pero eso no te asegura que le haya pasado algo, ¿por qué no intentas buscarla ahora? Podríamos ayudarte.
—Preferiría que no. Incluso ahora, le haya pasado algo o no, prefiero seguir con la idea de que ella está bien en algún lugar con gente que la quiere. Además, si ella también quisiera encontrarme, hubiera vuelto a buscar información sobre mi al orfanato, y allí nunca nadie llamó ni apareció.
Alice había abultado sus labios. Era consciente de que Killian se negaba a mirarla y sólo se centraba en seguir escribiendo sin parar. La vampiro quería abrazarlo pero el momento no era el adecuado.
—Si algún día quisieras encontrarla o saber qué es de ella, siempre puedes contar con nosotros, ¿de acuerdo?
—Lo sé. Gracias, Alice.
—Para eso está la familia, Killian.
Killian se acomodó en su asiento e intentó dejar el tema nostálgico atrás.
—Hey, empieza a copiar o te quedarás atrás.
Alice captó rápidamente lo que intentaba hacer y lo miró con una ceja alzada.
—¿Por qué? Ya lo estás copiando tú, luego le hago fotocopia y lo veo de ahí.
—No te dejaré mis apuntes. Los pondré bajo llave.
Alice sonrió ladina.
—Sé utilizar una ganzúa.
Killian sonrió, negando con la cabeza ante lo dicho por la vampiro.
—¿Sabes? —preguntó Alice.
—¿Qué?
—Me gusta saber que comienzas a confiar algo más en nosotros como para hablar de esto.
Killian no dijo nada, no era necesario decir nada.
Podría haber dejado de tener esperanza en buscar y encontrar a Lively pero, por casualidad del destino, éste había puesto a Alice en su camino.
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