Capítulo 27: "Más sabe el diablo por viejo que por diablo"

Seguí mirando la carta mientras esperaba la oportunidad y la voluntad de poder leerla, aun no puedo creer lo que había sucedido el día de ayer, ni siquiera me imaginaba irme a encontrar con Leopold para escuchar las otras explicaciones que me tiene además de las que se encuentran en la carta, la verdad de todo, es que me encuentro en un estado emocional descontrolado, porque por un lado, me siento feliz porque él de nuevo regreso a Suecia por mí, porque me extraña y me quiere, pero en cambio, me siento triste, enojada y melancólica al recordar todas las cosas buenas y malas que nos sucedieron al estar juntos.

Sin lugar a dudas, no leo la carta porque tengo miedo al enterarme de cosas que puedan herirme, así como también, explicaciones que me puedan resultar fastidiosas o tediosas, después de todo, no he llegado a saber nada de Leopold durante estos dos años y eso sin decir, que él último contacto que tuve, fue cuando Elin me comento acerca que su proceso de recuperación iba cada vez mejor. Y la verdad, es que su cirugía llego a ser un éxito, porque sé llega a ver, cómo él puede controlar de nuevo su vida, lo cual implica que ahora, no tiene necesidad de que nadie lo ayude.

Me acuesto en mi cama y miro el techo mientras vuelvo a pensar en que resultado o cambio puedo esperar al leer aquellas palabras escritas por Leopold, no me quiero imaginar corriendo detrás de él pero tampoco quiero plantearme verlo hacer una nueva vida con una mujer que no sea yo.

En realidad, soy mala para mentir con respecto a mis emociones, porque sin dudas, ayer al escucharlo decir que su vida no es la misma si no estoy a su lado, eso provoco que mi corazón empezara a latir rápido, que casi estuvo a punto de salirse de mi pecho. Ni siquiera me quiero imaginar el rostro que llegué a mostrar con sus palabras, por un lado, me sentí tonta porque no tenía que haberme mostrado asombrada a lo que dijo pero su llegada repentina y sus inesperadas palabras que casi se complementaron en un verso romántico de esos que a las mujeres les gusta escuchar para olvidar sus antiguos problemas con su amor pasado.

Me rasqué la cabeza y me vuelvo a sentar en mi cama para tomar la carta, observo la hora de mi reloj y encuentro que falta un cuarto para las seis, aún queda una hora para que decida si quiero ir a ver a Leopold o simplemente lo dejó en libertad para que realice su vida con otra persona; dudo que si no leo la carta, no recibiré algunas respuestas que hubiera querido escuchar hace dos años, de todas formas, no pierdo nada leyendo una simple carta.

Agarró una tijera y pronto corto la parte de encima del sobre, de ella se encuentran como tres hojas dobladas, pero eso no es lo que me sorprendió sino que fue, ver que la carta no se encontraba escrita en letra de carta, molde o mecanografiada, sino que se encontraba en braille. Al ver todos los puntos que conformaban cada una de las letras del braille, casi hizo que mi mente se perdiera en pensar la delicadeza que Leopold llego a tener que escribirla; ni siquiera puedo imaginarlo recordando cómo se escriben ciertas palabras largas.

Reí por dentro al imaginarme una escena como esa, la expectativa que tenía sobre él acerca que pudo haber olvidado todo lo que le enseñe, terminé por descartarla, al fin de cuentas, fueron muchos meses de los cuales estuvimos juntos aprendiendo esta manera antigua de comunicación de ciegos que aún sigue siendo una tendencia hoy en día.

Me levanté de la cama para caminar en dirección a mi escritorio, me senté en la silla y encendí la lámpara para empezar a leer la carta.

Para mi querida rebelde, Liv.

No tengo idea de cómo empezar esta carta, Liv, solo sé que lo he intentado una y otra vez y siempre terminó por escribir una nueva que esto parece una lección de escritura en braille que nunca termina. En realidad, todos los pensamientos y motivos que tenía sobre ti, por primera vez se han fugado y esta vez, he dejado que mi corazón sea quien hable por mí.

Por un lado, sé que no tengo perdón alguno en haberme entrometido en tu vida de una manera tan egoísta y arrogante, tampoco debí de haberte herido con mis palabras después de saber lo mucho que has sufrido con la muerte de Halsten y Noah; no tenía el derecho de haberte hecho eso, pero estaba cegado en cuerpo y en alma porque quería tenerte a mi lado, no sabía cómo afrontaría mi vida después de la cirugía, hasta temía que cuando me quitaran la venda, en vez de ver, todo seguiría en negro.

No sabes lo mucho que desee que estuvieras cuando me quitaron la venda de los ojos, porque para serte sincero, el primer rostro que quería ver, era el tuyo. Si, el tuyo Liv Nyström, no el de mi madre, el de mi padre o de mis hermanos, sino el tuyo. Quería ver esa dulce sonrisa que muchas veces escuché que dejaba ir risas llenas de alegría, quería ver esos ojos que muchas veces me los imagine achinarse con tu seriedad o cuando brillaban al sentirte orgullosa de los pasos que daba con las terapias y eso sin decir, que quería ver si en realidad la descripción que una vez hice de tus labios confirmaban ser lo que son; pero no, recuerdo que lo primero que observé fue al doctor, con unos ojos cansados, una media sonrisa, un enorme bigote y un canoso cabello que empezaba a caérsele.

No era lo que quería ver, pero yo mismo conseguí ese resultado al apartarte de mi lado.

Ha sido duro, Liv, tanto que mi propio orgullo permitió que no te llamara, buscara o intentara mantener un contacto contigo; hasta en un momento pensé que me habías olvidado que sería mejor que te dejara continuar con tu vida para no llegarte a causar más problemas.

Pero un día todo lo cambio, mi hermana me entrego la caja de mis recuerdos, aquellos que dije que botaras a la basura y que al contrario, conservaste con algún propósito, fue en ese momento que me di cuenta de una cosa, una que hace referencia a que no puedo omitir mi pasado pero puedo hacer algo por mi futuro; créeme que conserve muchas de las fotografías, bueno, con las que tenía con Ellen las llegué a romper y quemar, y sabes que... Ahora esa caja tiene dos nuevas fotos, ¿sabes cuáles?, la de la fiesta de Ellen donde te hiciste pasar por mi novia y la de tu graduación.

Si Liv, tú de alguna u otra manera, has formado y sigues formando parte de mi vida, pasada, presente y si quieres que sea así, futura.

Cuando te vi en esa fotografía, no sabes cómo mi corazón empezó a latir rápido, si en mi imaginación cree una imagen de ti muy hermosa, pues hoy retiro lo dicho, porque eres más preciosa que la misma luna cuando está llena y de color blanco.

Por un momento pensé en arriesgarme a venir a Suecia sin saber que me perdonarías y me dieras otra oportunidad, pero papá, Jerker, Elin y hasta mi madre, me apoyaron a que fuera a buscarte, sin saber si, te encontraría saliendo con una nueva persona o que ya tuvieras una relación amorosa con alguien que no sea yo.

Sabes, ¿por qué te admiro, Liv? Porque a pesar que viste morir ante tus ojos a Halsten y llegaste a superar la muerte de tu hermano, seguiste en pie, buscaste darles una mejor vida a tu familia, preferiste arriesgar tu trabajo intentando sacar de la cama a un hombre amargado que vivió durante dos años y medio escondido detrás de cuatro paredes en su casa por miedo que las personas de afuera lo criticaran por su ceguera y eso no es nada, falta lo importante, te admiro también, porque eres capaz de verle el lado positivos a las cosas, primero buscas el bien de los demás antes del tuyo y eso es poco por decir, que aceptaste los malos humores de mi madre, mi testarudez palpable, el golpizas de Ellen y por último, evitaste el rencor de mis palabra para irme a visitar al hospital después de mi operación.

Eres valiosa, Liv, sinceramente es una de las razones por las que te quiero, porque después de nuestro primer beso, sentí que te estaba abriendo un camino de posibilidades que me negaba a aceptar a tu lado, no por tu forma de ser, sino por miedo a perderte. ¿Por qué? Porque tenía miedo de que te aburrieras de mí, que me vieras como un fracasado, que solo fuera un estorbo en tu vida donde terminarías encargándote siempre de mí cuando un hombre debería hacerlo con la mujer que ama, y eso sin decir, que ni siquiera fuera capaz de hacerte sentir querida al hacerte el amor porque siempre dudaría si lo hiciera bien o simplemente tus palabras confirmaran un deseo falso solo para quitarme mis temores en la cabeza.

Existen cosas, Liv, que no sabes de mí, mis temores, mis errores y mis pensamientos.

Pero ahora, quiero remediar mi propio problema que te cause y la única manera es que me des esa oportunidad para demostrarte el verdadero Leopold que se escondía detrás de aquella armadura de metal. No quiero que lo veas como un nuevo intento solo porque ahora puedo verte a los ojos, no, sino porque por primera vez, quiero hacer bien las cosas.

Y si me lo concedes, quizás quieras saber más a profundidad sobre mí, de mi vida y de mi pasado que he ocultado por vergüenza a que lo sigan juzgando.

Te quiero mucho, Liv. Solo espero que puedas entender, porque lo hice. Y que también no haya rencores si decides terminar esta pequeña cuerda que está unida entre nosotros.

Te quiere, Leopold.

Cerré mis ojos y de pronto sentí las irremediables ganas de querer llorar hasta derramar mi última lágrima, Leopold demostró sus razones por las cuales sucedieron las cosas pero esta vez, me ha dejado desconcertada que no sé qué opinar sobre todo lo que ha hecho y ocasiono.

Escuché como alguien tocó la puerta de mi habitación, ni siquiera me quedó tiempo para responder porque de todo lo que me quitaba las lágrimas e intentaba no sollozar o absorber mi nariz, mi madre entro a mi habitación; pronto me busco si me encontraba en la cama, así que me levanté de la silla para irla a encontrar y hacer que ambas nos sentáramos en una esquina de mi cama.

Ella pronto paso su mano en mi mejilla donde yo no me negué a cubrir más su caricia a pesar que su mano fuera cubierta de lágrimas que aun brotaban y se deslizaban fuera de mis ojos; observé como ella sonrió y no dudo en abrazarme, no tarde mucho tiempo en ser la siguiente en adentrarme dentro de sus cálidos brazos para intentar reconfortarme después de la lectura que hice ante aquella carta que está llena de muchas emociones que no puedo ocultar.

— ¿Por qué lloras, hija? —preguntó acariciándome el cabello

—Leopold... Está en Suecia... Y... Me llegó a ver ayer en la cafetería —le dije entrecortado por todos los sollozos que me interrumpían.

— ¿Esa es la razón? —Negué mientras ella me quitaba algunas lágrimas.

—Me dijo muchas cosas que no me las esperaba, está aquí por mí, mamá. Y me quiere y me extraña —dije absorbida aun por sus palabras del día anterior.

— ¿Cómo te sientes con esa revelación? —preguntó tranquila.

—Es que, es nuevo. Me dejó una carta antes de marcharse y me dijo que si aceptaba a verlo de nuevo, él me estaría esperando en un restaurante y si, no quería volver a saber de él, que lo entendería. —Le expliqué.

—Y tú, ¿qué piensas hacer? —encogí los hombros.

A pesar de su carta, aun me sentía confundida con todo lo relacionado al pasado y al presente y eso sin decir que he intentado imaginarme de dos maneras mi vida, al estar o no a su lado. Es casi imposible no pensar que unas simples palabras escritas en braille te puedan hacer dudar de tus decisiones y eso sin decir, que temó arriesgarme de nuevo en el amor.

—Sabes, hija —elevé la mirada hacia mi mamá—, si Leopold se encuentra aquí es porque le importas... —la interrumpí.

—Lo sé... —ahora ella fue la siguiente en interrumpirme.

—Calla y escucha. —Suspiré. —Él te necesita, Liv. De alguna manera, él se adaptó a tenerte a su lado, no por manera laboral, sino por emocional. Leopold siente que puede mantener un control de su vida, si estas con él; tú llegaste a cambiarle la vida, a darle un nuevo sentido a pesar de haber perdido y ahora recuperado una capacidad vital de su cuerpo —seguí sin comprender—. Le hiciste ver que no necesita ojos para asegurarse tener una relación amorosa contigo porque siempre has estado dispuesta a darle todo tu amor sin importar su ceguera, y es reconocible que el miedo le haya hecho tomar decisiones erróneas para no hacerte sacrificar solo en él y no ver tu propio bienestar. —Asentí para mí misma porque eso lo sé bien. —Tú padre hizo lo mismo conmigo cuando nos conocimos, él quería estar a mi lado pero yo no sé lo quería permitir por miedo a que un día yo le quitara todos sus sueño, pero existen cosas que se hacen por amor, Liv. —Agite mi cabeza al querer interpretar lo que decía.

— ¿Qué me quieres decir mamá? —ella sonrió.

—Liv, mi querida niña. Leopold se operó porque él desea hacer una vida contigo, la oportunidad le llego y por eso no la desaprovecho y ahora, él está sacrificando todo, para estar a tu lado, si lo aceptas de nuevo en tu vida y por supuesto, en tu corazón. —La observé con sorpresa.

¿Leopold se hizo esa cirugía solo para tener una vida conmigo? Mi piel se erizo con esa idea, ni siquiera me la puedo mentalizar con tanta profundidad porque varios pensamientos empiezan a abarcar dentro de mi cerebro, con respecto, a sus palabras, la carta y ahora la conversación con mi madre.

— ¿Tú lo sabías? —la interrogue casi admirada.

—No, pero ayer se presentó al trabajo. Y estaba consciente del daño que te hizo y que no sería fácil de recuperarte. —Hice una mueca.

Fue entonces que muchas preguntas se resolvieron a la vez en mi mente, una de ellas, la razón por la cual Leopold sabe dónde trabajo.

—Liv, ¿lo sigues amando? —preguntó ella sin interés alguno sino solo con referencia a saber si ese es el motivo que me hace dudar de mi decisión.

—Sí, pero temo de todo lo que suceda en el futuro. Ya perdí a dos personas que amo y una tercera... —tomó mis manos.

—No habrá una tercera vez si no lo permites, hija. Si te niegas a verlo, corromperás lo último que queda en vosotros. Y esta vez, si perderás a esa tercera persona. —Me asombre por su habilidad e inteligencia.

Me quedé callada porque sé que ella tiene razón y estoy segura que quizás la perdida no sea por una muerte en esta ocasión, pero perderlo de alguna manera aun estando vivo, es la razón por la cual esta vez de nuevo sufriré al verlo rehacer su vida con otra persona cuando yo quiero que sea conmigo.

—No te niegues al amor, Liv. Leopold te ama y tú lo amas a él. ¿Por qué seguir dudando cuando puedes tener todo lo que amas a su lado? —Abrí la boca ante sus palabras.

Miré la hora y me di cuenta que ya son las 6:45 pm, debía de correr si quería alcanzar a Leopold y recuperar los últimos dos años que no hemos estado juntos.

—Tienes razón, mamá. Iré por Leopold. —Dije levantándome de la cama y yendo al cuarto de baño.

Tengo mucho porque hacer, solo espero que pueda llegar a tiempo y que él tenga mucha paciencia para esperarme.

(...)

Le pague al conductor del Uber para salir corriendo y empezar a subir los escalones del restaurante, ni siquiera dejé que el maître me guiara hasta la mesa de Leopold porque yo preferí irlo a buscar por mi propia cuenta, pero entre más buscaba entre todas las mesas, no podía encontrarlo ni con la postura de su cuerpo, su cabello o sus ojos. Me mordí los labios de manera temerosa al imaginarme que pudo haberse marchado, eso sin decir que, me encontraba en un estado de agonía por haberme tardado una hora en llegar hasta el restaurante. Realmente, no me había esperado a que me tardara mucho en arreglarme pero por la condición que me encontraba, sé que he hecho todo a destiempo y mal.

—Señorita... —De nuevo llego el maître hasta mí.

—Señor, donde se encuentra la mesa del señor Engström —pregunté con voz agitada.

— ¿El señor Engström? —Pareció intentar recordar el apellido — ¡Oh, sí! Acaba de marcharse, se encontraba en aquella mesa. —Me señalo una mesa donde se encontraba un ramo de flores encima de ella.

Sentí como un peso cayó encima de mí al saber que Leopold se había marchado, ahora no sabía que hacer porque él pensaría que me negué a verlo y eso sin decir que, creerá que ya no quiero tener nada con él.

De nuevo, salí corriendo del restaurante con una última oportunidad de buscarlo para saber si aún se encontraba en espera de que el valet parking fuera por su auto y se lo diera, pero al llegar a la calle y no encontrar a nadie, esa sensación de dolor volvió a mi pecho haciendo que me sintiera culpable que él se marchara y yo no pudiera darle mi explicación.

El frío viento empezó a rozar mis brazos y piernas por el vestido negro de tirantes que llevo puesto, había intentado ser lo más rápida posible pero las cosas no me funcionaron y eso sin decir que estaba aquí con buenas intenciones y ahora, las cosas terminaron por ser diferentes.

Intenté tranquilizarme y no llorar por haberlo perdido nuevamente, pero cuando estuve a punto de llamar a un nuevo Uber para que me llevara a casa, una mano paso rozando mi hombro, haciendo que al percibir ese tacto, mi cuerpo reconoció rápido una cosa. Es él.

Me di la vuelta y lo encontré muy bien vestido y con una sonrisa torcida que posiblemente son por los nervios de haber salido corriendo del restaurante y ahora ver que estaba a punto de irme cuando acabo de llegar.

—Liv...

No lo dejé terminar porque terminé por abrazarlo, al sentir ese aroma reconocible de su perfume me hizo sentir en casa, no sabía la razón exacta, pero algo en él me hacía sentir en ella.

—Lo siento, lo siento, soy una tonta... Estuve a punto de dejarte ir y... Temía que ya no te volviera a ver, hasta estaba a punto de hacer planes A, B y C por si no llegaba a encontrarte pronto... —No pude decir otra cosa porque me beso.

Un beso lento y cálido que hizo que mi piel se erizara y sintiera una corriente eléctrica pasar por toda mi columna vertebral.

—Me dijeron que te habías ido —musité cuando nuestros labios se separaron.

—Al baño, no del restaurante —rió.

—Oh Dios, y yo creyendo que ya te habías aburrido de esperarme. —Dije angustiada.

—Liv, puedo esperarte millones de años si es posible para que decidas si quieres estar conmigo —acarició mi mejilla.

Una sonrisa salió de mi boca y esta vez yo fui la atrevida de corromper ese pequeño espacio que nos separaba de nuestros cuerpos para volver abrazarme a él mientras lo besaba y pasaba mi mano por su cabello.

—Lamento mi comportamiento de la última vez, también te dije palabras injustas y horribles que por una parte no te lo merecías pero estaba cegada por el dolor de mi pasado que no te escuche y negué pronto tu propuesta —me miró detenidamente mientras le explicaba todo—. No tengo idea si Arath te contó toda la historia sobre lo que le sucedió a Noah, pero solo quiero que sepas que todo sucedió porque en el camino a casa, me distraje en comprar una nueva clase de planta a mis padres, me tarde mucho tiempo que no medí el tiempo. Noah se había quedado solo en casa y sin asegurarse que puerta de la casa abrió, salió y no se percató que se encontraba en medio de la calle cuando un camión de mudanza lo atropello... —Me interrumpió.

—Lo sé cielo, lo sé. —Me dio una mirada dulce —Sé todo, de cuando atravesaste la calle y viste el accidente, cuando lo miraste muerto, de todas las culpas que recolectaste en los años... Todo. —Susurró.

Un nuevo abrazo se aproximó en donde dejó un beso en sien. No mencionó nada, solo nos quedamos así por unos minutos hasta que pude retener las lágrimas y poder volver a mi estado normal.

—Liv, te quiero y... quiero que estés siempre a mi lado. —Sonreí.

— ¿Desde cuándo sabias que estabas enamorado de mí?—pregunté curiosa.

—Desde que fingiste ser mi novia en la fiesta de Ellen. —Comentó. —Y ¿tú?

—Desde antes de nuestro primer beso. Solo que no estaba muy segura de ello y eso hizo que confirmara mis sospechas. —Volvió a sonreír.

Me tomó de la mano, y pronto me guio hacia el estacionamiento del restaurante, en donde al buscar su auto, no tardó mucho en encontrarlo para ambos caminar hasta su BMW.

— ¿A dónde vamos? ¿No nos quedaremos a comer? —dije riendo.

—No Liv, tengo otros planes contigo. —Enarqué la ceja de manera traviesa. —Y si quieres, esos planes pueden perdurar por mucho tiempo. —Me tomó de la cintura.

—Es una propuesta interesante —acaricie su cuello.

—Pero por ahora, terminaremos de hablar, quiero mantenerme al tanto de tu vida. —Me dio un beso corto. —Quiero saber todo de ti, tus gustos, pasiones, deseos, sueños... ¡Todo!

—Entonces, también quiero saber todo de ti. —Asintió.

—Con gusto. Pero antes, quiero hacerte una pregunta. —Rodé los ojos.

— ¿Cuál? —dije sin remedio.

— ¿Quieres ser mi novia?    

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