Capitulo 3.
El Antro se encontraba en una de la zonas mas apartada y exclusivas de la ciudad, relativamente cerca de la casa de Jared, pero no tan cerca, por lo que se justificaba que él y Emma se trasladaran hasta ahí en vehículo. Aquel sitio comercial, era un lugar donde tanto turistas como ciudadano rondaba por aquellas calles hasta altas hora de la noche.
Cada noche, tanto humanos, vampiros y otras criaturas nocturnas, como Los Eternos, Destinados y Condenados, salían y entraba de «El Antro» como si aquel fuese el lugar más popular de la ciudad. No obstante, el local estaba tras un disfraz mágico que Tomo y Emma lanzaron al establecimiento para que sólo las criaturas de la noche y su linaje pudiesen verlo tal como es, un Club nocturno especial y exclusivo para su tipo de especie. Pero ante los ojos de los humanos normales, sólo se trataba de la construcción abandonada de un edificio.
La razón por la que algunos humanos podían entrar, era porque éstos ingresaban al El Antro siendo invitados por quien era una criatura de la noche, ya sea Vampiro, Eterno o Destinado (en su fase humana o vampiro completo.) Lo mismo sucedía si el humano estaba acompañado por un Condenado. De modo que al momento de entrar, ambos seres podían ver el interior del club tal como era. Sin embargo, desde afuera, el humano sólo podía ver la fachada de un edificio en construcción cubierta de una gran maya negra de arriba abajo con un espacio descubierto en el lugar donde se veía la entrada al club, mientras que el inmortal veía la iluminada entrada del local con un gran letrero rojo de neón que se encendía y apagaba constantemente con el nombre del club: El Antro.
Si un humano normal entraba solo, por dentro únicamente vería los cimientos y herramientas de una construcción a medio terminar y aparentemente abandonado. Lo que en cierto modo, aquello era algo peligroso, porque aunque ellos no podían ver el ambiente festivo que en realidad tenia aquel sitio, los habitantes de ese lugar sí podía ver al humano solitario. Muchas veces ocurría que ellos, en su fan de curiosear y explorar aquel edificio abandonado, eran atacados o convertidos ahí de manera accidental o simple mala suerte al estar metido en el lugar y momento equivocados.
Esperanza, un nombre de mujer que abarcaba muchos significados ocultos, en especial para la familia de ella. Una chica de rasgos latinos, joven y carismática. Oriunda de Chile pero de padre inglés, a quien ella apenas recuerda, dado que como padre, sólo se preocupaba de lo económico, mandándole lindos y huecos regalos en navidades y cumpleaños o de pagarle su educación. Razón por la cual, Esperanza pudo estudiar toda su vida escolar en el colegio Nido de Águila, un colegio muy respetable y carísimo del país en los que sólo entraban hijos de empresarios, millonarios, diplomáticos, famosos y extranjeros. Su madre, de origen colombiano, era embajadora de dicho país en Chile durante toda la infancia de Esperanza y gran parte de su adolescencia. Años más tarde cuando su madre terminó su periodo de embajadora en Chile, se trasladaron a Londres, Inglaterra donde Esperanza decidió estudiar pedagogía con mucho éxito por lo que al graduarse, su forma de celebrarlo era ir de viaje por varios países de América partiendo desde el norte y terminando al sur, en su natal Chile junto a su mejor amigo y un grupo de estudiantes de su propia universidad.
— ¿Alguna sugerencia?— preguntó Ramiro, su mejor amigo, quien también era de Chile. Se trataba de un muchacho de mediana estatura, tez blanca y cabello castaño oscuro, y pese a sus veinte tres años, él ya tenía poco cabello y algunas entradas que le hacía ver una prominente frente. Vestía siempre con una musculosa, su amada chaqueta de jeans sobre la camiseta, un pantalón de la misma tela que parecía que nunca se cambiaba (sólo que si lo hacía, pues en su armario tenía sólo pantalones de jeans negros y azules por montones) y botas militares con estoperoles de adorno.
Esperanza y Ramiro eran amigos desde muy pequeños. Incluso estudiaron juntos en la misma escuela desde la básica (1) hasta en la universidad junto a Alejandra, quien decidió quedarse en Chile y ven de vez en cuando en viajes y video chat.
Aunque Esperanza y Ramiro intentaron ser más que mejores amigos en algún momento, con el tiempo lograron comprender que su relación sólo funcionarían más de manera amistosa que romántica. Tanto así era, que ellos se querían casi como hermanos. Algunas veces dormían en la misma cama sin sentirse incómodos uno con el otro, hablaban de cosas de chicas y de chicos por iguales e incluso se cambiaban de ropa uno delante del otro sin pudor ni sentir atracción física entre ellos.
— No lo sé, Ramiro. Es primer a vez que hacemos una salida nocturna por esta ciudad— dijo Esperanza pasando justo a la entrada de El Antro — ¿Que tal aquí? Se ve llamativo
— ¿Donde? — preguntó Ramiro un tanto confundido, pues él sólo veía un edificio en construcción, pero absolutamente nada llamativo como aseguraba su amiga.
— ¡Hope, cariño! ¡Qué milagro es verte por aquí!— exclamó alegre un muchacho caminando hacia ellos con los brazos abiertos interrumpiendo de pronto la conversación de ambos amigos. — ¡Bienvenida a América!
Tanto Esperanza como Ramiro suspiraron poniendo los ojos en blanco e intercambiando miradas cómplices. El recién llegado era un joven caucásico, piel blanca pero tostada por el sol, cabellera rubia, nariz respingada y ojos claros, típico estadounidense promedio de California, Corpulento y alto. La razón por la cual Esperanza y Ramiro conocían a Bryan era que él había ido a Londres de intercambio estudiantil durante todo el último año, y desde que vio a Esperanza, el joven californiano comenzó a insinuársele pero sin resultados positivos, pues a ella no le gustaban los hombres insistentes que no entendían que el No, era un no.
— Éramos felices hasta que llegó cierto weoncito (2)... —comenzó a cantar por lo bajo Ramiro. Esperanza se rió disimuladamente
— Bryan — dijo ella a modo de saludo mostrando poco interés ante la presencia de aquel joven
—Me extraña verte por aquí a esta hora, Hope. ¿Estás bien? — preguntó Bryan pasando su brazo alrededor de los hombros de Esperanza
— ¿Así que eres de América? — Intervino Ramiro — mira qué curioso, yo también
— Creí que eras de Chile — dijo Bryan a lo que Ramiro gruñendo por lo bajo puso los ojos en blanco, mientras que Esperanza se rió con disimulo creyendo saber lo que vendría después. — No sé cómo les enseñan historia y geografía en este país — continuó de manera sarcástica el chileno, al tiempo que ponía una expresión burlesca teatralmente reflexiva —... O si realmente les enseñan historia y geografía en este país, pero en mi país y en muchos otros países... (Y sí, estoy diciendo la palabra país repetida veces en la misma frase por si no lo has entendido), tenemos muy claro que América, ¡ES UN CONTINENTE, idiota. NO UN PAÍS! — vociferó, logrando de ese modo llamar la atención de muchos transeúntes que miraban de forma curiosa o molesta al chileno — Y Estados Unidos— prosiguió, — al que tú llamas América, es uno de los tantos países que conforman este continente. Así que gracias por la bienvenida, pero estemos donde estemos, ya sea en Machupichu, Perú o en La Rivera Maya, México, ¡Seguiremos estando en América! — Bryan trató de ignorar a Ramiro, en especial porque éste intentaba ponerlo en ridículo delante de Esperanza dándole lecciones de geografía en su propia tierra natal. Aún se aferraba a los hombros de la chica, incluso la arrimaba ligeramente contra su cuerpo en un intento pobre de coquetearle. — Enserio, amigo, deberías replantearte tu profesión porque como profesor de historia, darás lastima. — Finalizó Ramiro y con eso, terminó de hundirlo, pero aún así se negaba a soltar a la chica, como si de esa manera se mantuviese a flote en ese mar de humillaciones.
— Y por si no te ha quedado claro— comenzó a decir Esperanza — ya te he dicho que mi nombre no es Hope, es Esperanza.— dijo ella haciendo énfasis en la última palabra, mientras tomaba con su mano la mano de Bryan para desenroscarlo de sus hombros
— Sí, gringo retamboliado (3). Aún te falta mucho que aprender— añadió Ramiro
— ¡Pero, Ramiro! —lo regañó Esperanza
— ¿Qué? Si no entiende que tu nombre no es Hope, menos entenderá todo lo que acabo de decir, este gringo es tonto
— Ya, pero insultarle en su propio país, es como insultarlo en su propia casa — murmuró ella
— No exageres. Sólo le dije gringo retamboliado; no es que le haya lanzado una bomba al pentágono — respondió él de la misma manera
— Escucha, Bryan, mi nombre es Esperanza. — insistió ella — y América no es un país, es un continente, yo soy de sur AMÉRICA, Chile y tengo un nombre latino porque es como me pusieron mi madre y mi abuela. No lo cambiaré sólo porque tú no sepas pronunciarlo. — El aludido se encogió de hombros — además, su significado es más lindo en español. Me recuerda de donde vengo, y yo no voy a renegar de mis orígenes latinoamericanos por muy mitad europea que yo sea.
En ese momento, Jared y Emma (los cuales ninguno de los tres jóvenes se fijaron de sus presencias) pasaron junto a ellos. El cantante no pudo evitar escuchar aquella conversación mientras, se fijaba en Esperanza mirándola disimuladamente.
— Pero tu apellido es Snow — le recordó Bryan. A lo que Esperanza sólo respondió con un suspiro de fastidio— Ok, ok. Olvidémonos del tema, lo cierto es que sólo quería saber si... — comenzó acercarse a ella de manera coqueta para luego acomodarle un mechón de su cabello de tras de la oreja —...querías pasar la noche conmigo y unos amigos. Estamos allá en ese pub de la esquina por si...
— Ya tengo planes. — interrumpió Esperanza dando un paso atrás para alejarse de él
— Ah, sí. Tu amigo también puede venir — insistió el rubio sin entender la indirecta de la chica.
— De verdad lo siento, Bryan, pero ya tengo planes — sin esperar una respuesta del chico, ella simplemente se dio media vuelta y se acercó a Ramiro — vámonos — dijo tomando la mano de su amigo para tirar de él y arrastrarlo hasta la entrada del edificio que tenían frente suyo.
Ramiro por primera vez se sintió nervioso al ver que su mejor amiga lo quería llevar a lo que parecía una construcción abandonada y algo desprolija, pero al verse adentro, el panorama era otro.
— ¿Te das cuenta que tendrías que darle una cátedra de geografía a cada gringo de este país? — Dijo Esperanza a Ramiro mientras cruzaban la entrada de El Antro— es decir, el decirle América a Estados Unido ya es algo inculcado desde la infancia. Además, en su defensa debo decir, que no hay una traducción real para el gentilicio «Estadounidenses» en inglés. Es por eso que se refieren así mismos , Americanos.
— Sí, lo tengo claro. — Respondió riéndose a carcajada Ramiro — pero mirarle esa cara de «Trágame, tierra» no tiene precio.
— Sí que eres cruel con él — respondió Esperanza riéndose de la ocurrencia de su amigo — En el fondo no es una mala persona... es un chico algo peculiar, pero no es una mala persona.
— ¡Porsupuesto! — respondió Ramiro con una cuota de sarcasmo— ¡Pero bien en el fondo! ¡Su bondad la tiene camuflada con la obsesión que tiene contigo! Te lo digo por tu bien, amiga, esa clase de personas encaja perfectamente en el perfil de uno de esos psicópatas que utilizan como inspiración para hacer películas de terror. Es mejor alejarse de él, lo juro, llega ser algo creepy, hasta para mí... — hizo una pausa y miró a su alrededor — hablando de cosas creepy... ¿Dónde estamos? Se ve inquietantemente calmado aquí.
Sin darse cuenta, se hallaba en lo que parecía una especie de hall bastante espacioso con algunos que otros sofás frente a una mesa de centro, un baobab en el rincón de un gran ventanal y al final del pasillo una amplia escalera a arrinconada en forma de caracol. El ascensor se encontraba paralelo a la escalera en la pared opuesta, la cual llevaba unos pequeños cuadros minimalistas al estilo Bauhaus. Los chicos creyeron que se encontraban en un hotel, pero luego, se dieron cuenta que ni siquiera había una mesa de recepción, ni siquiera un recepcionista. Simplemente unos que otras personas que se dirigían tanto a las escaleras, como al ascensor ignorando de manera absoluta la presencia de ambos jóvenes.
— Al ascensor — dijo Esperanza con gran seguridad. Ambos amigos abordaron el elevador y como si ella hubiese sabido de un principio el lugar que buscaban, presionó el botón que los llevaría al Pen House
El ascensor se detuvo al final de su recorrido. Llegando al piso cincuenta, el viaje en el elevador, duró al menos unos veinte minutos pero tanto para Esperanza como para Ramiro, aquel fue como si viajaran a la velocidad de la luz.
Al abrirse las puertas, ambos quedaron boquiabiertos cuando descubrieron donde se habían metido. Y es que realmente no lo podían creer, el oscuro ambiente de fiesta sólo iluminados por destellos de luces que provenía de una gran bola plateada con espejos en el centro del techo, junto a otra más pequeña que destellaba luces de colores primarios al ritmo de la fuerte música, acaparaba todo el lugar. Aquello fue la imagen más sorprendente ante los ojos de asombro de ambos amigos, ya que si bien Esperanza sabía a lo que iba, no esperaba encontrar un lugar tan concurrido.
El amplio lugar se distribuía por secciones divididas en cinco ambientes. La primera sección era una especie de discoteca y bar abierto donde los presentes eran libres de bailar y escuchar música tanto en vivo como manejadas por un DJ. Se encontraba en la planta baja y era el primer lugar que se podía ver al entrar al Pen Hause.
En una esquina, de ese mismo ambiente, pero bastante más alejado del plató central, se hallaba la segunda sección: una barra atendida por una pareja de bármanes, ofreciendo distintos tipos de trago en las que las personas podían disfrutar y conversar de manera relajada, o simplemente buscar estar asolas mientras se beben algunos tragos.
A unos metros de la barra, una gran cantidad de largos sillones distribuidos uno frente a otros rodeando unas cuantas bajita pero largas mesas de centro, de modo que los presentes podían reunirse a beber y pasarla bien entre risas y conversaciones.
Luego, estaba la tercera sección, la cual se ubicaba en el segundo piso del Pen hause. Aquel, era más tranquilo, la música no se escuchaba tan fuerte pero aún así retumbaba un poco en las paredes. La idea era que se tratase de un sitio intimo, en cuya sala de estar se amoblaba con varios sofás de dos o tres cuerpos donde tanto vampiros, como Eternos eran tratados por igual y convivían juntos en una noche amena. Se sentaban a conversar o a beber directamente de la vena del voluntario que ofreciera su sangre de manera absolutamente natural.
La cuarta sección, era la zona V.I.P lugar donde sólo famosos y adinerados tenían acceso junto a sus acompañante de turno. También se hallaba en el segundo piso, pero en una habitación absolutamente aparte. Dentro el lugar era una sala de estar enorme con grandes ventanas, una de ellas llevaba a una amplia terraza con piscina incluida.
A un rincón había una mesa de billar junto a un mini bar; también había un sofá con dos sillones y una mesa de centro que emulaba un living, un televisor home theatre colgado sobre una chimenea, paralelo a la mesa de billar, una mesa redonda con muchas sillas que parecía ser un comedor. También había grandes estantes con libros y al final de la habitación una larga escalera un tanto empinada en forma de caracol que llevaba al tercer piso. Donde se encontraba la última y quita sección.
La quinta sección, denominada zona dorada o zona de los caprichos. Lugar donde el vampiro o criatura de la noche en cuestión entraba a una habitación de lujo con cama, jacuzzi y baño propio. Dentro tenía el privilegio de pasar una velada de pasión y placer junto a un acompañante. Aquella habitación se utilizaba por turnos y horario por lo que literalmente no se podía pasar una noche completa, pero su estadía ahí era según cuanto pudiesen pagar. Mientras más horas, mayor era su precio. Esa zona, era la única del El Antro que existía con fines de lucro.
Poco a poco Esperanza comenzaba a sentirse más a gusto en ese lugar a pesar de que las discotecas no era su ambiente favorito. Ella era más de grandes fiestas caceras en la piscina tanto de día como de noche. Pero le extrañó que pese a que el lugar pareciera ser exclusivo, no hubiese guardias en la entrada, ni recepcionista a la entrada del edificio, ni siquiera un cobrador de boletos. Aquel lugar era totalmente libre.
Por otro lado, a Ramiro le encantaban las discotecas y conectó con el lugar de manera inmediata. Lo extraño fue que había jurado haber visto a un hombre mordiéndole la muñeca a una chica en la zona donde se encontraban los sillones con las mesas, también se fijó, que aquel tipo tenia sobre la superficie de su mesa, un vaso de cerveza recién servido y se notaba que no había bebido ningún sorbo de éste.
—¿¡Como sabias de este lugar!? — quiso saber Ramiro haciéndose escuchar por encima de la música
— ¡No lo sabía, pero el enorme letrero es bastante llamativo!— respondió Esperanza.
— ¿Que letrero? — preguntó con extrañeza Ramiro
— ¡El que está en la entrada! ¿Que no lo viste? — respondió Esperanza, a lo que Ramiro simplemente negó con la cabeza
— ¿Bueno, pero como sabías a dónde dirigirte exactamente? — le preguntó de vuelta — te veías tan segura de ir al ascensor y apretar el botón correcto.
— Eso... no lo sé— dijo ella — desde que cumplí trece años he estado sintiendo algo extraño en mí, como un cierto sexto sentido.
— Ok... ¡Mejor veamos que hay en la barra para beber algo! — dijo Ramiro demostrando su incredulidad.
Al llegar frente al barman, Ramiro tomó la palabra muy seguro de lo que quería
— Cerveza negra, por favor — dijo él a lo que el barman asintió, luego se dirigió a Esperanza
— Bloody Mery, por favor— el barman detuvo su mirada en Esperanza y luego acercó un poco su rostro a ella de manera bastante intimidante a lo que la chica simplemente abrió sus ojos y retrocedió un poco
— ¿El especial o el simple? — preguntó el hombre en un tono misterioso
— Yo... no lo sé — dijo ella un tanto extrañada mientras pestañeaba con rapidez. El barman le sonrió de lado y enseguida se alejó de ella.
— Mmm... Para ti será el simple, creo que no estás lista para el especial — dijo él antes de ir por los tragos
— ¿Que fue eso?— preguntó Ramiro
— Quisiera saberlo — respondió Esperanza aun parpadeando de asombro. Enseguida ambos amigos se miraron con complicidad y comenzaron a reír. Al llegar sus tragos frente suyo, ambos agradecieron al unísono y el misterioso barman se alejó tras guiñarle un ojo a Esperanza. Ella y su amigo nuevamente comenzaron a reír.
— Por nuestra primera parada de gira —dijo ella levantando su vaso
— Por América, nuestro querido continente — respondió Ramiro
— Así es — dijo ella — siguiente parada...
— ¡Canadá! — vociferaron al unísono antes de chocar sus vasos y beber de sus contenido.
Para Bryan, el sentirse rechazado por vigésima vez, era algo imperdonable y no quiso dejarlo así. Al ver a la chica que tanto pretendía, meterse por aquel edificio en construcción, decidió seguirla. Pero estando adentro, no encontró nada más, que un lugar vació lleno de polvo y basura; no obstante, este chico no se rendía y comenzó a caminar por el lugar buscando a Esperanza a diestra y siniestra como un loco. Y aunque era evidente que no vería a nadie, buscó en su bolsillo su celular y encender la linterna de éste, nuevamente comenzó a buscar iluminando cada rincón, pero sólo había perros vagos, ratas, escombros y parejas de borrachos teniendo sexo a escondidas.
— ¡Vete de aquí, idiota! — exclamó un hombre que no paraba de hacer su labor con una chica que acorralaba contra la pared, y es que Bryan dirigió la luz de su linterna a la cara de la chica justo en el momento en que ella ya estaba llegando al clímax. Algo que el californiano no esperaba ver en realidad. Con lo obsesionado que estaba, por un momento creyó que se trataba de Esperanza.
— Lo siento — masculló antes de apurar el paso y seguir caminando hasta llegar a la puerta de un ascensor empolvado que Bryan creyó que no funcionaba, pero ante sus ojos, las puertas se abrieron de par en par, y es que aunque él no los podía ver gracias al hechizo que recaía en el lugar, un grupo de vampiros lo llamaron para subir al Pen Hause.
— ¿Vas a subir? — preguntó una chica. Y como si el humano la hubiese escuchado (aunque realmente no la holló) él decidió impulsivamente abordarlo sin saber, que él estaba siendo observado por una horda de criaturas de la noche realmente sedienta.
Esperanza y Ramiro dejaron sus vasos vacíos sobre la mesa, y cuando el muchacho estaba sacando su billetera, el misterioso y excéntrico barman negó con la cabeza señalando con su mentón un cartel que decía «Los nuevos beben gratis» Ambos se rieron una vez más. Enseguida decidieron ir al plató central a bailar, pero cuando voltearon miraron hacia el ascensor justo cuando éste se abrió con el grupo de vampiros felices y Bryan entre ellos. Éste, en vez de seguir avanzando se detuvo en seco arrugando su rostro de dolor, mientras sujetaba su muñeca derecha.
— ¿Qué le pasa? — Preguntó Esperanza — creo que está en problemas, algo le pasa
— ¡Nah! Seguro está borracho — dijo Ramiro — mejor vamos a bailar
— No, espera. De verdad algo tiene — Insistió Esperanza bastante preocupada. Enseguida, corrió hacia el rubio y Ramiro corrió tras su amiga un tanto fastidiado por la situación.
— ¿Bryan?— llamó ella cuando llegaron a su lado — el aludido se encontraba de pie, un tanto encogido, aún sosteniendo su muñeca derecha con su mano izquierda manchada de sangre. Parecía que no miraba a nadie a su alrededor, como si viese a través de quienes los rodeara con la mirada absolutamente perdida. Esperanza intentaba hablarle, pero cuando ella dio un paso hacia él, Bryan cayó de espalda como si hubiese perdido el equilibrio y cuando Esperanza y Ramiro se arrodillaron a su lado, ella le dio pequeños golpecitos en la mejilla para hacerlo reaccionar, no obstante, él sentía aquel contacto físico como si fuese una presencia fantasmal quien le estuviese pegando cachetadas. Desde su perspectiva humana, en el Pen House estaba peor que la planta baja. Sólo podía ver miles de palomas y nidos de éstas por toda la orilla de las murallas y aleros destartalados; era un sitio oscuro, vacío, sin techo y unas escaleras a medio terminar.
— ¡Vamos, Bryan di algo, no nos asustes! — suplicó Esperanza
— ¡Hey, gringo! ¡Reacciona, hombre! ¿QUE TE PASA?
Gritó Ramiro. Pero Bryan no dio ninguna señal, se veía realmente desorientado y consternado al verse de pronto mal herido, y no entender como era que de pronto comenzaba a sangrar. Recordando simplemente un dolor punzante y ardiente.
— ¿No estará Bolado? (4) — sugirió el chileno — esté weón se ve algo ido, amiga.
— No lo sé, es probable — respondió Esperanza. — Necesitamos ayuda médica; mira, está sangrando— observó ella— ¡Ayuda por favor, un médico! ¡Hay alguien herido aquí! — gritó dirigiéndose a la gente. Muchos los ignoraron, otros se rieron; pero entre medio de toda esa gente, apareció alguien; era un muchacho y en su mano llevaba un pequeño termo de aluminio. Se inclinó sobre Bryan y le enchufó la botella en la boca casi a la fuerza. El californiano se resistía, pero aquel muchacho seguía obligándolo a beber. Del mentón de Bryan comenzaba a chorrear el líquido escarlata que lo estaba ahogando por ofrecer resistencia, pero luego simplemente se dejó y cuando la botella quedó prácticamente bacía, Bryan comenzó a respirar de manera menos agitada. Y es que él, de pronto, sólo sintió un torrente de algo acuoso entrar por su garganta, sin entender porque le estaba sucediendo aquello. Como si se ahogara con metal liquido pues ese era el sabor que sentía en su boca. Pero cuando éste de pronto dejó de fluir, simplemente tosió un poco y paulatinamente, comenzó a sentir la necesidad de volver a sentir ese sabor sobre sus labios. La herida de su muñeca comenzaba a curarse de adentro hacia afuera, y él lo sabía llegando incluso agradarle esa sensación de doloroso placer y alivio.
Enseguida se puso de pie, aun asustado por aquella extraña experiencia y tras mirar a su alrededor con el ceño fruncido, regresó al ascensor para retirarse de ahí con la esperanza de que sólo se tratase de un extraño sueño sin sentido.
— ¿Qué era esto? ¿Ñache? (5) — preguntó Ramiro olfateando la botella que aquel extraño joven aun llevaba en su mano — ¿cómo hiciste para que no se coagule?
— ¿Ñache? — preguntó el joven sin entender su pregunta
— Sangre de animal con aliños — explicó Ramiro
— Oh... sí, tengo mis secretos para que no coagule — contestó el joven con una enigmática sonrisa
— ¡Nemo! — Se escuchó a lo lejos— los tres voltearon a ver a un joven afroamericano que se imponía por su físico y carácter fuerte.
— Bueno, ya me tengo que ir — dijo Nemo —nos vemos pronto.
Aún no podía ver a nadie, y con lo asustado que estaba por aquella extraña experiencia, Bryan salió despavorido hasta la salida del local apenas el ascensor abrió sus puertas. Una vez afuera, frente a la fachada del edificio, se dobló por la cintura, apoyando sus manos sobre los muslos para recuperar el aliento sintiendo esa extraña sensación de ardor y alivio al mismo tiempo, que aun no se le quitaba. Pasando unos segundos y luego de mucho rato tratando de recuperar el aliento, él alzó la mirada y con asombro pudo ver un gran y luminoso letrero de neón que se apagaba y encendía cual luces de navidad que rezaba : El Antro.
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1) Basica = es de ese modo como nos referimos a la primaria escolar en Chile y es de 1° básico a 8°, luego es la Media, que es de 1ro Medio a 4to medio. En Chile no existe la preparatoria, pero existe el preuniversitario, el cual es voluntario para quienes quieren prepararse en la P.S.U (Prueba de selección universitaria)
2) Weonsito = Diminutivo de buebón. (O como decimos nosotros, Weón) palabra grosera para decirle a alguien que tonto o amigo. (Dependiendo bajo que contexto sea la situación)
3) Retamboreado = Es un eufemismo para una palabra muy grosera que creo que no es indispensable poner aquí.
4) Estar bolado: dicho de alguien que está bajo las influencia de alguna droga, en específico, de la marihuana.
5) Ñache, sangre fresca de cordero o de ternero que se recoge en un recipiente con aliño, como cilantro, sal y limón. Se consume con pan en días de asado (o barbacoa) Tradición chilena que proviene de los mapuches. Se realiza en la zona sur del país.
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