Capitulo 18.
2000, Dieciocho años antes.
Ian Snow caminaba a grandes pasos por el interior del aeropuerto. Él iba acompañado por Melody, su asistente y hechicera personal, quién llevaba entre sus brazos a una pequeña bebé de unos nueve meses de edad. Ambos acababan de bajar de su avión, el cual arribó en la ciudad de Los Ángeles desde su natal Inglaterra.
Generalmente a Ian no le gustaba llamar la atención. Pero los años y la experiencia, hicieron ignorar el hecho de que él y su asistente eran realmente llamativos. Por lo que ya no se molestaba cuando se lo quedaban mirando anonadados Como si fuese de otro planeta. Él podía leer la mente, era su poder vampírico, por lo que ya no le importaba tanto cuando la gente preguntaba centenares de veces: ¿cómo era posible que un hombre así fuese real? Era la pregunta que muchas mujeres y hombres se hacía al toparse con aquella especie de adonis. Cuya brillante cabellera miel oscura hacía resaltar sus llamativos ojos grises.
Su forma de caminar, era ligera y decidida; no parecía que fuese humano, más bien sus pasos eran similares a los de un salvaje pero elegante felino acechando con cautela a su presa.
Atuendo clásico, qué consistía en un abrigo largo, sombrero y un bastón que solamente servía de accesorio. Su postura era correcta, un verdadero rey de Inglaterra entre los vampiros de aquel país. Cualquier humano que lo viese en ese momento, creería que se trataba de un fanático del teatro o descabelladamente pensarían que era un viajero del tiempo que llegó al siglo XXI desde la época victoriana. Su acento al hablar era característico y su actitud encantadora era digna de un caballero.
Por su parte, su asistente Melody, era una chica completamente opuesta a Ian. De rostro pálido, maquillaje exagerado y atuendo gótico. En un mundo lleno de vampiros en el primer año del nuevo milenio, esta chica parecía una caricatura estereotipada de aquellas criaturas de la noche. Lo que era irónico, porque ella no era un vampiro, tampoco un licántropo, Melody pertenecía a una de las tantas familias de hechiceros que crearon a los vampiros reales de Inglaterra.
El bebé que ella llevaba en sus brazos, se trataba de una niña para ser exacto. Hecho que no dejaba de sorprender, porque entre los tres, esta pequeña, era la única que llevaba una apariencia normal; con mejillas sonrosadas, ropa rosada y un chupete lila enchufado en su boca. Para el resto de la gente era evidente que ese bebé no era hija de Melody, pero sí de Ian, el parecido era obvio e indiscutible.
Luego de recuperar su equipaje, ellos se dirigieron a un taxi que los llevaría directamente al hotel donde reservaron habitaciones con antelación. Melody sacó de un bolso de mano, una mamadera.
— Ya es hora de tu merienda, cariño — canturreaba la hechicera inclinando la mamadera hacia arriba mientras murmuraba una tierna canción de cuna, el bebé comenzó a succionar aquel líquido que le serviría de alimento y eventualmente hacerla dormir. La pequeña estaba inquieta y necesitaba descansar.
— Te advertí que no debías encariñarte con ella — dijo Ian.
— No entiendo cómo puede ser tan frío — reprochó Melody — Esta bebé es tu hija, uno de tus destinados.
— Bueno, la palabra lo dice: Destinados. El destino de esta pequeña está escrito y su lugar está dónde vamos a ir mañana. Es por eso que estamos aquí en esta ciudad... En este país. — respondió con calma el vampiro. Era como si le doliera tener que separarse de su propia hija
— No entiendo cómo puedes tener hijos y luego regalar los como si fuesen cachorritos de mascotas. Y por cierto, ¿qué dicen las madres? ¿Ellas están de acuerdo contigo?
— Ellas saben que sus hijos están mejor en otras manos. — respondió lan manteniendo la mirada fija en el camino a través del parabrisas en una postura erguida en el asiento cuál estatua de mármol.
— ¿Y que hay de la niña sudamericana?— rebatió la hechicera — ¿acaso también la regalarás?
— No te preocupes por Esperanza, Melody; según tus predicciones, ella misma encontrará su destino en manos de alguien más. — Enseguida, guardó silencio brevemente, y de pronto la inseguridad acompañado con un ligero sentimiento de dudas le invadió la mente. Pero eso no quería decir qué desconfiara de su asistente pues él creía ciegamente en las predicciones qué Melody le decía. Era sólo, que no podía dejar de pensar, que quizás el curso del destino pudiese cambiar repentinamente de manera inesperada e irremediablemente. — ¿No es así? tú así lo dijiste.
— No lo sé. — Dijo ella — cuando revelo mis predicciones, estoy en un trance profundo y no recuerdo nada de lo que digo
— Bueno, es lo que dices. Es por eso, que no la di en adopción apenas nació.
— Y el destino de esta pequeña es... Lo más contradictorio que he visto en mi vida. — comentó Melody
— Así debe ser — dijo él mirando la bebé con un dejo de tristeza en su voz, lo que le hizo pensar a Melody, que después de todo, Ian no era un vampiro tan frío ni desalmado como quería aparentar cuando se trataba de sus descendientes.
— Me alegra que me grabes cada vez que yo entro en trance.
— Nos ayudaremos mutuamente — respondió él.
— Ian Snow, tú eres el rey más extraño. — jamás en mi vida he oído ni he visto a un soberano que no quiera dejar a un futuro sucesor en su reino, pero se preocupe tanto de sus sirvientes.
— Y aún tienes mucho que aprender sobre mí mi joven asistente, tal como lo hicieron tus ancestros.
— ¿Era mi destino ser tu asistente? — preguntó Melody. Su tono de voz sonaba con curiosidad en lugar de resignación; no obstante, Ian tenía claro que ella deseaba dedicarse a otras cosas, en su vida el lugar de seguir el legado familiar de hacía varios siglos que la obligaba esclavizarse en el papel de un asistente.
— Supongo — respondió él mientras se encogía de hombros — tengo entendido que esto es un asunto familiar. Pero si por mí fuese, no sería una obligación — volteó a mirarla mientras le sonreía de lado — reconozco cuando algo es muy anticuado para tu edad,mi joven hechicera. Solo acepto los servicios de tu familia por gratitud, ya que ustedes fueron... — se detuvo en ese punto para meditar un momento lo que iba a decir, — más bien, tus ancestros fueron quienes nos convirtieron a la familia Snow en vampiros reales en Inglaterra.
— Estás diciendo que puedo elegir si seguir a tu lado o no. — Afirmó la hechicera. Ian asintió con la cabeza en silencio mientras miraba por la ventana del taxi.
Finalmente llegaron a su destino, el vehículo se detuvo frente a una gran puerta giratoria. Un hombre vestido de uniforme abrió la puerta del taxi con las intenciones de ayudar a Melody a salir del auto, posteriormente bajaron el equipaje, e ingresaron a un gran hotel Hilton y tras confirmar su reservación, ellos se acomodaron en la mejor habitación del edificio.
A la mañana siguiente abordaron en otro taxi, el cual se detuvo frente a una gran casa color ladrillo, era de techo redondo y bordes esterilizados, ventanas geométricas y grandes pilares detallados con largas líneas onduladas similares a las de una enredadera.
Cuando se bajaron del vehículo se quedaron observando aquella construcción. Ian ( quién era un hombre de mundo) fascinado recordó la arquitectura art nouveau de Bélgica; esas que conoció cuándo fue ha dicho país, y es que en su afán de recorrer el mundo, durante siglos, el conoció varias tendencias artísticas. Concluyendo que no tenía un favorito. Todos les gustaban; pues el mundo seguía dando vueltas y seguía evolucionando por lo tanto no podía ni quería decantarse por un solo arte, por una sola disciplina. El se declaró amante tanto de la música cómo de la pintura llegando a sentir actualmente admiración por el diseño gráfico, aunque este último no se consideraba un arte.
Melody avanzó hasta la puerta, y simplemente tocó el timbre. El fuerte Ding Dong llegó a sonar hasta la salida de la casa, eso hizo reaccionar al vampiro británico, y volviendo en sí, se acercó a la puerta donde se hallaba la hechicera con la bebé dormida entre sus brazos.
De pronto alguien corriendo la cortina de tul que adornaba la fachada del frontis se asomó por la ventana y segundos después abrió la puerta mostrándose sorprendida al verlos llegar tan temprano, ya que en realidad, no esperaban su llegada ahí, hasta las tres de la tarde.
Quien les abrió, era una mujer cercana a los cuarenta años de edad, pero su físico le hacía parecer diez años más joven. Su corpulenta pero delgada figura femenina indicaba que probablemente ella practicaba algún deporte ya sea Pilates o boxeo. En sus delgados brazos se les podía notar algunos músculos que a las mujeres normalmente no se les ve en condiciones sedentarias.
— ¿Madame Hunter? — preguntó el vampiro a modo de saludo.
— Señor Snow. No lo esperábamos a esta hora— Respondió. Su voz era ronca y sonaba algo ruda al hablar pero sin perder la cordialidad.
— Disculpe qué hayamos llegado antes sin avisar. — dijo Ian. — La verdad, tenemos planeado volvernos esta misma noche a Londres; pero si es inconveniente atendernos a esta hora, podemos volver más tarde.
— No — dijo la mujer sonriendo levemente — Desde luego qué pueden pasar, adelante.
Ambos ingresaron a la casa y Madam Hunter los dirigió hasta la sala principal.
Por dentro, la casa era tan grande como se veía por fuera. En las paredes del vestíbulo colgaban ballestas y arcos así como espadas y sables. En la sala principal se encontraba una gran chimenea en cuya cabecera colgaba un gran escudo de armas con una cruz compuestas con lo que parecían dos estacas.
— Tomen asiento — indicó la mujer. Vampiro y hechicera hicieron lo propio.
— ¿Se les ofrece algo? Nuestra cocinera preparó un delicioso pastel de chocolate.
— Estamos bien, gracias. — respondió Ian cortésmente.
— Oh. Entiendo — dijo Madame Hunter, Luego puso sus ojos en la bebé. — ¿Es ella? — preguntó estirando los brazos. Melody, titubeando y sin ganas entregó a la bebé.
— Sí. — Respondió el vampiro — Lilianne.
— Hola, cariño. Seré tu nueva mamá. — Dijo madame Hunter en un tono dulce luego miró a Ian.— ¿Está seguro que quiere hacer esto? Usted es su padre
— Absolutamente— respondió el vampiro con determinación— Este es su destino.
— En su brazo derecho lleva un brazalete, — añadió Melody— no debe quitárselo jamás, de ese modo reprimirá sus poderes. Al menos, que quiera decirle algún día lo que realmente es, o quiera que se dé cuenta por sí misma— comentó
— No. Por supuesto que no. — Respondió Madame Hunter, — a su debido tiempo, esta pequeña será entrenada para ser de nuestras filas de cazadores y no nos conviene que sepa su Real procedencia.
— Desde luego — respondió Melody —Por razones obvias— añadió La Hechicera— también hechicé el brazalete para que se expanda y crezca junto a ella con el paso de los años.
— Entiendo. — dijo Madame Hunter.
— Bueno, es hora de irnos — Anunció Ian poniéndose de pie — la dejamos en buenas manos.
— No lo dude. — Afirmó madame Hunter.
Melody se acercó una vez más a ella,y con cierta tristeza en su rostro tendió sus brazos, Madame Hunter entendiendo aquel silencioso gesto le entregó la bebé a la hechicera y ésta acurrucándola, dejó caer unas cuantas lagrimas por sus mejillas y tras bezar la frente de la niña, se la devolvió a madame Hunter retirándose del lugar sin decir una palabra.
2017, Dieciocho años después.
Lily Hunter estaba ansiosa por cumplir los dieciocho años. Significaba qué por fin se tatuaría la marca del cazador y sería oficialmente una caza vampiros. Desde que tenía memoria ella ha vivido para ese momento. Su padre, Frederick Hunter la estuvo entrenando desde que ella cumplió los ocho años. Prácticamente Lily perdió la infancia desde que cumplió esa edad. No se quejaba, pues ella pensaba qué la mejor manera de pasar el tiempo era entrenando con su padre y su hermano, en lugar de jugar a las muñecas y a las tasitas con otras niñas.
Collin, su hermano mayor se encontraba con ella dentro de una habitación grande y oscura cuyas paredes colgaban distintos tipo de armamento.
En el centro, estaba ella golpeando duramente un busto, propinándole patadas y puñetazos específicamente en el pecho y de vez en cuando la cabeza. Tras darle una última patada, ella derribó el busto y rápidamente de su cinturón sacó una estaca y la enterró sobre el pecho del monigote.
— Perfecto — dijo Collin — tómate un descanso.
Lily se acercó a una banca y rápidamente agarró una botella de agua justo en el momento en el que Frederick y su esposa, Madame Hunter ingresan a la Habitación.
— Malas noticias, muchachos —anunció Ftederick — su hermano ha desaparecido.
— ¿Cómo? — dijeron al unísono los dos jóvenes
— Lo que oyeron — dijo Madame Hunter — hace dos semanas lo vieron por última vez en el aeropuerto de Canadá, y desde entonces nadie ha sabido de él.
— Sus compañeros aseguraron que ni siquiera abordó el avión a México — señaló el padre Hunter
— ¿Alguna sospecha?— cuestionó Collin.
— Algunos dicen que vieron a Jared Leto junto a su asistente en el momento en el que Bryan y alguien más tenía alguna altercado
— Si es así, entonces lo perdimos. — Comentó Lily— De seguro ya es uno de ellos.
— Inocente hasta probar lo contrario, Lilianne— dijo Madame Hunter — te recuerdo qué casamos vampiros problemáticos
— Hablando de vampiros problemáticos, me pregunto en qué estará Shannon Leto ahora mismo. — comentó Collin entre dientes sonriéndole a su hermana
— Pero y si lo es— insistió Lily.
— Bueno, si lo es, ustedes dos ya conocen nuestro lema — terció Hunter padre.
— La familia por delante — dijeron ambos jóvenes al unísono.
— Exactamente. Además el hecho de que haya estado Jared Leto ahí, no nos dice nada. — Respondió con tranquilidad el patriarca de los cazadores— él además de vampiro también es un Artista internacional y sabe que no le conviene exponer su verdadera naturaleza de ese modo. Pudo haber estado en ese aeropuerto por cosas de trabajo.
— Pero si creen que Leto es inocente ¿cómo explican que es el único sospechoso? — quiso saber la joven Hunter.
— Bueno, en realidad, no está en calidad de sospechoso. Él estaba ahí, y era testigo. — dijo Hunter padre— pudo haber visto algo. Y en este momento, Leto y su asistente son claves para encontrar a Bryan. La misión que les tenemos — continuó— es ir a su casa e interrogarlo.
— ¡La policía vampírica entra en acción! — bromeó Collin
— Cállate y vamos — dijo Lily fastidiada mientras tomaba su bolso y se dirigía a su dormitorio a tomarse una ducha.
Aquello significaba sólo una cosa para ella; retrasarían su ascenso a ser una real cazadora. Pero por otro lado, pensó que quizás esa sería la última vez que la hicieran hacer trabajo de investigación, después de todo, faltaban siete días exactos para que cumpliera los dieciocho años de edad.
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