Capítulo 14

Aun no se colaba el sol por los enormes ventanales y Lyla se despertó. Había dormido mejor de lo que en realidad pensó que podría. Recordó donde estaba y volteó a verle. Estaba con un brazo sobre sus ojos y ella admiró los músculos que se resaltaban, la sabana estaba enrollada sensualmente en sus caderas, su torso estaba al desnudo y deseó tocar los cuadros que se marcaban. Casi lo hizo, pero decidió levantarse, con suavidad para no despertarle y fue al baño. Una vez allí se lavó la cara y los dientes y peinó su cabello. Cualquiera diría que se preparaba para él, pero no. Hacer eso, solía ser su rutina habitual aun si regresaba a la cama a dormir unas horas más. Lo que no era habitual es que ella se planteara ponerse un poco de brillo en los labios. Se dio una palmada mental y le gruñó a su reflejo en el espejo. Salió con sigilo y no encontró al objeto de sus deseos y pesadillas donde le había dejado. Seguro que también estaba en el baño. Volvía ese nerviosismo de saberse atrapada en ese lío y buscando que hacer tendió la cama, fue a los ventanales y por primera vez se dio cuenta que había un balcón, desde donde la vista de la ciudad era increíble. La mañana estaba fría por lo que se envolvió con una sabana y salió al exterior. Vio como poco a poco las calles empezaban a llenarse de tráfico pese a la temprana hora. Por unos días ella no se les uniría en el caos. Aspiró el aire frío y suspiró.

- ¿Sigues planeando saltar? –le dijo él a su espalda.

- No sé ¿Qué piso es?

- El último.

- Entonces creo que no. –le oyó reír.

- ¿No tienes frío? –preguntó envolviéndola con sus brazos por detrás.

- No. Por eso saqué esta enorme sabana. –y tembló.

- Pero si estás temblando.

Ciertamente no por el frío pensó Lyla. Derian con facilidad pasmosa se estaba colando en su interior. Le derretía las neuronas y ponía a sus hormonas de fiesta continua.

- Solo un poquito.-dijo para disimular. Volteó a verle y se dio cuenta que él no traía más que una toalla en las caderas. – Eres un exhibicionista ¿no tienes frío?. –le acusó.

- Tú me cubres. –respondió depositando un suave beso en su mejilla.

- ¿Sueles salir así a menudo?

- Podría salir desnudo y nadie se daría cuenta, es el edificio más alto en manzanas.

- Existen cámaras potentes ¿sabías? Cualquiera podría tomarte fotos desde cualquier zona y bum, el escandalo de la semana.

- ¿Eso te importaría mucho?

- Cualquiera podría vernos ahorita...

- ¿Y eso qué? Ya llegamos a un acuerdo ¿no?

- Si. Lo sé. Olvídalo...- Ponerle pegas a todo estaba resultándole demasiado fácil, era su parte necia luchando contra la situación. Había un acuerdo y debía respetarlo. –no soy yo misma hasta unas horas después que me despierto.

- Pensé que madrugabas ¿cómo le haces en el trabajo? –le preguntó dándole la vuelta y ella sintió la irracional idea de taparlo.

- Trato de neutralizar mi lado gruñón.

- ¿Ah sí? ¿cómo? –le sonrió interesado.

- Interactúo al mínimo. Hablo lo necesario y tomo mis buenas cantidades de café.

- ¿Cuál es tu preferido?

- Prácticamente todos me gustan, no discrimino. Pero negro con poca azúcar suele ser mi primera elección. –negro como esos ojos...

- ¿Y el chocolate te gusta?

- Sí. –dijo ella ya absorta en su mirada, el sol estaba saliendo y les daba levemente, el tono de sus ojos pensó que sería de un suave café y se encontró con un tono chocolate. –Últimamente como que me gusta más.

- ¿Quieres café o chocolate para el desayuno?

Te quiero a ti.

- ¿En serio no tienes frío? - dijo ella a bocajarro al percatarse del rumbo de sus pensamientos.

- Que no, me calientas más de lo que debería ser permitido.

- Tampoco exageres.-carraspeó y librándose de su brazo entró de nuevo a la habitación.

Lo vio ir a su vestidor y ella rebuscó en sus cosas. Unos jeans y una blusa demasiado formal eran sus únicas opciones. Así que solo optó por los jeans y anudó la camiseta que había traído a su cintura. Minutos después le vio salir vestido de traje y corbata, había elegido uno color gris, una camisa negra y una corbata de ese mismo color. Estaba arrebatador, le entró la risa al darse cuenta de su propio aspecto. ¿Qué quería un hombre como él con alguien como ella? Quien ahora lucía demasiado común, demasiado corriente y que en general así era. No es que le faltara autoestima, solo era realista.

- ¿Qué es tan gracioso? –le dijo él mientras se ponía un reloj en la muñeca.

- Yo. –le respondió con una gran sonrisa.

- No entiendo.-frunció el ceño.

- Lo sé. –le dijo aun sonriendo. –Yo tampoco.

- ¿De que rayos...?

- Necesito ir a casa ¿me llevará tu gorila personal?-le interrumpió para no ahondar más.

- Te llevaré yo.

- Pensé que estabas muy ocupado.

- Lo estoy, pero no pienso perderte de vista.

- No veo como lograrás eso, a menos que me encierres aquí todo el tiempo y me tengas cerca como una mascota.

- No es mala idea. –le dijo con ojos brillantes.

- ¿Me pondrás una correa también? –le dijo molesta.

- Una de diamantes.

- Vete al diablo.

- Iré contigo y fin de la discusión.

- Primero aliméntame, desayuno temprano.

- Yo no desayuno.

- Mal por ti, porque yo sí. –dicho eso salió dando un portazo y bajando las escaleras con rapidez.

Fue directo a la cocina la cual encontró impoluta y vacía. Abrió el refrigerador, los estantes y no había nada.

- No hay nada... -dijo para sí.

- Así es. Nada. –le confirmó él divertido, ya cerca de ella.

- ¿De que sirve una cocina de última generación como esta entonces?

- Meramente decorativa.

- Vaya desperdicio-resopló. -¿acaso no comes nunca aquí?

- No.

- Puedes tener personal para ello.

- Hay personal de limpieza y nada más. No lo he visto necesario.

- Comer es necesario.-le dijo ella con exasperación. –vámonos ya. En mi departamento sí hay comida, como la hay en hogares normales.

- Bueno, esto no es precisamente un hogar. Es solo el sitio donde estoy cuando no trabajo.

- Ya lo creo que es eso.

- ¿Harás el desayuno? –preguntó con interés.

- Para mí, tú no desayunas ¿no?

- Bueno, de repente quiero saber sobre tus habilidades en la cocina.

- No te hagas demasiadas ilusiones, sé sobre cocina solo lo necesario para sobrevivir.

Minutos después salían hacia el pasillo rumbo al ascensor, él radiante, hermoso y totalmente masculino. Parecía salido de sueños húmedos femeninos y ella parecía, bueno, que se acababa de despertar. Se puso las gafas de sol y caminó a su lado pensando en la diferencia, le entraron otra vez las ganas de reírse, los nervios, la locura de la situación se le volcaban en risa loca. Se acomodó el bolso y acortó el paso, necesitaba controlarse.

- Tendrás que decirme qué es tan gracioso.-dijo Derian parándose de improviso y haciendo que ella chocara con su ancha espalda.

- ¿Acaso me estoy riendo? –fingió molestia retirándose de esa pared humana.

- Parece que tienes una gran broma privada y te mueres por romper en carcajadas. –se dio la vuelta para verla y pulsó el botón para el lobby.

- Claro que no.-dijo ella entrando al ascensor en cuanto abrió sus puertas.

- Claro que sí ¿Te causo risa de alguna manera?

- No.- fue su escueta respuesta.

- ¿Entonces? –dijo y en segundos la acorraló contra una esquina poniendo ambas manos a cada lado de su cabeza. Era más alto que ella por supuesto, pero en lugar de sentirse amenazada le gustó la sensación de tenerlo tan cerca. Su proximidad le hizo llegar el aroma de su perfume y lo inhaló todo lo sutilmente que pudo. -¿Lyla?

- ¿Sí? –dijo perdida en las sensaciones.

- ¿Qué te causa tanta gracia? –dijo cada palabra acercándose más y más, hasta tener su boca a escasos centímetros.

- La... situación...

- No siempre te ha causado esa diversión. –le susurró tan cerca que sintió su aliento mentolado sobre sus labios.

Va a besarme ¿o que espera? Pensó Lyla. Deseaba que lo hiciera. El sonido del ascensor parando hizo que él se separara de inmediato. Gente entró y le saludaron con efusividad al ver quien era. Lyla rodó los ojos ante la exhibición melosa y observó como él simplemente devolvía tanta atención con un leve gesto de su hermosa cabeza. Se puso a su lado y no perdió detalle de la inspección a la que fue sometida por un par de señoras mayores. Parecía que se esforzaban por no arrugar su nariz. Lyla le sacó de improviso y sin pensarlo la lengua a una y vio la sorpresa en los ojos de la mujer que dejó de mirarla.

- No seas niña. –le susurró él al oído.

- No dejaba de mirarme. –susurró de igual forma.

- ¿Qué no a las mujeres les gusta que las miren?

- No a esta mujer en particular y menos de esa manera. –le dijo en voz baja. –Prosiguieron en silencio hasta que llegaron. –pensé que alguien como tú tendría su propio ascensor. –dijo nada más salir.

- Y lo tengo, pero está en mantenimiento ¿a la princesa no le gusta compartir? –le dijo con sorna.

- No cuando me ven así.

- Esas cosas te afectan más de lo que deberían. Era solo una señora chismosa.

- Es una reacción natural Derian, si te vieran como a un insecto ¿Qué harías?

- Darles un puñetazo.

- Si yo soy una niña tú eres un salvaje. –le dijo irónica. Calló al ver a Bruce caminando hacia ellos. –Aquí viene otro.

- Graciosa. –la tomó del brazo y la encaminó al auto que ya esperaba en la acera.

- No pienso correr a ninguna parte. Puedes soltarme.

- Simplemente quería tocarte. –le sonrió ladino.- Vamos a casa de la señorita Bruce. –indicó.

Amaba su departamento, era tan ella, tan suyo. Y por supuesto, un regalo de enorme valor sentimental. Solo de pensar que se lo había confiado a Marcos hacia que se quisiera dar de topes contra la pared más cercana. Lyla pensaba sobre como remediar la situación, no le quedó más remedio que marcar a unos de los abogados de la compañía de su padre. Derian estaba enfrascado en el teléfono nuevamente así que ella sacó el suyo e hizo la llamada.

- Hola Sean. –dijo en cuanto oyó la voz de quien aparte de excelente abogado era amigo suyo.

- Vaya, pero si es Lyla ¿aun te acuerdas de los amigos?

- Siempre me acuerdo. –respondió sin evitar la voz culpable. Entre su trabajo, escapar de su madre y estar con su ahora ex, no le había quedado demasiado tiempo.

- Ahh pero si bien qué sabes tú culpa el que casi ni nos veamos.

- Sí, es mi culpa.

- Marcos te quita mucho tiempo por lo visto.

- De él quería precisamente hablarte, aprovechando y abusando de nuestra amistad.

- Claro, dime. –le dijo presto y ella sonrió pensando en que había sido tan tonta al hacer de lado a amigos como él mientras intentaba separarse del apellido de la familia y trataba de salvar su relación.

- Él aparece en las escrituras del departamento que heredé. Quiero quitarlo.

- Pero... ¿Por qué lo pusiste?

- Cosas de un préstamo. Un negocio...

- ¿Qué tal salió?

- No demasiado bien, pero al menos no quedé con esa deuda. –quedé con otra enormemente peligrosa pensó Lyla. –Pero él sigue apareciendo y quiero quitarlo por supuesto. Además... ya no estamos juntos.

- Está bien, haré lo que sea necesario. Sabes que cuentas conmigo, además trabajo para la empresa de tu familia.

- Claro, pero esto te lo pido como amigo. Preferiría que mis padres no lo sepan. –suspiró al oír el reproche de Sean. – lo sé... te lo compensaré ¿vale?

- Está bien, déjame la oportunidad de hacerte pedazos en Charly's. –en la época de la universidad y pese a ser de distintas áreas compartieron amigos, salidas y diversión. Jugar billar era una de esas cosas.

- ¿Tú a mí? Deja me rio ante la idea. -bromeó ella. –Pero gracias, y por supuesto, Charly's. –colgó después de decirle que le mandaría los datos necesarios vía e-mail.

- Podía haberte ayudado con eso. –escuchó la voz de Derian.

- No es de buena educación escuchar conversaciones ajenas.

- Vas justo a mi lado.

- Yo no escucho las tuyas.

- No tendría inconveniente que lo hicieras.

- ¿Aunque se tratara de esa secreta fusión con industrias Vernon? –preguntó dirigiéndole una mirada astuta.

- ¿Cómo sabes sobre eso? –preguntó frunciendo el ceño.

- Los has mencionado en tus conversaciones, solo oí Vernon, fusión y secreto en unos de los escasos momentos en que me desconecté de mis pensamientos.

- Entonces sí que escuchas.

- Lo mínimo. No como tú.

- Estaba hablando en otro idioma.

- ¿Se te olvida que soy una princesita de la alta sociedad? –le dijo burlona. –recibí una excelente educación. Mi madre creía que aprender idiomas incrementaría mis posibilidades de matrimonio. En todo caso, solo escuché eso y tú harás bien en no oír mis conversaciones privadas.

- Yo no... -no lo dejó terminar pues habían llegado. Ella saltó contenta de ver su hogar. Estaba en una tercera planta. La segunda era propiedad de Jade, que nunca usaba pues no le gustaba tener que encargarse de ella misma. En pocas palabras, prefería que alguien más le cocinara, lavara y limpiara. La planta baja era ocupada por una cafetería y era propiedad en inicio de su hermana y ella, pero a falta de interés de Jade, le había comprado su parte y puesto ese negocio que era administrado por dos fieles empleados, eso no lo sabía ni su ex. Era una propiedad independiente y esa es la que hubiera hipotecado, pero al momento de hacerlo aún no era la dueña. Vio la cafetería llena y sonrió feliz. Apenas empezaban y les estaba yendo bien, sería un negocio rentable en un futuro próximo. Había hecho que fuera de un estilo acogedor y apacible, donde se podía comer o leer acompañado de un excelente café, postres y meriendas. –Espero no digas absolutamente nada sobre Vernon.

- No tengo por qué. –dijo ignorándolo y yendo hacia la cafetería.

- No íbamos para allá. –escuchó la voz impaciente de Derian, pero aun así comprobó que la seguía.

- Solo un momento. Deberías saber que necesito un café.

- Que sean dos. –le oyó claudicar y ella le sonrió radiante.

- No hagas eso. –le dijo cuando entraban los dos.

- ¿Hacer qué?

- Sonreír así.

- ¿Ni eso tengo permitido?

- A menos que quieras que te bese ahora mismo.

- ¿Cuándo te ha detenido algo? –contestó sorprendida y cuando él hizo el intento, ella se retiró riendo. –Dos capuchinos. –pidió al chico que al verla le dedicó una galante sonrisa. Ella le hizo señas discretas de que no la delatara como su jefa.

- Enseguida.

- Oh, y dos cupcakes de oreo. Y también...

- Creí que íbamos a desayunar en tu departamento.

- Así es.

- ¿Y todo esto?

- No es para nada un desayuno. Solo acompañamientos.

- ¿Acompañamientos?

- Sí, me alimento bien ¿sabes?

- Si eso te da esas curvas por mí no hay problema. –le dijo él mirando toda la extensión de su cuerpo.

- Muy gracioso. Sólo eso Carlos. –le dijo al chico.

- Cortesía de la casa. –le contestó guiñándole un ojo y pasándole lo que había pedido.

- De eso nada. –respondió Derian sacando su billetera y mirando serio al chico.

- No rechazaré algo gratis. –Lyla le quitó la billetera, le puso la caja con los cafés en su lugar, se despidió de Carlos y fue hacia la salida. -Él no tuvo más remedio que seguirla.

- Por lo visto se conocen bien. –dijo mientras iban por las escaleras lado a lado.

- Sí. Vivo arriba por si no te habías dado cuenta.

- ¿No hay elevador aquí?

- ¿El príncipe no puede caminar? –preguntó burlona adelantándolo un escalón.

- Puedo hacerlo y contigo a cuestas. -gruñó él.

- ¿En serio...? –terminó la frase con un grito ahogado. Con una sola mano le había dado la vuelta y puesto sobre un hombro. –solo bromeaba. –exclamó ella. No se movió, aunque si protestó, temía que acabarán en el suelo con el café encima.

- Tú te lo buscaste.

- Pues es el último piso. –le dijo molesta.

- Ya sé.

- Pues adelante hombre de las cavernas.

Le molestó sobremanera que él llegara sin contratiempos hasta el departamento, que la colocara en el suelo y no luciera agitado. Abrió la puerta no sin antes dirigirle un gesto belicoso.

Él de inmediato se puso a explorar. Ella le quitó los cafés y se dirigió a su cocina. Lo cierto es que estaba orgullosa de su hogar, no era pequeño en absoluto, pero era justo lo que a ella le encantaba. Los techos eran altos y las paredes las había pintado casi todas en color crema para seguir esa sensación de amplitud.

A la derecha estaba la sala, con sendos sofás blancos con múltiples cojines de colores en tonos tierra, una manta estaba doblada sobre el respaldo de uno de ellos, era la que usaba cuando leía allí. La verdad es que tenía muchos sitios donde leía o simplemente se relajaba. Una enorme pantalla adornaba la pared frente a la sala, regalo de su padre quien a veces la visitaba y veían partidos de futbol juntos. Era lo que más le gustaba a Marcos de su departamento. Tenía una pequeña terraza donde había colocado macetas con plantas y flores y puesto una pequeña mesa y sillas confortables. Más hacia la derecha estaba su dormitorio. Su refugio privado. Pero hasta allí no había llegado él. Se había detenido en la pequeña habitación antes de llegar, ella la había decorado como una especie de mini biblioteca y había libros por doquier. Lo dejó curiosear y fue a la izquierda hacia la cocina, equipada con todo lo necesario y más, gracias a la generosidad de su abuela. Puso los cupcakes en un plato, sacó los cafés de la caja y vio el contenido de su nevera. Se dispuso a hacer unos omelettes con champiñones, pimientos y queso, sus favoritos. Se abstrajo en la tarea y rato después llegó él, justo cuando sacaba el ultimo del fuego.

- Huele bien.

- ¿Qué tal el tour?

- Tienes un lugar muy agradable aquí. Ya veo porque no renunciaste a él.

- Es herencia familiar, además. - dijo mientras colocaba la comida en los platos y le tendía uno.

- ¿Él pasaba mucho tiempo aquí?

- ¿Eso importa? –preguntó pasándole un café y sin mirarle a los ojos.

- Es una simple pregunta. –ella vio su mirada otra vez intensa y constató que estaba ante un hombre demasiado territorial. Sonrió.

- Eres demasiado... ¿cómo decirlo?

- Solo dilo.

- Mmmm... ¿territorial? Porque, no me atrevería a llamarlo celos.

- Sólo preguntaba.

- Claro. –le pasó los cubiertos. –espero te guste, no soy una gran cocinera.

- Ya veremos. –se llevó un bocado a la boca y abrió los ojos con sorpresa.

- ¿Tan mal está? –preguntó ella apenada.

- Está delicioso.

- ¿Sí?

- En serio...

- Pues no debería sorprenderte tanto, solo son omelettes.

- Los mejores que he probado.

- Ahora exageras.

- Juro que no. –y le sonrió.

Y allí estaba Lyla quedándose absorta de nuevo con esa sonrisa, sintió algo calientito en su interior y para salir del trance tomó un trago de su café, estaba tan caliente que le quemó un poco la lengua.

- Está bueno. –dijo ella para disimular.

- ¿Quién te enseñó?

- ¿A cocinar esto? Mi padre, bueno, mi padrastro, pero es como un padre para mí.

Eso dio paso a una conversación sobre lo mucho que amaba a su padre y las cosas que solía hacer por ella. No hubo momentos incomodos, solo dos personas charlando mientras desayunaban juntas y ella no recordaba la última vez que se había sentido así de bien.

¡Gracias por la espera!

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top