Vaga Esperanza
Una emoción intensa le apoderaba con solo ver esa silueta tan pequeña que le daba la espalda en medio de esa oscuridad, pues para él era como el más hermoso destello que con su luz jamás le lastimaría como lo haría el sol.
Se soplaba un aire salado y eso por alguna razón combinaba tan bien con su pequeña hija, porque en efecto, esa tierna silueta que veía desde lo lejos era su amada Jolyne, no podía verla a la cara y sus ropas eran distintas a como él solía vestirla, pero en su corazón tenía la certeza de que se trataba de la poseedora de ojos llameantes que adoraba más que a cualquier otro ser.
Pudo haberla llamado desde esa distancia y su pequeña niña habría dio corriendo a sus brazos, pero por alguna razón él quiso ir por su propio pie hasta la orilla del mar donde ella con los pies desnudos se dejaba tocar por el agua salada. Quería formar parte de ese paisaje que es como si fuese parte de Jolyne, admirando la lejanía de la cual le es imposible cruzar pues, ¿Por qué su hija querría cruzar el agua si su hogar y tierra era estar con su propio padre? Y entonces él le recordaría que su lugar con estar en su regazo.
-Ojos Míos. – Habló Dio estando justo detrás del pequeño ser que estaba justo a unos centímetros de él, y aunque le llamó para que le recibiese con amor, pareciera que no le escuchó y por lo tanto no volteó a verlo.
Un tanto dolido y enojado, tomó el pequeño cuerpo y lo cargó obligándole a ver directo a sus ojos. Pudo haberla regañado y forzado a que juntos regresasen al castillo, y ciertamente, ¿Por qué estaba ahí en primer lugar? Más nada de eso pasó por su mente, porque en cuanto vio esos ojos incendiándose, su cuerpo se congeló y parpadeó un par de veces verificando si estaba viendo bien. Ese rostro no era como el de su hija, relativamente parecido, pero no era ella.
Y ahora que daba cuenta, tenía un aroma distinto y nada que ver con el mar como él llegaba a relacionarle con Jolyne. Su esencia recordaba a las flores, aunque tenía un aura fría como si tuviese espinas, su piel era tan pálida como la suya que se alejaba un poco de tener una textura humana, sus ojos eran más pequeños y de un iris muy contrario a los que él estaba acostumbrado a ver en su hija, su cabello era tan negro que se confundía con la oscuridad de la noche y su expresión... Ya había visto esa expresión antes en alguna parte, ese rostro formaba un gesto que parecía heredarse de él mismo.
En ese momento y cuando menos esperó, el paisaje cálido del que momentos antes deseaba compartir con su amada hija, se convirtió en un jardín cubierto de nieve y cientos de rosas rojas se cubrían de ese mismo manto blanco, que ahora cumplían su función de combinar armónicamente con la filosa mirada del niño que estaba cargando.
Ahora ambos se empezaban a empapar de esa nieve que por alguna razón parecía quemarle la piel al rubio.
-¿Dónde está Jolyne? – Dio preguntó.
Y el misterioso niño como si supiese una gran verdad que él necesitaba saber y no solo por el paradero de su hija. El pequeño abría la boca y poco se podían ver un par de colmillos que se asomaban como si quisiera hablarle, pero no emitía ningún sonido pues parecía aún muy de corta edad para poder hacerlo, como un bebé todavía.
Ese niño empezaba a significar algo para Dio y algo en su corazón le decía que tenía que ver con Jolyne en un sentido muy familiar, de descendencia.
¿Acaso sería...?
...
Con el corazón queriéndose salir del pecho, respiración sumamente agitada y los ojos abriéndose de par en par, Dio despertó de su trance quitando su cabeza de las arrugadas manos que le sostenían.
Temblaba sobre esa cama de piedra y aunque era un ser de sangre fría, aún sentía en su piel ese gélido lugar quemándole.
El ser tenía un semblante que muy pocos y ahora muertos han logrado ver, exceptuando a la anciana que estaba en esos momentos a su lado y que desde hace bastante ya no era una novedad para ella. Lo conocía muy bien desde hace quién sabe cuánto y ver dentro del corazón de Dio era como explorar un pozo sin fondo del cual todavía le era imposible ver con claridad cada uno de esos visiones, pero que lograba que Dio los viera enteramente.
-Señor Dio, ¿Qué fue lo que vio? – La bruja le cuestionó examinando sus ojos que parecían aun dentro de aquella realidad.
Si bien, Dio todavía no quería responder queriendo sostener cada detalle del aspecto de ese niño, tan similar y diferente al de Jolyne que no sabía que sentir al respecto.
-¿Fue algo perjudicial para usted lo que vio? – La anciana paciente le seguía preguntando, pues parte de ese ritual era la serenidad para estudiar con más claridad esas manifestaciones de realidades futuras o alternas según lo que el destino les permita cambiar.
-No, creo que es algo muy al contrario a eso. – El rubio no podía sacarse de la cabeza esos ojos, se formaba una idea al respecto, pero había cierta inseguridad que poco a poco comenzaba a incrustarse en su pecho.
-Puedo ver que está confundido, ¿Qué es lo que le aqueja exactamente? ¿Logró ver a su hija? – Enyaba ponía una mano de nuevo sobre la frente de Dio y muy nebulosamente podía visualizar imágenes de lo que hace unos segundo el rubio vio.
Y entonces, una sonrisa se asomó en los partidos y arrugados labios de la bruja. Dio se percató de la repentina expresión de la andrajosa bruja y quizá Dio lo hubiese hecho igual o con más placer si no fuera porque eso relacionaba a Jolyne.
Pero...
-Enya, ese niño no era mi hija. – Especificó por si la anciana llegaba a creer que era su amada princesa.
-Lo puedo notar, he llegado a ver a la princesa solo por medio de tu corazón y este bebé no se asemeja en su totalidad. Pero...
-Pero es parecido a ella y a...
-A usted, sí. – Enya completó e implícitamente ambos tenían una misma idea, que podría ser muy beneficioso para el ser, pero por alguna razón le dolía a Dio.
-Pero, es mi hija... - El rubio se agarró la cabeza no pudiendo imaginar cómo es que él y Jolyne podrían a... - Jamás podría tocarla, ella es mi bebé.
-La quiere siempre a su lado, ¿No? – La bruja no llegaba a entender ese sentimentalismo que tenía que empezó a desarrollar desde que tuvo a su primer hijo o cuando perdió a toda su descendencia, pero según veía su deseo de tenerla era más grande. –No ha querido convertirla en vampiro y sigo sin entender por qué aún no lo hace, pero me ha pedido ayuda para encontrar una manera de que lo ame incondicionalmente sin importar nada, esta es una muy buena solución que la naturaleza misma ha puesto frente a usted, ¿Piensa rechazarla, señor Dio?
Empezaba a sentirse devastado pues por lado le daba la razón a Enya, su más ansiado sueño es que por la eternidad Jolyne fuera suya, pero la amaba como a su hija.
-Yo, poco antes de que sacara a Jolyne de esa casa solo tenía la idea de que ocuparía el lugar que habían dejado mis hijos. – Comenzó Dio y aunque Enya ya sabía sobre todo ese sentir, no lo interrumpía pensando en que era lo que necesitaba para que tomara la decisión correcta. Pero algo le estaba inquietando. – Cuando vi el engendro de Jotaro temblando y escondido junto a un desgastado mueble, tenía todavía en mi esa sed de querer seguir derramando la sangre de esa familia, pero sus ojos fue lo que me detuvo...
-Amó a la princesa en un principio por el poder que había heredado del linaje Joestar, lo vio en sus incendiadas pupilas, ¿No pudo ver un posible potencial de formar con ella una descendencia poderosa? Un legado en donde nuestro soberano pudo por fin acabar con el legado de los cazadores que formó Jonathan Joestar con un simple ritual de coito con una de sus últimas descendientes.
Se atrevió a destapar esa posibilidad que alguna vez llegó a considerar Dio la misma noche cuando su amada niña llegó a su castillo, pero ahora de apenas imaginarlo le parecía tan fuera de lugar, tan fuera de sus propios deseos.
Incluso él se lo preguntaba, ¿Cómo es que llegó a cambiar tanto? Su naturaleza no era así cuando ni siquiera era consciente de su propio poder.
-¿Copular con Jolyne como si fuese el más correoso pedazo de carne solo para concebir un poderoso ejército? Eso ya no es una ambición que encaje conmigo, mi existencia es eterna y puedo decidir cuando la princesa puede serlo, sólo quiero que su amor se mantenga a dentro del castillo a mi lado.
-Señor Dio, usted puede obligar a su hija a estar por siempre dentro de su castillo, pero su corazón humano podría estar yéndose cada vez más lejos de usted. Con solo desearlo no es posible y lo sabe más que nadie desde que el príncipe Giorno...
-¡Giorno es un cadáver sin sepultura que merece ser comido por gusanos, eso es lo que es ese traidor para mí! No entiendo la maldita necedad de que lo menciones cada que vengo a tu pútrida cueva. Estamos hablando de mi princesa y mi deseo.
Enya era la única que podía decir cosas que a Dio no le gustaba sin temor alguno, Dio simplemente no podía matarla por ser la bruja más poderosa y la única que podría ayudarle.
Y si ella no lo ayudaba, él sufriría de nuevo.
Como también sabía que sus sentimientos hacían su primogénito era parte del veneno que le estaba consumiendo. Puede que Dio jamás lo mencionase, pero en su mente a cada tanto llegaba la imagen de aquel hijo que amó y añoró.
Y del que ahora odiaba con toda su alma.
...
En el Castillo de Dio, el Rey Vampiro
Giorno tomaba y veía las manos de la mujer que no seguía sin creer era la misma niña que alguna vez llegó a tener en sus brazos. Tan pálidas que llegaban a parecerse mucho a las suyas en tonalidad, pero que aún conservaban esa suavidad que la caracterizaba como un ser humano.
Un segundo antes había pensado que Dio por fin la había convertido en uno de ellos, pero no, incluso sentía su corazón latiendo por medio de ese abrazo de ella le proporcionaba.
Era un pequeño momento de silencio donde parecía no sentirse incomodo en lo absoluto y Giorno con curiosidad se preguntaba qué tipo de expresión tendría Jolyne en esos instantes, solo asumía con el escuchar de su respiración tan serena dando a entender que le gustaba su cercanía y más porque apoyaba su mejilla a su espalda aferrándose a él como si se asegurara de que no escaparía de nuevo. Extraño para él, porque la mujercita expresaba cariño aun cuando ni lo conocía del todo. Si supiera que tiempo antes él quería asesinarla las circunstancias serían muy distintas.
-Que Princesa tan empalagosa. – Dijo el rubio quitándose las manos de Jolyne de encima y aunque fue algo brusco al hacerlo, parecía que a ella no le importaba.
-Hace mucho que no tenía el deseo de abrazar a alguien, lo siento. – La mujercita se tomaba las manos contra su pecho todavía sintiendo su tacto y aunque el otro las haya apartado con descortesía, supo que Giorno jamás quiso lastimarla.
-Es raro que quieras abrazarme, no me conoces y no sabes qué intenciones tengo. ¿Qué tal si quiero comerte o algo que te aleje de tu padre? – Fue lo primero que preguntó como si de manera disimulada preguntase sobre la situación que ella estuviese viviendo con Dio, pero su semblante a duras penas cambió y un ligero suspiro solo salió de ella.
-Todo aquello que involucre a mi padre en estos momentos, no tiene ninguna importancia para mí ahora. – Jolyne creyó que era lo suficiente que tenía que saber el rubio, pues no quiso indagar más en ello si por ahora estaba viviendo un sueño hecho realidad, que era tener frente suyo a un ángel que creía perdido.
Giorno no se quería conformar con eso, pero sabía que si la presionaba no obtendría lo que quería; una solución a su propio problema.
-De igual manera, no te permito que tengas ese tipo de libertades conmigo, ¿Entendido? Yo no siento nada parecido a cariño hacía a ti.
Dicho eso, se logró un efecto contrariado en Jolyne y sus ojos se abrieron un tanto dolidos, pero luego le observó con confusión.
-Entonces, ¿Qué estás haciendo aquí? Si dices no quererme, entonces vienes a ver mi padre.
-No, vengo a verte a ti, ya te lo dije.
-No entiendo qué tipo de interés podrías tener en mí. – Y quería preguntar cómo es que él sabía de ella, pero entonces el otro se acercó a tan solo dos pasos y le tomó el rostro sin mucho cuidado haciendo que le mirase a los ojos, cosa que le recordó a Dio y por un segundo se sintió incomoda, pero por esa misma costumbre, no objetó y se dejó ser.
-Tú tienes algo que necesito poseer para curar mi desgracia. – Giorno acercó aún más su rostro contra el de ella y quiso ver esas llamas que antes tuvo la oportunidad de apreciar aunque no logró distinguir nada especial, más que el iris verde de sus ojos. – Por alguna razón, tu presencia o lo que sea que tengas hace que mi dolencia se aminore y requiero saber qué es para por fin vivir en paz.
Luego la soltó y se sentó en la modesta cama de la doncella, tan simple a comparación de la que antes tenía cuando niña.
Jolyne no entendía mucho y aunque le hubiese dicho que no la quería, sintió cierta preocupación hacia él.
-Sí estás enfermo, dudo mucho que yo pueda hacer algo. Solo soy la hija de Dio que ha vivido siempre en este castillo y apenas sé algunas cosas sobre el mundo por medio de libros o de lo que mi padre me ha contado de pequeña. Pero... - Sentándose a un lado del rubio de ojos color sangre, se le quedó mirando como si tuviese una gran idea que sentía que la vida le regresaba al cuerpo, Giorno sabía que ella por sus medios no podría hacer nada y es por eso que él estaba ahí para averiguar qué hacer.
Entonces el joven ser al darse cuenta de la mirada llena de brillo en las pupilas de Jolyne, supo que ella estaba pensando en algo y le devolvió la mirada tan de cerca que parecían querer besarse, pero estaban muy lejos de eso y cada uno resolvía en su propia cabeza sus propias dudas de lo que estaban por hacer o decidir.
-¿Pero? ¿Acaso la Princesa va a ofrecerme algún especie de trato? – Supuso Giorno de manera irónica, pues conocía ese tipo de miradas traviesas. Una que él solía tener cuando era mucho más joven.
- ¡Vaya! Pudiste descifrarme. – Confirmó la fémina en medio de una pequeña risilla.
La menor comenzaba a tener un ánimo distinto a como la había encontrado la última vez. ¿Él era el causante de esa pequeña risa? Se preguntó el rubio.
-¿Qué es lo que quieres? ¿Una muñeca de esas de porcelana como cuando eras una cachorra? – Cuestionó sin siquiera darse cuenta lo bien que la conocía.
-No, algo mucho mejor y creo que no te costará nada esfuerzo o eso espero. – Lo último dicho le provocó cierta timidez y es que empezaba a tener una conversación bastante larga con alguien que no fuera su padre.
-Sé directa, ¿Qué quieres? – Aunque Giorno empezaba a desesperarse.
-Sácame de aquí, es lo único que pido. Llévame contigo. – Por fin confesó su deseo y como suplica le tomó del brazo acercándose aún más a su rostro. – Quiero conocer nuevos lugares, estoy harta de ver las mismas paredes y la misma cara todos los malditos días. Quiero sentir de cerca el aire marino que se escucha más allá del castillo. Quiero ver animales, gente, todo lo que haya y vive en este mundo. Por favor y haré hasta lo imposible si así lo deseas para ayudarte.
Casi como si quisiese llorar, Jolyne ya volvía a abrazarse al otro no queriendo dejar pasar esa tan maravillosa oportunidad, aquella que consideraba un milagro y un ángel que aunque dijera que no sentía nada por ella, él estaba ahí por algo.
-Estás loca, no haré algo tan imprudente y estúpido. Puedo ofrecerte cualquier otra cosa, todo menos eso. – Fue la inmediata respuesta de Giorno tratando de quitarse a Jolyne y más que nada por lo tonto que consideraba esa idea.
-¿Por qué? No pretendo ser una carga para ti, solo quiero respirar un aire diferente. Me siento tan intoxicada aquí y si no salgo juro que intentaré acabar con mi vida una vez más y esta vez no harás nada para impedirlo.
Jolyne sabía muy bien que él había sido quien ha estado salvándola todo este tiempo desde que era una niña, pese a que en el pasado creía era una ilusión, ahora sabía cuan real era él y sabría lo capaz que era para evitar el deceso de su vida. A él le importaba que ella siguiera con vida ya sea para salvar la suya o lo que fuera y entonces si ameritaba una amenaza, entonces lo haría.
-Eres la princesa, la hija de Dio. No sabes a lo que te arriesgas si te llevo conmigo. – Y a lo que yo me arriesgo, pensó el mayor de ambos. – Además, tú dijiste que no sabes nada del exterior, podrías morir con solo pisar alguna tierra lejana o incluso te enfermarías. Al final no me servirías para nada.
-Si me llevas contigo, seré como un fuerte roble ante cualquier viento que quiera derribarme y si aceptas este trato, te prometo curarte sin importar cuan imposible sea. Mi motivo para vivir después de salir de aquí será que tengas una vida plena sin nada que te aqueje. Ese sería mi pago mientras siga yo pisando este mundo del que aún ignoro.
Persistente, Giorno veía más que nada en beneficio propio y claro, justo como lo hacía él. Pero en cuanto dijo que su motivo para seguir viviendo sería curarlo luego de salir de castillo, eso significaba como si ella quisiera ser de la propiedad de él. Un tanto irónico pues si quería dejar de ser una carcelera de Dio como ya estaba empezando a entender, sería ahora una prisionera suya.
El rubio meditaba un poco las cosas y que quizá comenzaba a considerar.
-Bien, supongamos que te digo que sí y te llevo lejos de aquí para que con tus propios medios encuentres una cura definitiva para mí. – Comentó Giorno y Jolyne solo asintió decidida. – Pero qué tal si eso significa que te conviertes en mi prisionera. ¿Soportarías estar dentro de mi castillo por siempre? Porque si eres mi esclava en todos los sentidos que yo deseé, podría encerrarte en alguno de mis calabozos sin ninguna cama que te acobije o una ventana que te permita tocar el calor del sol. ¿Aun así estarías dispuesta?
Cualquiera de sus compañeros y amigos que le escuchase decir eso sabría que el rubio no hablaba en serio y solo la incitaba a arrepentirse de eso que estaba proponiendo, pero por un lado, Giorno se imaginaba a sí mismo usándola de varias maneras para hallar una cura. Llevársela y experimentar con ella asumiendo el riesgo de que Dio los persiga, a él o a cualquiera de sus queridos amigos para llegar a su hija.
¿Sería eso egoísta? Un poco, pero aun así no los expondría de ninguna manera, porque su desesperación es lo que le lleva a pensar así de alguna manera.
Y el rubio esperaba ver una expresión aterrada por parte de la jovencita, pero muy al contrario de eso, se volvió a aferrar todavía más a él y asintió muchas veces con la cabeza.
-Sí y ¿Sabes por qué? – Jolyne no quitaba la mirada sobre los ojos de Giorno y este pudo ver una pisca de pavesa en sus pupilas significando su determinación. – Porque con un día que yo tenga de haber explorado esas tierras que no conozco, no me importará volver a estar encerrada en otro lugar cuando ya conocí lo que se siente ser tocada por el mar o haber hablado o visto a otros seres vivos. – Y como si se hubiese apagado toda esa energía de convencimiento, dejó de tocar al rubio y se abrazó a su misma cerrando los ojos. – Esa es mi única necesidad, porque al menos también tendré un propósito para contigo y entonces ya no tendré que vivir en un limbo sin sentido.
En eso, Giorno ya no estaba seguro de qué responder, ¿Qué es lo que Dio habrá estado haciendo con ella todo este tiempo como para que no le importe ser esclavizada de esa manera?
Entonces, el de ojos color sangre se levantó de esa cama y caminó hacia lo que era la ventana, que mirando los barrotes sumamente gruesos y la simpleza de la habitación, parecía una cárcel con paredes de oro.
Volvió a mirarla y la analizaba con detalle, su cuerpo de mujer parecía bien desarrollado y no parecía estar en estado de desnutrición, pero su semblante sí que se veía deteriorado y lograba ver algunas marcas de rasguños y golpes que parecían ser por parte de Dio.
Dio jamás había llegado a golpearlo o a lastimarlo a él cuando vivía bajo ese mismo techo, ¿Por qué con Jolyne era diferente?
Giorno quería curarse a sí sólo, pero le intrigaba demasiado todo eso, era su padre después de todo y Jolyne era su hija aunque no quiera aceptarlo.
-¿Puedo preguntarte algo? – Sonó la voz de Jolyne separándolo de su propia meditación.
-¿Qué quieres?
- ¿Puedo saber tu nombre antes? – Preguntó la joven sin dejar de abrazarse. – Siempre te llamé Ángel Guardián o como mi ángel, pero seguramente tienes un nombre, ¿verdad?
Un tanto incómodo por esos apelativos hacia su ser, hizo un gesto de asco aunque intentó disimularlo. Siendo así y no estando muy seguro de lo que estaba por hacer, volvió a posarse junto a Jolyne para tomarla de los hombros desde atrás para ponerla de pie.
Jolyne se dejó ser desdoblando sus rodillas y parándose junto al cuerpo del rubio, sintió un cosquilleo por la espalda por cómo este olía de su cuello hasta su cabeza como si fuese una bestia.
-Te lo diré después de que acabemos con nuestra travesía al mundo exterior, ¿Te parece bien, Jolyne? – Declaró el joven en un susurro y entonces la fémina le miró con los ojos bien abiertos no creyendo lo que acaba de escuchar. – La noche aún es muy joven pero no por mucho tiempo, así que debemos apresurarnos.
La hija de Dio quería decir algo, un gracias tal vez, pero sus ojos se llenaron de lágrimas y de inmediato rodeó el cuello del rubio cuando ya estaba siendo cargada por él.
Y tal y como apareció Giorno en la habitación, desapareció junto a la hermosa princesa a quien sabe dónde. Después de tanto tiempo, el castillo ya se encontraba completamente sólo.
Pero para Giorno y Jolyne no se preocupaban por ello en lo absoluto, o al menos solo por esa noche
Había una esperanza para cada uno ahora que se han reencontrado y ya no desde una lejanía, ya estaban cerca uno del otro y solo quedaba descubrir que les depararía el destino ahora que han decidido trabajar juntos.
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Amiguitos del bosque xd cómo están? heh, Bueno, me disculpo por la jodida espera, estoy por culminar algunas cosas (la escuela pueh) y pues la verdad me ha quitado demasiado tiempo, apenas en vacaciones pude hacer algunas cosas aquí y en Twitter :b
Primero que nada, pues he dicho muchas veces que este es mi fanfic favorito al escribir, por lo que ando corrigiendo algunas cosas desde el primer cap, como redaccion, ortografia y esas cosas. La verdad, aun sea poca, me da mucho gusto la gente que se da el tiempo de leer esto. Muchas gracias en verdad, los quiero mucho muchisimo.
Procuraré actualizar lo mas pronto que pueda aquí. Se vienen muchas cosas chidas xd
También espero se la hayan pasado muy bien estas fiestas, les deseo lo mejor :3
Con amor, Milo.
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