Esperando por el huracán

El aire soplaba fuerte, la noche siempre era más oscura poco antes del amanecer, pero estas sombras especialmente se teñían de un fuerte color rojo y un aroma metálico impregnado de muerte.

Y aunque no haya llovido, se sentía húmedo el ambiente y no era para menos viendo el escenario tan ruin, la carne y la sangre esparcida ente la yerba, rocas, tierra e incluso hasta el arroyo más cercano, los cadáveres se extendían por todos lados.

El ser encapuchado veía y se agachaba examinando tal escenario tocándolo con sus propios dedos, manchándose de esa sangre ajena mientras que sus ojos llameaban y su instinto se encendía mirando hacía el castillo que se posaba en frente.

-Diría que ustedes fueron los culpables de tan solo considerar en ir a ese castillo. – Dijo hacía los restos mortales. – Pero tratándose del ser habitante de ese lugar...

No terminó de decir y entonces sólo terminó su frase para sí mismo en sus pensamientos.

...

Las horas pasaron y la luz somnolienta de ese día se por fin se revelaba con dificultad dentro de la habitación, atravesando las blancas cortinas que a duras penas se daba paso de entre las barras de metal, poco llegaba a tocar su pálida y fría mano; tal cual como eran siempre sus despertares. Otorgándole una mínima sensación de calor desde el exterior, con eso tuvo la suficiente voluntad para querer despertar nuevamente a esa realidad. Con pesadez se supo aun en ese mundo sin tener que abrir los ojos, concibiendo en tener que enfrentar la vida sujeta a ese castillo y a Dio.

Se sentía tan mareada de sólo girar la cabeza hacia donde estaba la ventana, le dolía y creyó que moriría con el sólo deseo de cortarse las venas. No obstante, a la vez llegaba a sentir una pizca de tranquilidad que le provocaba una añoranza enorme, ¿Cómo? Anoche se había hundido una vez más en la desesperación como muchas veces y hubo un momento donde ya no distinguía qué había vivido y qué no, incluso para ese mismo instante no sabía si todavía estaba envuelta entre esos sueños ilusorios, pues aquella sensación de ser sostenida por el apacible regazo que la alejaba al menos un poco de ese sufrimiento, la sentía aun como si le estuviese abrazando aún.

Se rodeaba a sí misma con sus frágiles brazos queriendo rememorar aquello lo que sea que haya sido. Tan real fue que creó una calma que hace tanto no sentía y era lo que necesitaba para seguir aferrándose a ese mundo si es que valía la pena, pues gracias a ello le daba el presentimiento de que la muerte aun no era una opción. Ni siquiera importaba cómo había sucedido, pero sin lugar a dudas, quería volver a palparlo.

Volver a tenerlo ahí con ella.

-Ojos míos... - Sin dejarle a la joven terminar de recordar ese sentimiento tan maravilloso, de pronto eso fue cortado con los toques de su puerta y la voz de su padre llamándole con cierta fuerza en su voz desde el otro lado. Provocándole un escalofrío y una rabia por atormentarla tan temprano, se reincorporó lo mejor que pudo aun con el fuerte dolor de sus sienes y entonces, el rubio sin esperar respuesta se abrió paso con su característico porte sombrío. – Buenos días, amor.

La joven sin responder, sólo se quedó en su lugar y giró el rostro hacia cualquier otro lado donde no estuviera él.

Dio visualizando a la dama aun en cama con el mismo vestido de anoche, no evitó sentir desagrado por cómo ella osaba en disfrazar su belleza con los cabellos revueltos sobre su cara y de lo que antes se vio un hermoso ropaje que delineaba su esbelto cuerpo, ahora sólo parecían un montón de telas mal arregladas cubriéndola para sólo no mostrar su desnudez. Además del desastre que había en la habitación, el espejo era de lo poco que le permitía tener en esa habitación y ahora lo había destruido por sus estúpidos arranques de ira y desagradecimiento hacía él, así lo pensó el padre.

Sin pensarlo mucho, fue hacía la joven y sin importar cómo se encontraría luego de la riña que tuvieron después del baile, la tomó del brazo y la jaló hacía él. No la lastimó, pero Jolyne sabía que no podría hacer nada nunca contra la fuerza de Dio, así que sólo se dejó llevar poniendo los pies descalzos sobre el suelo helado sentándose en la orilla de la cama.

Quedando la joven frente a él, las manos de Dio retiró los cabellos enredados de en frente para después tomarle las mejillas con ambas palmas para que le viese directamente, aunque ella cerraba los parpados dándole a entender su incomodidad.

-Espero que algún día puedas aprender que esa actitud que cargas me lastima mucho, Ojos míos. – Le dijo en reproche, pues Jolyne se rehusaba a mirarlo. – Sólo quiero ver tus ojos, ¿Acaso es mucho pedir?

-Me duele la cabeza, padre. – Fue lo primero que dijo la joven, como una excusa tal vez para no abrir los ojos, aunque en verdad en cierta parte le dolía a horrores, y sí lo veía directamente sentía que le punzaría más.

- ¿Y? Yo no tengo la culpa de eso. – Bien sabía el rubio que ese dolor era incitado por un golpe, quizá provocado por él, pero más fue ella quien se hizo ese moretón en la frente por lastimarlo cuando él sólo lo que había hecho fue amarla y querer pasar cada día con ella. Si bien, posando sus labios ásperos sobre los rastros morados dolientes de su piel, le besó con delicadeza. – Ahora abre los ojos, ya no te aquejará más ese golpe.

No entendiendo el porqué de esa acción tan de repente, Jolyne sin tener opción abrió los ojos hacía su padre encontrándose ese iris carmesí de los que ya estaba cansada. Aunque, a decir verdad, ya poco le dolía la frente, quizá un poco de mareo, pero ya era menos. Si bien, eso no le hacía sentir mejor de ninguna manera emocionalmente, ni siquiera le interesaba saber cómo es que con ese tacto le fue quitando esa dolencia, pues él la había besado y le expresó un cínico cariño sin importar el daño que le hizo y ahora lo tenía tan de cerca sintiendo su aliento contra su cara como siempre exigiendo sus ojos.

-Muy bien, mi amada princesa. – Un poco más conforme, ahora le besó la mejilla sin que ella pudiese evitarlo. – Te traje tu ropa, pero antes quítate el vestido, te bañarás y te vestirás lo más pronto posible. Luego peinaremos ese cabello que parece un nido de ratas, odio verlo tan desordenado, ¿Entendido? Después arreglaremos todo este desastre antes de tu desayuno, no es propio de una princesa destruir un espejo por un berrinche estúpido cuando el afectado fui yo. – Cruzado de brazos, se quedó ahí parado esperando a que su hija se apresurara a hacer todo lo que le ordenó, y la vigilaría hasta que estuviera lista. Para eso, Jolyne vio a su costado el sencillo vestido blanco que había traído, no lo había notado por lo enmarañado de su pelo sobre su cara. No tenía ni ganas de mover la mano y acercarlo a la prenda, aunque Dio parecía muy impaciente. – Si no te lo quitas pronto, entonces lo haré yo, Jolyne, ¿Qué esperas?

Sin más y con enojo; se puso de pie rápidamente, aunque sus sentidos aun no estuvieran tan dispuestos, comenzó a quitarse el vestido como podía, no importaba si Dio la veía desnudarse, era algo del que estaban acostumbrados desde siempre y era algo normal, si es que se podría decir. Y, a decir verdad, aunque Jolyne no lo quisiera, en varias ocasiones el rubio la vestía, la desvestía o la bañaba junto con él sólo por gusto.

La privacidad casi era inexistente para la joven, a menos que fuese para dormir. Sólo así ella podía estar para consigo misma con sus propios pensamientos, sueños y deseos.

Así mismo, parecía que la dama tardaba demasiado, así que, con querer apresurar el día, Dio la jaló por la cintura y con un par de movimientos tomó el vestido y la rompió liberando a Jolyne de entre ese manojo de telas como si fueran cualquier trapo.

-Te conseguiré otro vestido, uno más hermoso. – Puede que eso no les molestase propiamente, pero fue lo que dijo quizá para incitar alguna mueca en ella, cada vez más odiaba ese gesto apagado en su rostro, no llegaba a ver esa llama en sus pupilas que tanto le gustaban.

A la joven no le importaba el vestido, pero en sí todo lo que este hacía con ella le enfurecía, más no lo expresaba. Entonces con solo apartar los rotos ropajes la menor quedó sólo con su cuerpo desnudo totalmente expuesto a la vista carmesí.

Dio no se inmutó en esa hermosa imagen, y aunque estuviese muy acostumbrado a verla tal cual había venido al mundo, siempre se enorgullecía de saber la belleza que era, pero para ese momento sólo le importaba verla lista para ese día.

Ella debía estar siempre presentable para él.

...

En el castillo oculto

Completamente ajeno a su alrededor, Giorno se quedaba mirando hacia el frente sin observar nada realmente.

No es que estuviera más conforme, pero se sentía un poco más estable y es que desde hace tanto que ni aun con lo mínimo podía al menos sentirse menos miserable.

Y esa visita que creyó perjudicial fue algo que le sanó al menos por un instante, más no sabía de qué manera y ni siquiera sabía si eso era bueno. Su pecho ya no sólo se cubría de esa dolencia, sino que rememoraba lo presenciado de la noche anterior, después de haber seguido sus impulsos de volver a ver a aquella niña convertida en mujer. El trayecto de su historia parecía que podría terminar o continuar dependiendo solo de la hija de Dio.

Sentía que controlaba su vida.

Si bien, también le intrigaba el hecho de que la joven estuvo a punto de abrazarse a la muerte por voluntad propia y de no haber sido él quien haya decidido abrazarla y detenerla, ella...

-Giorno, ¿Escuchaste lo que acabo de decirte? – El joven rubio levantó la vista hacía al otro de cabellos negros y lacios, volviendo su atención alrededor, recordando en dónde debería estar y no dentro de sus pensamientos.

Las miradas de sus allegados iban todos sobre él, cada uno con una expresión similar y un mismo sentir; intriga.

-Lo siento, me distraje un poco, ¿Qué fue lo que dijiste, Bucciarati? – Preguntó con naturalidad y sólo recibió asombro por parte de los demás que se miraban unos a otros contrariados de su desinterés.

-Me sorprende que no atiendas lo que estamos diciendo cuando se trata de Dio. – Con eso, fue suficiente para que Giorno pusiera total atención, preocupación fue la sensación inmediata que le invadió.

- ¿Qué sucede con mi padre? – Todo lo que envolvía a Dio, también le relacionaba a ella.

- Se dice que un grupo de músicos desaparecieron justo por donde está el palacio, provenientes de la aldea más cercana a esta. Los aldeanos dicen que pudieron ser unos bandidos del bosque, pero otros aseguran que fue el ser habitante de ese castillo.

¿Músicos? Entonces Giorno recordó el baile de su padre con Jolyne, y ciertamente cuando presencio ese vals se sorprendió que la música se escuchaba muy al fondo y no dentro del propio salón, seguro los mató en cuanto dejó de necesitar de sus habilidades musicales. Si bien, ¿Eso qué tenía de importante? No era una novedad que Dio o incluso ellos, mataran humanos o animales.

- ¿Y eso por qué tiene que ser de nuestro interés? Dio mata a muchos humanos todo el tiempo, ya sea para comer o por su conveniencia, ¿Qué tiene de especial esta vez? Incluso nosotros lo hacemos para sobrevivir.

-Pero no a personas inocentes, Giorno. – Respondió otro de cabellos negros y piel más acanelada cruzado de brazos.

– Y, es más, ni siquiera comes de lo que nosotros cazamos, tu dieta ha cambiado drásticamente sin razón aparente y eso te está enfermando. – Un detalle que no se limitó en decir Bruno Bucciarati y del que no se cansaría en repetir cada que tenía la oportunidad, pues de otra manera no podría encarar ese tema con Giorno. Estaba al mando de ese pequeño grupo después del joven rubio y era su deber de cierta forma.

-Ese es mi problema, pero eso no tiene nada qué ver con lo que quieren llegar, ¿Qué tienen de importante que esos humanos hayan muerto a manos de mi padre?

-No es el hecho de que mataran a esos humanos, sino que hay quienes testifican que fueron contratados para un vals. – Continuó Bruno arribando al punto importante, Giorno sintió una punzada y cierta presión al escuchar lo que él mismo presenció. – ¿Por qué Dio necesitaría de un grupo de músicos para un baile si se supone que el único allegado de la familia real aún con vida ésta aquí con nosotros? – Señalando a Giorno, pues claramente era ese ser del que se refería, se incomodó sabiendo la razón y quizá sus compañeros estén haciéndose una idea errónea de lo que podría estar sucediendo con Dio. – Y no menos importarte a destacar, ese único hijo vivo de Dio fue exiliado no sólo de su reinado familiar, sino de su propia vida y naturaleza como padre.

-Se están haciendo demasiadas ideas, y antes de que continúes... – Interrumpió no queriendo que el otro o cualquier otro del grupo insinué cosas. – Dio ha sufrido la pérdida de su familia, muertos o exiliados, para él es lo mismo. Y conociéndolo, no admitiría nadie más que no sea de su linaje. Enloquecer de soledad es algo común ya sea para un humano o para el mismísimo rey de los vampiros, contratar músicos de cualquier aldea sería un ganado fácil de atraer, incluso para nosotros. No tiene nada de especial.

El de cabellos negros no le gustaba el cómo el rubio evitaba el asunto o más bien lo justificaba, pues sabía bien a dónde llegaría, entonces sería directo.

-Giorno, no evadas el hecho de que tú mismo quisiste asegurarte de cómo sería la vida de tu padre luego de que nos deshiciéramos de toda la familia real en aquel entonces, ¿O ya lo olvidaste? – Apuntando a un suceso del que sólo ellos sabían con totalidad la autenticidad de aquel aniquilamiento, todos y cada uno de los otros presentes se removieron de su lugar recordando aquel acontecimiento donde sus manos se mancharon, pues con sólo mencionarlo casi era una sentencia de muerte. Más Bruno parecía no alterarse, así como tampoco Giorno, que le miraba con suma seriedad. – Somos un pequeño grupo del que casi nadie sabe, ni siquiera Dio, puedo apostar a que tu padre no conoce a nadie más de aquí exceptuándote a ti. Y es más fácil para nosotros enterarnos de estas cosas, como el que haya matado a Jotaro y a su familia creyendo que él había sido el culpable de ese derramamiento de sangre del que en realidad fuimos nosotros los que nos sometimos.

Incómodos, pero no pudiendo evitar esa realidad, Giorno cerró los ojos sopesando y teniendo la paciencia de no rasgar la cara de su entrañable amigo. Tenía justo que recordar aquello.

- ¿Y qué es lo que te preocupa? ¿Por qué tienes que recordarlo cuando juramos no volver a hablar de eso?

-Tuviste tus razones para querer volver a ver a tu padre, respetamos esa decisión sin preguntar, y tú personalmente fuiste a ese castillo a vigilar los movimientos de Dio, tardaste lo que tuviste que tardar en cada vigía. – No respondiendo a su pregunta, Bruno señaló a algo que el rubio siempre trataba de eludir. – ¿Qué fue lo que en verdad viste, Giorno? ¿Qué fue lo que te enfermó luego de regresaras? Tú sabes el por qué Dio mató a esos músicos, ¿Con quién bailó o qué intenciones tuvo en realidad con esa música? Incluso tú vida o la de nosotros dependería de ello si no nos dices qué demonios pasó ¿Te das cuenta de lo importante de todo esto?

¿Lo importante? Para Giorno lo único importante para ese momento es el que este mal nacido cierre la maldita boca, eso fue lo que pensó. Empezaba a provocarle una jaqueca y cierto miedo se acrecentaba en su interior.

-Lo que vi en mi padre no fue nada más que a un doliente rey sumido en soledad y con ganas de morir, nada más que eso. Su deseo de venganza fue saciado con matar a ese cazador de ojos llameantes, prácticamente Jotaro se sacrificó por nosotros. Y como antes te dije, matar a unos simples humanos luego de un vals no tiene nada de especial. Es más, lo haría también para probarte lo sencillo que es conseguir comida por ese medio. ¡Estoy harto que me estes cuestionando estupideces!

Sin querer discutir ese asunto, Giorno se puso de pie de aquella pequeña mesa redonda de la que todos compartían, no permitiría llegar al punto donde se mencionaría a Jolyne. Requería resguardar el conocimiento de su existencia si quería salvarse, ocultar a la hija de Jotaro era vital para él, aun tuviese que mentirle a sus compañeros, amigos y allegados de confianza.

El rubio abandonando la sala de reunión del grupo, en silenció vieron como este se alejaba hasta perderse en las escaleras y pasillos del castillo. Cada uno tomó una posición más relajante para esa tensión que habían tenido hacía un momento, Bruno suspiró y juntó sus manos sobre la mesa mirando a esta bastante reflexivo. Luego, sus ojos rojos brillantes voltearon dando al joven de cabellos albinos y orbes parecidos a los suyos, pero de tintes dorados creando la heterocromía en ellos.

-Abbacchio. – Le llamó totalmente seguro de que el joven rubio no los escucharía. El albino atendió totalmente dispuesto a lo que le pediría. – Te encomiendo investigar quién es esa doncella de la que tanto protegen Dio y Giorno. – El otro asintió sin problema, los demás le miraron silencio con aires de preocupación por la repentina petición, pues todos sabían de la existencia de aquella joven dentro del castillo del rey vampiro.

-Bucciarati, ¿Estás seguro? – Preguntó la joven de cabellos rosados y la única hembra dentro del grupo. – Quizá podríamos esperar un poco más, si Giorno llega a enterarse...

No estaban seguros, pero casi podían jurar que aquella mujer se relacionaba con la afección de Giorno.

- ¡De ningún modo! Tal vez en un principio fue sólo un rumor, pero el que matara esos músicos dentro del palacio no me cabe duda de la existencia de esa fémina. Algo le hizo a Giorno, estoy casi seguro. – Fue lo último que dijo el de cabellos negros, y aunque todos dijeran estar de acuerdo al próximo plan de Bruno, aún tenían sus dudas.

¿Quién y qué era ese ser que ataba al hijo como al padre?

____

Hola! discúlpenme por la tardanza, he estado un poco ocupadin, pero ya regresé. El cap es un poco corto, pero tiene mucho significado. 

Estaré actualizando los demás fics también y he publicado un one shot igual de esta ship. Pronto otro one shot también, me entretuve un poco en eso también. 

También quiero decirles que este fic esta siendo traducido al inglés con ayuda de un colega, por si les interesaría leerlo en ese idioma. 

Bueno, los dejo, nos leemos pronto. Bye, los quiero mucho, banda! 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top